domingo, 17 de noviembre de 2013

Crushed - Capítulo 5: Que comience el interrogatorio


Traducido por: Daniela
Corregido por:Gabriela, Raul S.

           El miércoles por la tarde, Spencer estaba de pie en su dormitorio frente a su espejo de cuerpo entero, inspeccionando su reflejo. La Agente Fuji vendría a interrogarlas a todas en unos minutos, y Spencer no podía recordar la última vez que se había preocupado tanto por su atuendo.

           ¿Un blazer a rayas era demasiado corporativo? Ella frunció el ceño, se lo sacó y se probó una blusa rosada, pero esta solo la hacía verse como un gran pedazo de goma de mascar. Necesitaba algo casual pero serio. Chica buena—no, chica buena inteligente. Como alguien que nunca, jamás rompería las leyes.

                Su mirada se dirigió a su brillante vestido color gris-perla de Zac Posen que colgaba dentro de un plástico en su closet. La etiqueta seguía puesta, pero no tenía corazón para devolverlo. Dos días después, del rechazo de Reefer aún dolía. Spencer le había enviado unos cuantos lastimeros mensajes, rogando por otra conversación. Quizás ella había malinterpretado lo que él quería decir cuando dijo que no deberían estar juntos. Quizás había cambiado de opinión. Pero Reefer no había respondido, y había comenzado a sentirse tonta y desesperada. Lo que necesitaba, decidió ella, era una cita para el baile que la distraiga. ¿Pero quién? Todos los chicos elegibles habían sido tomados meses atrás. Spencer consideró llamar a su ex novio, Andrew Campbell, quien se había graduado con anticipación y ahora estaba en Cornell, pero no habían hablado desde la primavera pasada.

                El timbre sonó, y se quitó la blusa, se cambió otra vez, luego bajó las escaleras con una remera O0xford color azul y capris color caqui ajustados. Aria, Emily, y Hanna estaban de pie en el pórtico, saltando y temblando como un trío de botellas de soda agitadas. Entraron rápidamente.

                - Tenemos que hacer algo. – Hanna dijo.

                - Yo creo que A está leyendo mis e-mails – Emily lloró al mismo tiempo.

                - Me llegó un mensaje a un celular que no se lo he dado a nadie. – Aria dijo.

                - Calma – Spencer se detuvo en el borde entre el hall y el living. – Desde el comienzo.

                Cada chica explicó que habían recibido mensajes de A en las últimas cuarenta y ocho horas. Todas tenían que ver con delatarlas a la policía, como la que había recibido Spencer, y muchas mencionaban a la Agente Fuji. El de Aria era especialmente desconcertante —A había descubierto su número privado en cuestión de horas.

                - ¿Acaso A tiene un contacto en Verizon [1]o algo? – Se quejó – Y creo que A está tratando de incriminarnos por herir a Graham. Como si yo hubiera provocado esa explosión.

                - A podría tratar de hacer eso con Gayle también – Emily dijo – Nosotras estábamos en su entrada cuando le dispararon. Estoy segura de que A tiene algo bajo su manga respecto a todo eso.

                - No olviden la amenaza de A de matarnos – Hanna añadió.

                - Esto se está volviendo ridículo. Es como si A estuviera en todas partes. – Spencer pensó en como A le había enviado un mensaje casi en el instante en que Reefer se fue. Pero ¿Cómo lo había sabido A? Spencer había estado dentro de su casa. Era como si A hubiera puesto micrófonos ocultos o algo.

                Parpadeó. ¿Era posible? Miró los rincones de la sala, los espacios bajo los sillones, las altas repisas de las ventanas. Una pintura de un caballo parado en sus patas traseras en la estridente Guerra Civil que el Sr. Pennythistle había colgado en el pasillo la miraba maliciosamente.

                De repente, tuvo una idea. – Vamos – Dijo a las otras por sobre su hombro, dirigiéndose a su patio trasero.

                Todas la siguieron saliendo por la puerta corrediza. Estaba húmedo y gris afuera, y el aire olía a pasto recién cortado y al pantanoso arroyo en el bosque en la parte trasera de la propiedad. Una gran lona azul cubría la piscina de la familia. Una espeluznante niebla flotaba sobre los árboles donde alguna vez estuvo el granero reformado de los Hastings—antes de que Ali lo quemara. A la izquierda estaba la antigua casa de los DiLaurentis, a pesar de que la única marca de que ellos habían vivido allí era el gran peñasco que estaba al medio del patio trasero que nunca desenterraron—la nueva familia había removido todos los otros rastros de ellos, incluyendo su antigua terraza, y ya no estaba el santuario de Ali frente a la cuneta.

                Spencer caminó hasta el cobertizo que el Sr. Pennythistle había instalado hace unas semanas, abrió la puerta, y miró alrededor. Un soplador de hojas naranjo estaba apoyado contra la pared izquierda. Lo tomó, lo arrastró al medio del terreno, y tiró la cadena para que comience a funcionar. Sus tres amigas la miraban como si estuviera loca, pero había un motivo tras su locura. El cabello de todas voló viento hasta que Spencer apuntó la boquilla hacia la tierra. El aire se llenó con el nocivo aroma a gasolina. Nadie, ni siquiera A podría escuchar a las chicas por encima de ese sonido.

                Spencer hizo un gesto para que las chicas se acerquen. – Esto tiene que detenerse. – Dijo enojada – Si A sabe dónde estamos todo el tiempo, entonces A tiene que estar grabándonos de algún modo. A está tratando de adjudicarnos todos estos crímenes que no cometimos, y si no actuamos pronto, podría tener éxito.

                - ¿Qué hacemos? – Hanna gritó sobre el soplahojas.

                - Digo que nos revelemos – Spencer declaró. – Nos deshacemos de nuestros teléfonos y números actuales. Si necesitamos teléfonos por absoluta emergencia, podemos usar teléfonos prepago[2], pero no podemos decirnos nada crítico al teléfono o por buzón de voz. Deberíamos usar una frase en clave.

                - ¿Qué tal No es? – Emily dijo.

                - Perfecto. – Spencer dijo – Y no podemos darle el número a nadie excepto a nuestros padres.

                Aria se acomodó - ¿Y que hay con nuestros novios?

                Spencer negó con la cabeza  - es muy arriesgado.

                Aria frunció el ceño. – Noel no le dirá a nadie.

                - Pero podría dejar su celular por ahí donde A lo pueda ver. Y tendrías que explicarle por qué tienes un celular prepago.

                - ¿Y cómo voy a explicar por qué no estoy usando ningún celular? – Aria preguntó, con las manos en sus caderas.

                Spencer la miró, exasperada. - ¡No lo sé! Di que estás haciendo un proyecto escolar sobre vivir por una semana sin tecnología.

                - ¿Y qué pasa con los e-mails? – Hanna preguntó.

                - Aun podemos usar nuestro e-mail de la escuela para los trabajos escolares—quizás podríamos usar nuestros viejos celulares pero solo usando WiFi. Estoy casi segura de que el uso del WiFi en los celulares no puede ser rastreado del mismo modo que el uso de datos del plan. Y no debemos usar el internet en nuestros computadores en casas—hasta donde sabemos A ha hackeado nuestros sistemas. Necesitamos usar computadores que no puedan ser conectados con nosotras y que definitivamente no tengan algún espía instalado.

                Emily miró el lugar donde había estado el granero. – Todo eso suena bueno y genial para que A no sepa dónde estamos ahora. Pero A aún puede incriminarnos.

                - Esa es la segunda parte de mi plan – Spencer gritó sobre el soplahojas – Tan pronto como sea posible, necesitamos ir a algún lugar muy secreto y seguro para sentarnos y pensar en quién puede ser A. Probablemente hay todo tipo de pistas en las que ni siquiera estamos pensando. Y ahora que sabemos lo que pasó la noche del incendio, A podría ser la Verdadera Ali.

                El soplahojas chisporroteó. Los árboless al fondo de la propiedad se mecieron, y por un momento, Spencer juró que vio una silueta en los árboles.

                - Eso suena como una buena idea – Hanna dijo - ¿A dónde podríamos ir?

                Todas se detuvieron a pensar. Luego la mirada de Spencer cayó en una luz prendida al interior de la oficina del Sr. Pennythistle en la casa. – El otro día, el Sr. Pennythistle me dijo que su casa piloto en Crestview Propiedades tiene una habitación de pánico. ¿No que esos lugares son como aislados de sonido?

                - Eso creo – Hanna dijo – Y a veces tienen sistema de vigilancia, para que puedas ver si hay alguien en tu propiedad.

                - Perfecto – Emily dijo – A nunca nos oirá en un lugar como ese.

                Aria entrecerró sus ojos. – Crestview Propiedades no está lejos de aquí, ¿cierto? ¿En Hopewell?
                - Si – Spencer dijo. Hopewell era una ciudad a unos quince minutos de Rosewood. – Y apuesto que puedo robarme la llave de la casa. – El Sr. Pennythistle guardaba copias de las llaves de todas sus propiedades en su oficina de la casa. Solo sería cuestión de encontrar la correcta.

                Los ojos de Emily brillaron. - ¿Deberíamos conducir juntas?

                - Spencer negó vehementemente con la cabeza – Tenemos que ir separadas para confundir a A. Sería incluso mejor si fuéramos en distintos medios de transporte—como en bus, en tren, o en auto.

                Aria enterró su pie en el pasto. – Bueno, el transporte público va a Hopewell.

                - Y si algunas conducimos, podemos tomar diferentes rutas. – Emily dijo. – A no sabrá a quién de nosotras seguir. Y si parece que alguien nos está siguiendo, podemos acelerar, o estacionarnos, o hacer un retorno rápido, quizás atrapar a A en el acto. Entonces podríamos ver quién es A.

                - Genial – Spencer dijo. Miraba fijamente a las otras. - ¿Qué tal mañana por la noche?

                Todas asintieron. Luego Spencer alcanzó a ver un Sedan negro subiendo por su larga entrada. Su estómago se revolvió. Hora del show.

                El auto llegó a estacionarse frente a la casa. Una alta, delgada mujer con largo y ondulado cabello negro y facciones puntiagudas caminó hacia la puerta. Cuando notó a Spencer y las otras en el patio, se detuvo e hizo señas.

                - ¿Srta. Hastings? – Miró curiosamente el soplahojas. - ¿Haciendo trabajo de jardín?

                Spencer lo apagó y lo dejó en el piso. Caminó con pasos pesados a través del pasto húmedo hacia la casa. – Algo así.

                La mujer extendió su mano. – Soy Jasmine Fuji. – Miró a las otras con grandes ojos grises. – Déjenme adivinar. Hanna, Aria, y Emily – dijo, apuntando a cada chica por turno. Pensándolo bien, no era difícil—las cuatro habían salido en toda la revista People el año pasado luego de que la Verdadera Ali supuestamente murió. Incluso una película para la TV llamada Pequeña Linda Asesina había sido filmada, documentando el tormento de la Verdadera Ali y casi matando a las chicas.

                Cuando nadie dijo nada, aclaró su garganta. - ¿Qué tal si entramos y hablamos?

                Spencer las guió por la cocina, nerviosamente tratando de no tropezar con nada. Luego se sentaron en el sofá del living, apretujándose bien. Aria movía una borla de un cojín. Emily cruzaba y des-cruzaba sus piernas. El cabello de todas era un nido de ratas gracias al viento del soplahojas.

                Fuji se sentó frente a ellas en un otomán a rayas, sacó una libreta amarilla, y abrió una página en blanco. Sus uñas estaban impecablemente limadas y pintadas de rosado. – Bueno. Está bien. Gracias por encontrarse conmigo en primer lugar. Esto solo es una formalidad, pero aprecio su cooperación.

                - Por supuesto – Spencer dijo en su tono más maduro y profesional. Deseaba tener algo que hacer con sus manos.

                - Sus nombres estaban en una lista de huéspedes que se estaban quedando en el resort The Cliffs en Jamaica al mismo tiempo que Tabitha Clark fue asesinada – Fuji dijo, mirando a una hoja aparte. – Desde el veintitrés de Marzo hasta el treinta de Marzo. ¿Pueden confirmar eso?

                - Sí – La voz de Spencer se desafinó, y comenzó otra vez – Sí. Estuvimos allí. Estábamos de vacaciones en nuestro receso de primavera con muchos de nuestros compañeros de clase.

                Fuji les sonrió. – Qué lindo.

                Spencer parpadeó. Eso sonó como amargo. Qué lindo para ustedes consentidas niñas ricas, quizás. ¿Creen que pueden salirse con la suya en todo, huh? Pero luego Fuji apuntó a una escena de una granja rural en acuarela sobre el piano. – Mi abuela tiene una como esa, excepto que es un poco más grande.

                - Oh, genial. Siempre me ha encantado esa pintura – Spencer dijo rápidamente. Cálmate, se regañó a sí misma.

                - Entonces – Fuji sacó un par de lentes de su cartera y los puso en su nariz, luego volvió a analizar sus apuntes. - ¿Conocieron a la Srta. Clark cuando estuvieron allí?

                Spencer intercambió miradas con las otras. Brevemente hablaron sobre lo que dirían, al teléfono la noche anterior, pero su mente de repente estaba en blanco. – Algo así – dijo luego de un momento. – Tuve una conversación casual con ella, nada grande.

                Fuji se sacó sus lentes y puso una de las varillas en su boca. - ¿Me puedes decir sobre qué se trataba?

                El interior de Spencer burbujeó. – Pensó que nos parecíamos. Como hermanas perdidas.

                Fuji ladeo su cabeza. Sus aretes con forma de lágrimas se agitaron. – Eso es algo raro para decir.

                Spencer se encogió de hombros – Había bebido mucho.

                Fuji escribió algo y miró a las otras chicas. - ¿Ustedes también recuerdan a Tabitha?

                Emily asintió. – Bailamos cerca – tragó saliva.

                Fuji se dirigió a Hanna y a Aria, y ambas dijeron que habían conocido a Tabitha de paso, pero no tuvieron una conversación larga. Fuji no les pidió que expliquen, así que Emily no mencionó la pulsera de Tabitha tenebrosamente parecida al brazalete de Lo de Jenna, Aria no hablo sobre que Tabitha le había insinuado que sabía que su papá era infiel, y Hanna no le dijo que Tabitha sabía que Hanna fue una perdedora.

                Todas respondieron articuladamente. Si Spencer hubiera sido una espectadora de la conversación, las chicas habrían parecido suficientemente sinceras. Distraídas e inquietas, quizás, pero estaba bien: Una chica que habían conocido fue asesinada a metros de donde habían estado durmiendo.

                Fuji tapó su lápiz. – Parece que mucha gente me dice lo mismo—Tabitha debe haberse paseado esa noche, conversado con todos. Todos la recuerdan, pero nadie puede conectarla a nadie en particular. – Bajó su libreta y las miró. – Oí que ustedes también estuvieron en el crucero que explotó.

                - Correcto – Spencer dijo.

                - Y oí que estuvieron en la propiedad de Gayle Riggs cuando fue asesinada – miró sin parpadear a las cuatro chicas.

                Hanna asintió débilmente. Emily tosió. – Hemos estado en el lugar equivocado en el momento equivocado. – Spencer dijo.

                - Suena como que han tenido un par de años duros – Una sonrisa triste se extendió en la cara de Fuji – Los locos por las teorías de conspiración tendrían un día de fiesta con ustedes, ¿huh? Dirían que están malditas.

                Cada chica se rio, a pesar de que sus risas eran tristes y forzadas. Cuando Fuji las miró de manera extraña y como de conocimiento, el momento se sintió aliñado y eléctrico. ¿Y si A ya le había dicho todo a Fuji? ¿Y si solo estaba jugando con ellas, esperando que su plan tenga un desliz?

                Pero luego Fuji puso sus palmas encima de su cuaderno y se paró. – Gracias por su tiempo chicas. Si saben algo más, por favor háganmelo saber.

                Spencer se levantó también. – La acompaño afuera.

                Fuji volvió a despedirse junto a la puerta, caminó por la bajada, y se subió a su auto. Cuando retrocedió por la entrada y salió de la calle privada, Spencer se dio vuelta para dar la cara a sus amigas, quienes seguían sentadas e inmóviles en el sofá.

                Hanna rompió el silencio. – Pensé que iba a atraparnos.

                - Lo sé – Aria se dejó caer en los cojines de atrás. – Estaba convencida de que ella sabía más de lo que decía.

                Beep.

                Era el teléfono de Spencer. Las columnas vertebrales de todas las chicas se pusieron tensas de golpe. Un Bleep pronto sonó en el celular de Emily. Luego el de Hanna zumbó. El de Aria hizo un sonido de silbido. Sus pantallas mostraban una alerta de que un nuevo mensaje de texto había llegado.

                Tomando aire, Spencer miró la pantalla.

                Amo las mentiras recién plantadas en una adorable tarde de primavera. Me pregunto si la Agente Fuji se siente igual…—A

                Spencer cerró sus ojos. Dejando salir un gemido, lanzó su celular al otro lado de la habitación, donde chocó contra una pequeña mesa. La batería salió volando y patino por el piso. Luego miró a las otras. - ¿Mañana?

                - Mañana. – Aria gruñó. Emily y Hanna asintieron también.

                Era su única esperanza. Iban a resolver esto, de una vez por todas



[1] Verizon: Compañía de teléfonos Estadounidense
[2] En este caso se refiere a teléfonos usados por criminales, los usan para lo que necesitan y luego se deshacen de ellos, ideales para no dejar rastro.




Capítulo 4 | Capítulo 6

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Los comentarios pasan por moderación así que no aparecen de inmediato :) (Para evitar spam y/o spoilers)

Recuerda suscribirte a tu comentario para recibir una notificación cuando alguien responde :)