sábado, 14 de febrero de 2015

Vicious - Capítulo 23: ¡Acepto!

<<Capítulo 22

Traducido por: Daniela
Corregido por: Andrea F.


           Treinta minutos antes del gran momento en que Hanna camine hacia el altar, ella, su madre, y Ramona estaban de pie en un vestidor en la mansión Chanticleer. Ramona sostenía un pequeño par de tijeras de uñas al aire. – Una vez que te pongas este vestido, no te quiero sentada, - instruyó. – Se va a arrugar, y ese es la mayor metedura de pata de cualquier estrella en ascenso al pasar por la alfombra roja—y de cualquier novia, si vamos al caso. Y ya que vas a ser ambos, vas a tener que estar de pie por el resto del día.
           - Entendido, - Hanna respondió obedientemente, poniendo sus ondas de Hollywood, que su estilista había creado con su cabello castaño con mechas recién hechas, sobre sus hombros. Se miró a sí misma en el espejo y juntó sus labios color rojo profundo y bateó sus pestañas, las cuales habían sido arregladas con extensiones. Probablemente iba a ser la casi-criminal más bella en la historia de las chicas que estaban por ir a prisión.
           No era que se estuviera preocupando mucho de eso. O del hecho de que el alegato se haya hecho y que el jurado ahora esté ahora en la Posada Rosewood Holiday, reflexionando su destino. Su boda era hoy, e iba a disfrutarla, maldición. A pesar de que sólo había tenido una semana para planear, absolutamente todo había resultado. El clima era perfecto para una ceremonia al aire libre, y las hileras de sillas a ambos lados del camino al altar estaban decoradas con rosas blancas frescas. El rabino que su madre había encontrado era joven y alto y casi lindo—bueno, para ser un rabino, como sea— y las chicas que Hooters había enviado para servir las alitas y las otras cosas no eran las más vulgares que había visto. Los reporteros de Us Weekly habían llegado para colocar la alfombra roja en el gran vestíbulo. Hailey Blake le había mandado muchos mensajes preguntando si podía traer unos pocos más actores y modelos y demás. La comida de la hora del cóctel lucía deliciosa, y cada mesero que iba a estar entregando los canapés era más perfecto-como-modelo que el anterior. Las mesas de la sala de recepción estaban ubicadas de manera exquisita, con la porcelana de diseño plateado más bella que Hanna había visto. Ramona había contratado a la mejor compañía de fuegos artificiales en Filadelfia para lanzar una presentación seria durante la recepción, y #BodaHannaMarin había sido tweeteado 981 veces en las últimas tres horas. Hanna estaba motivada y lista.
           La Srta. Marin, quien lucía asombrosa con un vestido de tuvo Chanel color blanco crudo, comenzó a sacar el vestido de Hanna del plástico. Lenta y cuidadosamente, lo pasó por sobre la cabeza de Hanna y comenzó a estirar los dobleces y a esponjar la cola. – Hanna, - suspiró. – Es aún más bello de lo que yo recordaba.
           Un cosquilleo subió por la columna de Hanna cuando contempló su reflejo en el espejo. El vestido hacia que su piel luciera rosácea y su cintura minúscula. El adorno con cuentas en el cuerpo brillaba a la luz.
           - Está bien, - Ramona ladró—lo cual, Hanna se dio cuenta, era lo más cercano a  un cumplido que recibiría. Luego se apresuró en salir de la habitación, murmurando algo sobre revisar las flores.
           Hanna se volteó a su madre, quien estaba mirando hacia la parte de atrás de la habitación. – Entonces, - dijo, tomando aire. - ¿Estás lista para acompañarme hasta el altar?
           La Srta. Marin asintió, sus labios estaban muy apretados. Quizás para evitar llorar.
           Hanna sintió sus ojos humedecerse también. – Gracias por ser tan genial con todo esto, - dijo. – Sé que es algo… sin precedentes. Y que soy Joven. Y que—
           - Está bien, - la Srta. Marin interrumpió, dirigiéndose hacia ella y tocando sus hombros desnudos. – Te hace feliz. Eso es todo lo que quiero ver. Esto es todo lo que siempre he querido ver. – Sostuvo los brazos de Hanna y la miró de arriba abajo. - ¿Recuerdas cuando jugábamos a la boda cuando eras pequeña? Te dejaba usar mi enagua.
           Los labios de Hanna se separaron. Había olvidado que ella y su madre habían hecho eso juntas—tantos de sus recuerdos incluían a su padre y su atención especial. Pero de un momento a otro, recordó a su mamá ayudándola a ponerse la enagua con lazos sobre la cabeza y ponerse bucles en su cabello. Le entristeció que ese recuerdo haya pasado desapercibido por tanto tiempo. O que Hanna haya dado por perdida a su madre por tanto—quizás no debió.
           Luego golpearon la puerta, y la cabeza de Hanna se levantó. La Srta. Marin frunció el ceño. - ¿Quién podría ser?
           - ¿Quizás Ramona otra vez? – Hanna murmuró, saltando para abrirla. La visión de Hanna se ajustó cuando una alta figura entró a la pequeña habitación. Era su papá.
           - Oh, - La Srta. Marin dijo severamente.
           El Sr. Marin llevaba u traje negro conservador y una corbata roja. Cuando la vio, su cara se arrugó y sus ojos se suavizaron. – Oh, Hanna, - dijo efusivamente. – Mi bebé. Luces hermosa.
           Hanna se volteó dándole la espalda, instantáneamente molesta. - ¿Qué parte de no vengas no entendiste? – dijo.
           El Sr. Marin se cruzó de brazos. – Hanna. Sé que te he decepcionado de muchas formas. Y sé que me he puesto a mí antes que a ti muchas veces. No he sido un padre para ti, y nunca lo compensaré, y tienes derecho a odiarme para siempre. Pero por favor permíteme estar aquí. Por favor déjame verte casándote. Quiero acompañarte al altar.
           - Uh, ese trabajo ya es de alguien, - La Srta. Marin dijo. Puso una mano sobre el brazo de Hanna. - ¿Quieres que se vaya, cariño?
           Hanna apretó sus dientes. Su papá había hecho esto tantas veces. Y tantas veces lo había perdonado, sólo para que la deje plantada otra vez. Pero esta vez, no sentía el mismo impulso de darle en el gusto. Repentinamente, se dio cuenta: Su relación había cambiado. Su papá nunca tendría el mismo lugar en la vida de Hanna que había tenido antes. Él había perdido ese privilegio para siempre.
           Al mismo tiempo, con sólo verlo de pie allí, con esa expresión abatida en la cara, sus manos puestas patéticamente en los bolsillos del pantalón de su traje, sintió algo parecido a lástima. Quizá simplemente debería darle esto. Ser la persona más grande.
           Suspiró. – Puedes quedarte, - decidió. – Pero mamá tiene razón—ella me va a acompañar al altar. Punto final.
           - Bien, bien. Pero gracias por dejarme quedarme. – El Sr. Marin se acercó para abrazar a Hanna, y ella le respondió, aunque lo mantuvo a distancia para que no arrugue su vestido. Por el rabillo de su ojo, vio a su mamá rodando sus ojos.
           Luego Ramona volvió a asomar su cabeza. – Están listos para ti, Hanna.
           Hanna sintió una puntada de nervios. Se volteó de vuelta al espejo y suavizó su cabello, su corazón de repente se volvió loco. Iba a hacerlo. De verdad iba a casarse con Mike. Una enorme sonrisa se estrechó en su cara. Iba a ser genial.
           Su padre tuvo el buen sentido de salir del vestido e ir a la multitud de invitados. Hanna sostuvo firmemente la mano de su madre mientras Ramona la guio hasta allí, su cabeza daba vueltas. Toda clase de escenarios de repente la plagaron. ¿Y si se tropezaba en el pasto? ¿Y si Mike no estaba bajo el dosel nupcial? ¿Se suponía que tenían que decir algo en hebreo? De todas las bodas judías a las que había ido, no podía recordarlo.
           - ¿Hanna? ¡Oh dios mío!
           Al comienzo, Hanna pensó que las dos chicas al final del pasillo eran un espejismo. Spencer usando un vestido beige estilo diosa, se acercó rápidamente, con los brazos estirados. Aria vino detrás de ella, luciendo preciosa en un vestido largo color esmeralda. – Wow, - Spencer dijo tímidamente. Parecía como si quisiera tocar a Hanna pero no estaba segura de que eso fuera aceptable.
           Hanna la miró. – Viniste, - finalmente se armó de valor y dijo.
           Spencer la abrazó. – Por supuesto que sí, Hanna. No me lo perdería.
           - Lo siento tanto, - Hanna dijo.
           - No, yo lo siento, - Spencer dijo.
           - Y este es el único motivo por el que agradezco que los federales me atraparan, Aria añadió, abriéndose paso en el círculo.
           Hanna se volteó hacia ella. Aria lucia cansada, pero bien por lo demás. - ¿Estás bien? – preguntó.
           Aria se encogió de hombros. – Ya sabes. No perfectamente, pero como sea.
           - ¿Noel de verdad fue contigo? – Hanna preguntó. - ¿Cómo pasó eso? ¿Y cómo te pillaron?
           Aria puso un dedo en sus labios. – Lo explicaré después. Este es tu momento, Hanna.
           Luego Spencer aclaró su garganta. – Ha sido horrible no hablar contigo, Han. Me siento como una idiota.
           - Está bien, - Hanna dijo, notando que ella debió haber dicho esto días atrás. – Yo también he sido una idiota. Ha sido tan desastroso, ¿sabes? El juicio, Ali, Emily…
           La cara de Aria se contrajo. – La extraño tanto.
           - Yo también, - Spencer balbuceó, sollozando.
           - Sigo pensando en ella, - Hanna explotó. – Y Spence, no fue tu culpa. Por supuesto que no.
           - Si, ¡Lo fue! – Spencer se llevó las manos a los ojos. – Estabas en lo cierto, Han. No debí haber sugerido que nos quedemos en Cape May. Es por eso que me lancé al agua tras ella. Me sentí responsable.
           - Ninguna de nosotras es responsable, - Aria dijo. – Todas la queríamos. Todas queríamos protegerla. Y pensamos que nosotras la mantendríamos a salvo, todas juntas en una habitación de hotel. Sólo que no funcionó así.
           Hanna las acercó otra vez. Se sentía tan bien abrazarlas. Era lo que deberían haber hecho en el funeral de Emily. No era culpa de nadie. Todas querían a Emily. Todas habían querido lo mejor para ella.
           De repente, Ramona apareció en escena y chilló. - ¿Qué diablos, chicas? – gritó, inspeccionando el maquillaje corrido de Hanna. Se acercó el micrófono de su manos libres a la oreja. - ¿Janie sigue aquí? Tráiganla a la parte de atrás del vestíbulo para que arregle a la novia.
           La artista del maquillaje llegó sin demora y comenzó a tocar las mejillas de Hanna con una esponja llena de base. Todos avanzaron por el corredor hasta donde la Srta. Marin estaba esperando para acompañar a Hanna por el altar. La niña de las flores de Hanna, Morgan, también esperaba allí, luciendo como una pequeña hada en su vestido de tul blanco. Una banda color aciano acentuaba sus ojos, y su largo cabello castaño claro había sido recogido en un tomate de bailarina de ballet. Cuando vio a Hanna, Morgan chilló y le dio un abrazo. - ¡Te ves muy linda! – gritó.
           Hanna sonrió alegremente a Morgan, y luego se volteó para tomar el brazo de su mamá. Spencer se asomó por la puerta al área de la ceremonia en el pasto. Las puertas estaban a medio abrir, dejando entrar la brillante luz solar del atardecer, y Hanna podía oír las notas del arpista que Ramona había contratado.
           - Hay montones de personas aquí, - Spencer susurró. – Incluyendo a Hailey Blake y a ese lindo chico de ese nuevo show policial.
           - Y Mike ya está allí, - Aria reporteó. – Se ve tan nervioso. Aunque no sé si es porque se va a casar contigo o porque pronto va a estar rodeado por un montón de chicas de Hooters.
           - ¿Tendrás chicas de Hooters? – Spencer lucia confundida.
           Hanna se rio. – Larga historia. – Luego miró a sus amigas, de repente notando algo. – Escuchen, - dijo. – Quiero que ustedes sean parte de la ceremonia de boda. Como damas de honor.
           Spencer y Aria intercambiaron una mirada de emoción. - ¿Estás segura? – Aria preguntó.
           - Por supuesto que sí. – Hanna pensó en las tiaras que les había comprado, allá en casa. Deseaba poder ir a buscarlas, pero no había suficiente tiempo—y quizás no importaba. En su lugar, tomó dos ramos de flores de los maceteros de terracota que bordeaban las puertas de la mansión, sacó algunos tallos de cada una, y los puso en el cabello de las chicas. Puso el resto de los ramos en sus manos. – Tengan.
           Aria parecía como si fuera a llorar otra vez. – Esto significa tanto, Hanna.
           - Estoy tan agradecida de que hagas esto.- Spencer susurró. – Es lo que Emily hubiera querido.
           - Yo también lo pienso, - Hanna dijo.
           El arpista tocó las notas iniciales de Pachelbel’s Canon en D. Ramona frunció el ceño en su manos libres, luego miró al grupo de la novia. – Estamos listos.
           - Anda, - Hanna susurró, codeando a Aria para que comience a avanzar por el pasillo. Momentos después, Ramona hizo un gesto para que Spencer fuera. Y luego fue el turno de Hanna. Temblando, tomó el codo de su madre y dio pequeños pasos parejos, su cabeza nadaba. No estaba segura de que respiraba hasta que ya había dado unos pasos, cuando levantó la vista y vio a Mike en el esmoquin más bello de todos, de pie bajo la pequeña tienda, con los ojos bien abiertos y labios separados. Su expresión era una mezcla entre adoración amorosa y la mirada de un caliente adolescente que amaba Hooters y se moría por arrancarle el vestido.
           Hanna respiró y se rio y quizás comenzó a llorar otra vez, encantada de que él estuviera allí, y de que él era de ella. Sus amigas estaban de vuelta. Su madre estaba a su lado. Cientos de caras se iluminaban cuando se daban vuelta y la veían. De repente, Hanna sintió una paz abrumadora. Casarse antes de que se dicte el veredicto del juicio, sin importar lo que el jurado decida—había sido la mejor decisión de todas.
           Todo, por un momento, fue absolutamente perfecto.



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