martes, 5 de noviembre de 2013

Crushed - Prólogo: Mala sensación

           
Traducido por: Daniela.
Corregido por: Roberta, Brayan.

                ¿Alguna vez has tenido una sensación terrible de que algo estaba a punto de ocurrir… y que después se hiciera realidad? ¿Como cuando estabas de vacaciones y de repente tuviste un flash de tu mejor amiga gritando de agonía—y luego de eso te dijo que se había roto el brazo exactamente en ese momento? ¿O cuando tuviste esa sofocante sensación de que no te deberías quedar en esa B&B en Maine—y luego el techo se desplomó esa noche? ¿O esa vez que jurabas que oíste sirenas en una intersección—y el peor accidente de la ciudad ocurrió allí la semana siguiente? Quizás suena un poco drogo-hippy, pero a veces los sextos sentidos son reales. Si una pequeña voz en tu cabeza te dice que algo está ocurriendo, quizás deberías escucharla.

                En Rosewood, demasiadas cosas horribles habían ocurrido—especialmente para cuatro lindas chicas. Así que en una calurosa noche de verano, cuando una de ellas estaba azarosamente atorada con un mal presentimiento de que algo horrible acababa de ocurrir, ella trató de ignorarlo. No podría haber caído un relámpago otra vez.

                Pero ¿adivina qué? Sí ocurrió.
               
                A pesar de que eran casi las tres AM en Reykjavik, Islandia, el cielo aún estaba en un tenebroso color blanco como de alba. La única pista real de que estaban en plena noche, era la ausencia de gente—no había nadie en las orillas de la poza Tjörnin. El bar Kaffibarinn, donde Björk supuestamente iba de fiesta, estaba vacío. No había compradores marchando de un lado a otro por la avenida principal. Todos estaban seguros en cama, las persianas que no dejaban pasar la luz estaban bien cerradas, las máscaras de ojos bien puestas.

                Bueno, no todos exactamente. Aria Montgomery caía por una ventana abierta en un oscuro chateau llamado Brennan Manor apenas saliendo de la ciudad. Su cadera golpeó el frío suelo, y gritó ruidosamente, luego se volvió a parar y cerró rápidamente la ventana. A dentro, las alarmas estaban sonando, pero aún no veía ningún auto policial subiendo la colina.

                Miró por el vidrio en busca de Olaf, un chico que acababa de conocer. ¿Qué diablos estaba haciendo ella aquí? Se suponía que debía estar acurrucada en cama en el hostal junto a su novio, Noel—no escapándose y colándose con un extraño. Ni estando a punto de ser arrestada y encerrada por el resto de su vida.

                Olaf apareció en la ventana, levantando una pintura hacia el vidrio para que Aria la vea. Brillantes espirales estrellados se expandían en el lienzo. La pequeña ciudad estaba de cabezas, las torres parecían estalactitas en una cueva. En la esquina estaba la firma: Van Gogh.

                Como de Vincent.

                Una vez más Aria sintió unas náuseas oníricas. Ella los había hecho venir aquí. Ella había encontrado esa pintura y la había sacado de la pared. Pero ahora se daba cuenta del gran error que había cometido.

                Miró a Olaf. - ¡Suelta eso! – Gritó por el vidrio - ¡Sal antes de que la policía venga!

                Olaf abrió la ventana. - ¿Qué dices? – Él dijo en su acento Islandés – Fue tu idea. ¿O estás arrepintiéndote? Quizás eres más como tu filisteo novio de lo que yo creí. Más Americana de lo que pensé.

                Aria se dio vuelta. Ella se estaba arrepintiendo. Ella era Americana. Estaban de vacaciones, después de todo—todo lo que ella había querido era una noche de diversión. No se suponía que las vacaciones terminaran así.

                Durante la primavera pasada, cuando Noel anunció que él estaba organizando un viaje a Reykjavik para él, Aria, el hermano de Aria, Mike, y la novia de Mike, Hanna Marin, Aria había estado muy emocionada. Ella había vivido tres años en Islandia con su familia luego de que la mejor amiga de las chicas, Alison DiLaurentis, se desapareció al final de séptimo grado, y no podía esperar para volver.

       Hanna también necesitaba un viaje—a donde sea. Junto a sus otras dos mejores amigas, Spencer Hastings y Emily Fields, acababan de superar meses de ser acechadas y atormentadas por un malvado mensajero llamado A, quien era la verdadera Alison DiLaurentis—la Ali que ellas habían conocido era en realidad la gemela de Ali, Courtney. Courtney había estado en un hospital mental la mayor parte de su vida, pero había intercambiado el lugar con su hermana al comienzo de sexto grado, pretendiendo ser amiga de Aria, Spencer, Emily y Hanna. La Verdadera Ali se vengó de Courtney matándola la última noche de séptimo grado…y se vengó de las chicas convirtiéndose en A y casi matándolas.

                Así que Aria y Hanna estaban emocionadas por venir aquí cuando Noel planeó las vacaciones. La Verdadera Ali estaba muerta, y A se había ido, y ya no tenían nada que temer. Luego ocurrió su viaje a Jamaica en el receso de primavera. Unas cuantas cosas horribles ocurrieron allí también. Ahora, en Julio, Aria y Hanna estaban guardando secretos una vez más. Apenas habían hablado desde que habían llegado. No ayudaba que Noel no estuviera impresionado con Islandia para nada, o que Mike odiara el lugar tanto como cuando vivieron allí.

                Esta noche, la situación había bajado a un nuevo nivel. Al comienzo, Aria simplemente coqueteó con Olaf, un desaliñado islandés intelectual que habían conocido en un bar al final de la calle, para molestar a Noel. Cinco tragos de Muerte Negra, el trago local, más tarde, y Aria se encontró a ella misma en un callejón, con los labios de Olaf pegados a los de ella. Adelantemos unas pocas horas, y ahora…esto.

                La fuerte alarma de la casa subió de volumen. Olaf trató de abrir más la ventana, pero se quedó atascada.

                Aria se congeló. Si lo ayudaba, ella estaría realmente ayudando en un robo. – No puedo.

                Olaf giró sus ojos y trató una vez más. No se movía. Él dejó la pintura caer ruidosamente al piso. - ¡Usaré la puerta! – Le gritó – Espérame ¿Está bien?

                Se desapareció. Aria miró por el vidrio, pero todo lo que vio fue oscuridad. Luego escuchó un sonido chirriante tras ella. Caminó de puntillas alejándose de detrás de los arbustos y miró por el costado de la casa. Había tres autos policiales subiendo por la entrada, las luces sobre los autos reflejaban una luz azul en el elegante empedrado de la casa. Los autos se deslizaron hasta detenerse, y seis policías salieron de ellos, con armas en mano.

                Aria corrió hacia el espeso bosque. Ni siquiera sabía que los policías Islandeses llevaban armas.

                Los policías se acercaron al frontis y gritaron algo en Islandés que Aria solo pudo suponer que significaba - ¡Sal con las manos arriba! – Miró la pesada y retorcida puerta trasera, la cual ella asumió que Olaf iba a tratar de usar. No estaba abierta. Quizás tenía un complejo sistema de cerrado desde adentro que él no pudo entender. ¿Estaría atrapado? ¿Los policías lo encontrarían? ¿Debería esperar? ¿O debería correr?

                Sacó el celular internacional que compró para el viaje y miró la pantalla. Ella necesitaba consejo…pero no podía llamar a Noel. Con los dedos temblando, marcó otro número.

                Hanna Marin salió de sus sueños y parpadeó en la oscuridad. Estaba en una larga y angosta habitación. Una foto de un caballo con patas cortas y gruesas colgaba sobre su cabeza. Su novio, Mike, roncaba junto a ella, sus pies salían del pesado edredón. La cama al otro lado de la habitación, donde su mejor amiga Aria Montgomery y el novio de Aria, Noel Kahn, deberían estar durmiendo, estaba vacía. Hanna miró el letrero de la calle afuera por la ventana. Era como el inglés, pero también como letras sin sentido.

                Cierto. Estaba en Islandia. De vacaciones.

                Qué vacaciones eran estas. ¿Qué veía Aria en este país? Estaba claro todo el tiempo. Los baños olían a huevos podridos. La comida era asquerosa, y las chicas Islandesas eran demasiado exóticas y lindas. Y ahora, mientras Hanna descansaba allí, estaba agobiada con el sentimiento de más mal agüero. Como que alguien acababa de morir, quizás.

                Su celular sonó, y saltó. Miró la pantalla. No reconocía el número, pero algo la hizo contestar de todos modos.

                - ¿Hola? – Hanna susurró, tomando el teléfono con ambas manos.

                - ¿Hanna? – La voz de Aria dijo. Había sirenas de fondo.

                Junto a ella, Mike se movió. Hanna se bajó de la cama y caminó hasta el pasillo. - ¿Dónde estás?

                - Estoy en problemas – Las sirenas sonaban más fuerte. – Necesito tu ayuda.

                - ¿Estás herida? – Hanna preguntó.

                El mentón de Aria tembló. En el frente de la casa, la policía estaba tratando de derribar la puerta frontal. – No estoy herida, pero como que me colé en una casa y robé una pintura.

                - ¿Tú qué? – Hanna chilló, su voz hizo eco en el tranquilo pasillo.

                - Vine aquí con ese chico de más temprano. Él mencionó que una inapreciable pintura de práctica de la Noche Estrellada de Van Gogh estaba en una mansión en el centro de la ciudad. Había sido robada de un barrio marginal Judío en parís o algo durante la Segunda Guerra Mundial, y el ladrón nunca la devolvió.

                - Espera, ¿Estás con Olaf? – Hanna cerró con fuerza sus ojos, recordando el incómodo pleito que tuvo con Aria y ese tipo cualquiera con barba besándose en un callejón más temprano. Él parecía perfectamente inofensivo, pero Aria ya tenía un novio.

                - Correcto – Los policías echaron abajo la puerta. Los seis entraron como Storm Troopers. Aria agarró con fuerza el teléfono – Ambos entramos para encontrar la pintura. No creí que lo haríamos…pero allí estaba. Luego todas las alarmas sonaron…Salí. Ahora la policía está aquí. Tienen armas, Hanna. Olaf sigue atrapado adentro. Necesito que vengas a buscarnos en uno de los caminos traseros—acortaremos por el bosque y te encontraremos. No hay modo de que podamos tomar el Jeep de Olaf con todos estos policías aquí.

                - ¿Los policías te ven ahora?

                - No, estoy por la parte trasera, en el bosque.

                - Jesús, Aria, ¿Por qué sigues allí? – Hanna gritó - ¡Corre!

                Aria miró la puerta trasera – Pero Olaf sigue adentro.

                - Aria, ¿Qué te importa? – Hanna chilló - ¡A penas conoces al tipo! Corre, ahora. Iré en la motocicleta. Dame el nombre de la calle en que estás una vez que llegues por el bosque, ¿está bien?

                Hubo una pausa larga. La mirada de Aria estaba fija en las luces intermitentes de la policía. Tanteó el bosque tras el chateau. Luego, finalmente, miró la casa una vez más. Aun nada de Olaf. Y Hanna estaba en lo cierto. Ella no lo conocía.

                - Está bien – dijo temblorosamente. – Iré.

                Colgó y corrió por el bosque, su corazón latía a una milla por minuto. Se cayó sobre una gran rama, rompiendo el tacón de su zapato y rasgándose fuertemente su rodilla. Se esforzó a través de un poco profundo arroyo, mojando la mitad de su vestido. Para cuando estaba en el camino de la ciudad, estaba fría y sangrando. Llamó a Hanna, le dijo en qué calle estaba, y colapsó en la cuneta para esperar. Aún podía oír las sirenas en la distancia. ¿Habrían encontrado a Olaf para este entonces? ¿Él les habría dicho que ella había estado con él? ¿Y si la estaban buscando a ella?

                Cuando vio a Hanna en la motocicleta al final de la calle, casi se puso a llorar de la emoción. Condujeron de vuelta silenciosamente, el ruido del motor y el viento eran muy fuertes como para que Hanna haga cualquier pregunta.

                En el hostal, abrieron la puerta tan silenciosamente como pudieron. Hanna prendió una luz en la pequeña cocina y miró a Aria con los ojos bien abiertos. – Oh dios mío – susurró – Necesitamos limpiarte.

                Hanna empujó a Aria hacia el baño común, le lavó la rodilla, y sacó las ramitas de su cabello. Corrieron lágrimas por la cara de Aria todo el tiempo. – Lo siento – Aria seguía diciendo – No sé qué me ocurrió.

                - ¿Estás segura de que la policía no te vio? – Hanna preguntó rigurosamente, pasándole una toalla.

                Aria se rascó la cabeza. – No lo creo. Pero no sé lo que ocurrió con Olaf.

                Hanna cerró sus ojos – Mejor espera que no les diga que tú estabas con él. Porque no sé cuánto puedo ayudarte, Aria.

                - Él no sabía mi apellido – Aria dijo – poniendo la toalla sobre el radiador y caminando al pasillo otra vez. – Quizás estaré bien. Pero sea como sea, por favor no digas…

                Se distrajo, mirando tras ella. Noel estaba de pie al final de las escaleras junto a la puerta trasera, vestido con una sudadera y jeans, aunque no eran la misma sudadera y jeans que había usado más temprano. Su frente estaba húmeda con sudor al igual que cada vez que tomaba, pero había una mirada de entendimiento en su cara que hizo que los interiores de Aria se estremezcan. ¿Qué había escuchado?

                - Allí estas – Noel subió las escaleras y tocó la cabeza mojada de Aria. - ¿Te duchaste?

                - Uh, si – Aria cruzó sus piernas para esconder la herida en su rodilla - ¿Dónde estabas tú?

                Noel hizo un gesto hacia las escaleras. – Fumando un pito.

                Aria consideró hacer un comentario sarcástico, pero se arrepintió— ¿quién era ella para juzgar? En vez de eso, tomó la mano de Noel – Vamos a dormir.

                Sus ojos estaban bien abiertos cuando se metieron bajo las sábanas. Noel se acomodó junto a ella, sus piernas desnudas picaban las de ella. - ¿Y dónde estabas ? – Había amargura en su voz - ¿En el bar con Gayloff?

                Aria se dio vuelta, la culpa salía por sus poros tan mordazmente como los tragos salían por los poros de Noel. Ella se erizó, anticipando una pelea. Pero luego Noel puso sus brazos alrededor de ella y la acercó.

                - Hagamos tregua. Este viaje ha sido raro. Yo he estado siendo raro. Y lo siento.

                Los ojos de Aria se empaparon. Eso era exactamente lo que necesitaba oír… con cinco horas de retraso. Puso sus brazos alrededor de Noel y lo apretó con fuerza. – Lo lamento también – Ella nunca había dicho algo con tanto sentimiento.

                - Nada que lamentar – Noel dijo adormecido – Te amo, A…

                Murmuró en su almohada mientras se durmió. Por medio segundo, Aria pensó que lo escuchó decir algo más. Algo extraño. Pero pensándolo bien, Noel estaba borracho. Incluso si él había dicho lo que ella pensaba que él había dicho, él ciertamente no se refería a eso. No era como si Aria fuera a sacar el tema mañana tampoco.

                No quería volver a mencionar esta noche nunca más.
               
                A la mañana siguiente, Hanna, Aria, Noel, y Mike se retiraron del hostal y partieron al aeropuerto. Pasaron por la línea de seguridad y se armaron con snacks y aburridas revistas para el largo viaje en avión de vuelta a casa. Si Aria se veía nerviosa, Noel no lo cuestionó. Cuando Noel se quejó de que el enclenque aeropuerto no tenía un McDonald’s, Aria no lo atacó. Cuando Hanna y Aria hablaron aún menos de lo usual, ni Mike ni Noel lo remarcaron. Solo estoy cansada, planeaban decir si alguien les preguntaba. Ha sido un largo viaje. Extraño mi cama.

                El avión tenía una TV satelital y Aria puso el CNN International cuando abordó. De repente, allí estaba: una toma del chateau. Estaba incluso aún más destartalada y se veía más encantada de lo que recordaba Intrusos en Brennan Manor decía el titular.

                Un video mostró las sombrías, cerradas, habitaciones. Luego había una borrosa foto protegida de Noche estrellada…y un boceto policial de Olaf – Este es el ladrón que se escapó con la pintura, descrito a la policía por un testigo que vive en la calle – dijo el reportero – Ahora las autoridades están tras él.

                La boca de Aria se abrió de golpe. ¿Olaf lo logró?

                Hanna miró la pantalla de la TV con horror. La situación había cambiado. La valiosa pintura había sido robada, y Aria había ayudado a facilitarlo. Hanna pensó en los casos de robo de arte en los que su padre había trabajado cuando practicaba leyes: Incluso la gente que sabía sobre el crimen eran culpables. Ahora ella era una de esas personas.

                Aria tocó el brazo de Hanna, sintiendo lo que estaba pensando. – Olaf fue inteligente, Han. Él no será atapado…lo que significa que nunca dirá que yo estuve con él. La policía nunca podrá conectarme al crimen. Nadie nunca sabrá que tu sabias, tampoco. Simplemente no le digas a nadie más, ¿está bien? Ni siquiera a Emily y a Spencer.

                Hanna se dio vuelta y miró el pasillo, tratando de perderse. Quizás Aria estaba en lo cierto. Quizás este tipo Olaf, quien sea que fuera, podría evadir a la policía. Ese era el único modo de que el secreto de Aria se mantenga a salvo. Ese era el único modo de que Hanna se mantendría a salvo también.

                Y, misericordiosamente, estuvieron a salvo, por casi un año. La historia salía en las noticias de vez en cuando, pero no había muchos detalles, y los reporteros jamás mencionaron a un cómplice. Una vez, Hanna vio un reportaje con Spencer y Emily en la habitación, el secreto se sentía como lava caliente en su interior. Pero no dijo nada. No podía traicionar la confianza de Aria. Aria no se atrevía a contarles tampoco—mientras menos que supieran esas chicas, mejor.

                Luego de un tiempo, lo ocurrido ya no perseguía a Aria. Olaf había desaparecido en el olvido, y él se había llevado la pintura con él. Las cosas habían mejorado entre ella y Noel también, ese viaje a Islandia era un recuerdo distante. Ella estaba a salvo. Nadie sabía.

                Haciéndose Ilusiones. Alguien sabía—y esa persona estaba manteniendo este secreto muy, muy guardado hasta que fuera el momento correcto. Y ahora, al final del último año de las chicas, ese mismo alguien decidió hacerlo público.

                El tercer—y más temible—A.




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