martes, 10 de febrero de 2015

Vicious - Capítulo 21: Un Último Hurrah

<<Capítulo 20

Traducido por: Daniela
Corregido por: Julieta y Andrea F.


           La noche del viernes, Spencer estaba sentada en la cocina, ayudando a Melissa a revisar bolsas y bolsas de cosas que había comprado en Buy Buy Baby. Debía haber al menos quince pequeños enteritos de colores neutrales en la pila.
- Ahora, escuché que los bebés son muy sensibles a las tinturas, así que hay que lavar toda su ropa primero. -Melissa murmuró, sacando una enorme botella de detergente orgánico de Honest Company.
           - Yo estaré en labores de lavandería. -Spencer se ofreció. Luego se rió: el bebé no iba a llegar por los próximos siete meses, así que parecía tonto lavar toda la ropa ahora. Por otro lado, puede que no vaya a estar en siete meses para ayudar. Si Angela la hacía desaparecer, no estaría aquí para el nacimiento. No podría conocer al bebé… jamás.
           Reunió los enteritos y comenzó a quitarles las etiquetas, tratando de sacar ese pensamiento de su cabeza.
           - Entonces -Melissa dijo mientras sacaba botellas de distintas marcas-, el juicio fue alentador hoy, ¿eh?
           Spencer asintió, demasiado asustada para hablar. Todos estaban enardecidos por cómo Rubens había contra-interrogado a Nick ese día. Algunos reporteros decían que fue un punto de quiebre importante en el caso, pero aun otros seguían enfocados en la versión de Reginald de los hechos y todas las cosas difamadoras que Spencer y las otras habían hecho los últimos años.
           Todo el asunto hacía que Spencer se sienta nerviosa. Quería aferrarse a la esperanza, pero quizá eso era tonto. Quizá era mejor apegarse a su plan original: mandarse a cambiar antes de que se dicte el veredicto final.        
           - Y también escuché sobre Aria. -añadió Melissa.
           Spencer pasó sus dedos por un pelele a rayas blancas y beige. El avión de Aria había aterrizado en el aeropuerto de Philly cerca de una hora atrás. Una cámara de TV había tratado de captar a Aria desembarcando, pero un escolta policial puso su mano hacia la pantalla, protegiendola.
           - Desearía que nunca la hubieran encontrado. -dijo Spencer suavemente. Era extraño: cuando Aria se escapó al comienzo, Spencer había estado tan molesta —que Aria haya logrado lo que ella había querido hacer, pero también de que se haya ido para que manejen el juicio solas. Pero mientras la semana avanzaba, su rabia había dado paso a la aceptación. Quizás una de ellas se merecía la libertad. Era tenebroso imaginarse por lo que Aria había pasado en el extranjero —y lo que Aria podría enfrentar ahora que estaba de vuelta. Las noticias decían que recibiría el doble de la sentencia porque se había escapado.
           La puerta lateral se abrió, y entró la Sra. Hastings llevando un montón de bolsas de mercadería en las manos. Spencer se acercó par ayudar, pero su mamá la alejó.
- Estoy bien. -dijo de manera cortante, mirando de manera extraña a Spencer.
           Spencer retrocedió. Su madre seguía mirándola.
- ¿Qué? -preguntó finalmente Spencer.
           La Sra. Hastings dejó una bolsa en la mesa de la cocina.
- ¿Quizás puedas explicar por qué Wren Kim está en la entrada, preguntando por ti? -Spencer quedó boquiabierta. Ella y Wren no habían hecho planes, aunque era algo emocionante que esté aquí. Pensándolo bien, su mamá lucía furiosa- No se supone que salgas de la casa -añadió la Sra. Hastings-. Especialmente no con él.
           - Mamá -Melissa dijo suavemente desde la isla-, deja que Spencer vaya. No va a hacerle daño a nadie. Déjala que se divierta, ¿no ha pasado por lo suficiente?
           Tanto Spencer como la Sra. Hastings se voltearon y miraron a Melissa. Spencer quería correr y darle un gran abrazo. Luego de un momento, la Sra. Hastings suspiró y comenzó a sacar la mercadería nerviosamente.
- Bien -bufó-, si así es como te gustaría pasar tus últimos días, hazme el honor.
           Spencer se mordió el interior de su mejilla. Gracias por el voto de confianza, mamá. Sonaba como si estuviera segura de que Spencer iba a la cárcel.
           Se pasó una barra de labial por los labios, se estiró la blusa, y se apresuró en salir por la puerta frontal. Claro, Wren estaba de pie en el pórtico frontal, con las manos metidas en sus bolsillos. Toda su cara se iluminó cuando la vio, y Spencer sintió cómo su interior brilló. El cabello oscuro de Wren estaba alejado de su cara, sus marcados pómulos estaban especialmente prominentes, y su esbelto cuerpo lucía  bien con una chaqueta de pana estilo vintage, y jeans de corte angosto. Todos los sentimientos de atracción que había estado tratando de suprimir, de repente se liberaron en su interior. Y lo que era genial era que podía tenerlos.
           - Hola. -dijo él tímidamente, levantando un ramo de lirios.
           - H-hola. -respondió, tomando las flores y abrazándolas.
           La garganta de Wren tembló cuando tragó saliva.
- Esperaba llevarte a algún lado esta noche. ¿A cenar, quizás? -miró a su alrededor- ¿Algún sitio fuera de la propiedad? Pero, um, no estaba seguro si debería entrar -hizo una mueca-, tu mamá parecía como enojada.
           Spencer giró sus ojos.
- Va a estar bien. Salgamos de aquí. -accedió, tomando su cartera. Pero cuando él le tomó el brazo y la llevó a su auto, su ánimo de repente cayó en picada. Sábado en la noche, 10 PM en punto, le había dicho Angela. Eso era… al día siguiente. En veinticuatro horas, nunca más volvería a ver a Wren.
           Decidió no pensar en eso.
           Mientras se subían al auto de Wren, se volteó hacia él y sonrió.
- ¿Sabes? Hay algunas cosas que no me molestaría hacer esta tarde, si te atreves.
           Él la miró y sonrió.
- Voy por lo que sea -respondió- siempre que sea contigo.
           Y se fueron.
           Dos horas más tarde, Spencer tenía un par de zapatos nuevos gracias a una compra compulsiva en la calle Walnut, se sentía mucho más relajada después del masaje de cuello de diez minutos que recibió de una de esas mujeres chinas de la acera en Rittenhouse Square, y estaba divinamente satisfecha luego de una sesión improvisada de degustación de queso en un pequeño bar tapas en la calle 19. Esto era lo más espontánea que se había comportado en, bueno, quizá siempre, y se sentía bien ocultar a esa vieja Spencer Hastings y recibir a alguien mucho más desenfadada, al menos por un día más.
           Luego de  hacer unas cuantas paradas relámpago más en donde sea que se le antoje, ella y Wren estaban caminando de la mano, su bolsa de compras se balanceaba a su lado,  a lo largo de la calle Chestnut hacia el centro. De repente, espió algo a la distancia y apretó la mano de Wren.
- ¡Vamos por un paseo en carruaje!
           Wren la miró, lucía sorprendido.
- ¿Tú quieres ir a dar una vuelta en carruaje? Hasta donde recuerdo, tu una vez me dijiste que pensabas que eran cursis e inhumanos.
           Spencer frunció el ceño, vagamente recordando haberle dicho eso a Wren en uno de sus tórridos festines de besuqueos cuando se escapaba a la ciudad para estar con él, a comienzos de tercer año. Bueno, esa fue la antigua Spencer.
- Vamos. -dijo, tomando su mano y arrastrándolo a la hilera de caballos y cochecitos en el bloque.
           Después de que Wren le pasó cuarenta dólares a un hombre con sombrero de copa, frac, y gafas con marco de alambre estilo Benjamin Franklin, los dos subieron al asiento trasero del carruaje y se acurrucaron bajo la manta de franela que les entregaron, la cual olía  un poquito a estiércol. Spencer miró a Wren y sonrió.
- ¿No es divertido?
           - Claro -dijo Wren-. Pensándolo bien, cualquier cosa es divertida contigo.
           Él la acercó, y Spencer suspiró con alegría. Toda la noche, encontraron excusas para tocarse: pequeñas tomadas de mano juguetonas, roces de pies bajo la mesa, un apretón de rodilla. Se inclinó hacia él para besarlo, pero de repente Wren puso su mano en el hombro de ella, gentilmente alejándola.
           - Whoa, Spencer -dijo, su acento británico sonó especialmente cantarín-. No tenemos que apresurar las cosas. ¿Podemos ser serios por un minuto?
           Ella ladeó su cabeza.
- Hemos sido serios toda la noche.
           Él levantó una ceja.
- Hemos sido espontáneos toda la noche. Lo cual, perdóname por decir esto, no es exactamente la Spencer Hastings de comportamiento Tipo A que conozco. Has parecido… apresurada. Como si estuviéramos apurándonos en ir de actividad en actividad para que no tengas que pensar en nada.
           - No, no lo he sido. -Spencer respondió automáticamente, aunque Wren estaba básicamente en lo cierto.
           La mirada de él se dirigió al bolso de cuero que llevaba.
- Tengo algo para ti.
           Le acercó un objeto envuelto en papel café hacia sus manos. Spencer frunció el ceño y la abrió. Al interior había una copia de la memoria de Nelson Mandela en la prisión.
           - ¿Para qué es esto? -preguntó, mirándolo. La manzana de Adam de Wren tembló.
- Pensé que podría ayudar si… tu sabes. Si tienes que ir a la prisión. Si no se hace justicia. Se te permite llevar libros a la prisión. Digo, el guardia lo va a revisar, pero está limpio.
           Spencer hojeó las páginas entre sus dedos.
- Oh. Bueno, gracias.
           Wren aclaró su garganta.
- Apenas has hablado sobre el juicio conmigo, o sobre lo que podría pasar. Pero quiero que sepas que puedes hacerlo.
           Spencer estaba agradecida de que el carruaje tirado por caballos estuviese pasando por una sección del bloque particularmente oscura por lo que Wren no pudo ver su expresión conflictiva.
- Estoy tratando de no pensar en el juicio. -admitió.
           - Lo sé -dijo él suavemente-, pero quizás deberías pensar en eso. Y deberíamos pensar en cómo podemos vernos. Te visitaré, ¿sabes? Si llega a eso. Y podemos tener llamadas telefónicas, y—
           Spencer se cruzó de brazos.
- No quiero hablar de nada de eso.
           Wren frunció el ceño.
- Voy a estar allí para ti, Spencer. Esto no es una aventura cualquiera para mí. Mientras más te hablo, mientras más tiempo paso contigo… sé que esto es loco, pero bueno, estoy loco por ti, Spencer. Quiero intentarlo, de verdad. Ver a dónde lleva.
           Se formó un nudo en su garganta. Estoy loco por ti. La cosa era, se dio cuenta, que ella también quería intentarlo.
           Pero ella sabía exactamente hacia dónde llevaría. Ella iba a desaparecer al día siguiente. Cortar todas las ataduras. De repente entendió a qué se refería Angela, cuando dijo que algunas personas escogían la prisión antes de desaparecer porque no podían dejar atrás sus familias y seres queridos. Si ella desapareciera, todos en su vida estarían esencialmente muertos.
           Pero no podía pensar en eso ahora. Se volteó hacia Wren y negó con un dedo.
- Estás arruinando el momento romántico. Ahora sentémonos, miremos las estrellas, e inhalemos la popó de caballo, ¿sí?
           Los ojos de Wren brillaron bajo un poste de luz que pasaron. Lucía tan insatisfecho.
- ¿Es esto por lo que nos pasó antes? ¿Es eso por lo que no me estás dejando entrar?
           ¡No te estoy dejando entrar porque no puedo dejarte entrar! Spencer quería gritar. Quería tirarse el cabello y golpear el cielo y gritar hasta que sus pulmones queden crudos. Esto era tan injusto. Finalmente había encontrado a un chico que le gustaba, y ahora tenía que decir adiós.
           De repente Spencer estaba llorando, con la cabeza en sus manos, y su cuerpo temblando con silenciosos sollozos.
           - Oye, oye -Wren murmuró, sobándole la espalda-. Está bien.
           - Lo siento. -Spencer dijo entre sollozos. Casi se rió de la situación en la que estaba. De todos los momentos durante todo el juicio en que pudo haberse desmoronado en un lío mocoso, tenía que ser en su última noche, mientras estaba en un carruaje con Wren.
           Wren se inclinó hacia adelante y le habló al jinete, y el carruaje se detuvo.
- Vivo a solo unos bloques de aquí -dijo-. Y tú necesitas un poco de té. Sólo té. -añadió, antes de que ella pudiera decir algo más. Spencer aspiró y asintió.
           Wren se volteó hacia Spencer y le ofreció su mano, y los dos se bajaron del carruaje. Luego él la llevó al edificio de su apartamento. Estuvieron en silencio mientras pasaron por el recibidor y hacia el ascensor, pero tan pronto como llegaron al apartamento de Wren —un lugar que volvió a ella inmediatamente por haber estado allí hace casi dos años, con sus paredes estrechas y su refrigerador color beige, y su pequeña TV colocada en el rincón— Wren puso sus brazos alrededor de Spencer y la abrazó. Sus ojos ardían con lágrimas, pero ya no estaba histérica. Miró al espejo y vio que su maquillaje estaba corrido y su cara roja. Extrañamente, no le importó.
           - ¿Qué tipo de té, manzanilla o menta? -Wren preguntó, sus ojos café se veían cálidos- ¿O quizás chocolate caliente mejor?
           - De hecho -Spencer se escuchó preguntar mientras se hundía en el sofá-, ¿puedes solo sentarte aquí conmigo por un segundo?
           Se apoyó en los cojines, y Wren puso un brazo a su alrededor, acercándola. Mientras se acurrucó en su cuerpo, sus ojos lloraron otra vez. Se sentía tan segura con él.
           Le asustaba que pudiera no volver a sentirse así de segura nunca más.



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