sábado, 17 de noviembre de 2012

Ruthless - Capítulo 13:Besar sin licencia.



Traducción: Daniela
Corrección: Daniela

Más tarde esa misma noche, Hanna entró a Rue Noir, un chic lounge bar en las afueras del campus de Hyde. Había un gran bar curvo en la parte trasera de la habitación, una pequeña pista de baile a la izquierda, y docenas de cómodos sofás y rincones privados en los cuales una pareja podría acurrucarse por horas. No podría pensar en un mejor lugar para su primera cita oficial con Liam

Él aun no llegaba, así que Hanna se sentó en un sofá vacío lo más lejos posible de un grupo de chicos de fraternidad y sus parejas de apariencia sucia y disimuladamente miró su reflejo en su espejo de bolsillo que tenía en su cartera. Se veía aún más perfecta que en el flashmob, sin rastros de que hace dos horas, se había juntado con Spencer y las otras, pensando en quién podría ser el o la nuevo A.

Cerró sus ojos. La teoría de Kelsey de Spencer la preocupaba. No era solo Spencer quien arruinó la vida de Kelsey— Hanna también era culpable. Ella ayudó a inculpar a Kelsey para liberar a Spencer.

Hanna había conocido a Kelsey el verano pasado en una de las legendarias fiestas de verano de los Kahn. Ellos habían invitado a todos los vecinos y puesto barriles de cerveza, y castillos inflables para saltar, y un fotomatón estilo antiguo en su patio trasero. Spencer y Kelsey fueron al patio de los Kahn hablando un poquito muy alta y asertivamente. Usualmente, Spencer era recatada y de buen comportamiento en las fiestas, pero esa noche parecía odiosamente borracha. Había conversado con Eric Kahn, coqueteando con él en frente de su novia universitaria. Le dijo a Cassie Buckley, la amiga más antigua de hockey de pasto de Ali—quien ahora lucía un look gótico-chic—que pensaba que ella era una perra. Parecía trastornada y aterradoramente impredecible.

No tomó mucho tiempo para que la gente comience a hablar sobre ella. Nunca la percibí de ese modo, Naomi Zeigler dijo. Nada hot, se quejó Mason Byers, quien una vez quedó tan borracho en una fiesta de los Kahn que corrió desnudo por el bosque tras la propiedad de los Kahn. Y Mike, con quien Hanna había asistido a la fiesta, apretó la mano de Hanna. “Esas dos están bien voladas ¿no?”

Las nubes se dispersaron en la mente de Hanna. Por supuesto. Spencer y Kelsey no estaban borrachas: Se habían tomado algo. En eso, se acercó a Spencer, quien estaba contándole una historia incoherente a Kirsten Cullen. Cuando Spencer la vio, se iluminó. “¡Hey!” dijo, golpeando fuertemente el brazo de Hanna. “¿Dónde has estado, perra? ¡Te he estado buscando por todos lados!”

Hanna agarró a Spencer de su muñeca y la alejó de Kirsten. “Spence, ¿Qué te tomaste?”

Los hombros de Spencer se enrigidecieron. Su sonrisa era amplia y peligrosa, nada como la equilibrada y perfecta chica quien corría prácticamente en cada club de Rosewood Day. “¿Por qué? ¿Quieres?” Buscó en su bolso y le puso algo en su mano. “Toma toda la botella. Hay mucho mas de donde vino eso. Tengo un traficante fantástico.”

Hanna miró lo que Spencer le dio. Era un frasco de prescripción grande con una tapa naranja brillante. Guardó el frasco en su bolsillo, con la esperanza de que si ella guardaba el frasco, Spencer se espabilaría y no tomaría más. “¿Tomas muchas de estas?”

Spencer se balanceó tímidamente de lado a lado. “Solo para estudiar. Y es divertido en fiestas.”

“¿No te preocupa que te pillen?”

“Lo tengo bajo control Hanna. Lo prometo.” Spencer giró sus ojos.

Hanna estaba a punto de decir más, cuando de repente tuvo la sensación de que alguien la estaba mirando. Kelsey estaba de pie a unos pasos de distancia, sus ojos fijos en Hanna.

“Ah, hola,” Hanna dijo, saludando incómodamente.

Kelsey no dijo hola de vuelta. Miraba como si pudiera ver a través de ella.

Lentamente, Hanna retrocedió, nerviosa por ellas dos. Tan pronto como se alejó, Kelsey se apresuró hacia el lado de Spencer y comenzó a susurrarle. Spencer miraba a Hanna y se reía. Ni siquiera era su risa normal, sino que algo sonaba violento y feo y malvado.

Quizás por eso fue que, un mes después, Hanna no se sintió tan mal por incriminar a Kelsey. Seguramente Kelsey había sido quien introdujo a Spencer a las drogas, pensando que Hanna estaría salvando a la próxima víctima de Kelsey. Era exactamente como lo analizó cuando pensaron que habían matado a Ali en Jamaica: Si no la mataban, Ali volvería a matar.

Pero Tabitha no era Ali. Y ahora alguien podría saber lo que le hizo a Kelsey también.

Una figura apareció sobre ella, y Hanna miró hacia arriba. Allí, también más bonito que como estaba en el flashmob, estaba Liam. Estaba usando una remera a rayas y jeans que le encajaban perfectamente. Su ondulado cabello estaba fuera de su cara mostrando su perfecta estructura ósea. El solo mirarlo provocaba ondas de placer por la superficie de la piel de Hanna.

“Hey,” dijo, sonriendo emocionadamente hacia ella. “Te ves increíble.”

“Gracias,” Hanna dijo sintiéndose tímida. “tú también.”

Ella se movió en el sofá para que Liam pueda sentarse junto a ella. Él puso sus brazos alrededor de ella, acercándola a su lado para abrazarla, pero rápidamente se convirtió en un beso. La música de fondo, alguna canción electrónica, golpeaba en gran medida. Unos cuantos chicos de fraternidad en la esquina se reían y tomaban tragos.

Finalmente, Liam se separó de Hanna y soltó una risa embarazosa, corriendo su mano por su propio pelo. “Solo para que lo sepas, no suelo ser el tipo de chico que lleva a chicas a callejones abandonados para besarlas.”

“Estoy tan agradecida de que digas eso,” Hanna suspiró. “No soy ese tipo de chica tampoco.”

“Es solo que, cuando te vi, y luego cuando hablamos…” Liam tomó las manos de Hanna. “No lo sé. Algo mágico ocurrió.”

Si cualquier otro chico hubiera dicho eso, Hanna habría girado sus ojos, pensando que era una cursi frase para conquistarla. Pero Liam parecía tan honesto y vulnerable.

“Ni siquiera sé qué me hizo ir al patio ayer,” Liam continuó, sus ojos fijos en Hanna, incluso cuando un grupo de tres muy lindas, y flacas  chicas en vestidos casi existentes pasaron por la puerta giratoria y se contonearon en el bar. “Tuve que salir de mi dormitorio. Había estado encerrado ahí por días, tratando de superar a mi ex novia.”

“Yo rompí recientemente con alguien también,” Hanna dijo tranquilamente, pensando en Mike, aunque ahora cuando trataba de recordar su cara, todo lo que podía ver era un gran garabato de crayón.

“Entonces podemos superarlos juntos,” Liam dijo.

“¿Has tenido muchas novias?” Hanna preguntó.

Liam se encogió de hombros. “Unas cuantas. ¿Y tú? Apuesto que los chicos te adoran.”

Hanna quería resoplar. No iba a contarle el desastre de Sean Ackard o cómo ella y Mike se habían arruinado. “He estado bien,” admitió.

“Pero nadie es tan especial como yo, ¿cierto?” Liam se rio.

Hanna tocó la punta de su nariz juguetonamente. “Creo que necesito saber unas cuantas cosas más sobre ti antes de poder juzgar en eso.”

“¿Qué quieres saber? Soy un libro abierto.” Liam pensó por un momento. “Soy como una chica con el SPM cuando se trata del helado de Dairy Queen sabor brownie. Lloro en comedias románticas y cuando los Phillies ganaron en la serie mundial. La cosa más triste del mundo para mí fue cuando tuve que poner a mi perro mastín de doce años a dormir, y les tengo mucho, mucho miedo a las arañas.”

“¿Arañas?” Hanna se rio. “Aw pobre bebé.”

Liam dibujó con el dedo una espiral en la muñeca de Hanna. “¿y a qué le tienes mucho miedo?”

Todo de una vez, cada luz en el bar pareció debilitarse. Hanna sintió la mirada de alguien sobre ella desde el otro lado de la habitación, pero cuando levantó la cabeza, nadie estaba mirando. A, quería decirle a Liam. El sentimiento que tuve cuando Tabitha estaba a punto de empujarme por el techo. El hecho de que de verdad maté a alguien…y alguien más lo sabe. Pero en vez de eso, se encogió. “Um, no me gustan los lugares cerrados.”

“¿Y si alguien quien realmente, realmente te gusta está en el lugar cerrado contigo?” Liam se le arrimó en ella, mirándola a los ojos.

“Supongo que estaría bien,” Hanna susurró

Comenzaron a besarse. Hanna no estaba segura de cuantos minutos habían pasado, y casi no sintió el celular de Liam sonando en su bolsillo. Finalmente él se separó, chequeó la pantalla, e hizo un gesto. “Es mi mamá.”

“¿Tienes que contestar?”

Liam parecía confundido, pero dejó la llamada en buzón de voz. “Está pasando por cosas en este momento, es bastante intenso.”

Hanna se le acercó. “¿Quieres hablar de eso?”

Se imaginó que Liam diría que no, pero él tragó saliva y la miró. “¿Me prometes que no le dirás a nadie?” Hanna asintió. “Mi mamá pilló a mi papá teniendo una aventura el año pasado. Dejó embarazada a la mujer y el la sobornó para hacerse un aborto y desaparecer.”

Un agrio sabor apareció en la boca de Hanna.

Liam cerró sus ojos. “Lamento cargarte eso a ti. Es solo que no tengo a nadie más con quien hablar de eso.”

“Está bien.” Hanna tocó su pierna. “Me alegra que me lo hayas dicho.”

“Se odian ahora. Es algo terrible de mirar. Recuerdo cuando antes solo tenían ojos para el uno para el otro. Aprendí todo sobre el amor de ellos…y ahora siento como que todo era mentira.”

“La gente se desenamora,” Hanna dijo tristemente.

Liam miró su teléfono, y luego lo volvió a meter a su bolsillo y tomó las manos de Hanna. “Tengo una idea. Alejémonos de todo esto por un momento. ¿Qué tal South Beach? Apuesto que te verías hermosa en un bikini.”

Hanna se sorprendió por el cambio de tema tan abrupto, pero hizo lo mejor que pudo para adaptarse. Corrió sus manos por los hombros de Liam. Él tenía el fuerte, y rígido cuerpo de un nadador o de un tenista. “Suena genial. Amo el océano.”

“Podría reservarnos un bungaló privado justo en el agua. Podríamos tener a un mayordomo privado quien nos sirva todas nuestras comidas en la cama.”

Hanna se sonrojó y se rio apropósito ante la palabra cama. Pero a pesar de que era loco, medio quería aceptar la oferta de Liam. No solo era lindo él, también Miami estaba a un zillón de millas lejos de A.

De repente, como si fuera apropósito, su celular sonó fuertemente en su cartera. Irritada, lo buscó en el bolsillo para silenciarlo, pero luego notó el mensaje en la pantalla. UN NUEVO MENSAJE DE TEXTO. Su corazón comenzó a latir fuertemente. Miró alrededor para ver si alguien la estaba mirando. Un grupo de chicas se reían en una banca cercana. El barman le pasaba una bebida y algo de cambio a un tipo. Y luego notó una figura pasando tras las cortinas en la parte trasera de la habitación. Quien sea que sea, no era muy alto, pero Hanna podía sentir que él o ella habían estado mirando.

“Un segundo,” Hanna murmuró, alejándose de Liam y abriendo el mensaje. Su estómago se revolvió cuando vio que era de la persona que más temía.

Hannakins: Antes de que te acomodes, pídele que te muestre su licencia de conducir. –A

Hanna frunció el ceño. ¿Licencia de conducir? ¿Qué carajo podría decirle eso a ella? ¿Qué usaba lentes ópticos para conducir? ¿Qué era residente de Nueva Jersey, no Pennsylvania?

Volvió a meter su celular a su bolso y miró a Liam otra vez. “Como sea, ¿estabas hablando sobre South beach?”

Liam asintió, acercándose a ella. “Quiero tenerte toda para mí.”

Él se acercó para besarla. Hanna lo besó, pero el mensaje de A no la abandonaba. A era horrible y temible, pero Hanna sabía mejor que nadie que la información de A usualmente era cierta. ¿Y si Liam tenía herpes por toda su boca en la foto? ¿Y si tenía una nariz diferente? O si–horror–Liam extrañamente se veía joven para su edad y en realidad estaba en los 40s?

Se separó de él. “Sabes, técnicamente tengo una regla,” dijo temblorosamente. “Antes de ir de vacaciones con un chico, tengo que ver su licencia primero.”

Una sonrisa perpleja apareció en la cara de Liam. “Afortunadamente, mi foto de la licencia es genial.” Buscó su billetera. “Te mostraré la mía si tú me muestras la tuya.”

“Trato.” Hanna tomó su billetera de Louis Vuitton de su cartera y le pasó la nueva licencia que había sacado hace pocos meses. Liam le pasó su licencia a Hanna a cambio. Cuando Hanna analizó su foto, alivio fluyó por su sangre. Se veía hermoso. No había herpes. No había nariz alterada. Y era dos años mayor que ella, no cuarenta. Su mirada pasó por el resto de la licencia. Cuando notó el nombre, sus ojos pasaron rápidamente por él. Pero luego se detuvo y miró otra vez.

Liam Wilkinson.

El corazón de Hanna llegó hasta su garganta. No. No podía ser.

Pero cuando miró a Liam, la evidencia estaba ahí. Tenía los mismos ojos cafés que Tucker Wilkinson. La misma sonrisa floja de la-gente-me-ama. Incluso sus gruesas cejas eran idénticas.

La cabeza de Liam se levantó, la licencia de Hanna en sus manos. Su cara se empalideció. Hanna podía ver cómo hacía las conexiones en su mente. “Eres pariente de Tom Marin,” dijo lentamente. “Por eso estabas en Hyde anoche.”

Hanna agachó la mirada, sintiendo como si fuera a vomitar por encima de todo el sofá de terciopelo. “Él es…mi padre,” admitió, cada palabra llenándola con dolor mientras salían de su boca. “Y tu padre es…”

“Tucker Wilkinson,” Liam terminó dolido.

Se miraron el uno al otro horrorizados. Y luego, sobre los sonidos de los chicos de fraternidad diciendo Traga traga traga, la música, y los hielos chocando entre sí en el mezclador de Martini, Hanna oyó una risa lejana. Se giró y miró la gran ventana de vidrio que miraba a la calle. Allí, plantado en la ventana, había un trozo de papel rasgado color neón-verde. No le tomo mucho tiempo a Hanna para darse cuenta de que era un trozo de flyer de Tom Marin que los ayudantes de su papá entregaron en el flashmob la noche anterior. Los bordes estaban doblados irregularmente para que solo se viera la cara de su padre y una única letra de lo que quedaba de su nombre.

Una solitaria, y audaz A.


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