domingo, 15 de febrero de 2015

Vicious - Capítulo 25: Vaya Luna de Miel

<<Capítulo 24


           Traducido por: Daniela
Corregido por: Andrea F.


Un poco después de las 1 AM—después de los fuegos artificiales; los muchos brindis de Hailey Blake, de la madre de Hanna, de los amigos de lacrosse de Mike, e incluso del padre de Hanna; después de haberse tomado un montón de fotos glamorosas en la alfombra roja, y después de que besó a un millón de familiares y retweeteó fotos de la boda al menos treinta veces—los invitados de Hanna estaban de pie en los escalones de piedra de la mansión, despidiéndolos a ella y a Mike. La gente les arrojaba arroz a sus cabezas. Otros soplaban burbujas. Hanna miró a la multitud, buscando a sus amigas pero sólo encontró a Aria. Se preguntó a dónde se había ido a desaparecer Spencer. Era una pena que se estuviera perdiendo este momento.
           Luego apareció un vaso de champagne bajo su nariz. Levantó la mirada y vio a Mike sonriéndole.
           - ¿Uno para el camino? – hizo un gesto hacia la entrada de autos circular frente a ellos. Una Rolls-Royce esperaba, con el motor zumbando.
           Hanna levantó una ceja. - ¿ coordinaste eso?
           - Quizás, - Mike dijo astutamente. Sonrió misteriosamente y tomó el brazo de Hanna. – Ven. Vamos.
           Hanna miró hacia atrás a los dispersos invitados—su mamá estaba lagrimeando mientras se despedía con la mano de Hanna y Mike; su tía Maude, quien siempre había sido un bombón, estaba coqueteando con el Sr. Montgomery; y la mayoría de los invitados sostenían sus teléfonos, tomándole fotos a la decoración, que se irían directo a Instagram. Se despidió vagamente con la mano y tomó la mano de Mike, luego se volteó hacia él, emocionada por cual sea que fuese a ser la siguiente sorpresa. En realidad no habían hablado sobre después de la boda… probablemente porque Hanna y Ramona habían estado tan envueltas en la boda misma. – Lo que sea que digas, marido, - murmuró.
           - Así es, esposa, - Mike le besó el oído y abrió la puerta trasera del auto. El aroma a cuero fresco se dispersó. - ¿La pasaste bien?
           - Increíblemente, - Hanna suspiró, sentándose. Mike se subió a su lado, y el auto se alejó. Hanna apoyó su cabeza en el hombro de Mike y cerró sus ojos, sintiéndose algo atontada y completamente feliz. Eventualmente el auto se detuvo. Cuando levantó la vista, Hanna no estaba frente a un lujoso hotel en Philly ni siquiera en un pintoresco B and B, como esperaba. Llegaron a su casa.
           - Oh, - dijo, algo decepcionada. El único consuelo, supuso, era que su madre no desaprobaría que compartan la cama.
           - Sólo espera, - Mike dijo ansioso, ayudándola a bajar del auto. Había una gran sonrisa en su cara, la guio por el costado de la casa hasta atrás. Cuando vio su patio trasero, Hanna resopló.
           Había antorchas tiki encendidas en una hilera alrededor de la terraza trasera, sonaba música Hawaiana lentamente a través de los parlantes exteriores, y la máquina de sonido del dormitorio de Hanna estaba puesta en la pared baja, tocando Olas Oceánicas. Había muchas piscinas infantiles llenas con agua, había palmeras inflables por todos lados, y la mitad de la terraza estaba cubierta con montones de arena. Dos margaritas estaban ubicadas en una pequeña mesa junto a las tumbonas.
           Hanna sonrió confundida a Mike. - ¿Qué es todo esto?
           - Bueno… - Mike jugueteó con sus dedos con timidez. – Sé que siempre has querido una luna de miel tropical, a Hawaii o al Caribe o lo que sea. Y pensé que ya que no podemos tener una luna de miel en las islas, podría traer las islas a nosotros. Pero si no te gusta, podemos volver al Ritz o lo que sea.
           - Me encanta, - Hanna dijo, más tocada de lo que pudo expresar. Acercó a Mike y lo abrazó, ardían lágrimas en el rabillo de sus ojos. Con cada momento que pasaba de la noche, desde cuando lo vio en el altar, hasta cuando recitaron sus votos, y hasta cuando él bailo tres bailes seguidos con sus familiares perdedores de Florida, no podía pensar que pudiera amarlo más… pero esto puede que lo haya superado todo. Le asombraba una y otra vez que Mike hiciera todo esto por ella, y aun saber, en el fondo, que él y Hanna probablemente nunca estarían juntos. Que su único momento juntos sería en una sala de visitas de una prisión, o en una corte, o durante llamadas telefónicas. Y aun así el seguía con todo esto.
           Pensándolo bien, ¿quién sabe? Siempre había esperanza, ¿cierto?
           - ¿Te gusta de verdad? – preguntó él, con su mentón sobre la cabeza de Hanna.
           - Es perfecto. Tú eres perfecto, - dijo, pasando sus manos de arriba a abajo por su espalda. – Y tú vas a ser un marido genial.
           - Lo mismo para ti, - Mike dijo. Luego se inclinó hacia atrás y la miró, tocando una de las delicadas lentejuelas de la parte del frente de su vestido. – Y sabes, este vestido es bello y todo, pero quizás deberíamos ponerte algo más cómodo.
           - Segundo eso, - Hanna dijo coquetamente, tomando su mano y llevándolo adentro.
  
         Ding-dong.
           Hanna gruñó y  rodó, tocando el suave y desnudo estómago de Mike. Él suspiró durmiendo.
           Ding-dong.
           Ella se levantó y se restregó los ojos, mirando a su alrededor. Había mantas y sábanas enredadas alrededor de ella y Mike, y Dot se había acomodado entre ellos, con su cabeza en el trasero de Mike. Hanna reprimió una risa, luego sintió un crecimiento de melancolía. Si tan solo pudiera tener semanas, meses, años de despertarse juntos así.
           Hubo movimiento abajo, y Hanna recordó el timbre. Luego alguien golpeó su puerta. Hanna se puso una bata y abrió la puerta lo suficiente para ver la cara pálida y ojos de su madre. – La policía está abajo por ti, - su madre susurró. – El jurado ha hecho una decisión.
           - ¿Un domingo? – Hanna resopló. Instantáneamente estuvo levantada y vistiéndose.
           Todos tenían los ojos adormecidos cuando llegaron a la corte. Hanna tomó firmemente las manos de Mike mientras caminaron la distancia desde el estacionamiento hasta los escalones. Hubo flashes asomados en su cara, y no pudo evitar pensar que su chapucero intento en maquillaje y tosca peinada de su cabello, aun pegajoso con la laca del peinado de ayer, probablemente recibirían burlas en Twitter. Pero esos pensamientos rápidamente fueron ahogados por las preguntas que los reporteros gritaban. - ¿Qué crees que el jurado decidirá? ¿Cómo te sientes respecto a ir a prisión? ¿Crees que quedarás en libertad?
           Una vez adentro, Mike se volteó hacia Hanna y le apretó con fuerza su brazo. – Va a estar bien.
           Hanna asintió, demasiado temerosa para hablar con miedo de vomitar. De algún modo, sus piernas se las arreglaron para llevarla hasta la corte. Spencer y Aria ya estaban en sus asientos, sus caras tenían la sangre drenada. Sin palabras, Hanna se sentó junto a ellas y juntaron sus manos. Su pulso se aceleró rápido.
           Los miembros del jurado se reacomodaron, los abogados tomaron sus sitios, y el juez apareció en su banca. La mirada de Hanna fue hacia el resto de la multitud—sus padres, los padres de Aria, un montón de gente de la prensa. Luego miró de vuelta a los miembros del jurado en su estrado. De repente, uno de ellos le encontró la mirada. Una pequeña sonrisa apareció en la cara de la mujer. Hanna sintió su mandíbula abrirse. Eso tenía que ser una buena señal, ¿cierto? ¿El jurado había decidido que no eran culpables?
           La resonante voz del juez se sintió en la habitación, y todos los ojos se dirigieron a él. - ¿El jurado ha hecho un veredicto? – preguntó.
           Un tipo pálido, de mediana edad, quien hacía de representante del jurado, tomó un papel doblado firmemente. – Lo tenemos, su señoría.
           Parecía que le tomó años al alguacil caminar desde el estrado del jurado hasta la banca del juez. Hanna pensó que se desmayaría cuando el juez le recibió el papel y lo estudió. Las uñas de Spencer se enterraron en la palma de Hanna. Aria temblaba junto a ella. Por pocos segundos, parecía que ni una sola persona en la corte respiraba.
           El juez tosió, luego bajó sus lentes en su nariz. Miró al presidente del jurado y preguntó, - ¿cuál es el veredicto?
           El hombre respondió, - Nosotros, el jurado, considera a Hanna Marin, Spencer Hastings, y Aria Montgomery culpables del asesinato de Alison DiLaurentis.
           Hanna quedó boquiabierta. Alguien cerca de ella gritó. La mano de Spencer se soltó de la suya. Hanna miró ciegamente alrededor de la corte, su mirada primero se detuvo en el Sr. DiLaurentis, quien estaba en su asiento regular en la parte de atrás. Había una pequeña y tensa sonrisa en su cara. Luego Hanna encontró a Mike en la multitud. Su piel estaba pálida como las cenizas. Parpadeaba con fuerza, quizá para aguantar las lágrimas. Hanna lo miró tanto como pudo, pero no pudo ofrecer una sonrisa de valentía, y él tampoco. Allí fue cuando se dio cuenta. Mike no había pensado realmente que esto fuera a pasar.
           Quizá ella tampoco. Pero la realidad decantó, y la hizo sentir mareada: nunca iba a volver a verlo, excepto en la sala de visitas de una prisión. Nunca iba a ver a nadie más otra vez.
           El juez dijo más después de eso—algo de que las chicas cumplirían sus cadenas perpetuas inmediatamente, ya que todas eran personas con riesgo de escapar, y que esa sentencia sería cumplida en la Correccional del Estado de Keystone, pero Hanna a penas lo registró. Su visión comenzó a atenuarse. Culpable. Culpable. Culpable. Resonaba en su cabeza como un gong. Vida en prisión. Por siempre.
           Y luego todo oscureció.



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