Traducido por: Daniela.
Corregido por: Roberta, Brayan.
¿Alguna vez has tenido una sensación terrible de que
algo estaba a punto de ocurrir… y que después se hiciera realidad? ¿Como cuando
estabas de vacaciones y de repente tuviste un flash de tu mejor amiga gritando
de agonía—y luego de eso te dijo que se había roto el brazo exactamente en ese
momento? ¿O cuando tuviste esa sofocante sensación de que no te deberías quedar
en esa B&B en Maine—y luego el techo se desplomó esa noche? ¿O esa vez que
jurabas que oíste sirenas en una intersección—y el peor accidente de la ciudad
ocurrió allí la semana siguiente? Quizás suena un poco drogo-hippy, pero a
veces los sextos sentidos son reales. Si una pequeña voz en tu cabeza te dice
que algo está ocurriendo, quizás deberías escucharla.
En Rosewood, demasiadas cosas horribles
habían ocurrido—especialmente para cuatro lindas chicas. Así que en una
calurosa noche de verano, cuando una de ellas estaba azarosamente atorada con
un mal presentimiento de que algo horrible acababa de ocurrir, ella trató de
ignorarlo. No podría haber caído un relámpago otra vez.
Pero ¿adivina qué? Sí ocurrió.
A pesar de que eran casi las tres AM en
Reykjavik, Islandia, el cielo aún estaba en un tenebroso color blanco como de
alba. La única pista real de que estaban en plena noche, era la ausencia de
gente—no había nadie en las orillas de la poza Tjörnin. El bar Kaffibarinn,
donde Björk supuestamente iba de fiesta, estaba vacío. No había compradores
marchando de un lado a otro por la avenida principal. Todos estaban seguros en
cama, las persianas que no dejaban pasar la luz estaban bien cerradas, las
máscaras de ojos bien puestas.
Bueno, no todos exactamente.
Aria Montgomery caía por una ventana abierta en un oscuro chateau llamado Brennan
Manor apenas saliendo de la ciudad. Su cadera golpeó el frío suelo, y gritó
ruidosamente, luego se volvió a parar y cerró rápidamente la ventana. A dentro,
las alarmas estaban sonando, pero aún no veía ningún auto policial subiendo la
colina.
Miró por el vidrio en busca de Olaf, un
chico que acababa de conocer. ¿Qué diablos estaba haciendo ella aquí?
Se suponía que debía estar acurrucada en cama en el hostal junto a su novio,
Noel—no escapándose y colándose con un extraño. Ni estando a punto de ser
arrestada y encerrada por el resto de su vida.
Olaf apareció en la ventana, levantando
una pintura hacia el vidrio para que Aria la vea. Brillantes espirales
estrellados se expandían en el lienzo. La pequeña ciudad estaba de cabezas, las
torres parecían estalactitas en una cueva. En la esquina estaba la firma: Van
Gogh.
Como de Vincent.
Una vez más Aria sintió unas náuseas
oníricas. Ella los había hecho venir aquí. Ella había encontrado
esa pintura y la había sacado de la pared. Pero ahora se daba cuenta del gran
error que había cometido.
Miró a Olaf. - ¡Suelta eso! – Gritó por
el vidrio - ¡Sal antes de que la policía venga!
Olaf abrió la ventana. - ¿Qué dices? –
Él dijo en su acento Islandés – Fue tu idea. ¿O estás arrepintiéndote? Quizás
eres más como tu filisteo novio de lo que yo creí. Más Americana de lo
que pensé.
Aria se dio vuelta. Ella sí se
estaba arrepintiendo. Ella sí era Americana. Estaban de vacaciones,
después de todo—todo lo que ella había querido era una noche de diversión. No
se suponía que las vacaciones terminaran así.
Durante la primavera pasada, cuando
Noel anunció que él estaba organizando un viaje a Reykjavik para él, Aria, el
hermano de Aria, Mike, y la novia de Mike, Hanna Marin, Aria había estado muy
emocionada. Ella había vivido tres años en Islandia con su familia luego de que
la mejor amiga de las chicas, Alison DiLaurentis, se desapareció al final de
séptimo grado, y no podía esperar para volver.
Hanna también necesitaba
un viaje—a donde sea. Junto a sus otras dos mejores amigas, Spencer
Hastings y Emily Fields, acababan de superar meses de ser acechadas y
atormentadas por un malvado mensajero llamado A, quien era la verdadera Alison
DiLaurentis—la Ali que ellas habían conocido era en realidad la gemela
de Ali, Courtney. Courtney había estado en un hospital mental la mayor parte de
su vida, pero había intercambiado el lugar con su hermana al comienzo de sexto
grado, pretendiendo ser amiga de Aria, Spencer, Emily y Hanna. La Verdadera Ali
se vengó de Courtney matándola la última noche de séptimo grado…y se vengó de
las chicas convirtiéndose en A y casi matándolas.
Así que Aria y Hanna estaban
emocionadas por venir aquí cuando Noel planeó las vacaciones. La Verdadera Ali
estaba muerta, y A se había ido, y ya no tenían nada que temer. Luego ocurrió
su viaje a Jamaica en el receso de primavera. Unas cuantas cosas horribles
ocurrieron allí también. Ahora, en Julio, Aria y Hanna estaban guardando
secretos una vez más. Apenas habían hablado desde que habían llegado. No
ayudaba que Noel no estuviera impresionado con Islandia para nada, o que Mike
odiara el lugar tanto como cuando vivieron allí.
Esta noche, la situación había bajado a
un nuevo nivel. Al comienzo, Aria simplemente coqueteó con Olaf, un desaliñado
islandés intelectual que habían conocido en un bar al final de la calle, para
molestar a Noel. Cinco tragos de Muerte Negra, el trago local, más tarde, y
Aria se encontró a ella misma en un callejón, con los labios de Olaf pegados a
los de ella. Adelantemos unas pocas horas, y ahora…esto.
La fuerte alarma de la casa subió de
volumen. Olaf trató de abrir más la ventana, pero se quedó atascada.
Aria se congeló. Si lo ayudaba, ella
estaría realmente ayudando en un robo. – No puedo.
Olaf giró sus ojos y trató una vez más.
No se movía. Él dejó la pintura caer ruidosamente al piso. - ¡Usaré la puerta!
– Le gritó – Espérame ¿Está bien?
Se desapareció. Aria miró por el
vidrio, pero todo lo que vio fue oscuridad. Luego escuchó un sonido chirriante
tras ella. Caminó de puntillas alejándose de detrás de los arbustos y miró por
el costado de la casa. Había tres autos policiales subiendo por la entrada, las
luces sobre los autos reflejaban una luz azul en el elegante empedrado de la
casa. Los autos se deslizaron hasta detenerse, y seis policías salieron de
ellos, con armas en mano.
Aria corrió hacia el espeso bosque. Ni
siquiera sabía que los policías Islandeses llevaban armas.
Los policías se acercaron al frontis y
gritaron algo en Islandés que Aria solo pudo suponer que significaba - ¡Sal con
las manos arriba! – Miró la pesada y retorcida puerta trasera, la cual ella
asumió que Olaf iba a tratar de usar. No estaba abierta. Quizás tenía un
complejo sistema de cerrado desde adentro que él no pudo entender. ¿Estaría
atrapado? ¿Los policías lo encontrarían? ¿Debería esperar? ¿O debería correr?
Sacó el celular internacional que
compró para el viaje y miró la pantalla. Ella necesitaba consejo…pero no podía
llamar a Noel. Con los dedos temblando, marcó otro número.
Hanna Marin salió de sus sueños y
parpadeó en la oscuridad. Estaba en una larga y angosta habitación. Una foto de
un caballo con patas cortas y gruesas colgaba sobre su cabeza. Su novio, Mike,
roncaba junto a ella, sus pies salían del pesado edredón. La cama al otro lado
de la habitación, donde su mejor amiga Aria Montgomery y el novio de Aria, Noel
Kahn, deberían estar durmiendo, estaba vacía. Hanna miró el letrero de la calle
afuera por la ventana. Era como el inglés, pero también como letras sin
sentido.
Cierto. Estaba en Islandia. De
vacaciones.
Qué vacaciones eran estas. ¿Qué
veía Aria en este país? Estaba claro todo el tiempo. Los baños olían a
huevos podridos. La comida era asquerosa, y las chicas Islandesas eran
demasiado exóticas y lindas. Y ahora, mientras Hanna descansaba allí, estaba
agobiada con el sentimiento de más mal agüero. Como que alguien acababa de
morir, quizás.
Su celular sonó, y saltó. Miró la
pantalla. No reconocía el número, pero algo la hizo contestar de todos modos.
- ¿Hola? – Hanna susurró, tomando el
teléfono con ambas manos.
- ¿Hanna? – La voz de Aria dijo. Había
sirenas de fondo.
Junto a ella, Mike se movió. Hanna se
bajó de la cama y caminó hasta el pasillo. - ¿Dónde estás?
- Estoy en problemas – Las sirenas
sonaban más fuerte. – Necesito tu ayuda.
- ¿Estás herida? – Hanna preguntó.
El mentón de Aria tembló. En el frente
de la casa, la policía estaba tratando de derribar la puerta frontal. – No
estoy herida, pero como que me colé en una casa y robé una pintura.
- ¿Tú qué? – Hanna chilló, su
voz hizo eco en el tranquilo pasillo.
- Vine aquí con ese chico de más
temprano. Él mencionó que una inapreciable pintura de práctica de la Noche
Estrellada de Van Gogh estaba en una mansión en el centro de la ciudad.
Había sido robada de un barrio marginal Judío en parís o algo durante la
Segunda Guerra Mundial, y el ladrón nunca la devolvió.
- Espera, ¿Estás con Olaf? – Hanna
cerró con fuerza sus ojos, recordando el incómodo pleito que tuvo con Aria y
ese tipo cualquiera con barba besándose en un callejón más temprano. Él parecía
perfectamente inofensivo, pero Aria ya tenía un novio.
- Correcto – Los policías echaron abajo
la puerta. Los seis entraron como Storm Troopers. Aria agarró con fuerza el
teléfono – Ambos entramos para encontrar la pintura. No creí que lo
haríamos…pero allí estaba. Luego todas las alarmas sonaron…Salí. Ahora la
policía está aquí. Tienen armas, Hanna. Olaf sigue atrapado adentro.
Necesito que vengas a buscarnos en uno de los caminos traseros—acortaremos por
el bosque y te encontraremos. No hay modo de que podamos tomar el Jeep de Olaf
con todos estos policías aquí.
- ¿Los policías te ven ahora?
- No, estoy por la parte trasera, en el
bosque.
- Jesús, Aria, ¿Por qué sigues allí? –
Hanna gritó - ¡Corre!
Aria miró la puerta trasera – Pero Olaf
sigue adentro.
- Aria, ¿Qué te importa? – Hanna chilló
- ¡A penas conoces al tipo! Corre, ahora. Iré en la motocicleta. Dame el
nombre de la calle en que estás una vez que llegues por el bosque, ¿está bien?
Hubo una pausa larga. La mirada de Aria
estaba fija en las luces intermitentes de la policía. Tanteó el bosque tras el
chateau. Luego, finalmente, miró la casa una vez más. Aun nada de Olaf. Y Hanna
estaba en lo cierto. Ella no lo conocía.
- Está bien – dijo temblorosamente. –
Iré.
Colgó y corrió por el bosque, su
corazón latía a una milla por minuto. Se cayó sobre una gran rama, rompiendo el
tacón de su zapato y rasgándose fuertemente su rodilla. Se esforzó a través de
un poco profundo arroyo, mojando la mitad de su vestido. Para cuando estaba en
el camino de la ciudad, estaba fría y sangrando. Llamó a Hanna, le dijo en qué
calle estaba, y colapsó en la cuneta para esperar. Aún podía oír las sirenas en
la distancia. ¿Habrían encontrado a Olaf para este entonces? ¿Él les habría
dicho que ella había estado con él? ¿Y si la estaban buscando a ella?
Cuando vio a Hanna en la motocicleta al
final de la calle, casi se puso a llorar de la emoción. Condujeron de vuelta
silenciosamente, el ruido del motor y el viento eran muy fuertes como para que
Hanna haga cualquier pregunta.
En el hostal, abrieron la puerta tan
silenciosamente como pudieron. Hanna prendió una luz en la pequeña cocina y
miró a Aria con los ojos bien abiertos. – Oh dios mío – susurró – Necesitamos
limpiarte.
Hanna empujó a Aria hacia el baño
común, le lavó la rodilla, y sacó las ramitas de su cabello. Corrieron lágrimas
por la cara de Aria todo el tiempo. – Lo siento – Aria seguía diciendo – No sé
qué me ocurrió.
- ¿Estás segura de que la policía no te
vio? – Hanna preguntó rigurosamente, pasándole una toalla.
Aria se rascó la cabeza. – No lo creo.
Pero no sé lo que ocurrió con Olaf.
Hanna cerró sus ojos – Mejor espera que
no les diga que tú estabas con él. Porque no sé cuánto puedo ayudarte, Aria.
- Él no sabía mi apellido – Aria dijo –
poniendo la toalla sobre el radiador y caminando al pasillo otra vez. – Quizás
estaré bien. Pero sea como sea, por favor no digas…
Se distrajo, mirando tras ella. Noel
estaba de pie al final de las escaleras junto a la puerta trasera, vestido con
una sudadera y jeans, aunque no eran la misma sudadera y jeans que había usado
más temprano. Su frente estaba húmeda con sudor al igual que cada vez que
tomaba, pero había una mirada de entendimiento en su cara que hizo que los
interiores de Aria se estremezcan. ¿Qué había escuchado?
- Allí estas – Noel subió las escaleras
y tocó la cabeza mojada de Aria. - ¿Te duchaste?
- Uh, si – Aria cruzó sus piernas para
esconder la herida en su rodilla - ¿Dónde estabas tú?
Noel hizo un gesto hacia las escaleras.
– Fumando un pito.
Aria consideró hacer un comentario
sarcástico, pero se arrepintió— ¿quién era ella para juzgar? En vez de eso,
tomó la mano de Noel – Vamos a dormir.
Sus ojos estaban bien abiertos cuando
se metieron bajo las sábanas. Noel se acomodó junto a ella, sus piernas
desnudas picaban las de ella. - ¿Y dónde estabas tú? – Había amargura en
su voz - ¿En el bar con Gayloff?
Aria se dio vuelta, la culpa salía por
sus poros tan mordazmente como los tragos salían por los poros de Noel. Ella se
erizó, anticipando una pelea. Pero luego Noel puso sus brazos alrededor de ella
y la acercó.
- Hagamos tregua. Este viaje ha sido
raro. Yo he estado siendo raro. Y lo siento.
Los ojos de Aria se empaparon. Eso era
exactamente lo que necesitaba oír… con cinco horas de retraso. Puso sus brazos
alrededor de Noel y lo apretó con fuerza. – Lo lamento también – Ella nunca
había dicho algo con tanto sentimiento.
- Nada que lamentar – Noel dijo
adormecido – Te amo, A…
Murmuró en su almohada mientras se
durmió. Por medio segundo, Aria pensó que lo escuchó decir algo más. Algo
extraño. Pero pensándolo bien, Noel estaba borracho. Incluso si él había
dicho lo que ella pensaba que él había dicho, él ciertamente no se refería
a eso. No era como si Aria fuera a sacar el tema mañana tampoco.
No quería volver a mencionar esta noche
nunca más.
A la mañana siguiente, Hanna, Aria,
Noel, y Mike se retiraron del hostal y partieron al aeropuerto. Pasaron por la
línea de seguridad y se armaron con snacks y aburridas revistas para el largo
viaje en avión de vuelta a casa. Si Aria se veía nerviosa, Noel no lo
cuestionó. Cuando Noel se quejó de que el enclenque aeropuerto no tenía un
McDonald’s, Aria no lo atacó. Cuando Hanna y Aria hablaron aún menos de
lo usual, ni Mike ni Noel lo remarcaron. Solo estoy cansada, planeaban
decir si alguien les preguntaba. Ha sido un largo viaje. Extraño mi cama.
El avión tenía una TV satelital y Aria
puso el CNN International cuando abordó. De repente, allí estaba: una toma del
chateau. Estaba incluso aún más destartalada y se veía más encantada de lo que
recordaba Intrusos en Brennan Manor decía el titular.
Un video mostró las sombrías, cerradas,
habitaciones. Luego había una borrosa foto protegida de Noche estrellada…y
un boceto policial de Olaf – Este es el ladrón que se escapó con la pintura,
descrito a la policía por un testigo que vive en la calle – dijo el reportero –
Ahora las autoridades están tras él.
La boca de Aria se abrió de golpe. ¿Olaf
lo logró?
Hanna miró la pantalla de la TV con
horror. La situación había cambiado. La valiosa pintura había sido robada, y
Aria había ayudado a facilitarlo. Hanna pensó en los casos de robo de arte en
los que su padre había trabajado cuando practicaba leyes: Incluso la gente que
sabía sobre el crimen eran culpables. Ahora ella era una de esas personas.
Aria tocó el brazo de Hanna, sintiendo
lo que estaba pensando. – Olaf fue inteligente, Han. Él no será atapado…lo que
significa que nunca dirá que yo estuve con él. La policía nunca podrá
conectarme al crimen. Nadie nunca sabrá que tu sabias, tampoco. Simplemente no
le digas a nadie más, ¿está bien? Ni siquiera a Emily y a Spencer.
Hanna se dio vuelta y miró el pasillo,
tratando de perderse. Quizás Aria estaba en lo cierto. Quizás este tipo Olaf,
quien sea que fuera, podría evadir a la policía. Ese era el único modo de que
el secreto de Aria se mantenga a salvo. Ese era el único modo de que Hanna se
mantendría a salvo también.
Y, misericordiosamente, estuvieron
a salvo, por casi un año. La historia salía en las noticias de vez en cuando,
pero no había muchos detalles, y los reporteros jamás mencionaron a un
cómplice. Una vez, Hanna vio un reportaje con Spencer y Emily en la habitación,
el secreto se sentía como lava caliente en su interior. Pero no dijo nada. No
podía traicionar la confianza de Aria. Aria no se atrevía a contarles
tampoco—mientras menos que supieran esas chicas, mejor.
Luego de un tiempo, lo ocurrido ya no
perseguía a Aria. Olaf había desaparecido en el olvido, y él se había llevado
la pintura con él. Las cosas habían mejorado entre ella y Noel también, ese
viaje a Islandia era un recuerdo distante. Ella estaba a salvo. Nadie sabía.
Haciéndose Ilusiones. Alguien sí
sabía—y esa persona estaba manteniendo este secreto muy, muy guardado hasta que
fuera el momento correcto. Y ahora, al final del último año de las chicas, ese
mismo alguien decidió hacerlo público.
El tercer—y más temible—A.
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