martes, 5 de noviembre de 2013

Crushed - Capítulo 1: Cuida tus espaldas

                Traducido por: Daniela.
Corregido por: Brayan, Gabriela, Raul

Era una mañana soleada de lunes, Spencer Hastings entró en su cocina y fue recibida por el aroma a café y leche evaporada. Su madre; el prometido de su madre,  Nicholas Pennythistle; la hija de él, Amelia, y la hermana de Spencer, Melissa, estaban sentados en la mesa rural viendo las noticias. Un hombre bien peinado estaba dando un informe de seguimiento sobre la explosión ocurrida a bordo de un crucero frente a la costa de las Bermudas, una semana atrás.

                - Las autoridades siguen investigando la causa de la explosión que forzó a todos los pasajeros del crucero a evacuar – dijo – La nueva evidencia sugiere que la explosión se originó en la sala de calderas. Un video de vigilancia que fue recuperado muestra dos figuras borrosas. No está claro si los individuos en el video causaron la explosión o si solo fue un extraño accidente.

                La Sra. Hastings bajó su taza de café – No puedo creer que aún no sepan lo que ocurrió.
Melissa, que estaba en Rosewood visitando a unos amigos, miró a Spencer – De todos los cruceros, tenia que ser el tuyo el que tuviera un loco Unabomber[1] a bordo.

Estoy alegre de que yo no estaba en ese barco – Amelia, quien era dos años más joven que Spencer y tenía un desordenado cabello rizado, una nariz respingada, y una afición por los conjuntos de sweaters Mary Janes—incluso después de la transformación que Spencer le dio en la ciudad de New York—resopló arrogantemente. - ¿Acaso ustedes estaban en una misión suicida? ¿Es por eso que actuaron como granujas y navegaron hacia ese golfo en vez de a la costa?

Spencer caminó hacia la tostadora, ignorándola. Pero Amelia siguió hablando. – Eso es lo que todos están diciendo, ¿sabes? —Tú y tus tres amigas están locas. Quizás ustedes necesiten vivir en la habitación de pánico de mi Papá por veinticuatro/siete, ¿huh?

El Sr. Pennythistle le dio una mirada severa a Amelia – Suficiente.

La Sra. Hastings colocó una taza de café frente a su prometido. - ¿Tienes una habitación de pánico, Nicholas? – preguntó, aparentemente ansiosa por cambiar el tema. Ella todavía no había aprendido con exactitud a disciplinar a Amelia.

El Sr. Pennythistle entrelazo sus dedos. –En la casa modelo de la Urbanización Crestview. La construí después de que unos chicos pandilleros se mudaron a algunos de los vecindarios cercanos—uno nunca sabe. Y además, a un cierto tipo de compradores puede gustarle ese tipo de cosas. Por supuesto, dudo que Spencer pueda asistir a Princeton desde allí. No hay acceso a internet.

Spencer comenzó a reírse entre dientes, pero luego se detuvo. El Sr. Pennythistle probablemente no estaba bromeando —él era un brillante promotor de terrenos, un magnate de los inmobiliarios, y un muy buen cocinero, pero él definitivamente no era un comediante. Aun así, no le molestaba— él hacía una increíble sopa todos los sábados, sintonizaba su estación favorita de deportes en la radio en la cocina cuando estaba cocinando, e incluso dejaba que Spencer condujera su desgastada Range Rover de vez en cuando. Si tan solo su hija no fuera insoportable.

                Spencer puso dos rebanadas de pan de centeno en la tostadora. Amelia tenía un punto, por supuesto—los problemas la perseguían a todos lados. Quizás ella si debería ir a una habitación de pánico por un tiempo. No sólo por que Spencer había estado en el Esplendor de los mares, sino que también una de sus mejores amigas, Aria Montgomery, había estado en la sala de calderas cuando ocurrió la explosión. Del mismo modo inquietante, Aria había obtenido un relicario en ese crucero que pertenecía a Tabitha Clark, una chica que accidentalmente hirieron en Jamaica el año pasado. En ese momento, pensaron que Tabitha era la Verdadera Alison DiLaurentis, la gemela malvada que había acechado y casi asesinado a Spencer y a las otras, en la casa vacacional de los DiLaurentis en Poconos en un incendio explosivo. Pensaron que Ali había vuelto en busca de venganza, así que Aria empujó a la chica por el techo para deshacerse de ella para siempre.

                Pero luego en las noticias salió que Tabitha no era la Verdadera Ali—era una chica inocente. Fue entonces cuando la pesadilla comenzó.

                El collar de Tabitha las conectaba a la noche en que Tabitha fue asesinada—las chicas estaban seguras de que su diabólico acechador, el Nuevo A, había hecho que le llegue a Aria para poder incriminarla. Sabían que no podían simplemente tirar el collar en el barco—A lo encontraría y lo pondría en contra de ellas. Así que en vez de evacuar a la orilla luego de la explosión, Spencer, Aria, y sus amigas Emily Fields y Hanna Marin robaron una balsa motorizada y navegaron al golfo sobre el que Spencer había oído en la clase de buceo. Sumergieron el relicario en algún lugar donde A nunca buscaría, pero luego su balsa estaba desinflada—seguramente parte del plan de A también. Un grupo de rescate llegó justo a tiempo.

                Luego de ese desastre, decidieron confesar sobre lo que le habían hecho a Tabitha—era el único modo de sacarse a A de sus espaldas. Se juntaron en la casa de Aria para hacer una llamada a las autoridades, pero mientras estaban en espera con el Líder de la investigación del caso, una cápsula de noticias salió en la TV. El reporte de la autopsia de Tabitha Clark—había sido asesinada por trauma de algo punta roma en su cabeza, no de una caída del techo. Pero eso no tenía sentido; ninguna de las chicas la había golpeado. Lo que significaba que…Ellas no lo hicieron.

                Segundos después, recibieron un mensaje de A. Me pillaron, perras—Yo lo hice. ¿Y adivinen qué? Ustedes son las que siguen.

                Un olor a quemado sacó a Spencer de sus pensamientos. Había humo saliendo del tostador. – Mierda – susurró, apretando el botón para que suelte el pan. Cuando se dio vuelta, todos en la mesa estaban mirando. Hubo una pequeña sonrisa en la cara de Amelia. Melissa parecía preocupada.

                - ¿Estás bien? – La Sra. Hastings preguntó.

                - Estoy bien – Spencer dijo rápidamente, poniendo los trozos de pan caliente en el enorme lavabo de mármol. Sí, era un gran alivio que ellas no habían matado a Tabitha, pero A aún tenía un montón de secretos de ellas, incluyendo las fotos de ella en el techo esa noche. A podía decir que las chicas habían bajado a la playa cuando descubrieron que Tabitha no había muerto y que la acabaron. Y el mensaje de confesión de A no serviría en la corte—Yo lo hice podía significar cualquier cosa.

                Y ¿Qué hay sobre Ustedes son las que siguen? ¿Quién era A? ¿Quién podría querer matarlas con tantas ganas? El mismo día que iban a confesar, Emily les dijo a las chicas que había dejado la puerta abierta para la Verdadera Ali en la casa en Poconos, permitiendo que posiblemente escapara de la explosión. Así que ella podía estar viva…y ella podría ser A. Tenía más sentido: La Verdadera Ali era la única persona así de loca.

                Melissa se levantó de la mesa y picó el costado de Spencer. – Yo apuesto a que sé por qué estás tan ausente esta mañana. ¿Alguien está nerviosa por ver a cierto chico otra vez?

                Spencer agachó su cabeza. Sin querer dijo que Reefer Fredericks, su nuevo novio, estaba de visita hoy desde Princeton, donde él vivía. No se habían visto desde el crucero. Hoy era un día de servicio para ambas escuelas y el primer día que ambos estaban desocupados.

                - Será divertido – dijo despreocupada, a pesar de que su estómago comenzó a revolverse.

                - ¿Vas a invitarlo al baile de graduación? – Amelia preguntó.

                - ¡Oh, Spence, deberías! – Melissa gritó - ¡No puedes ir sola en ese hermoso vestido Zac Posen!

                Spencer se mordió el labio. Ella sí planeaba invitar a Reefer a su baile, el cual era en dos semanas. Había estado mirando el vestido Zac Posen que compró en un viaje a New York toda la mañana, soñando sobre cómo se vería con él en brazos de Reefer.

                El baile de graduación nunca fue algo con lo que Spencer haya soñado desde pequeña—sus fantasías se centraban en ser elegida la presidenta de la clase y dar el discurso del graduado con mejor calificaciones en la graduación. Pero este año, el baile sonaba como una actividad refrescantemente normal en su vida completamente anormal, y no quería perdérselo. Ya sabía que Reefer diría que sí. Recibía mensajes románticos de él cada día. Le había enviado flores a su casa y a su aula. Hablaban por teléfono por horas cada noche, Reefer le contaba sobre una nueva clase de marihuana que había creado y Spencer le contaba de las agotadoras horas de suspensión después de clases a las que tenía que ir, el castigo de la escuela por robar la balsa.

                Todos limpiaron los platos del desayuno, y en diez minutos, se habían ido, dejando a Spencer sola. Golpeó el mesón con sus uñas y ociosamente vio las noticias, pero el reporte del tiempo no ayudó a calmar sus nervios.

                Sonó el timbre, y se levantó y chequeó su reflejo en el tostador para asegurarse de que su cabello rubio estuviera amarrado en una cola de caballo decente y su labial rosado no se hubiera corrido. Luego corrió a la puerta frontal y la abrió. Reefer estaba de pie en el pórtico, con una sonrisa tímida en la cara.

                - Hola, extraño – Spencer dijo.

                - Hola chica – Reefer se veía precioso como siempre, una remera color azul marino se extendía sobre sus bien definidos hombros, su cara recién afeitada, sus dreadlocks puestos atrás dejaban ver sus mejillas y claros ojos verdes. Spencer inclinó su mentón y lo besó, juguetonamente agarrando su trasero. Reefer se puso tenso, sorprendido.

                - No te preocupes – Spencer murmuró en su cuello. – Mi mamá se fue. Estamos solos.

                - Oh, está bien. – Reefer se alejó – Um, Spence, espera. Tengo que decirte algo.

                - ¡Yo también tengo cosas que decirte! – Spencer tomó sus manos – Así que, creo que te mencioné que mi fiesta de graduación es en dos semanas, y—

                - De hecho – Reefer la interrumpió - ¿Te importa si voy primero? Como que necesito dejarlo salir.

                Había una mirada extraña en su cara, una que Spencer no podía descifrar. Lo guió a la cocina y apagó la TV. Cuando le hizo un gesto para que se sentara en la mesa, él estiró el mantel una y otra vez con sus dedos, tratando de hacer desaparecer todas las arrugas. Spencer tuvo que sonreír: Reefer probablemente odiaba el mantel arrugado tanto como ella. Esa era simplemente otra razón por la que estaban tan bien juntos.

                - Me gané una pasantía que realmente he querido – anunció.

                Spencer sonrió. No estaba sorprendida. Reefer era un genio. Él probablemente había recibido cientos de ofertas de pasantías. - ¡Felicitaciones! ¿Dónde?

                - Colombia.

                - ¿La Universidad? ¿En New York? – Spencer juntó sus manos. - ¡Eso será tan divertido! Podremos probar nuevos restaurantes, ir al Central Park, ver un partido de los Yankees…

                - No, Spencer, no la Universidad de Columbia. Colombia el país.

                Spencer parpadeó. - ¿En América del Sur? – Reefer asintió – Bueno, está bien. Digo, no es tan cerca, pero no pasará mucho tiempo antes de que vuelvas para ir a la Universidad.

                Luego ella notó la expresión quieta en la cara de Reefer - ¿Vas a volver para la universidad?

                Reefer tomó aire. – Quizás no. Es una oportunidad increíble con este botánico, el Dr. Díaz. Él es como, una estrella de rock en su campo. Siempre he querido trabajar con él—todos quieren—pero una vez que él te recibe, como que no puedes irte. Ni siquiera te lo mencioné, porque era una probabilidad tan baja. Pero me llegó la carta hace dos días ofreciéndome un puesto. Es por dos años. Voy a posponer Princeton hasta que vuelva – Se sacó un dreadlock de su hombro. – Honestamente, estaba pensando en posponer Princeton de todos modos—sentía que necesitaba unos años para, ya sabes, ser. Pero luego te conocí, y…

                Un millón de pensamientos pasaron por el cerebro de Spencer. Él había oído de esto ¿hace dos días? Habían hablado un montón por teléfono los últimos dos días. Él no había dicho una palabra.

                Y dos años…wow. Eso era como para siempre.

                Se apoyó en el respaldo. – Está bien. Eso sigue siendo increíble. ¿Cuándo te irás? Aún tenemos algo de tiempo juntos, ¿cierto?

                Reefer se picó el dedo pulgar. – El Dr. Díaz me necesita cuanto antes, así que me iré esta noche.

                - ¿Esta noche? – Parpadeó con fuerza - ¿Quizás puedes posponerlo un poco? Como que deseaba que pudieras ir al baile conmigo – Ella odiaba el tono mimoso en su voz.

                Por la apariencia de la cara de Reefer, supo que él iba a decir que no. – Realmente me necesita ahora. Y, Spencer, no estoy seguro de que debamos…ya sabes…esperarnos.

                Spencer sintió como que él acababa de tirarle un balde de agua fría. – Espera un minuto. ¿Qué?

                - Me gustas – Reefer no pudo mirarla  a la cara – pero, digo, son dos años. No soy muy bueno con la cosa de la larga distancia. Podríamos ser personas diferentes luego de que todo se acabe. No quiero que estés atada. ¿Sabes?

                - Querrás decir que no quieres estar atado. – Spencer dijo enojada.

                Reefer miró al piso. – Entiendo que es algo shockeante. Pero quería decírtelo en persona. Por eso es que conduje hasta aquí, a pesar de que debería estar empacando. – Miró su reloj. – De hecho, probablemente deba irme.

                Spencer lo miró con impotencia mientras él se dirigió hacia la puerta de enfrente. Había un millón de cosas que ella quería decir, pero su boca no podía formar las palabras. ¿Así que eso es todo? Y, ¿En serio vas a tratar de hacerme sentir mal por hacerte conducir hasta aquí? Y, ¿Qué hay de esos mensajes románticos? ¡Tú eras quien me perseguía!

                Pensó en cómo Reefer había prometido pegársele a ella en Princeton y hacerla pasar bien. ¿Quién haría eso ahora?

                En la entrada, Reefer la miró quejumbrosamente. – Spencer, espero que aún podamos ser—

                - Solo vete – Spencer lo interrumpió, de repente enojada. Lo empujó por la puerta y la cerró, cayendo contra ella y dejándose caer hasta el piso de madera, sus piernas se estiraron frente a ella.

                ¿Qué. Rayos. Acaba. De. Ocurrir?

                Recordó el Eco Crucero. Reefer la había llevado a cenar, y habían tenido su primer beso en la pista de baile. Había sido genial—Ella sabía que él también lo pensaba. Era como un Reefer Alienígena el que acababa de venir. La única cosa buena en su vida acababa de ser arrancada.

                Beep.

                Su celular estaba en la mesa de centro en el hall. Su corazón se aceleró otra vez cuando se paró y miró la pantalla. Había un nuevo mensaje de un remitente desconocido.

                Pobrecita Spencer, no tiene una cita
                Mejor busca antes de que el tiempo se haya acabado.
                A menos, por supuesto, que yo diga
                Mi historia de todos a quienes han asesinado.
                —A



[1] Unabomber: Theodore John Kaczynski fue conocido con el sobrenombre de Unabomber debido a sus diversos atentados con bombas.


4 comentarios:

  1. No es justo. Ahora Spencer era feliz... en verdad que no entiendo porque la felicidad de las chicas llega y se esfuma sin aviso. Este es uno de esos capítulos donde quiero sacarlas hasta mi lado y abrazarlas, pero bueno.

    ¡Gracias por traducir el libro!
    Besos.

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    Respuestas
    1. Sii, me gustaba que estubiera con Reefer :( pero así es la vida, a ver que viene a futuro...

      Saludos :)

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  2. Pobre Spence! :( Reefer me gustaba mucho!! Que lastima.
    Gracias por traducir ;)
    Saludos

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