miércoles, 28 de noviembre de 2012

Ruthless - Capítulo 17: Besando en la Iglesia


Traducción: Daniela
Corrección: Verónica y Maju

Esa noche, Hanna bajó por una parte empinada hacia las oscuras ventanas del viejo Huntley Rectory, un imponente edificio de piedra en doce hectáreas en la parte sur de Rosewood. La iglesia fue alguna vez una mansión que hospedaba un viejo y saludable magnate de líneas de trenes y su equipo olímpico en entrenamiento de esgrimistas. El magnate de las líneas se volvió loco, y asesinó a muchos de los esgrimistas, y escapó a Sudamérica. Su mansión fue convertida en un monasterio poco tiempo después, pero la gente siempre decía que oía sonidos de peleas de espadas y llantos fantasmales y atormentados desde las torres más altas.

            Los tacones de sus botines se hundían en el piso medio enlodado. Una ramita la golpeó en la cara. Una pareja de gruesas gotas cayeron en su frente, haciendo cosquillas en su piel, y Hanna seguía pensando que vio dos grandes ojos observándola desde los árboles. ¿En qué estaba pensando cuando aceptó encontrarse con Liam aquí? ¿En qué estaba pensando al aceptar encontrarse con Liam?

            Era toda una idiota. ¿Cómo pudo volverse tan loca por un chico de quien no sabía nada, solo porque le dijo unos cuantos cumplidos y era buen besador? Era tan malo como su capricho hacia Patrick, y mira hacia dónde eso la había llevado. Cuando dejó Rue Noir la noche anterior, prometió dejar todo esto atrás—no había modo de que pudiera fraternizar con el hijo del mayor enemigo de su papá. Y cuando se encontró con su padre en Starbucks esta mañana para discutir lo bien que había ido el flashmob, él estuvo mirando enojado algo en el informe. Hanna miró sobre su hombro, era un artículo sobre Tucker Wilkinson y sobre cuánto dinero le regalaba a la caridad.

-“Como si a él realmente le importara la esclerosis múltiple,” - dijo el Sr. Marin entre dientes.  -“Toda esa familia tiene veneno en vez de sangre.”

-“No sus hijos,”- dijo Hanna antes de poder detenerse. Su padre le dirigió una mirada aguda. -“Todos en esa familia son iguales.”
           
Pero entre entonces y ahora, un doloroso deseo brotaba en su interior. Seguía pensando en el modo en que Liam la miraba, como si no hubiera otra chica en el universo. Cómo él le confesó ese dañino secreto sobre su papá, parecía tan triste y quebrantado. Cómo él quería llevarla a Miami para que la pueda tener toda para él. Cómo la insoportable soledad que había sentido desde que rompió con Mike se desvanecía cuando estaba con él, y cómo ella olvidaba todo sobre A, Tabitha, y Kelsey cuando estaban juntos. Así que cuando Liam le envió un mensaje esta tarde, preguntándole si podría encontrarse con él aquí—suficientemente apartado, señaló, para que nadie los vea—Hanna no pudo evitar enviarle una respuesta diciendo que sí.
           
La antigua mansión convertida en iglesia se alzaba ante ella. Una gran estructura de piedra, torrecillas, y viejos vitrales coloreados. Los santos grabados en las ventanas parecían mirar a Hanna juzgándola. Algo se escabulló por la esquina, y Hanna se congeló.
           
Psst.”
           
Hanna saltó y giró. Liam estaba de pie en las sombras bajo una vieja y apagada lámpara. Hanna pudo identificar la tímida sonrisa en su cara. Una gran parte de ella quería correr hacia él, pero en vez de eso, se quedó donde estaba, dándole una mirada de inseguridad.

-“Viniste.”- Liam sonaba sorprendido.

-“No me quedaré por mucho,”- Hanna respondió rápidamente.

            El pie de Liam hizo sonidos chirriantes en el lodo cuando caminaba acercándose. Él tomó sus manos, pero ella rápidamente se alejó.

- “Esto no está bien,”- dijo ella.

-“¿Entonces por qué se siente bien?”.

            Ella se cruzó de brazos.

-“Mi papá me mataría si supiera que estuve contigo. ¿No te mataría el tuyo también? Esto no está arreglado ¿o sí?”

-“Por supuesto que no.”- Liam tocó su mentón. -“Mi papá no tiene idea de que estoy aquí. En realidad, yo debería preguntarte a ti si esto no está arreglado. Yo te conté un gran secreto antes de saber quién eras.”

            -“No voy a contarle nada a nadie,” - murmuró Hanna.- “Eso es asunto tuyo, no mío. Y mi papá no juega sucio.” Como el tuyo, estuvo a punto de decir, pero no lo hizo.

Liam parecía aliviado.

-“Gracias. Y, Hanna, ¿A quién le importan las campañas políticas?”

Hanna torció su boca. De repente, ella no sabía cómo se sentía en cuanto a nada.

-“No podía pasar otro día sin verte.”- Liam corrió sus dedos por el cabello de Hanna. “Nunca he sentido una conexión tan grande con nadie más. No me importa hija de quién eres. Yo no cambiaría esto por nada.”

            El corazón de Hanna se derritió, y cuando Liam comenzó a besarla, ella ya no sentía la llovizna en su cara. Lentamente, su cuerpo se hundió en el de él, y ella respiró en su cuello, su suave cabello con olor a shampoo.

-“Escapémonos juntos,”- Liam susurró en el oído de Hanna. -“No a Miami. Algún lugar más lejano. ¿A dónde has querido ir siempre?”

-“Umm… ¿París?”- Hanna susurró.

-“Paris es genial.” -Liam deslizó sus manos bajo la blusa de Hanna. Ella saltó un poco por sus frías palmas en su espalda. -“Podría rentar un apartamento para nosotros en Left Bank. No tendríamos que lidiar con nada de esta basura electoral. Podríamos desaparecer.”

-“Hagámoslo,” -decidió Hanna, dejándose llevar por el momento.

Liam se separó, buscó algo en el bolsillo de su chaqueta, y sacó su celular. Presionó un botón y luego llevó el teléfono a su oído. Hanna frunció el ceño.

-¿A quién estás llamando?”

-“A mi agente de viajes.” -La pantalla del celular se iluminó de verde.- “Puede conseguirnos un vuelo para mañana, te lo aseguro.”

Hanna rio, halagada. -“Yo no hablaba en serio.”

Liam presionó COLGAR. -“Bueno, tú dices la palabra, Hanna, e iremos.”

-“Yo quiero saber que todo sea perfecto en ti primero,”- Hanna dijo.- “Cómo… ¿qué estás estudiando en la Universidad?”

            -“Literatura Inglesa,” Liam respondió.

-“¿En serio? ¿No ciencias políticas?”

Liam arrugó su cara con disgusto. -“No tengo interés en políticas.”

- “¿Y cómo es que tienes un agente de viajes?”

-“Es un viejo amigo de la familia,” -Liam dijo.

Hanna se preguntó si la familia Wilkinson tendría miles de viejos amigos de la familia—probablemente en el ámbito político.

- “¿Así que has ido a París antes?”

-“Una vez, con mis padres y hermanos, cuando yo tenía nueve años. Hicimos la basura turística, pero yo solo quería sentarme en un café y mirar a la gente.”

Hanna se apoyó contra la húmeda pared de piedra, sin importar que pudiera dejarle manchas de humedad en el trasero.

-“Fui a España una vez con mis padres. Todo lo que hicieron fue pelear, así que me hice la ciega y me sentí miserable.”- Liam se rio y Hanna bajó su cabeza, avergonzada. ¿Por qué había dicho eso? -“No debí decirte eso.”

-“Hey, está bien.” -Liam tomó su brazo. -“Mis padres peleaban como locos también. Pero ahora ellos… no hablan.” -Él tenía una apariencia distanciada en su cara, y Hanna sabía que él estaba pensando sobre los problemas en que estaban sus padres. Ella tocó su brazo amablemente, no segura de cómo consolarlo.

            De repente, las puertas de la iglesia se abrieron de golpe. Liam tomó las manos de Hanna y la llevó a la oscuridad. Un grupo de adolescentes caminaron hacia afuera, seguidos por una familiar mujer de cabello rubio ceniza en una chaqueta de imitación de Burberry, pero Hanna no pudo identificarla.

-“Lo siento,”- Liam dijo en el oído de Hanna. -“Yo solo quería que nos encontráramos aquí porque pensé que nadie podría estar por aquí esta noche.”
           
Más gente salió de la iglesia. Luego, Hanna vio una cabeza con cabello castaño y se estremeció. Era Kate, mano en mano con Sean Ackard. Sean caminaba quietamente, como si él estuviera un poco asustado de que Kate lo esté tocando. Él sostenía un volante en su mano que decía CLUB V por la parte delantera en grandes letras mayúsculas.
           
Por eso era que la fea persona con chaqueta imitación de Burberry le parecía familiar, era Candace, la líder del club de virginidad. Hanna había entrado al club tiempo atrás, esperando volver con Sean. Tenían que haber movido el grupo de apoyo del YMCA de Rosewood, donde era el año pasado, hasta aquí. Entonces, ¡Sean aún era un virgen devoto! Hanna moría por preguntarle a Kate si le había gustado la junta del Club V. ¿Habían jurado no tocarse? ¿Sean le había comprado ya un anillo de compromiso de no-sexo? Una alegre risa salió de sus labios.

Kate se congeló y Sean paró abruptamente junto a ella. Ella miró a su alrededor. -“¿Hay alguien ahí?”

Hanna cerró su boca. Liam se quedó quieto junto a ella.

-“Probablemente fue un mapache,”- Sean dijo finalmente, guiándola hacia el estacionamiento.

-“¿La conoces?” - Liam susurró una vez que estaban fuera de alcance.

-“Ella es mi hermanastra,”- dijo Hanna. -“Si ella me viera aquí contigo, estaría muerta.”

Liam se puso tenso. -“Yo también estaría muerto. Mi padre seguramente dejaría de pagar mi colegiatura en Hyde. Se llevaría mi auto. Me echaría de la casa.”

            -“Igualmente.” -Ella apoyó su cabeza en el hombro de Liam. -“Seríamos indigentes juntos.”

            -“Puedo pensar en castigos mucho peores,” -Liam dijo.

Hanna agachó su cabeza. “Probablemente tú dices eso a todas las chicas.”

-“No, no lo hago.” Parecía tan sincero que Hanna se acercó y lo besó forzadamente en la boca. Él la besó también, y luego se movió hacia sus mejillas, sus ojos, su frente. Sus manos acariciaban su cintura. ¿A quién le importaba si solo se conocieron hace pocos días? ¿A quién le importaba si esto estaba mal? ¿A quién le importaba si sus familias se odiaban? Liam estaba en lo correcto: Esta clase de conexiones no debe ser ignorada. Era como uno de esos raros cometas, solo ocurre una vez cada miles de años.
           
Dos horas y un millón de besos más tarde, Hanna se subió en su auto y se sentó en el asiento. Se sentía muy alegre y exhausta. Fue solo entonces cuando notó la pequeña luz verde en su celular. Lo sacó del bolsillo de su cartera y tocó la pantalla. UN NUEVO MENSAJE DE TEXTO, decía.

Ella levantó la vista, mirando alrededor por el estacionamiento. Las luces de las calles formaban dorados e ininterrumpidos círculos de luz en el pavimento. El viento sonaba contra los letreros de discapacitados el estacionamiento, y sopló un envoltorio vacío de chicle en el pasto. Nadie estaba allí. Con las manos temblorosas, tocó la pantalla para leer el mensaje.

Hannakins: Yo sé que ustedes están viviendo su propia y privada historia de amor de Romeo y Julieta, pero recuerda: Ambos mueren en el quinto acto. —A




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