Corregido por: Pilar y Brayan, Raúl S.
La tarde del martes, Aria caminaba
cabizbaja hacia periodismo, su última clase del día. Una ráfaga de viento
arremolinó pedazos de pasto recién cortado, envoltorios de goma de mascar, y
una liga para el cabello de una chica a través de los espacios comunes. Por un
segundo, cuando Aria levantó la vista, juró ver la silueta de Noel cruzando la
parte verde.
Pero por supuesto que no lo era. Hoy,
durante el almuerzo, había escuchado de casualidad a unos cuantos jugadores de
lacrosse mencionar que Noel había sido dado de alta y estaba en casa. ¿Estaba
solo? ¿Qué estaba viendo en la TV? No es que Aria se lo fuera a admitir a sus
amigas, pero ella había chequeado su Twitter incesantemente. Él no había posteado
desde la noche del baile.
Un dolor la llenó. Extrañaba a Noel como
loca. Y se odiaba a sí misma por eso.
También odiaba las miradas extrañas que la
gente le había estado dando durante todo el día. Era la misma forma en que Sean
Ackard la estaba mirando ahora mismo: medio con lástima, medio con miedo. Luego
de un momento, Sean se le acercó. - Toma, Aria, - dijo, pasándole algo en las
manos.
Aria lo miró. Terapia Grupal para
Adolescentes con Problemas. Episcopal Juventud de Rosewood.
- He oído…, - Sean comenzó preocupado. -
Sólo pensé que podría ayudar. - Comenzó a decir algo más, pero luego pareció
cambiar de opinión y se alejó.
Aria cerró sus ojos. Los rumores del pacto
suicida otra vez. Habían circulado por la escuela poco después del Eco
Crucero—todos habían pensado que las chicas deseaban la muerte por salir en un
bote salvavidas sin un capitán apropiado. Y ahora, por alguna razón, los
rumores habían vuelto como una venganza.
Aria arrugó el panfleto en una bola y se
dirigió al granero. Justo cuando tocó la manija metálica, alguien tiró de ella
desde atrás por la esquina. Gimió en protesta, sólo para ver que era su
hermano.
- He estado buscándote, - Mike dijo
bruscamente.
Aria bajó sus ojos. Anoche, cuando había
vuelto a casa de Wordsmith’s Books, donde había estado mirando el mismo párrafo
de La Biblia de los Rompimientos toda la noche, había encontrado una
nota con la letra de Mike en su cama: Hanna me lo dijo todo. Tenemos que
hablar.
Llamó a Hanna furiosa. ¿Cómo podía haber
comprometido la seguridad de Mike, especialmente luego de haber acordado
quedarse calladas? Pero Hanna no había contestado el teléfono. Unos pocos
minutos después, Mike golpeó la puerta de Aria, pero puso las sábanas sobre su
cabeza y fingió roncar. Esta mañana, salió de la casa a una clase temprana de
yoga antes de que Mike se despierte. Pero ni siquiera hacer om y el
perro invertido había podido calmar sus pensamientos acelerados.
- Entiendo por qué no me dijiste nada, -
Mike dijo en voz baja. - Pero puedo ayudar. Digo, si Noel se juntó con ella
tanto como ustedes dicen que lo hizo, quizás vi algo sin darme cuenta. - Hizo
un gesto. - No puedo creer que te hizo eso. Ese tipo está muerto para mí.
Aria se estremeció, de repente se sintió a
la defensiva. Estaba agradecida por la lealtad de su hermano, pero no había
pensado en las acciones de Noel impactando sus otras relaciones también. -
Mira, tienes que quedarte fuera de esto. Si esta es Ali, no sabemos de
lo que es capaz.
Mike frunció el ceño. - No tengo miedo de
Ali. Tráiganla.
Si Aria hubiera pensado de otra manera, se
habría reído. La actitud de Mike le recordaba cuando eran pequeños e iban a la
piscina al aire libre de Hollis. Mike, cinco años de edad, se paraba al borde
del trampolín alto con sus manos en sus caderas, proclamando a todos que nada
le asustaba. Pero, de hecho, nunca había saltado de la tabla. Bajaba de
vuelta por las escaleras, diciendo que no quería mojarse y arruinar su traje de
baño.
Aria miró una podadora de pasto lejana
mientras hacía un diseño entrecruzado en el campo de soccer. Usualmente el
aroma a pasto recién cortado la animaba, pero hoy no. - ¿Sabes que quiero
realmente? Escaparme. Ser completamente anónima.
- ¿Realmente crees que Ali te dejaría hacer
eso?
- No. Y además, todos en este estúpido país
saben quién soy. - Aria levantó la vista cuando, como si estuviera planeado, la
van del noticiario del Canal 4 entró al estacionamiento de estudiantes.
Probablemente había una cámara enfocándola en ese mismo segundo.
Mike metió sus manos a sus bolsillos. -
Pero la gente en otros países probablemente no.
- ¿Y?
Sus ojos azules se encontraron con los de
ella. - Mira, no digo que debas ir. Pero cuando estuve en tu cuarto anoche, vi
el panfleto en tu escritorio. El de Ámsterdam.
Le tomó unos segundos a Aria recordar sobre
qué estaba hablando. Parecía que había pasado una eternidad desde que había
recibido esa carta diciendo que era una finalista para una práctica de arte en
Ámsterdam. Había rechazado en ese momento, no queriendo estar tan lejos de
Noel.
- No lo sé, - Aria murmuró. - Probablemente
no quedaría, de todos modos. Y viajar parece bastante abrumador por ahora.
Mike resopló. - Dice la chica que se muere
por volver a Europa. Suena genial, y lo sabes. Y quizás estoy siendo algo
egoísta. Hay muchas menos posibilidades de que Alison vuele todo el camino
hasta Holanda para atraparte. Estarás más segura allá.
No me
digas, Aria pensó. Ali la había seguido a Islandia el
verano pasado, después de todo. Pero lo consideró por un momento. Sería
un gran escape—no sólo de Ali y el Ayudante A, pero de los constantes
recordatorios de Noel y la incesante prensa. Si Aria recordaba bien, la
práctica involucraba estudiar con un grupo rotatorio de artistas que llegaban y
se iban. Ayudaría en sus estudios y asistiría a sus shows, y habría tiempo para
crear su propio arte. Sólo había estado en Ámsterdam una vez, por pocos días,
pero no había olvidado las angostas calles, la actitud relajada, el gran parque
al centro de la ciudad. De hecho, sonaba como el cielo.
Le dio a
Mike un feroz abrazo. - Está bien. Le daré una oportunidad.
Mike frunció el ceño, parecía acomplejado.
- Si entras, llévame también. Apuesto que la hierba en Ámsterdam es mucho mejor
que la de Colorado.
Aria le desordenó el cabello. Desde que
Colorado había legalizado la marihuana, Mike había estado fascinado con el
lugar. - Prometo al menos llevarte de visita, - lo molestó. Entonces pasó junto
a él entrando al granero de periodismo, el cual tenía mejor recepción
telefónica. Tenía una llamada importante que hacer.
Pocas horas después, Aria se bajó del SEPTA
en Henley, un pueblo diez millas más cerca de Filadelfia, famoso por su
universidad de artes liberales y festival anual de películas. Dobló a la
derecha en la antigua tienda de hardware en la avenida principal y siguió el
camino pasando un hospital hacia el Edificio de Idiomas de Henley. Los
estudiantes pasaban junto a ella sujetando sus libros y iPads. Un grupo de
chicos estaba congregado bajo un árbol. Un chico de cabello largo rasgueaba una
canción de los Beatles cerca de un kiosco de café.
La emoción de Aria se incrementó. Cuando
Aria había llamado desde la escuela, Ella le había dado el número del contacto
Americano de la práctica. El contacto había contestado y dicho que hoy era el
ante-penúltimo día de las entrevistas, y la persona con quien tenía que hablar,
una tal Agatha Jannsenn en el Departamento de Idiomas Germánicos de Henley,
tenía algo de tiempo esta tarde. Parecía el destino.
El edificio de idiomas olía a moho y tenía
un grave eco, y los azulejos de la pared eran exactamente iguales a las del
edificio en que se impartía la clase de cocina de Aria y Noel. Sintió una
punzada. ¿Debería llamarlo?
Por supuesto que no. Te mintió.
Cerró la boca y expulsó el pensamiento de su mente. En vez de eso debería estar
pensando en Ámsterdam, y su nueva vida. Técnicamente aún no había
obtenido la práctica, pero quería pensar positivamente. No podía esperar para
comenzar toda clase de rituales cada mañana; ver largas películas extranjeras
sin trama en las cuales las personas fuman mucho y hacen mucho el amor; e ir a
tiendas de café a debatir filosofía. Eso.
La oficina de la Srta. Janssen estaba al
final del pasillo. Cuando Aria golpeó, una mujer mayor con el cabello negro con
frizz y anteojos, usando lo que parecía un montón de bufandas de seda cosidas
formando un vestido parecido a un saco, abrió la puerta. - ¡Hola, Señorita
Montgomery! - dijo en acento holandés. - ¡Entre, entre!
El interior de la oficina olía a pastel de
manzana. En la pared había dibujos de los diques alrededor de Ámsterdam y una
foto de una niña pequeña en enormes zapatos amarillos de madera. - Gracias por
recibirme con tan poca anticipación. - dijo Aria, estirando su chaqueta
cuadrillé primaveral.
- No es problema. - La Srta. Janssen
escribió algo en el teclado, sus brazaletes de madera hicieron ruido. - Como
sabes, tengo el poder de recomendar un candidato. He entrevistado a estudiantes
de la ciudad de New York, Boston y Baltimore, pero tu portafolios es bastante
fuerte. Y sabes algo de holandés, así que eso ayuda.
- Aprendí cuando estuve en Islandia, -
alardeó Aria. - Viví allí por unos cuantos años.
La Srta. Janssen puso un mechón de cabello
tras sus orejas. - Bueno, la práctica sería por dos años. Estarás ayudando a
muchos artistas, aprendiendo mucho de cada uno de ellos. Todos los que han
hecho este programa han conseguido tener una carrera en el mundo del arte por
sí mismos.
- Lo sé. Es una oportunidad extraordinaria.
- Aria pensó en la literatura que había releído esta tarde. Los aprendices
podían viajar por toda Europa con sus artistas.
La profesora hizo algunas preguntas más a
Aria sobre sus influencias, sus fortalezas y debilidades, y su conocimiento en
historia del arte. Con cada pregunta que Aria respondía, la Srta. Janssen
parecía más y más complacida, las líneas de sonrisa en las esquinas de sus ojos
se profundizaban. Ni una vez sacó el tema de que Aria era una Pequeña Linda
Mentirosa. Parecía no saber nada sobre la estúpida película basada en la vida
de Aria, o que había estado en un crucero que se había incendiado, o que había
presenciado el asesinato de Gayle Riggs o encontrado a su novio atado en un
cobertizo sólo hace unos días. En esa pequeña oficina, Aria sólo era una
artista incipiente, nada más. La Aria que solía ser, antes de que todo
saliera mal.
- Seré honesta contigo, - la Srta. Janssen
dijo luego de un momento. - Pareces bastante prometedora. Me gustaría
recomendarte.
- ¿En serio? - Aria chilló, presionando su
mano contra su pecho. -¡Genial!
- Me alegra que lo pienses. Ahora, déjame
comenzar con tu solicitud formal, la cual está justo… - Se apagó mientras
miraba por la ventana. - Oh.
Aria siguió su mirada. Fuera de la gran
ventana, pudo ver tres autos policiales en la acera, con las luces
intermitentes. Dos oficiales uniformados se bajaron y entraron al edificio.
Pronto se sintieron ecos de pasos por el pasillo. Walkie-talkies chillaban.
Mientras las voces se acercaban más y más, Aria juró que uno de ellos dijo Montgomery.
Una sensación escurridiza bajó por su
espalda.
La puerta se abrió, y entraron dos hombres
a la oficina, ojos entrecerrados, músculos tensos. La Srta. Janssen se puso
contra la pared. - ¿Puedo ayudarles?
El hombre de adelante apuntó a Aria. Su
chaqueta decía FBI en el bolsillo del pecho. Tenía los ojos bizcos y un trozo
de chicle con aroma frutal en la boca. - Es ella.
La Profesora miró a Aria como si se hubiera
transformado en un sapo gigante. - ¿De qué se trata esto?
- Es buscada para un cuestionario sobre un
incidente internacional, - el agente dijo severamente.
La garganta de Aria se secó. - ¿A-a qué se
refiere? - Como si fuera una respuesta, algo hizo ping en su bolso. Aria
alcanzó su teléfono, su corazón se hundió. Un nuevo mensaje, decía,
seguido de un enredo de letras y números.
¿Tus trapos sucios, Aria? Hora de
limpiarlos en seco. —A
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