Traducción: Daniela
Corrección: Daniela, Maju
La mañana del lunes, Aria estaba sentada en una gran mesa de
estudios en la biblioteca de Rosewood. La habitación estaba llena de chicos
hojeando libros, trabajando en computadores en la esquina, y secretamente
jugando juegos en sus celulares. Luego de asegurarse de que nadie estuviera
mirando, Aria sacó el denso manuscrito que Ezra le dio y lo abrió en la última
página que había leído. Instantáneamente se sonrojó. La novela de Ezra era
completamente romántica, excepcionalmente vívida, y toda sobre ella.
Ezra
le había puesto un nombre diferente—Anita—y ellos vivían en diferentes
ciudades—en algún lugar al norte de California—pero la chica en el libro tenía
largo cabello oscuro-azulado, una esbelta figura de bailarina de ballet,
y sorprendentes ojos azules, lo que era exactamente lo que Aria veía cuando se
miraba en un espejo. La novela comenzaba con una explicación de Anita y Jack,
el alias de Ezra, conociéndose en Snookers, un bar universitario. En la página
dos había una conversación sobre lo mala que era la cerveza Americana. En la
página cuatro estaba su nostalgia sobre Islandia. En la página siete, se
escabulleron al baño y se besaron. Al leer, Aria pudo ver la situación desde la
perspectiva de Ezra. Escribió que Anita era “fresca” y “atractiva” y “llena de
sueños”. Su cabello era “como seda,” y sus labios “sabían a pétalos.” No era
como si Aria pensara que los pétalos en realidad tuvieran sabor, pero
aun así era genial.
Las
similitudes no se detenían ahí. Cuando Jack y Anita descubrieron que eran
profesor y estudiante, se sintieron raros y avergonzados al respecto, tal como
habían estado en la vida real. Solo que, en la novela de Ezra, hallaban un modo
de hacerlo funcionar. Se encontraban en secreto en el apartamento de Jack. Se
escabullían fuera de la ciudad e iban a exhibiciones de arte. Se confesaban su
amor por las noches, y por el día actuaban completamente profesionales. Había
algunos extraños tropiezos, como el cómo Anita era mucho más dependiente de lo
que Aria había sido en la vida real, y cómo Jack podía ser pedante y zángano a
veces, conduciendo a Anita a ataques verbales sobre filosofía y literatura.
Pero esas cosas eran fáciles de arreglar en un momento.
Mientras
Aria leía, todas las preocupaciones de que Ezra la había olvidado en el año que
él había estado lejos se fueron volando por la ventana. Escribir esta novela
seguramente tomó largos, arduos, agotadores meses—Aria debería haber estado en
su mente todo el tiempo.
“Hey,
¿podemos hablar?”
Aria levanto la mirada y vio a Hanna acercando una silla
junto a ella. Cubrió el manuscrito con su mano. “Claro. ¿Qué ocurre?”
Hanna mordió su brillante labio inferior. “¿Tú crees de
verdad—miró alrededor nerviosamente—que sabes quién es Kelsey?”
Aria giró su boca, su corazón latiendo fuertemente. “No lo
sé. Quizás.”
Hanna parecía preocupada, quizás por una buena razón. Aria
se sorprendió cuando escuchó que Hanna había ayudado a sacar a Spencer de la
cárcel. Recordó la desesperada llamada de Spencer, diciendo que la habían
pillado con drogas. Se sintió terrible por cortarle a Spencer, pero se habría
sentido mal ayudándola también. Y de todos modos, aún estaba resentida por la
última vez que había visto a Spencer, en una de las fiestas de Noel hace unas
pocas semanas.
Spencer
había ido a la fiesta con Kelsey, y era obvio que ambas habían tomado algo. En
medio de la fiesta, más o menos en el momento en que los chicos comenzaban a
jugar cerveza-pong, Aria trajo a Spencer a un lado de la casa de los Kahn,
donde era más tranquilo. “Yo sé que todas necesitamos desahogarnos a veces,”
susurró, “pero ¿drogas, Spence? ¿En serio?”
Spencer
giró sus ojos. “Tú y Hanna son peores que los padres. Es seguro—Lo juro. Y de
hecho, Aria, si alguna vez rompes con Noel, deberías ir a donde mi proveedor—es
lindo y completamente de tu tipo.”
“¿Es
esto por tu amiga?” Aria miró a Kelsey al otro lado del expansivo terreno de
los Kahn. Estaba sentada en las piernas de James Freed, y su blusa había caído
de sus hombros, revelando la suelta copa de su sostén. “¿Ella te metió en
esto?”
“¿Por
qué te importa?” Las facciones de Spencer parecían frías y cerradas.
Aria
la miró. ¿Porque somos amigas? ¿Por qué compartimos toda clase de horribles
secretos juntas? ¿Por qué tú me viste empujar a Alison DiLaurentis hacia su
muerte, y yo confío en que no le dirás a nadie, jamás? “No quiero verte
herida,” Aria dijo en voz alta. “Te podemos buscar algún programa de rehabilitación.
Me sentaría contigo mientras te desintoxicas—lo que sea necesario. Tú no necesitas
drogas, Spence. Eres genial sin ellas.”
“Mira
quién habla.” Spencer golpeó a Aria medio-en-broma, medio-duramente. “¿Como
si no te hubieras tomado drogas extrañas cuando estabas en Islandia?
Definitivamente tú actuabas como que estabas drogada cuando volviste. Y
tú tenías que haber estado drogada para ir tras ese profesor de inglés.
Digo, es lindo Aria, pero ¿en serio? ¿Un profesor?”
La
boca de Aria se abrió. “Estoy tratando de ayudarte,” Aria dijo fríamente.
Spencer
se cruzó de brazos. “Sabes, actúas como si fueras tan abierta de mente y
genial, pero en el fondo, estás asustada de todo.” Entonces se dio vuelta y
caminó por el terreno hacia Kelsey. Kelsey se soltó de James, y ella y Spencer
miraron a Aria y comenzaron a cuchichear.
Muchas
chicas Típicas de Rosewood llevando copias de Teen Vogue con las
esquinas dobladas de tanto uso, pasaron por ahí, lanzando a Aria de vuelta al
presente. Hanna tocó su bolso con una palmada. “Tengo otra nota,” admitió sus
ojos mirando alrededor de la habitación. “Quien quiera que sea A—Kelsey o
alguien más—Está mirando cada movimiento que hacemos.”
Y
luego, abruptamente, Hanna puso su cartera por su hombro, se bajó de la silla,
y desapareció entre los torniquetes de la biblioteca. Aria miró la doble puerta
cerrarse, sintiendo de repente un escalofrío. Quizás A era
Kelsey—ciertamente parecía una chica fuera de sus cabales. ¿Pero cómo Kelsey
sabía tanto sobre ellas? ¿Podría no saber sobre Jamaica—y que Aria era una
asesina a sangre fría?
Alguien
tosió débilmente tras ella, y Aria tenía la sensación de que alguien estaba
mirando. Cuando se dio vuelta, casi chocó con Klaudia. “¡Jesús!”
“¡Shhhh!”
La Sra. Norton, la bibliotecaria, dijo desde su puesto en la parte delantera de
la habitación, lanzándole una aguda mirada a Aria.
Aria
miró a Klaudia, cuyo blazer de Rosewood Day se veía al menos dos tallas
demasiado pequeño y estaba puesto encima de sus prominentes pechos. Klaudia
miró a Aria, luego hacia lo que había en el escritorio. Una ceja curiosa se
levantó. Aria miró abajo y vio que la página con el título del manuscrito de
Ezra estaba claramente visible. También la página de dedicación: Para Aria,
por hacer todo esto posible. Con cariño, Ezra. Rápidamente cubrió las hojas
con su bolso de lana. “¿Qué quieres?” Le preguntó a Klaudia.
“Tenemos
que hablar sobre el proyecto de historia del arte,” Klaudia susurró.
“Juntémonos
en Wordsmith el Miércoles a las seis,” Aria respondió, solo queriendo que
Klaudia se vaya. “Hablaremos sobre eso ahí.”
“Bien,”
Klaudia dijo con volumen normal, luego se dio vuelta y fue hacia la esquina de
atrás, donde Naomi, Riley y Kate estaban esperando. Tan pronto como Klaudia las
alcanzó, las cuatro chicas comenzaron a reír. Naomi sacó su teléfono y les
mostro a las chicas algo en la pantalla. Todas miraron a Aria y rieron una vez
más.
Aria
reunió el manuscrito de Ezra y lo puso de vuelta en su bolso, sintiéndose como
si estuviera exhibiéndose. Luego su propio celular sonó, tres fuertes sonidos
atravesando el sagrado silencio de biblioteca, La cabeza de la Sra. Norton
parecía como que fuera a saltar de su cuello. “Srta. Montgomery, ¡apague se
teléfono ahora!”
“Lo
siento,” Aria murmuró buscando torpemente su celular, el cual se había caído
hacia el fondo de su bolso. Cuando vio la pantalla, su corazón se congeló. UN
NUEVO MENSAJE DE TEXTO DE ANÓNIMO. Suspirando profundamente, presionó el botón
para abrir el mensaje.
¿Qué
novela habría escrito Ezra si el supiera la verdad sobre lo que hiciste? —A.
Aria
dejó caer su teléfono de vuelta y miró alrededor por la habitación. Kirsten
Cullen la miraba desde el catálogo de tarjetas de computador. Naomi, Riley,
Klaudia y Kate aun reían en el rincón. Alguien se metió entre los estantes
antes de que Aria pudiera ver quién era.
Hanna
estaba en lo correcto. Quien sea que A sea, él o ella las miraba de cerca,
observando cada movimiento.
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