Traducido por: Daniela
Corregido por:Gabriela, Raul S.
El
miércoles por la tarde, Spencer estaba de pie en su dormitorio frente a su
espejo de cuerpo entero, inspeccionando su reflejo. La Agente Fuji vendría a
interrogarlas a todas en unos minutos, y Spencer no podía recordar la última
vez que se había preocupado tanto por su atuendo.
¿Un
blazer a rayas era demasiado corporativo? Ella frunció el ceño, se lo sacó y se
probó una blusa rosada, pero esta solo la hacía verse como un gran pedazo de
goma de mascar. Necesitaba algo casual pero serio. Chica buena—no, chica buena inteligente.
Como alguien que nunca, jamás rompería las leyes.
Su mirada se dirigió a su brillante vestido
color gris-perla de Zac Posen que colgaba dentro de un plástico en su closet.
La etiqueta seguía puesta, pero no tenía corazón para devolverlo. Dos días
después, del rechazo de Reefer aún dolía. Spencer le había enviado unos cuantos
lastimeros mensajes, rogando por otra conversación. Quizás ella había
malinterpretado lo que él quería decir cuando dijo que no deberían estar
juntos. Quizás había cambiado de opinión. Pero Reefer no había respondido, y
había comenzado a sentirse tonta y desesperada. Lo que necesitaba, decidió
ella, era una cita para el baile que la distraiga. ¿Pero quién? Todos los
chicos elegibles habían sido tomados meses atrás. Spencer consideró llamar a su
ex novio, Andrew Campbell, quien se había graduado con anticipación y ahora
estaba en Cornell, pero no habían hablado desde la primavera pasada.
El timbre sonó, y se quitó la blusa, se
cambió otra vez, luego bajó las escaleras con una remera O0xford color azul y
capris color caqui ajustados. Aria, Emily, y Hanna estaban de pie en el
pórtico, saltando y temblando como un trío de botellas de soda agitadas.
Entraron rápidamente.
- Tenemos que hacer algo. – Hanna dijo.
- Yo creo que A está leyendo mis e-mails –
Emily lloró al mismo tiempo.
- Me llegó un mensaje a un celular que
no se lo he dado a nadie. – Aria dijo.
- Calma – Spencer se detuvo en el borde
entre el hall y el living. – Desde el comienzo.
Cada chica explicó que habían recibido
mensajes de A en las últimas cuarenta y ocho horas. Todas tenían que ver con
delatarlas a la policía, como la que había recibido Spencer, y muchas
mencionaban a la Agente Fuji. El de Aria era especialmente desconcertante —A
había descubierto su número privado en cuestión de horas.
- ¿Acaso A tiene un contacto en Verizon
[1]o algo? – Se quejó – Y creo que A está tratando de incriminarnos por herir a
Graham. Como si yo hubiera provocado esa explosión.
- A podría tratar de hacer eso con Gayle
también – Emily dijo – Nosotras estábamos en su entrada cuando le dispararon.
Estoy segura de que A tiene algo bajo su manga respecto a todo eso.
- No olviden la amenaza de A de matarnos –
Hanna añadió.
- Esto se está volviendo ridículo. Es como
si A estuviera en todas partes. – Spencer pensó en como A le había enviado un
mensaje casi en el instante en que Reefer se fue. Pero ¿Cómo lo había sabido A?
Spencer había estado dentro de su casa. Era como si A hubiera puesto micrófonos
ocultos o algo.
Parpadeó. ¿Era posible? Miró los rincones
de la sala, los espacios bajo los sillones, las altas repisas de las ventanas.
Una pintura de un caballo parado en sus patas traseras en la estridente Guerra
Civil que el Sr. Pennythistle había colgado en el pasillo la miraba
maliciosamente.
De repente, tuvo una idea. – Vamos – Dijo a
las otras por sobre su hombro, dirigiéndose a su patio trasero.
Todas la siguieron saliendo por la puerta
corrediza. Estaba húmedo y gris afuera, y el aire olía a pasto recién cortado y
al pantanoso arroyo en el bosque en la parte trasera de la propiedad. Una gran
lona azul cubría la piscina de la familia. Una espeluznante niebla flotaba
sobre los árboles donde alguna vez estuvo el granero reformado de los
Hastings—antes de que Ali lo quemara. A la izquierda estaba la antigua casa de los
DiLaurentis, a pesar de que la única marca de que ellos habían vivido allí era
el gran peñasco que estaba al medio del patio trasero que nunca
desenterraron—la nueva familia había removido todos los otros rastros de ellos,
incluyendo su antigua terraza, y ya no estaba el santuario de Ali frente a la
cuneta.
Spencer caminó hasta el cobertizo que el
Sr. Pennythistle había instalado hace unas semanas, abrió la puerta, y miró
alrededor. Un soplador de hojas naranjo estaba apoyado contra la pared
izquierda. Lo tomó, lo arrastró al medio del terreno, y tiró la cadena para que
comience a funcionar. Sus tres amigas la miraban como si estuviera loca, pero
había un motivo tras su locura. El cabello de todas voló viento hasta que
Spencer apuntó la boquilla hacia la tierra. El aire se llenó con el nocivo
aroma a gasolina. Nadie, ni siquiera A podría escuchar a las chicas por encima
de ese sonido.
Spencer hizo un gesto para que las chicas
se acerquen. – Esto tiene que detenerse. – Dijo enojada – Si A sabe dónde
estamos todo el tiempo, entonces A tiene que estar grabándonos de algún modo. A
está tratando de adjudicarnos todos estos crímenes que no cometimos, y si no
actuamos pronto, podría tener éxito.
- ¿Qué hacemos? – Hanna gritó sobre el
soplahojas.
- Digo que nos revelemos – Spencer declaró.
– Nos deshacemos de nuestros teléfonos y números actuales. Si necesitamos
teléfonos por absoluta emergencia, podemos usar teléfonos prepago[2], pero no
podemos decirnos nada crítico al teléfono o por buzón de voz. Deberíamos
usar una frase en clave.
- ¿Qué tal No es? – Emily dijo.
- Perfecto. – Spencer dijo – Y no podemos
darle el número a nadie excepto a nuestros padres.
Aria se acomodó - ¿Y que hay con nuestros
novios?
Spencer negó con la cabeza - es muy
arriesgado.
Aria frunció el ceño. – Noel no le dirá a
nadie.
- Pero podría dejar su celular por ahí
donde A lo pueda ver. Y tendrías que explicarle por qué tienes un
celular prepago.
- ¿Y cómo voy a explicar por qué no estoy
usando ningún celular? – Aria preguntó, con las manos en sus caderas.
Spencer la miró, exasperada. - ¡No lo sé!
Di que estás haciendo un proyecto escolar sobre vivir por una semana sin
tecnología.
- ¿Y qué pasa con los e-mails? – Hanna
preguntó.
- Aun podemos usar nuestro e-mail de la
escuela para los trabajos escolares—quizás podríamos usar nuestros viejos
celulares pero solo usando WiFi. Estoy casi segura de que el uso del WiFi en
los celulares no puede ser rastreado del mismo modo que el uso de datos del
plan. Y no debemos usar el internet en nuestros computadores en casas—hasta
donde sabemos A ha hackeado nuestros sistemas. Necesitamos usar computadores
que no puedan ser conectados con nosotras y que definitivamente no tengan algún
espía instalado.
Emily miró el lugar donde había estado el
granero. – Todo eso suena bueno y genial para que A no sepa dónde estamos ahora.
Pero A aún puede incriminarnos.
- Esa es la segunda parte de mi plan –
Spencer gritó sobre el soplahojas – Tan pronto como sea posible, necesitamos ir
a algún lugar muy secreto y seguro para sentarnos y pensar en quién puede ser
A. Probablemente hay todo tipo de pistas en las que ni siquiera estamos
pensando. Y ahora que sabemos lo que pasó la noche del incendio, A podría ser
la Verdadera Ali.
El soplahojas chisporroteó. Los árboless al
fondo de la propiedad se mecieron, y por un momento, Spencer juró que vio una
silueta en los árboles.
- Eso suena como una buena idea – Hanna
dijo - ¿A dónde podríamos ir?
Todas se detuvieron a pensar. Luego la
mirada de Spencer cayó en una luz prendida al interior de la oficina del Sr.
Pennythistle en la casa. – El otro día, el Sr. Pennythistle me dijo que su casa
piloto en Crestview Propiedades tiene una habitación de pánico. ¿No que esos
lugares son como aislados de sonido?
- Eso creo – Hanna dijo – Y a veces tienen
sistema de vigilancia, para que puedas ver si hay alguien en tu propiedad.
- Perfecto – Emily dijo – A nunca nos oirá
en un lugar como ese.
Aria entrecerró sus ojos. – Crestview
Propiedades no está lejos de aquí, ¿cierto? ¿En Hopewell?
- Si – Spencer dijo. Hopewell era una
ciudad a unos quince minutos de Rosewood. – Y apuesto que puedo robarme la
llave de la casa. – El Sr. Pennythistle guardaba copias de las llaves de todas
sus propiedades en su oficina de la casa. Solo sería cuestión de encontrar la
correcta.
Los ojos de Emily brillaron. - ¿Deberíamos
conducir juntas?
- Spencer negó vehementemente con la cabeza
– Tenemos que ir separadas para confundir a A. Sería incluso mejor si fuéramos
en distintos medios de transporte—como en bus, en tren, o en auto.
Aria enterró su pie en el pasto. – Bueno,
el transporte público va a Hopewell.
- Y si algunas conducimos, podemos tomar
diferentes rutas. – Emily dijo. – A no sabrá a quién de nosotras seguir. Y si
parece que alguien nos está siguiendo, podemos acelerar, o estacionarnos, o
hacer un retorno rápido, quizás atrapar a A en el acto. Entonces podríamos ver
quién es A.
- Genial – Spencer dijo. Miraba fijamente a
las otras. - ¿Qué tal mañana por la noche?
Todas asintieron. Luego Spencer alcanzó a
ver un Sedan negro subiendo por su larga entrada. Su estómago se revolvió. Hora
del show.
El auto llegó a estacionarse frente a la
casa. Una alta, delgada mujer con largo y ondulado cabello negro y facciones
puntiagudas caminó hacia la puerta. Cuando notó a Spencer y las otras en el
patio, se detuvo e hizo señas.
- ¿Srta. Hastings? – Miró curiosamente el
soplahojas. - ¿Haciendo trabajo de jardín?
Spencer lo apagó y lo dejó en el piso.
Caminó con pasos pesados a través del pasto húmedo hacia la casa. – Algo así.
La mujer extendió su mano. – Soy Jasmine
Fuji. – Miró a las otras con grandes ojos grises. – Déjenme adivinar. Hanna,
Aria, y Emily – dijo, apuntando a cada chica por turno. Pensándolo bien, no era
difícil—las cuatro habían salido en toda la revista People el año pasado
luego de que la Verdadera Ali supuestamente murió. Incluso una película para la
TV llamada Pequeña Linda Asesina había sido filmada, documentando el
tormento de la Verdadera Ali y casi matando a las chicas.
Cuando nadie dijo nada, aclaró su garganta.
- ¿Qué tal si entramos y hablamos?
Spencer las guió por la cocina,
nerviosamente tratando de no tropezar con nada. Luego se sentaron en el sofá
del living, apretujándose bien. Aria movía una borla de un cojín. Emily cruzaba
y des-cruzaba sus piernas. El cabello de todas era un nido de ratas gracias al
viento del soplahojas.
Fuji se sentó frente a ellas en un otomán a
rayas, sacó una libreta amarilla, y abrió una página en blanco. Sus uñas
estaban impecablemente limadas y pintadas de rosado. – Bueno. Está bien.
Gracias por encontrarse conmigo en primer lugar. Esto solo es una formalidad,
pero aprecio su cooperación.
- Por supuesto – Spencer dijo en su tono
más maduro y profesional. Deseaba tener algo que hacer con sus manos.
- Sus nombres estaban en una lista de
huéspedes que se estaban quedando en el resort The Cliffs en Jamaica al mismo
tiempo que Tabitha Clark fue asesinada – Fuji dijo, mirando a una hoja aparte.
– Desde el veintitrés de Marzo hasta el treinta de Marzo. ¿Pueden confirmar
eso?
- Sí – La voz de Spencer se desafinó, y
comenzó otra vez – Sí. Estuvimos allí. Estábamos de vacaciones en nuestro
receso de primavera con muchos de nuestros compañeros de clase.
Fuji les sonrió. – Qué lindo.
Spencer parpadeó. Eso sonó como amargo. Qué
lindo para ustedes consentidas niñas ricas, quizás. ¿Creen que pueden
salirse con la suya en todo, huh? Pero luego Fuji apuntó a una escena de
una granja rural en acuarela sobre el piano. – Mi abuela tiene una como esa,
excepto que es un poco más grande.
- Oh, genial. Siempre me ha encantado esa
pintura – Spencer dijo rápidamente. Cálmate, se regañó a sí misma.
- Entonces – Fuji sacó un par de lentes de
su cartera y los puso en su nariz, luego volvió a analizar sus apuntes. -
¿Conocieron a la Srta. Clark cuando estuvieron allí?
Spencer intercambió miradas con las otras.
Brevemente hablaron sobre lo que dirían, al teléfono la noche anterior, pero su
mente de repente estaba en blanco. – Algo así – dijo luego de un momento. –
Tuve una conversación casual con ella, nada grande.
Fuji se sacó sus lentes y puso una de las
varillas en su boca. - ¿Me puedes decir sobre qué se trataba?
El interior de Spencer burbujeó. – Pensó
que nos parecíamos. Como hermanas perdidas.
Fuji ladeo su cabeza. Sus aretes con forma
de lágrimas se agitaron. – Eso es algo raro para decir.
Spencer se encogió de hombros – Había
bebido mucho.
Fuji escribió algo y miró a las otras
chicas. - ¿Ustedes también recuerdan a Tabitha?
Emily asintió. – Bailamos cerca – tragó
saliva.
Fuji se dirigió a Hanna y a Aria, y ambas
dijeron que habían conocido a Tabitha de paso, pero no tuvieron una
conversación larga. Fuji no les pidió que expliquen, así que Emily no mencionó
la pulsera de Tabitha tenebrosamente parecida al brazalete de Lo de Jenna, Aria
no hablo sobre que Tabitha le había insinuado que sabía que su papá era infiel,
y Hanna no le dijo que Tabitha sabía que Hanna fue una perdedora.
Todas respondieron articuladamente. Si
Spencer hubiera sido una espectadora de la conversación, las chicas habrían
parecido suficientemente sinceras. Distraídas e inquietas, quizás, pero estaba
bien: Una chica que habían conocido fue asesinada a metros de donde habían
estado durmiendo.
Fuji tapó su lápiz. – Parece que mucha
gente me dice lo mismo—Tabitha debe haberse paseado esa noche, conversado con
todos. Todos la recuerdan, pero nadie puede conectarla a nadie en particular. –
Bajó su libreta y las miró. – Oí que ustedes también estuvieron en el crucero
que explotó.
- Correcto – Spencer dijo.
- Y oí que estuvieron en la
propiedad de Gayle Riggs cuando fue asesinada – miró sin parpadear a las cuatro
chicas.
Hanna asintió débilmente. Emily tosió. –
Hemos estado en el lugar equivocado en el momento equivocado. – Spencer dijo.
- Suena como que han tenido un par de años
duros – Una sonrisa triste se extendió en la cara de Fuji – Los locos por las
teorías de conspiración tendrían un día de fiesta con ustedes, ¿huh? Dirían que
están malditas.
Cada chica se rio, a pesar de que sus risas
eran tristes y forzadas. Cuando Fuji las miró de manera extraña y como de
conocimiento, el momento se sintió aliñado y eléctrico. ¿Y si A ya le había
dicho todo a Fuji? ¿Y si solo estaba jugando con ellas, esperando que su plan
tenga un desliz?
Pero luego Fuji puso sus palmas encima de
su cuaderno y se paró. – Gracias por su tiempo chicas. Si saben algo más, por
favor háganmelo saber.
Spencer se levantó también. – La acompaño
afuera.
Fuji volvió a despedirse junto a la puerta,
caminó por la bajada, y se subió a su auto. Cuando retrocedió por la entrada y
salió de la calle privada, Spencer se dio vuelta para dar la cara a sus amigas,
quienes seguían sentadas e inmóviles en el sofá.
Hanna rompió el silencio. – Pensé que iba a
atraparnos.
- Lo sé – Aria se dejó caer en los cojines
de atrás. – Estaba convencida de que ella sabía más de lo que decía.
Beep.
Era el teléfono de Spencer. Las columnas
vertebrales de todas las chicas se pusieron tensas de golpe. Un Bleep
pronto sonó en el celular de Emily. Luego el de Hanna zumbó. El de Aria hizo un
sonido de silbido. Sus pantallas mostraban una alerta de que un nuevo mensaje
de texto había llegado.
Tomando aire, Spencer miró la pantalla.
Amo las mentiras recién plantadas en una
adorable tarde de primavera. Me pregunto si la Agente Fuji se siente igual…—A
Spencer cerró sus ojos. Dejando salir
un gemido, lanzó su celular al otro lado de la habitación, donde chocó contra
una pequeña mesa. La batería salió volando y patino por el piso. Luego miró a
las otras. - ¿Mañana?
- Mañana. – Aria gruñó. Emily y Hanna
asintieron también.
Era su única esperanza. Iban a resolver
esto, de una vez por todas
[1] Verizon: Compañía de
teléfonos Estadounidense
[2] En este caso se refiere a
teléfonos usados por criminales, los usan para lo que necesitan y luego se
deshacen de ellos, ideales para no dejar rastro.
Capítulo 4 | Capítulo 6
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