miércoles, 20 de febrero de 2013

PLS - Hanna - Capítulo 4: Nunca volverás a trabajar en este mall


Traducido por: Daniela
Corregido por: Raúl S, Pilar y Brayan.

El martes después de la escuela, Hanna pasó entre las puertas dobles que decían ¡BIENVENIDO A LA GRAN APERTURA DEL MALL DEVON CREST! en el vidrio. Entró a un gran patio interior y tomó aire. Olía a una combinación de pretzels Auntie Anne, café de Starbucks y una mezcla de perfumes. Una gran fuente burbujeaba y chicas bien vestidas que llevaban bolsas de Tiffany & Co., Tory Burch, y Cole Haan pasaron pavoneándose. Era similar al centro comercial King James, donde regularmente Hanna salía a cazar, pero lo suficientemente diferente como para que no evocase un sólo recuerdo de sus muchas salidas de compras con Mona allí.
El solo estar rodeada por negocios hizo que Hanna se sintiera mejor. Debería haber visitado el centro comercial antes, pero no había tenido tiempo. Ayer, como parte del espectáculo de los Doce Días de Navidad, había ido con su padre, Isabel y Kate a una presentación de El Mesías de Handel en Villanova—aburrido. El día anterior a eso, había ido a una degustación de rompope en Williams-Sonoma, y para el disgusto de Hanna, a ella y Kate solo se les permitió beber el rompope sin alcohol, el cual sabía a leche en polvo sin lactosa y rancia. Tenían planes para ir a una de las grandes tiendas para ver alguna especie de patético display de luces esa noche, pero la tienda había sido cerrada porque estaba infestada con chinches. Qué pena.
Ahora, Hanna pasó un área de descanso con una pequeña cafetería que vendía 208 tipos diferentes de té y una pastelería libre de gluten. Sacó su celular para chequear una vez más si Lucas la había llamado o enviado un mensaje, pero no había ni un email, correo de voz o tweet. Se había ido hace dos días y ya había olvidado su promesa de llamar a diario.
Como sea. Podía confiar en Lucas, ¿cierto? Hanna levantó su mentón al aire, tratando de permanecer calmada, y se detuvo para mirar el directorio del centro comercial. Había un Otter, su boutique favorita. Ahogaría sus frustraciones comprando el mejor atuendo de todos los tiempos.
- Hey, linda.
Hanna volteó su cabeza para ver al chico universitario que seguramente había hecho el comentario, pero no había nadie allí. En vez de eso, vio un pueblito de Santa Land repleto con bastones de dulce inflables, una casa de jengibre y un montón de elfos universitarios que parecían aburridos, usando zapatos y sombreros puntiagudos. Santa Claus estaba sentado en un trono dorado, su gorro estaba doblado.
- Linda sonrisa, preciosa, - dijo la voz otra vez, y Hanna se dio cuenta de que era Santa. Le hizo señas con su guante blanco para que se acercara . - ¿Quieres sentarte en mi regazo?
Ew!- susurró Hanna, escabulléndose lejos. Pudo oír su jo-jo-jo resonando todo el camino hasta las escaleras mecánicas.
Otter brillaba desde el corredor como un reconfortante foco de moda. Hanna entró, moviendo la cabeza de arriba abajo con una relajada mezcla de música. Levantó una bufanda de seda y la presionó contra su cara. Luego inhaló el costoso aroma de las carteras de Kooba de suave cuero y pasó sus dedos por los jeggings y los vestidos Marc Jacobs de raso ajustados a la cintura . Su ritmo cardíaco se desaceleró. Prácticamente podía sentir bajar su nivel de estrés.
- ¿Puedo ayudarte? - Dijo una voz cantarina. Una menuda vendedora rubia, que vestía una falda tubo a la cintura y la misma blusa de seda a puntitos que Hanna estaba mirando lujuriosamente en el colgador, apareció junto a ella. - ¿Buscas algo en especial?
- Definitivamente necesito unos nuevos jeans. - Hanna palmeó un par de pitillos J Brands en la mesa. - Y quizás este vestido, y esto. - Hizo una seña al suéter de cachemira de Alice + Olivia.
- Oh, ese es hermoso, - la vendedora dijo con entusiasmo. - Tienes un gran gusto. ¿Quieres que te busque algunas cosas y prepare un probador mientras echas un vistazo?
- Claro, - dijo Hanna.
- Genial. - La vendedora miró a Hanna de arriba abajo, luego asintió. - Déjamelo todo a mí. Soy Lauren, por cierto.
- Hanna. - Sonrió. Parecía como el comienzo de una bella amistad. Quizás Lauren le guardaría artículos nuevos para que ella se los pudiera probar antes de que otras chicas pudieran poner sus sucias manos en ellos, tal como Sasha en el Otter de King James lo hacía.
Dio una vuelta por la tienda, escogiendo varios suéteres y vestidos más. Lauren escogió otros artículos que pensó que a Hanna le gustarían, incluyendo un montón de jeans, y los llevó a la parte de atrás. Cuando Hanna estaba lista para probarse las cosas, notó que Lauren había seleccionado el probador de la esquina más grande para ella. Otros tres vestidores estaban ocupados, pero eran mucho más pequeños, como si esas chicas no fueran tan importantes.
Hanna cerró las cortinas, se arregló el cabello y miró los bellos conjuntos que colgaban de sus perchas en el poste. Era tiempo de hacerle algo de daño a su tarjeta de crédito. Pero de repente, su mirada se congeló en la etiqueta de uno de los leggings de mezclilla que Lauren había escogido que estaba sobre la silla estampada.
Talla seis.
Frunció el ceño e inspeccionó el siguiente par en la pila de Lauren. Este también era un seis. Miró las etiquetas de los vestidos que Lauren había elegido. También seis. No había nada de malo en ser talla seis—para la mayoría de las chicas—pero Hanna no había sido un seis desde antes de su transformación con Mona en octavo grado.
- Eh, ¿Lauren? - Hanna sacó su cabeza del vestidor. Lauren apareció al final del pasillo y Hanna le dio una sonrisa de disculpa. - Creo que ha habido un error. Soy un dos.
Una mirada incómoda apareció en la cara de Lauren. - De verdad creo que deberías probarte el seis. Los leggins de J Brand son un poco pequeños.
Hanna se enfureció. - Ya tengo tres pares de J brands. Sé exactamente cómo son sus tallas.
Lauren presionó sus labios. Un segundo largo pasó, y alguien en uno de los otros vestidores suspiró. - Está bien, - dijo Lauren luego de un momento, encogiéndose de hombros. - Veré si tenemos dos y cuatros en stock.
La cortina se cerró otra vez. Mientras Lauren se iba por el pasillo, Hanna juró haber oído una suave risa. ¿Acaso Lauren se estaba riendo de ella? Las otras chicas en los vestidores adyacentes se habían puesto muy silenciosas, casi como si estuvieran escuchando—y juzgando.
Lauren estuvo de vuelta en segundos con los nuevos jeans. Hanna los tomó de sus manos y cerró las cortinas otra vez. ¡¿Cómo se atrevía esa estúpida vendedora a reírse de ella?! ¿Y cómo pudo haber mirado a Hanna de arriba abajo y haber asumido que era seis? ¿No se suponía que las vendedoras tenían un agudo sentido para saber qué talla un cliente era? ¿No pasaban por algún tipo de entrenamiento? Hanna nunca había sido tratada tan desconsideradamente en el otro Otter. Tan pronto como Hanna se fuera de allí, iba a llamar a la oficina corporativa de Otter para reclamar.
La mezclilla de los jeans talla dos se sintió suave en sus desnudos tobillos. Hanna los estiró por sus pantorrillas, pero cuando los levantó hacia sus muslos, el algodón no cedió. Hanna se miró en el espejo. Obviamente este par estaba defectuoso.
Se salió del talla dos y se probó la siguiente talla. Pudo pasarlos por su trasero, pero no había modo de abotonarlos. ¿Qué rayos estaba ocurriendo?
Como último recurso, se probó el seis que Lauren había escogido para ella. Cerró el botón y se miró en el espejo. Sus piernas se veían hinchadas. Había un poquitito de grasa saliendo por la cintura del pantalón. Las costuras se estiraban como si fueran a soltarse en cualquier segundo. El corazón de Hanna comenzó a latir fuertemente. ¿Podrían estar defectuosos todos estos jeans?
¿O  es que había subido de peso?
Hanna pensó en las galletas que había comido en la fiesta navideña. Y las sobras de la fiesta que había comido la noche anterior mientras veía TV en su habitación, escondida de su papá, Isabel y Kate. Y los trozos de dulce de leche que había sacado de una caja abierta en la isla cuando había pasado por la cocina.
Su piel comenzó a hormiguear. Se sentía a un paso de volver a ser la gorda, fea y estúpida perdedora que había sido antes de que Ali se hiciera su amiga en sexto grado. Echó un vistazo a su reflejo otra vez y por un pequeño segundo, vio una chica con cabello marrón caca, bandas elásticas rosadas en sus frenillos, y granos en su frente. Era la vieja Hanna, la chica que juró que nunca, jamás volvería a ser.
- No,- balbuceó Hanna en voz baja, cubriéndose los ojos con las manos y cayendo sobre la silla.
- ¿Hanna? - Las plataformas de Lauren aparecieron bajo la puerta. - ¿Todo bien?
Hanna forzó un sí, pero todo estaba muy, muy lejos de estar bien. De repente, sentía como si su vida estuviera saliéndose de control. Y tenía que hacer algo al respecto—rápido.

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