miércoles, 28 de noviembre de 2012

Ruthless - Capítulo 17: Besando en la Iglesia


Traducción: Daniela
Corrección: Verónica y Maju

Esa noche, Hanna bajó por una parte empinada hacia las oscuras ventanas del viejo Huntley Rectory, un imponente edificio de piedra en doce hectáreas en la parte sur de Rosewood. La iglesia fue alguna vez una mansión que hospedaba un viejo y saludable magnate de líneas de trenes y su equipo olímpico en entrenamiento de esgrimistas. El magnate de las líneas se volvió loco, y asesinó a muchos de los esgrimistas, y escapó a Sudamérica. Su mansión fue convertida en un monasterio poco tiempo después, pero la gente siempre decía que oía sonidos de peleas de espadas y llantos fantasmales y atormentados desde las torres más altas.

            Los tacones de sus botines se hundían en el piso medio enlodado. Una ramita la golpeó en la cara. Una pareja de gruesas gotas cayeron en su frente, haciendo cosquillas en su piel, y Hanna seguía pensando que vio dos grandes ojos observándola desde los árboles. ¿En qué estaba pensando cuando aceptó encontrarse con Liam aquí? ¿En qué estaba pensando al aceptar encontrarse con Liam?

            Era toda una idiota. ¿Cómo pudo volverse tan loca por un chico de quien no sabía nada, solo porque le dijo unos cuantos cumplidos y era buen besador? Era tan malo como su capricho hacia Patrick, y mira hacia dónde eso la había llevado. Cuando dejó Rue Noir la noche anterior, prometió dejar todo esto atrás—no había modo de que pudiera fraternizar con el hijo del mayor enemigo de su papá. Y cuando se encontró con su padre en Starbucks esta mañana para discutir lo bien que había ido el flashmob, él estuvo mirando enojado algo en el informe. Hanna miró sobre su hombro, era un artículo sobre Tucker Wilkinson y sobre cuánto dinero le regalaba a la caridad.

-“Como si a él realmente le importara la esclerosis múltiple,” - dijo el Sr. Marin entre dientes.  -“Toda esa familia tiene veneno en vez de sangre.”

-“No sus hijos,”- dijo Hanna antes de poder detenerse. Su padre le dirigió una mirada aguda. -“Todos en esa familia son iguales.”
           
Pero entre entonces y ahora, un doloroso deseo brotaba en su interior. Seguía pensando en el modo en que Liam la miraba, como si no hubiera otra chica en el universo. Cómo él le confesó ese dañino secreto sobre su papá, parecía tan triste y quebrantado. Cómo él quería llevarla a Miami para que la pueda tener toda para él. Cómo la insoportable soledad que había sentido desde que rompió con Mike se desvanecía cuando estaba con él, y cómo ella olvidaba todo sobre A, Tabitha, y Kelsey cuando estaban juntos. Así que cuando Liam le envió un mensaje esta tarde, preguntándole si podría encontrarse con él aquí—suficientemente apartado, señaló, para que nadie los vea—Hanna no pudo evitar enviarle una respuesta diciendo que sí.
           
La antigua mansión convertida en iglesia se alzaba ante ella. Una gran estructura de piedra, torrecillas, y viejos vitrales coloreados. Los santos grabados en las ventanas parecían mirar a Hanna juzgándola. Algo se escabulló por la esquina, y Hanna se congeló.
           
Psst.”
           
Hanna saltó y giró. Liam estaba de pie en las sombras bajo una vieja y apagada lámpara. Hanna pudo identificar la tímida sonrisa en su cara. Una gran parte de ella quería correr hacia él, pero en vez de eso, se quedó donde estaba, dándole una mirada de inseguridad.

-“Viniste.”- Liam sonaba sorprendido.

-“No me quedaré por mucho,”- Hanna respondió rápidamente.

            El pie de Liam hizo sonidos chirriantes en el lodo cuando caminaba acercándose. Él tomó sus manos, pero ella rápidamente se alejó.

- “Esto no está bien,”- dijo ella.

-“¿Entonces por qué se siente bien?”.

            Ella se cruzó de brazos.

-“Mi papá me mataría si supiera que estuve contigo. ¿No te mataría el tuyo también? Esto no está arreglado ¿o sí?”

-“Por supuesto que no.”- Liam tocó su mentón. -“Mi papá no tiene idea de que estoy aquí. En realidad, yo debería preguntarte a ti si esto no está arreglado. Yo te conté un gran secreto antes de saber quién eras.”

            -“No voy a contarle nada a nadie,” - murmuró Hanna.- “Eso es asunto tuyo, no mío. Y mi papá no juega sucio.” Como el tuyo, estuvo a punto de decir, pero no lo hizo.

Liam parecía aliviado.

-“Gracias. Y, Hanna, ¿A quién le importan las campañas políticas?”

Hanna torció su boca. De repente, ella no sabía cómo se sentía en cuanto a nada.

-“No podía pasar otro día sin verte.”- Liam corrió sus dedos por el cabello de Hanna. “Nunca he sentido una conexión tan grande con nadie más. No me importa hija de quién eres. Yo no cambiaría esto por nada.”

            El corazón de Hanna se derritió, y cuando Liam comenzó a besarla, ella ya no sentía la llovizna en su cara. Lentamente, su cuerpo se hundió en el de él, y ella respiró en su cuello, su suave cabello con olor a shampoo.

-“Escapémonos juntos,”- Liam susurró en el oído de Hanna. -“No a Miami. Algún lugar más lejano. ¿A dónde has querido ir siempre?”

-“Umm… ¿París?”- Hanna susurró.

-“Paris es genial.” -Liam deslizó sus manos bajo la blusa de Hanna. Ella saltó un poco por sus frías palmas en su espalda. -“Podría rentar un apartamento para nosotros en Left Bank. No tendríamos que lidiar con nada de esta basura electoral. Podríamos desaparecer.”

-“Hagámoslo,” -decidió Hanna, dejándose llevar por el momento.

Liam se separó, buscó algo en el bolsillo de su chaqueta, y sacó su celular. Presionó un botón y luego llevó el teléfono a su oído. Hanna frunció el ceño.

-¿A quién estás llamando?”

-“A mi agente de viajes.” -La pantalla del celular se iluminó de verde.- “Puede conseguirnos un vuelo para mañana, te lo aseguro.”

Hanna rio, halagada. -“Yo no hablaba en serio.”

Liam presionó COLGAR. -“Bueno, tú dices la palabra, Hanna, e iremos.”

-“Yo quiero saber que todo sea perfecto en ti primero,”- Hanna dijo.- “Cómo… ¿qué estás estudiando en la Universidad?”

            -“Literatura Inglesa,” Liam respondió.

-“¿En serio? ¿No ciencias políticas?”

Liam arrugó su cara con disgusto. -“No tengo interés en políticas.”

- “¿Y cómo es que tienes un agente de viajes?”

-“Es un viejo amigo de la familia,” -Liam dijo.

Hanna se preguntó si la familia Wilkinson tendría miles de viejos amigos de la familia—probablemente en el ámbito político.

- “¿Así que has ido a París antes?”

-“Una vez, con mis padres y hermanos, cuando yo tenía nueve años. Hicimos la basura turística, pero yo solo quería sentarme en un café y mirar a la gente.”

Hanna se apoyó contra la húmeda pared de piedra, sin importar que pudiera dejarle manchas de humedad en el trasero.

-“Fui a España una vez con mis padres. Todo lo que hicieron fue pelear, así que me hice la ciega y me sentí miserable.”- Liam se rio y Hanna bajó su cabeza, avergonzada. ¿Por qué había dicho eso? -“No debí decirte eso.”

-“Hey, está bien.” -Liam tomó su brazo. -“Mis padres peleaban como locos también. Pero ahora ellos… no hablan.” -Él tenía una apariencia distanciada en su cara, y Hanna sabía que él estaba pensando sobre los problemas en que estaban sus padres. Ella tocó su brazo amablemente, no segura de cómo consolarlo.

            De repente, las puertas de la iglesia se abrieron de golpe. Liam tomó las manos de Hanna y la llevó a la oscuridad. Un grupo de adolescentes caminaron hacia afuera, seguidos por una familiar mujer de cabello rubio ceniza en una chaqueta de imitación de Burberry, pero Hanna no pudo identificarla.

-“Lo siento,”- Liam dijo en el oído de Hanna. -“Yo solo quería que nos encontráramos aquí porque pensé que nadie podría estar por aquí esta noche.”
           
Más gente salió de la iglesia. Luego, Hanna vio una cabeza con cabello castaño y se estremeció. Era Kate, mano en mano con Sean Ackard. Sean caminaba quietamente, como si él estuviera un poco asustado de que Kate lo esté tocando. Él sostenía un volante en su mano que decía CLUB V por la parte delantera en grandes letras mayúsculas.
           
Por eso era que la fea persona con chaqueta imitación de Burberry le parecía familiar, era Candace, la líder del club de virginidad. Hanna había entrado al club tiempo atrás, esperando volver con Sean. Tenían que haber movido el grupo de apoyo del YMCA de Rosewood, donde era el año pasado, hasta aquí. Entonces, ¡Sean aún era un virgen devoto! Hanna moría por preguntarle a Kate si le había gustado la junta del Club V. ¿Habían jurado no tocarse? ¿Sean le había comprado ya un anillo de compromiso de no-sexo? Una alegre risa salió de sus labios.

Kate se congeló y Sean paró abruptamente junto a ella. Ella miró a su alrededor. -“¿Hay alguien ahí?”

Hanna cerró su boca. Liam se quedó quieto junto a ella.

-“Probablemente fue un mapache,”- Sean dijo finalmente, guiándola hacia el estacionamiento.

-“¿La conoces?” - Liam susurró una vez que estaban fuera de alcance.

-“Ella es mi hermanastra,”- dijo Hanna. -“Si ella me viera aquí contigo, estaría muerta.”

Liam se puso tenso. -“Yo también estaría muerto. Mi padre seguramente dejaría de pagar mi colegiatura en Hyde. Se llevaría mi auto. Me echaría de la casa.”

            -“Igualmente.” -Ella apoyó su cabeza en el hombro de Liam. -“Seríamos indigentes juntos.”

            -“Puedo pensar en castigos mucho peores,” -Liam dijo.

Hanna agachó su cabeza. “Probablemente tú dices eso a todas las chicas.”

-“No, no lo hago.” Parecía tan sincero que Hanna se acercó y lo besó forzadamente en la boca. Él la besó también, y luego se movió hacia sus mejillas, sus ojos, su frente. Sus manos acariciaban su cintura. ¿A quién le importaba si solo se conocieron hace pocos días? ¿A quién le importaba si esto estaba mal? ¿A quién le importaba si sus familias se odiaban? Liam estaba en lo correcto: Esta clase de conexiones no debe ser ignorada. Era como uno de esos raros cometas, solo ocurre una vez cada miles de años.
           
Dos horas y un millón de besos más tarde, Hanna se subió en su auto y se sentó en el asiento. Se sentía muy alegre y exhausta. Fue solo entonces cuando notó la pequeña luz verde en su celular. Lo sacó del bolsillo de su cartera y tocó la pantalla. UN NUEVO MENSAJE DE TEXTO, decía.

Ella levantó la vista, mirando alrededor por el estacionamiento. Las luces de las calles formaban dorados e ininterrumpidos círculos de luz en el pavimento. El viento sonaba contra los letreros de discapacitados el estacionamiento, y sopló un envoltorio vacío de chicle en el pasto. Nadie estaba allí. Con las manos temblorosas, tocó la pantalla para leer el mensaje.

Hannakins: Yo sé que ustedes están viviendo su propia y privada historia de amor de Romeo y Julieta, pero recuerda: Ambos mueren en el quinto acto. —A




jueves, 22 de noviembre de 2012

Ruthless - Capítulo 16: El libro favorito de Aria de todos los tiempos.


Traducción: Daniela
Corrección: Daniela, Maju

La mañana del lunes, Aria estaba sentada en una gran mesa de estudios en la biblioteca de Rosewood. La habitación estaba llena de chicos hojeando libros, trabajando en computadores en la esquina, y secretamente jugando juegos en sus celulares. Luego de asegurarse de que nadie estuviera mirando, Aria sacó el denso manuscrito que Ezra le dio y lo abrió en la última página que había leído. Instantáneamente se sonrojó. La novela de Ezra era completamente romántica, excepcionalmente vívida, y toda sobre ella.

           Ezra le había puesto un nombre diferente—Anita—y ellos vivían en diferentes ciudades—en algún lugar al norte de California—pero la chica en el libro tenía largo cabello oscuro-azulado,  una esbelta figura de bailarina de ballet, y sorprendentes ojos azules, lo que era exactamente lo que Aria veía cuando se miraba en un espejo. La novela comenzaba con una explicación de Anita y Jack, el alias de Ezra, conociéndose en Snookers, un bar universitario. En la página dos había una conversación sobre lo mala que era la cerveza Americana. En la página cuatro estaba su nostalgia sobre Islandia. En la página siete, se escabulleron al baño y se besaron. Al leer, Aria pudo ver la situación desde la perspectiva de Ezra. Escribió que Anita era “fresca” y “atractiva” y “llena de sueños”. Su cabello era “como seda,” y sus labios “sabían a pétalos.” No era como si Aria pensara que los pétalos en realidad tuvieran sabor, pero aun así era genial.

           Las similitudes no se detenían ahí. Cuando Jack y Anita descubrieron que eran profesor y estudiante, se sintieron raros y avergonzados al respecto, tal como habían estado en la vida real. Solo que, en la novela de Ezra, hallaban un modo de hacerlo funcionar. Se encontraban en secreto en el apartamento de Jack. Se escabullían fuera de la ciudad e iban a exhibiciones de arte. Se confesaban su amor por las noches, y por el día actuaban completamente profesionales. Había algunos extraños tropiezos, como el cómo Anita era mucho más dependiente de lo que Aria había sido en la vida real, y cómo Jack podía ser pedante y zángano a veces, conduciendo a Anita a ataques verbales sobre filosofía y literatura. Pero esas cosas eran fáciles de arreglar en un momento.

           Mientras Aria leía, todas las preocupaciones de que Ezra la había olvidado en el año que él había estado lejos se fueron volando por la ventana. Escribir esta novela seguramente tomó largos, arduos, agotadores meses—Aria debería haber estado en su mente todo el tiempo.

           “Hey, ¿podemos hablar?”

Aria levanto la mirada y vio a Hanna acercando una silla junto a ella. Cubrió el manuscrito con su mano. “Claro. ¿Qué ocurre?”

Hanna mordió su brillante labio inferior. “¿Tú crees de verdad—miró alrededor nerviosamente—que sabes quién es Kelsey?”

Aria giró su boca, su corazón latiendo fuertemente. “No lo sé. Quizás.”
           
Hanna parecía preocupada, quizás por una buena razón. Aria se sorprendió cuando escuchó que Hanna había ayudado a sacar a Spencer de la cárcel. Recordó la desesperada llamada de Spencer, diciendo que la habían pillado con drogas. Se sintió terrible por cortarle a Spencer, pero se habría sentido mal ayudándola también. Y de todos modos, aún estaba resentida por la última vez que había visto a Spencer, en una de las fiestas de Noel hace unas pocas semanas.

           Spencer había ido a la fiesta con Kelsey, y era obvio que ambas habían tomado algo. En medio de la fiesta, más o menos en el momento en que los chicos comenzaban a jugar cerveza-pong, Aria trajo a Spencer a un lado de la casa de los Kahn, donde era más tranquilo. “Yo sé que todas necesitamos desahogarnos a veces,” susurró, “pero ¿drogas, Spence? ¿En serio?”

           Spencer giró sus ojos. “Tú y Hanna son peores que los padres. Es seguro—Lo juro. Y de hecho, Aria, si alguna vez rompes con Noel, deberías ir a donde mi proveedor—es lindo y completamente de tu tipo.”

           “¿Es esto por tu amiga?” Aria miró a Kelsey al otro lado del expansivo terreno de los Kahn. Estaba sentada en las piernas de James Freed, y su blusa había caído de sus hombros, revelando la suelta copa de su sostén. “¿Ella te metió en esto?”

           “¿Por qué te importa?” Las facciones de Spencer parecían frías y cerradas.

           Aria la miró. ¿Porque somos amigas? ¿Por qué compartimos toda clase de horribles secretos juntas? ¿Por qué tú me viste empujar a Alison DiLaurentis hacia su muerte, y yo confío en que no le dirás a nadie, jamás? “No quiero verte herida,” Aria dijo en voz alta. “Te podemos buscar algún programa de rehabilitación. Me sentaría contigo mientras te desintoxicas—lo que sea necesario. Tú no necesitas drogas, Spence. Eres genial sin ellas.”

           “Mira quién habla.” Spencer golpeó a Aria medio-en-broma, medio-duramente. “¿Como si no te hubieras tomado drogas extrañas cuando estabas en Islandia? Definitivamente tú actuabas como que estabas drogada cuando volviste. Y tú tenías que haber estado drogada para ir tras ese profesor de inglés. Digo, es lindo Aria, pero ¿en serio? ¿Un profesor?”

           La boca de Aria se abrió. “Estoy tratando de ayudarte,” Aria dijo fríamente.

           Spencer se cruzó de brazos. “Sabes, actúas como si fueras tan abierta de mente y genial, pero en el fondo, estás asustada de todo.” Entonces se dio vuelta y caminó por el terreno hacia Kelsey. Kelsey se soltó de James, y ella y Spencer miraron a Aria y comenzaron a cuchichear.

           Muchas chicas Típicas de Rosewood llevando copias de Teen Vogue con las esquinas dobladas de tanto uso, pasaron por ahí, lanzando a Aria de vuelta al presente. Hanna tocó su bolso con una palmada. “Tengo otra nota,” admitió sus ojos mirando alrededor de la habitación. “Quien quiera que sea A—Kelsey o alguien más—Está mirando cada movimiento que hacemos.”

           Y luego, abruptamente, Hanna puso su cartera por su hombro, se bajó de la silla, y desapareció entre los torniquetes de la biblioteca. Aria miró la doble puerta cerrarse, sintiendo de repente un escalofrío. Quizás A era Kelsey—ciertamente parecía una chica fuera de sus cabales. ¿Pero cómo Kelsey sabía tanto sobre ellas? ¿Podría no saber sobre Jamaica—y que Aria era una asesina a sangre fría?

           Alguien tosió débilmente tras ella, y Aria tenía la sensación de que alguien estaba mirando. Cuando se dio vuelta, casi chocó con Klaudia. “¡Jesús!”

           “¡Shhhh!” La Sra. Norton, la bibliotecaria, dijo desde su puesto en la parte delantera de la habitación, lanzándole una aguda mirada a Aria.

           Aria miró a Klaudia, cuyo blazer de Rosewood Day se veía al menos dos tallas demasiado pequeño y estaba puesto encima de sus prominentes pechos. Klaudia miró a Aria, luego hacia lo que había en el escritorio. Una ceja curiosa se levantó. Aria miró abajo y vio que la página con el título del manuscrito de Ezra estaba claramente visible. También la página de dedicación: Para Aria, por hacer todo esto posible. Con cariño, Ezra. Rápidamente cubrió las hojas con su bolso de lana. “¿Qué quieres?” Le preguntó a Klaudia.

           “Tenemos que hablar sobre el proyecto de historia del arte,” Klaudia susurró.

           “Juntémonos en Wordsmith el Miércoles a las seis,” Aria respondió, solo queriendo que Klaudia se vaya. “Hablaremos sobre eso ahí.”

           “Bien,” Klaudia dijo con volumen normal, luego se dio vuelta y fue hacia la esquina de atrás, donde Naomi, Riley y Kate estaban esperando. Tan pronto como Klaudia las alcanzó, las cuatro chicas comenzaron a reír. Naomi sacó su teléfono y les mostro a las chicas algo en la pantalla. Todas miraron a Aria y rieron una vez más.

           Aria reunió el manuscrito de Ezra y lo puso de vuelta en su bolso, sintiéndose como si estuviera exhibiéndose. Luego su propio celular sonó, tres fuertes sonidos atravesando el sagrado silencio de biblioteca, La cabeza de la Sra. Norton parecía como que fuera a saltar de su cuello. “Srta. Montgomery, ¡apague se teléfono ahora!”

           “Lo siento,” Aria murmuró buscando torpemente su celular, el cual se había caído hacia el fondo de su bolso. Cuando vio la pantalla, su corazón se congeló. UN NUEVO MENSAJE DE TEXTO DE ANÓNIMO. Suspirando profundamente, presionó el botón para abrir el mensaje.

           ¿Qué novela habría escrito Ezra si el supiera la verdad sobre lo que hiciste? —A.

           Aria dejó caer su teléfono de vuelta y miró alrededor por la habitación. Kirsten Cullen la miraba desde el catálogo de tarjetas de computador. Naomi, Riley, Klaudia y Kate aun reían en el rincón. Alguien se metió entre los estantes antes de que Aria pudiera ver quién era.

           Hanna estaba en lo correcto. Quien sea que A sea, él o ella las miraba de cerca, observando cada movimiento.




martes, 20 de noviembre de 2012

Ruthless - Capítulo 15: Lo que ves no es lo que obtienes


Traducción: Daniela
Corrección: Daniela

            La mañana del Domingo, Emily hizo la colada, limpió su baño, leyó un capítulo de la tarea de historia, e incluso fue voluntariamente a la iglesia con su madre, todo para evitar cierta llamada telefónica. Pero a las 2 P.M. luego de haber llevado a Beth al aeropuerto para su vuelo hacia Tucson, acompañarla a seguridad, y vuelto a casa, sabía que lo había pospuesto por mucho tiempo.

            Finalmente, marcó el número de Spencer, sus nervios tintineando. Necesitaba poner a Spencer en lo cierto. Había pasado por esto en su cabeza un millón de veces, y no había razón para que alguien tan genial como Kay, alguien con quien Emily se había conectado instantáneamente, alguien que parecía tan cándida y frágil y vulnerable, pudiera ser A.

            “Emily,” Spencer contesto al tercer ring, en su típico yo-reservado.

            “Hey.” Emily mordió fuertemente la uña de su dedo meñique, su corazón repentinamente acelerado. “Um, hay algo que necesito decirte. Es sobre Kelsey.”

            Spencer hizo una pausa. “¿Qué hay con ella?”

            “Bueno, va a sonar extraño, pero en realidad la conocí el otro día. En una fiesta. Completamente al azar. Se presentó a sí misma como Kay, pero cuando me mostraste la foto ayer, definitivamente era ella.”

            Spencer suspiró. “Ella a veces se autodenominaba así—la letra K, por Kelsey. ¿Por qué no dijiste nada anoche? ¡Es una prueba de que nos está acosando!”

Emily se miró al espejo. Habían grandes arrugas en su frente, y sus mejillas estaba rojas, el modo en que siempre se veía cuando se sentía complicada. Parecía que Spencer la acusaba de ocultar información importante—o quizás Emily solo estaba malinterpretando su tono de voz porque ella se sentía culpable por eso mismo. “N-no sé por qué no dije nada,” dijo. “Supongo que es porque ella parecía muy dulce—conocerla no me pareció premeditado para nada. Y no creo que ella tenga idea de quién soy o de que soy amiga tuya. No hay modo de que ella pueda ser A.”

“¡Por supuesto que es A!” Spencer gritó tan fuerte que Emily alejó el teléfono de su oído. “Emily, ella sabe exactamente quién eres. Está ahí afuera buscándonos. ¿No puedes verlo?”

“Yo creo que estás siendo paranoica,” Emily protestó, deteniéndose junto a la ventana para mirar a una araña construyendo su tela de araña. “Y honestamente, no puedo creer que la hayas incriminado. Yo no hubiera soportado eso de ti.” Pensó en la apariencia arrepentida que había cruzado la cara de Kay—Kelsey—cuando hablaron sobre cómo ninguna universidad la quería, y el trasfondo de vergüenza en su voz cuando habló sobre cómo sus padres no confiaban en ella.

Spencer suspiró. “Como dije, no es como si estuviera orgullosa de lo que hice. Digo, ¿estás  orgullosa de lo que tú hiciste el verano pasado?”

Emily se sorprendió. Eso era bajo. “No estás pensando en orden,” dijo luego de un momento, tratando de alejar sus propios problemas del verano pasado fuera de su mente. “A es alguien más. Alguien quien estuvo en Jamaica.”

“¿Quién? ¿Ali?” Spencer se rio tristemente. “Está muerta, Em. Realmente. Mira, entiendo que Kelsey pueda haber parecido simpática—a mí me agradó también antes. Pero es peligrosa. Aléjate de ella. No quiero que salgas herida.”

“Pero—“

“¿hace eso por mí, por favor? Kelsey es problemas. Ella quiere venganza.” Se oyó una voz tras la de la voz de Spencer en el auricular. “Tengo que irme,” dijo luego de un momento y entonces colgó.

Emily miró la pantalla del teléfono, sus pensamientos revolviéndose.

Casi inmediatamente su teléfono sonó otra vez. Lo dio vuelta, preguntándose si Spencer había enviado un mensaje, quizás pensando más racionalmente. Pero era un email de Kay—Kelsey. Vamos a vernos esta tarde, ¿Cierto?

Hundiéndose en su cama, Emily pensó en cada momento que había pasado con Kay hasta ahora. Ni por un segundo había parecido nada menos que divertida, dulce, e impresionante. Ella no era A. No era posible. La Verdadera Ali lo era. Emily podía sentirlo en sus huesos.

            Emily abrió una respuesta. Absolutamente, escribió. Nos vemos pronto.

Unas cuantas horas más tarde, Emily caminó hacia Rosewood Lanes, el viejo boliche-slash-salón de coctel que tenía un gran letrero de neón de una bola golpeando diez pinos encima de la entrada. Miró a Kelsey—Emily se sentía tonta por pensar que su nombre había sido Kay cuando en realidad solo era su primera inicial, y ahora no podía pensar sobre ella de ningún modo más que su nombre completo—esperando junto a la puerta, vestida en jeans, un sweater largo amarillo, y un polerón verde con capuchón de lana. Estaba tomando un gran trago de una botella de Poland Spring. Cuando Kelsey vio a Emily ella saltó, rápidamente puso algo de vuelta en su cartera dorada, y le hizo a Emily una gran pero ligeramente descentrada sonrisa. “¿Lista para los bolos?”

            Emily se rio. “No vamos a jugar bowling de verdad, ¿o sí?”

Si los chicos de The Chambermaids quieren, lo haré.” Los miembros de la banda de The Chambermaids habían retado a Kelsey y a Emily a un partido amistoso de bolos.

Las dos caminaron a una pista oscuramente iluminada. Olía como zapatos viejos y palitos de mozzarella fritos, y estaba llena con el sonido de pesadas bolas chocando pinos. Ambas escanearon la multitud, la cual era una mezcla de viejos chicos en chaquetas de satín de ligas de bowling, estudiantes de Hollis bebiendo cocktails, y chicos de secundaria haciendo dibujos pornográficos en los grandes marcadores que eran reflejados en el techo. Habían llegado temprano, y los chicos de la banda no estaban a la vista.

 “Busquemos algunos snacks.” Kelsey se dirigió al bar. Se acomodaron en dos taburetes de cojín rojo. El barman, un robusto tipo con una barba peluda y muchos y grandes tatuajes en sus bíceps, se les acerco y les dio una mirada sucia. Él no parecía el tipo que toleraría que menores de edad tomen alcohol. Emily pidió agua. Kelsey ordenó una Coca Cola dietética y papas fritas.
       }
            Cuando el barman se alejó lenta y ruidosamente, el silencio cayó entre ellas. Todo en lo que Emily podía pensar era su conversación con Spencer. Por un lado, se sentía como una traidora por desafiar el deseo de Spencer. Por el otro, estaba segura de que Spencer se equivocaba con que Kelsey fuera A.

            Creo que conocemos a alguien en común, Emily soltó, no pudiendo mantenerlo guardado por más tiempo. “Spencer Hastings. Solíamos ser mejores amigas, de hecho. Spencer dijo que te conoció en el programa de verano de Penn.”

Kelsey se estremeció. “Oh,” dijo tranquilamente mirando hacia abajo para inspeccionar sus puntas partidas color-frutilla. “Sí. Conocí a Spencer.”

            Emily dio vuelta un viejo posavasos de cerveza Past Blue Ribbon, con las esquinas picadas. “De hecho, me sorprende que no me hayas reconocido. Yo fui una de las mejores amigas de Alison DiLaurentis también, una de las Pequeñas Mentirosas.”

            Los labios de Kelsey formaron una pequeña O. Luego de un momento, se dio un manotazo en el lado de su cabeza. “Dios, cierto. Spencer me conto sobre todo eso. Deberás pensar que soy una gran idiota. Sabía que te veías familiar…pero solo no sabía de dónde.”

Lo siento por no decirte antes,” Emily dijo rápidamente, notando que Kelsey parecía genuinamente sorprendida sobre quién era ella. “No me sentía cómoda hablando de eso. Odio que la gente me defina por lo que pasó.”

“Por supuesto.” Kelsey asintió como si estuviera absolutamente concentrada en la conversación, pero sus ojos se dirigían distraídamente a todo el área del bar. Sus manos temblaban un poco también, como si hubiera tomado una centena de tazas de espresso.


            El barman volvió y puso sus bebidas y un gran plato de papas fritas. Kelsey se ocupó rociándolas con kétchup y sal. Luego de tomar un trago de su Coca dietética y comer una papa, levantó su mirada hacia Emily otra vez. “Spencer y yo perdimos contacto el verano pasado. Fue porque yo…” Un musculo en su sien tiritó. “Yo fui enviada al centro de detención juvenil.”

Emily pestañeó. “Oh dios mío. Lo lamento tanto.” Esperaba sonar sorprendida.

Kelsey se encogió de hombros. “No se lo he dicho a mucha gente—un montón de los chicos de la escuela piensan que hice un programa de intercambio. Pero la policía encontró drogas en mi habitación en Penn, y esa fue mi segunda advertencia. Ni siquiera sé si Spencer supo eso, a pesar de que estaba conmigo la noche en que ocurrió. La vi el otro día y le dije, pero reaccionó muy extrañamente. Quizás es porque ella…” Ella estaba hablando muy rápido, así que fue desentonante cuando se detuvo. “Lo siento. Ella es tu amiga. No debería hablar sobre ella.”

“Ya no somos tan cercanas como solíamos.” Emily giró su pajita por su vaso de agua, haciendo un mini remolino con los cubos de hielo.

            Las manos de Kelsey temblaban más rápido. Cuando alcanzó las papas fritas, apenas pudo sostenerla sin tambalearla por todo el lugar. “¿Estás bien?” Emily pregunto preocupada.

“Estoy bien.” Kelsey le dio una tensa sonrisa a Emily y puso sus manos en sus piernas. “Solo un poco abrumada, supongo.”

            Emily tocó el hombro de Kelsey. “No te estoy juzgando, sabes. Todos hemos cometido errores. Estoy muy impresionada por lo que me dijiste sobre el Centro de detención juvenil Debió haber sido muy duro.”

            “Lo fue.”

La voz temblorosa de Kelsey le partió el corazón a Emily. Se sintió terrible de que Kelsey haya sido enviada al centro de detención juvenil por algo de lo cual no era completamente culpable. ¿Cómo pudo Spencer haber hecho eso? Y parecía que Kelsey no tuviera idea. ¿Debería Emily contarle?

            Kelsey se acercó a Emily. “Ir al centro de detención juvenil fue horrible, pero probablemente no tanto como perder a una mejor amiga. Y también fuiste acosada, ¿cierto? ¿Por su gemela?” Sus ojos se abrieron.

El sonido de bolas de bolos golpeando pinos sonaba fuertemente tras ellas, un grupo de jugadores comenzó a aplaudir. “Apenas puedo pensar en eso,” Emily susurró. “Especialmente porque…” Ahora era su momento de detenerse. Había estado a punto de decir, Especialmente porque creo que la Verdadera Ali aún está viva.

De repente, una esquelética vieja mujer en una ancha polera sin mangas y jeans tipo acid-washed de talla infantil entró bulliciosamente en zapatos de bowling rentados. “Oh mi dios,” Kelsey dijo. “¡Velma!”

            Emily giró su cuello para mirar, luego comenzó a reírse. “¿La conoces también?” Velma es toda una institución en este lugar—Emily había notado desde que comenzó a venir en segundo grado con su grupo de niñas exploradoras. Ella siempre jugaba sola, obtenía grandes puntajes, y luego se sentaba en el bar y fumaba un zillón de cigarrillos. Todos tenían miedo de hablarle. Ahora, cuando Velma pasó junto a un tipo con el cabello con gel y una gran panza cervecera, él de hecho se encogió.

            “Por supuesto que la conozco,” Kelsey dijo. “Ella siempre está aquí.” Entonces tocó el brazo de Emily. “Te tengo un desafío chica mala. Roba uno de sus Marlboros.” Le apuntó a un paquete de Malboro light en el bolsillo trasero de Velma.

Emily lo pensó por un momento, luego se bajó del taburete del bar. “Eso es fácil.”

            Velma se había detenido al final de bar para mirar una tabla de puntajes. Emily se puso tras ella, riéndose cada ciertos pasos. Cuando casi estaba tras Velma, los cigarrillos al alcance, la vieja mujer se dio vuelta y miró a Emily con los ojos azules alineados y lagañosos. “¿Puedo ayudarte querida?”

La boca de Emily se abrió de golpe. Nunca había oído a Velma hablar antes, y estaba sorprendida por su clara voz como de pajarito y su acento sureño rebosante-de-dulzura. Fue tan desarmante que retrocedió unos pasos, moviendo sus brazos frente a su cuerpo y diciendo, “Olvídelo". Lamento molestarla.”

Cuando volvió a su asiento, Kelsey estaba superada. “¡Estuviste genial!”

“Lo sé,” Dijo Emily entre risas. “¡Ni siquiera esperaba que fuera simpática!”

“A veces la gente no es lo que parece.” Kelsey se tragó sus risas. “Como tú. Tu pareces tan dulce y deportiva, pero en el fondo eres una chica alocada.” Y luego, antes de que Emily supiera lo que estaba pasando, se le acercó y le dio a Emily un piquito en la mejilla. “Y amo eso,” susurró en el oído de Emily.

“Gracias,” Emily respondió. Kelsey estaba definitivamente en lo correcto—las personas no eran lo que parecían. Kelsey no era una loca, acosadora de doble perfil, como Spencer había insinuado. Ella era solo una chica normal, tanto como Emily.

            También era la más genial amiga que Emily había hecho en mucho tiempo. Una chica que Emily no tenía intenciones de abandonar en ningún momento próximo.






sábado, 17 de noviembre de 2012

Ruthless - Capítulo 14: Spencer libera su mente.



Traducción: Daniela
Corrección: Daniela

La siguiente tarde, la cual era gris y fría, Spencer se puso una bufanda cuadrillé alrededor de su cuello, caminó por la curva en una calle lateral en Old Hollis, y miró la intrincada casa victoriana frente a ella. Frunciendo el ceño, chequeó la dirección en la hoja de llamadas del club de teatro una vez más. Estaba de pie frente a la Casa Morada, llamada así acertadamente por la brillante pintura morada que cubría cada pulgada de su revestimiento. La casa era una institución de Rosewood — cuando Spencer estaba en sexto grado, ella, Ali, y las otras solían andar en bici por esta calle, contando los rumores que habían escuchado sobre la gente que vivía en ese lugar. “Alguien me dijo que nunca se bañaban,” Ali dijo. “El lugar se arrastra con chinches de cama.”

“Bien, yo escuché que organizaban orgías,” Hanna añadió. Todas soltaron un Ew colectivo, pero luego una cara había aparecido en la ventana de la Casa Morada y rápidamente se fueron pedaleando.

Asesina.

Spencer dejó de subir por los escalones frontales, su corazón latiendo en su garganta. Miró las tranquilas, de apariencia casi vacía, casas en la calle. Una sombra se escurrió tras un par de basureros de metal en el callejón.

Ella tembló y pensó en su más reciente nota de A. Quizás sus amigas no estaban convencidas de que Kelsey pudiera ser su nuevo mensajero malvado, pero era la respuesta más lógica. Spencer había arruinado la vida de Kelsey. Ahora Spencer tenía que detenerla antes de que Kelsey arruine la de ella —y la de sus amigas también.

Por el verano, Spencer y Kelsey se habían hecho amigas rápidamente. Kelsey confesó que luego de que sus padres se divorciaron, comenzó a comportarse mal y se comenzó a juntar con un loco grupo de chicas. Se metieron en la marihuana, y luego comenzaron a venderla. Durante una inspección de casilleros en la escuela, los de seguridad encontraron sus provisiones. La única razón por la que no fue expulsada de St. Agnes fue que su padre recientemente había donado el ala de ciencias, pero sus padres la amenazaron con enviarla a un súper estricto colegio católico en Canadá si volvía a salirse de la línea.

“Decidí cambiar las cosas,” Kelsey dijo una noche cuando ella y Spencer descansaban en su cama luego de una noche de estudios. “Mis padres se negaron a pagar por ello, diciendo que sería una perdida luego de todos los problemas en los que se había metido, pero, increíblemente, una organización sin fines de lucro de la cual nunca había escuchado apareció en último minuto y me dio una beca para el programa de Penn. Quiero mostrarle a mis padres que valió la pena.”

A cambio, Spencer contó a Kelsey sobre sus problemas también —bueno, algunos. Como el cómo fue torturada por A. Cómo robó el informe de su hermana y lo entregó como el suyo para el premio de la Orquídea de Oro. Cómo quería ser la mejor en todo, todo el tiempo.

Ambas eran las perfectas candidatas para A Fácil. Al comienzo, las pastillas no habían tenido mucho efecto, además de hacerlas sentir muy despiertas incluso cuando habían pasado la noche en vela. Pero con el tiempo, ambas comenzaron a notar cuándo no las habían tomado. “No puedo mantener mis ojos abiertos,” Spencer dijo durante las clases. “Me siento como un Zombie,” Kelsey se quejó. Miraron a Phineas al otro lado de la habitación, tomándose encubiertamente otra pastilla. Si él estaba bien tomando más, quizás ellas también lo estarían.

Un auto con un alboroto intenso pasó, sacando a Spencer de sus pensamientos. Se enderezó, subió los escalones hacia el pórtico frontal de Beau, se inspeccionó en la ventana lateral —estaba vestida con jeans ajustados, un suave sweater de cachemira, y botas altas, las cuales ella pensó que se veían apropiadamente lindas pero no como si estuviera tratando de impresionar a Beau —y tocó el timbre.

Nadie respondió. Lo tocó otra vez. Aun nadie.

“¿Ho-la?” Spencer dijo impacientemente, golpeando fuertemente la puerta.

Finalmente, una luz se prendió, y Beau apareció en la ventana. Él abrió la puerta. Sus ojos estaban adormecidos y su pelo estaba desordenado, y estaba sin remera. Spencer casi se tragó el chicle Trident que estaba masticando. ¿Dónde había estado escondiendo esos pectorales?

“Lo siento,” Beau dijo somnolientamente. “Estaba meditando.”

“Por supuesto que sí,” Spencer murmuró, tratando de no mirar su torso de 100-abdominales-diarias. Era como la vez que ella y Aria tomaron una clase de pintura de la vida en Hollis que tenía modelos desnudos masculinos. Los modelos estaban despreocupados, pero Spencer quería ponerse a reír.

Entró al recibidor, notando que el interior de la Casa morada era de apariencia tan caótica como el exterior. Las paredes del pasillo estaban llenas de una mezcla de tapices eclécticos hechos a mano, pinturas en óleo, y símbolos de metal publicitando marcas de cigarrillos y ya extintas cafeterías. Muebles gastados de estilo moderno del medio siglo adornaban el gran living a la izquierda, y una mesa rústica de maple cubierta en libros de tapas duras de todas las formas y tamaños tomaban la mayor parte del comedor. Al final del hall había una alfombra de yoga desenrolladla. Un pequeño estéreo portátil estaba por ahí tocando una tranquila canción en harpa, y un porta inciensos sostenía un incienso prendido que esparcía el humo en el aire desde la mesa.

“¿Así que tu familia renta este lugar?” Spencer preguntó.

Beau se acercó a la alfombra, recogió una remera blanca del piso, y se la puso por sobre su cabeza. Spencer estaba al mismo tiempo aliviada y extrañamente decepcionada de que él se estuviera cubriendo. “No, hemos sido dueños de este lugar por casi 20 años. Mis padres se la rentaban a profesores, pero luego mi padre obtuvo un trabajo en Philly y decidimos mudarnos de vuelta aquí.”

“¿Tus padres la pintaron morada?”

Beau se rio. “Sip, por ahí por los setenta. Era para que todos supieran dónde eran las orgías.”

“Oh, oí algo sobre eso,” Spencer dijo, tratando de sonar despreocupada.

Beau se rio. “Estoy bromeando. Eran ambos profesores de literatura en Hollis. Su idea salió de cuando leyeron Los Cuentos de Canterbury en inglés antiguo. Pero escuché los rumores.” La miró reconociéndola. “La gente de Rosewood ama hablar, ¿o no? Oí algunos rumores sobre ti también, Pequeña mentirosa.”

Spencer se alejó, pretendiendo estar fascinada con una escultura de arte popular de un gran gallo negro. A pesar de que todos en la ciudad —en el país — habían oído sobre su dura experiencia con la Verdadera Ali, era extraño que alguien como Beau le haya puesto atención. “La mayoría de los rumores no son ciertos,” dijo tranquilamente.

“Por supuesto que no lo son.” Beau se le acercó. “Pero es fastidioso, ¿cierto? Todos hablando. Todos mirándote.”

“Si es fastidioso.” Dijo, sorprendida de que Beau la haga luchar tan rápidamente.

Cuando volvió a mirar hacia arriba, él la estaba mirando con una enigmática mirada en su cara. Era como si él hubiera estado tratando de memorizarse cada pulgada de sus rasgos. Spencer lo miró de vuelta. Ella no había notado lo verdes que eran sus ojos antes. O la linda pequeña margarita en su mejilla izquierda.

“Entonces, em, ¿Comenzamos?” preguntó luego de un momento incómodo.

Beau dejó de mirarla, caminó por la habitación y se acomodó en una silla de cuero. “Seguro. Si quieres.”

Spencer sintió una puñalada de exasperación. “Me dijiste que viniera para que me enseñes. Así que… enséñame.”

Beau inclinó la silla hacia atrás y puso su mano en sus labios. “Bien, yo creo que tu problema es que tu no entiendes a Lady Macbeth. Sólo eres una chica de secundaria repitiendo sus líneas.”

Spencer enderezó su columna. “Por supuesto que la entiendo. Es determinada. Es ambiciosa. No sabe con lo que se mete. Y luego se llena de culpa por lo que hizo.”

“¿De dónde sacaste eso? ¿SparkNotes?” Beau dijo.

“Saber hechos no es lo mismo que meterse en el personaje. Tienes que experimentar lo que ella experimenta, y realmente sentirla. Ese es el método de actuar.

Spencer resistió la necesidad de reír. “Eso es basura.”

Los ojos de Beau brillaron. “Quizás estás asustada de realmente hacerlo. El método de actuar puede desenterrar algunos demonios.”

“No estoy asustada.” Spencer cruzó sus brazos sobre su pecho.

Beau se levantó de la silla y se acercó a ella. “Ok, entonces no estás asustada. Pero vas a hacerlo para sacar un cuatro punto cero, ¿o no? No porque te importe actuar. No porque te importe la integridad de la obra.”

Calor subió por las mejillas de Spencer. “¿Sabes qué? No necesito esto.” Giró sobre sus pies y comenzó a salir de la sala. Idiota arrogante.

“Espera.” Beau puso su mano en la de ella y la giró.” “Te estoy desafiando. Creo que eres buena, mejor de lo que crees. Pero también creo que puedes subir al siguiente nivel.”

El repentino aroma de incienso de sándalo cosquilleó la nariz de Spencer. Miró hacia abajo a los largos, y tibios dedos de Beau fuertemente entrelazados con los de ella. “¿T-tú crees que soy buena?” Preguntó en una voz que apenas superaba un susurro.

“Creo que eres muy buena,” Beau dijo en una repentinamente sensible voz. “Pero también tienes que dejar ir un montón de cosas primero.”

“¿Dejar ir qué?”

“Necesitas convertirte en Lady Macbeth. Ir a un lugar especial en tu interior que comprenda sus motivaciones. Sentir lo que ella siente. Saber lo que harías, si estuvieras frente a sus dilemas.”

“¿Por qué importa lo que yo haría?” Spencer protestó. “Ella es el personaje sobre el que Shakespeare escribió. Sus líneas están en las páginas. Ella ayuda a matar al rey y se sienta silenciosamente junto a su marido mientras él mata a todos en su camino. Luego se vuelve loca.”

“Bien, ¿no te volverías loca si tú mataras a alguien y guardaras terribles secretos?”

Spencer miró a otro lado, un bulto subiendo por su garganta. Eso había sido un poquito demasiado cerca para su gusto. “Por supuesto que me volvería loca. Pero yo nunca haría eso.”

Beau suspiró. “Te lo tomas muy literal. Tú no eres Spencer Hastings, chica buena, estudiante de puras As, la mascota de los profesores. Eres Lady Macbeth. Siniestra. Confabulante. Ambiciosa. Convenciste a tu marido de que mate a un hombre inocente. Si no fuera por ti, él no se habría vuelto loco. ¿Qué se siente ser responsable de tanto daño?”

Spencer tomó un hilo suelto en su sweater de cachemira, incómoda con el escrutinio de Beau. “¿Cómo te conviertes en uno con Macbeth? ¿Dónde es ese lugar especial al que hay que ir?”

Beau miró a otro lado. “No es importante.”

Spencer puso sus manos en sus caderas.

Beau juntó sus labios. “Bien. Si debes saberlo, fui víctima de bullying cuando era joven.” Su voz estaba contraída. “Pensé un montón en vengarme. Ahí es a donde voy. Pienso en…ellos.”

Las manos de Spencer se aflojaron a su costado. Las palabras flotaban fuertemente en el aire. “¿Quieres hablar sobre eso?”

Beau se encogió. “Eran unos estúpidos en mi salón de octavo grado. Quería agredirlos tanto. No es la misma ambición que la de Macbeth, pero deja mi mente en el lugar exacto.”

Caminó por el living y giró un gran y viejo guante una y otra vez. Con sus hombros encorvados, y cabeza pesada, casi parecía vulnerable. Spencer cambió su peso de una pierna a la otra. “Lamento mucho lo que te ocurrió.”    

Las esquinas de la boca de Beau formaron una irónica sonrisa. “Supongo que tenemos algo en común, ¿huh? Tú también fuiste víctima de bullying.”

Spencer frunció el ceño. Nunca había pensado en A como una bully, exactamente, pero no era muy lejano a la realidad. Y ponerse a pensar que Su Ali les hizo bullying también…a pesar de que era su mejor amiga.

Levantó la mirada a Beau y estaba sorprendida de ver que él estaba mirándola otra vez. Se miraron por unos momentos. Luego, con un suave movimiento, Beau atravesó la habitación y acercó a Spencer. Su aliento, en la mejilla de Spencer, era mentolado. Spencer estaba segura de que se iban a besar. Y lo más loco, quería.

La cara de Beau se aproximó provocativamente cerca. Deslizó sus brazos por la espalda de Spencer y pasó sus dedos entre su cabello, lo cual la hizo temblar. Luego se alejó. “Ese es un modo de dejar ir.”

Se giró y volvió a ir al Hall. Spencer lo miró, su piel débilmente sudada y sus emociones en un revoltijo. Quizás sí dejó ir por un momento. ¿Pero podría dejar ir realmente del modo en que necesitaba y conectarse con Lady Macbeth? Significaría encarar lo que hizo con Tabitha. Confrontar la culpa.


Se preocupó, de repente, en qué rayos se acababa de meter.