martes, 3 de febrero de 2015

Vicious - Capítulo 14: Pequeña Linda Danesa

<<Capítulo 13

Traducido por: Daniela
Corregido por: Julieta

        Aria se sentó cuando los rayos del alba estaban atravesando las grandes y oblicuas ventanas de su habitación. Corrió las cortinas y miró. Era la mañana del miércoles y había ciclistas atravesando los pintorescos canales. El aire olía a pannenkoeken, los famosos panqueques Daneses. Un hombre estaba de pie en la siguiente esquina, tocando una melodía adorable con su violín. Y después, Aria escuchó como, en la habitación contigua, uno de los ruidosos chicos soltaba el eructo más sonoro de todos.
- ¡Tengo una resaca tan grande! -alguien gritó.
        - Si, bien, yo creo que sigo drogado.
        Aria se dejó caer en la cama. Ella estaba en un hostal juvenil en Ámsterdam —¿Qué esperaba? Al menos había soltado los verdes para una habitación privada.
        Incluso la pila de vómito en el pasillo y el flujo impredecible del agua fría-caliente de la ducha no le bajó el ánimo. Una hora después, estaba limpia, con los ojos brillando y optimista, saliendo de la Zona Roja. Las calles estaban casi vacías, todos los turistas que poblaban este vecindario probablemente estaban durmiendo para pasar sus resacas. Era como si tuviera toda la ciudad para ella sola. ¡Había olvidado cuánto amaba Ámsterdam! El andar más lento, los letreros extranjeros, el putt-putt de las motocicletas, el divertido sistema de trolebuses de Ámsterdam, el singular arte y arquitectura… cada detalle le hacía notar lo agradecida que estaba de haber hecho que el taxista la traiga aquí. Había sido una decisión impulsiva —Holanda era indulgente y tolerante— y había sido un viaje aburrido y largo, atravesando Francia y Bélgica, con Aria negándose a hacer contacto visual o a tener conversaciones casuales con el esperanzadamente distraído, fumador compulsivo, conductor Francés y quedándose agachada para que ninguno de los otros conductores pueda verla por la ventana. Pero había valido la pena.
        El frío aire de la mañana se sentía bien en su piel mientras ella pasaba por una serie de callejones hacia la casa de Ana Frank, la cual ella planeaba visitar ese día. Mejor aprovechar y culturizarse, ¿cierto? Cuando Aria rodeó una esquina, un grupo de chicos la pasaron en la dirección opuesta. Uno de ellos tenía el mismo color de cabello cobrizo de Emily.
        Aria se estremeció. Estaba viendo versiones de Emily en todos lados. Como la chica con los fuertes hombros de nadadora que había notado a través de la ventana de un bus turístico el día anterior o la chica que había echado para atrás su cabeza y se había reído de la misma forma que Emily lo hacía, cuando el taxista de Aria se estacionó en una parada de descanso para hacer pis; o la chica que se arreglaba las cejas, estilo Emily, cuando alguien le decía algo interesante —Aria la había espiado en el hostal la noche anterior. Era asombroso… y algo de terrible. Como si el fantasma de Emily la estuviera siguiendo por ahí, tratando de decirle algo.
        Siguió avanzando, pasando una tienda de regalos, un restaurante y un pequeño lugar que vendía celulares. Luego vino un puesto de periódicos y un titular en la ventana le llamó la atención. Pequeña Linda Mentirosa Trouwen, decía. Aria parpadeo con dificultad. No sabía Danés, pero por la escritura arremolinada, y la foto de Hanna con un velo de matrimonio sobrepuesto en su cabeza, estaba casi segura de que significaba Se casa.
        Aria corrió hacia la tienda, tomó una copia del periódico, y fue hasta el artículo en la página ocho. No es que pudiera entenderlo —todo el periódico estaba en Danés— pero trató de deducir tanto como pudo a través de las fotos. Había una de Hanna y Mike haciendo un baile lento en el baile de San Valentín el año anterior. Otra de Hanna en el set de Quémalo antes de ser despedida. Y luego imágenes de varios anillos de matrimonio con diamantes, con un gran signo de pregunta junto a cada uno.
        Aria quedó boquiabierta. ¿De verdad iban a tener una boda, con invitados? ¿Sus  padres lo aprobaban? Pensó en cuando ella se había casado —con Hallbjorn, un chico que había conocido en Islandia, con una ceremonia torbellino tipo Justicia de la paz, principalmente para que Hallbjorn pudiera quedarse en el país. Sus padres ni siquiera lo supieron, la habrían matado. Había anulado la unión mucho antes de que pudieran enterarse.
        Pero Mike y Hanna... eran diferentes. Aria de hecho podía verlos casándose. Sintió una punzada. Iba a perderse la boda de su hermanito y de su mejor amiga. Iba a perderse todo en la vida de Mike, de hecho —y de Lola, ¡y ella solo era una bebé! Salieron lágrimas de sus ojos. Pensó que podía manejar estar lejos, pero se había enfocado solo en lo negativo —en el juicio, ir a prisión, que le quiten todo. Pero aquí, al otro lado del mundo, había mucho que igual había sido alejado de ella. Era un precio tan alto para pagar su libertad.
        Luego, su mirada se enfocó en otra página frontal de un periódico dos corridas más abajo. Este periódico estaba en español, y la cara de Aria estaba en la portada. ¿Pequeña Linda Mentirosa en la UE? Decía el titular.
        La sangre de Aria se congeló. Miró a su alrededor en la pequeña tienda. El vendedor tras el mesón estaba mirando  algo en su teléfono. Un chico adolescente estaba de pie frente a un refrigerador lleno de bebidas. Su corazón dolía, Aria tomó una revista de navegación Danesa y metió el periódico incriminador entremedio de las páginas. Frases terroríficas salieron de la página. Autoridades reportan que la Señorita Montgomery abordó un vuelo a Paris… Interpol la está buscando por todos lados, con una alerta a lo largo de la UE en hoteles, restaurantes y estaciones de transporte… muchos datos dicen que está en el norte de Europa, quizá en los países escandinavos.
        Norte de Europa. Allí era donde estaba —más o menos, de todos modos. Las manos de Aria comenzaron a temblar. No había esperado que la encuentren tan pronto… pero quizás eso fue ingenuo. Esta era la Interpol, no el Departamento Policial de Rosewood.
        Alguien aclaró su garganta, y Aria levantó la vista. El vendedor repentinamente la estaba mirando, con una expresión extraña.
        Se puso sus lentes de sol y se alejó rápidamente, casi tropezando con la escalera de entrada hacia la calle. Su pecho se sentía apretado. El vendedor la había reconocido, ¿no? Comenzó a caminar tan rápido como pudo por la calle, sin correr. En cualquier minuto, el tipo iba a seguirla. En cualquier minuto, iban a aullar los autos policiales y a tomarla por la espalda.
        Solo sigue avanzando, se dijo. Aceleró el paso y notó otras personas mirándola también. Un hombre en bicicleta. Una adolescente sentada en una banca, con audífonos en sus oídos. ¿Y si todos sabían quién era ella? ¿Y si en este mismo minuto había toneladas de llamadas a la Interpol? ¿Debería ir a la embajada estadounidense? Pero eso era ridículo —la enviarían de vuelta, e iría a la cárcel.
        Acortó camino por un callejón y llegó a otra calle más repleta, cegada de pánico. Corrió tan rápido como pudo, esquivando bicicletas, evitando las puertas abiertas de las tiendas, sacando más miradas extrañas de los transeúntes. Su bolso rebotaba imponentemente contra su cadera, pero estaba agradecida de tenerlo —no había modo de que pudiera volver a ese hostal ahora. Buen señor: había usado su propia ID para reservar. ¿Cuándo había salido esa alerta de ella? ¿Acaso el hostal en que se había quedado la había recibido y la habían respondido con su nombre?
        ¿Cómo pudo haber sido tan estúpida?
        La casa de Ana Frank se asomó frente a ella, aunque ahora ya no se podía imaginar entrando —estaba demasiado lleno; estaría demasiado expuesta. Se detuvo en las escaleras y puso sus manos en sus muslos, jadeando. Necesitaba un segundo antes de continuar.
        Toneladas de personas pasaban junto a ella. Turistas. Trabajadores. Estudiantes. Repentinamente, esto se sintió como la peor idea en el mundo. Estaba en un país extranjero —ni siquiera conocía el idioma. Ni a una sola persona. Nadie la recibiría y la escondería, estilo Ana Frank. Buscó en su cartera y sacó su celular otra vez. No lo había encendido desde que había abordado el avión —de hecho, hasta había sacado la batería, ya que había escuchado en algún lado que las personas podían rastrearte a través del GPS, incluso si tu teléfono estaba apagado, si es que la batería seguía colocada. Pero quizás debería llamar a alguien. Rendirse. Quizá la policía tendría compasión por ella si iba voluntariamente.
        Sus dedos atraparon al batería. Sólo ponerla de vuelta en su lugar podría crear una señal por la que las personas podrían encontrarla. ¿Estaba lista?
        Estaba por hacerlo cuando una mano tocó su hombro. Aria se volteó, sus brazos estaban protectoramente frente  su cara. Su teléfono se le cayó de la mano y patinó por el empedrado, pero no se movió para tomarlo. Miró a la persona frente a ella. Luego resopló.
        - Lo sabía -él dijo sin respiración-, sabía que vendrías aquí, como dijiste.
        Aria parpadeó, insegura de sus sentidos. Y osciló, se dio cuenta, entre poner sus brazos alrededor de él o correr aún más lejos para protegerlo.
        Noel.


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