sábado, 31 de enero de 2015

Vicious - Capítulo 13: Cómo Planear una Boda en Cinco Días

<<Capítulo 12

Traducido por: Daniela
Corregido por: Julieta



        Hanna y Mike estaban sentados en el sofá en el living de Hanna, el doberman miniatura de Hanna, Dot, estaba acurrucado en el regazo de ella. Una mujer llamada Ramona, quien tenía el cabello rubio albino con un corte angular, penetrantes ojos grises,  pómulos altos y estaba usando un traje Chanel y unos tacones de doce centímetros, de piel de serpiente y de apariencia costosa, estaba sentada frente a ellos.
- ¿Me dices -dijo con voz intimidante- que quieres que organice una boda inolvidable para el final de ésta semana?
        Hanna tragó saliva. Quizás llamar a Ramona, quien supuestamente era la mejor planificadora de bodas en el negocio —aparentemente había coordinado toneladas de matrimonios de actrices en ascenso a lo largo del país— había sido una mala idea. Probablemente también lo era haber pedido tenerla en Chanticleer, su mansión favorita en la Main Line.
- Entiendo que las bodas normalmente toman tiempo en planearse -dijo sumisamente-, ¿hay algo que puedas hacer por nosotros?
        - Oh, puedo hacer cualquier cosa que quieras -Ramona dijo arrogantemente-. He planeado bodas en mucho menos tiempo. Solo significa que tenemos que comenzar ahora.
        Luego miró a Fidel, su delgado y afeminado asistente, que usaba una cola de caballo, y quien había entrado tras ella tímidamente. Él se movía en las sombras, tomando notas en un iPad.
- ¡Trae las muestras! -ella estruendo. Fidel se escabulló por la puerta frontal.
        Hanna apretó la mano de Mike. Estaban haciendo ésto. Realmente casándose. Claro, los planes de la boda estaban opacados por todo lo demás que estaba sucediendo, pero Hanna estaba feliz de tener algo bueno en su vida con lo que alejar su mente de todo eso, al menos por poco tiempo.
        Hubo un ligero golpe en la puerta. Dot saltó y comenzó a ladrar.
- ¡Entrée,  tonto! -Ramona rugió, y Fidel entró al recibidor, empujando un rack de ropa con ruedas con un brazo y balanceando diversas cajas blancas de pastelería en el otro.
        La madre de Hanna, quien había estado en la cocina, se apresuró por el recibidor para tomar las cajas antes de que se caigan.
- ¡Dios mío! -gritó. Abrió la tapa de una de ellas  y quedó extasiada.
- ¡Muestras de tortas de boda, Han! -gritó- De Bliss Bakery y de Angela’s, ¡éstas son las mejores!
        Hanna sonrió agradecida. No cualquier madre se tomaba con calma el anuncio de su hija de que iba a casarse rápidamente, antes de, probablemente, ir a prisión. La Srta. Marin básicamente dijo que si Hanna era feliz, entonces ella era feliz. Incluso había aceptado a firmar en el certificado de matrimonio —algo que  tenía que hacer un padre, ya que Hanna y Mike tenían menos de dieciocho. E incluso había dejado unas copias de Novias y Vogue Bodas en la cama de Hanna esta tarde y dijo que ella se encargaría de asegurar a un DJ para la noche —su compañía de publicidad tenía algunos contactos.
        Los padres de Mike también habían aceptado: Hanna había recibido un abrazo de felicitaciones tanto de Ella Montgomery como de la nueva esposa de Byron, Meredith, esa mañana.  Por supuesto, en esa familia la boda estaba opacada por la desaparición de Aria, con buen motivo.
        Hanna miró a Mike, quien estaba sentado a su lado. Él no había dicho nada en un tiempo. De hecho, parecía fuera de sí.
- ¿Estás bien? -susurró.
        Mike se encogió y volvió a la tierra.
- Sí -respondió-, por supuesto. Es solo que, tú sabes… pensando en Aria.
        Hanna tragó saliva. Por supuesto que pensaba en ella. Ella también había estado pensando mucho en Aria. Le sorprendía que de verdad haya escapado. La policía la había interrogado esa tarde con preguntas sobre si Hanna había ayudado a Aria a salir del país. Incluso lo pasaron en CNN esa tarde. Aparentemente, las autoridades de toda la Unión Europea estaban buscándola. Su foto estaba por todos lados y ya había personas en España, Francia, Luxemburgo, y Gales diciendo que ya la habían visto, aunque Hanna no sabría decir si alguna de las pistas era válida.
        - ¿Estás seguro que no quieres posponer esto hasta que sea encontrada? -Hanna susurró. Mike negó con la cabeza.
- No. Hagámoslo -él se inclinó-. Y no queremos que la encuentren, ¿cierto?
        Hanna se mordió el labio, frunciendo el ceño. Mike estaba en lo cierto —de cierta forma. Hanna quería que Aria esté libre de todo esto. Pero por otro lado, su ausencia lo hacía mucho peor para ella y Spencer. Otra historia en CNN era sobre lo culpables que lucían ahora que Emily estaba muerta y Aria estaba inubicable. Diversos expertos legales dijeron que mejor que hagan una declaración pactada y terminen con esto.
        Se volteó al rack de ropa que Fidel había traído hasta el centro del living. Al menos quince vestidos de bodas envueltos en plástico colgaban de la barra. Había bolsas de zapatos con nombres como Vera Wang y Manolo Blahnik. Un colgador final tenía una pequeña bolsa de terciopelo que contenía joyas. Había una selección de velos y tiaras sobre la barra más alta, y la habitación repentinamente se llenó de un aroma floral.
        Miró a Ramona.
- ¿Eso es para ? -se levantó y miró las etiquetas. Los vestidos eran de su talla. Miró una de las bolsas de zapatos. El hermoso par de tacones color blanco crudo también lucían como que le quedaría- ¿Cómo supiste que escoger? -sólo había contactado a Ramona hace unas pocas horas, y la mujer solo le había hecho preguntas breves. Ramona rodó sus ojos.
- Por eso es que soy la mejor. Ahora, ve y pruébate algo. Tu novio y yo hablaremos sobre el menú, cosas como esas.
        Mike repentinamente lucía intrigado.
- ¿Podemos hacer que Hooters de servicio de alitas de pollo?
        Hanna se encogió de hombros.
- Si tú quieres, supongo.
        Los ojos de Mike se iluminaron.  
- ¿Y qué hay de que las chicas Hooters sirvan las alitas?
        Ramona lucía horrorizada, y Hanna estaba por lanzarle una mirada. Pero luego se dio cuenta: esta también era la boda de Mike. Y haría lo que sea por alejar su mente de Aria.
- Si prometes no tocar a las chicas Hooters, entonces sí. -dijo remilgadamente.
        - ¡Dulce! -Mike dijo. Sacó su teléfono- Los voy a llamar ahora mismo.
        - Yo me encargo -Ramona refunfuñó, haciendo un gesto a Fidel. Él escribió algo en el iPad. Luego Ramona se volteó hacia Hanna-. ¿Y piensas en damas de honor? Deberíamos traerlas para una prueba de vestuario también.
        - Si -Hanna dijo automáticamente-, quiero a Aria, Spencer y Emily.
        Todos resoplaron. Le tomó un momento a Hanna notar su desliz, e hizo un sonido como de hipo.
- O, um,  no  a Emily, obviamente -repentinamente se sintió desorientada-. Y quizás tampoco las otras -no era como si Spencer fuera a querer hacerlo. Y Aria… bueno, eso estaba fuera de la pregunta también-, probablemente será mejor si solo soy yo.
        Ramona levantó una ceja.
- Las damas de honor son parte de la diversión. Tú escoges sus vestidos, sus joyas, tendrás una compañera el día de la ceremonia…
        Hanna sintió su mentón temblar. Mike le tomó la mano.
- Dijo que no quiere damas de honor, ¿está bien? -lo dijo tan ferozmente que Hanna quiso besarlo.
        - Pero tendrá una niña de las flores -dijo la Srta. Marin. Miró a Hanna-. ¿Qué tal Morgan?
        - Definitivamente. -Hanna dijo, fingiendo una sonrisa. Morgan Greenspan era su prima de siete años por el lado de su mamá, y básicamente era la cosa más linda del mundo. Cada vez que Hanna la veía, ella le rogaba a Hanna que atrape luciérnagas con ella en el patio trasero, y le contaba historias sobre su grifón de Bruselas de mascota.
        Ramona solo se encogió de hombros.
- Bien. Tendremos que hablar de colores para saber qué tipo de vestidos de niña de las flores traer. Ahora, ¿por qué no comienzas a probarte esos vestidos? ¡Adelante!
        Hanna se volteó hacia los vestidos una vez más, pero no le dieron tanta felicidad como hace unos segundos atrás. Tus mejores amigas se han ido, dijo una voz en su cabeza. Cada una de ellas.
        Su garganta se apretó como lo hacía cuando estaba por llorar. Hanna bajó la cabeza, juntó una pila de vestidos en sus brazos y subió las escaleras hacia su habitación. Todo repentinamente se sentía sucio. Emily estaba muerta —tenía que aceptarlo. Hace unas horas había leído que la guardia de la costa había dejado de buscarla.
        Giró el brazalete de Mike alrededor de su muñeca. Si tan solo aun estuvieras aquí, Em, pensó.  Averiguarías un modo de reunirnos a todas. Lo arreglarías todo.
        La luz de repente cambió, lanzando un rayo de luz dorado a través de la ventana de Hanna y pasando por encima de su cabeza. Hanna miró y, por un momento, el espacio junto a ella en su cama se sintió tibio, casi como si hubiera alguien sentado allí. Decidió pretender que era el espíritu de Emily. Pensó en acercar a Emily, sujetándola con firmeza, y nunca dejarla ir. Casi podía oír la voz de Emily en su oído: Que bueno que te vayas a casar, Hanna. Deberías ser feliz.
        Hanna se enderezó, sintiéndose renovada. Emily estaba completamente en lo cierto. Si se obsesionaba en su dolor, si se fijaba en todo lo que estaba mal, Ali estaba ganando. A la mierda eso.
        Se volteó hacia los vestidos en su cama y abrió el cierre de la primera funda. Era un vestido strapless hecho de delicada seda y cubierto de encaje. Pequeñas lentejuelas llenaban el corpiño, y tenía un ajuste que se iba adelgazando hasta la dramática cola que se arrastraba. Hanna resopló. No es que se lo fuera a decir a Ramona, pero cuando era menor, solía pasar tiempo bosquejando su vestido de bodas ideal —y lucía casi exactamente como este.
        Se lo puso por sobre la cabeza y se contempló en el espejo, asombrada por la repentina transformación. Se veía…mayor. Bella. Y súper delgada. Giró y sonrió, sin poder quitar sus ojos de su reflejo. Luego, chillando con deleite, corrió abajo por las escaleras y se asomó por la esquina.
- Mike, escóndete en el baño, ¡no puedo permitir que me veas!
        Esperó hasta que escuchara el obligatorio golpe del cierre de la puerta, luego se contoneó hasta el final de las escaleras. Ramona la miró impasible. Fidel tomó notas. La mamá de Hanna lucía como si fuera a llorar.
- Oh, cariño -suspiró, presionando sus manos en su pecho-, luces adorable.
        El resto de la tarde procedió así mismo: Hanna envió a Mike afuera por un rato y se probó vestidos, zapatos y velos. Mike volvió y todos degustaron torta de matrimonio, decidiéndose por la buttercream blanca de Bliss. Ramona hizo molestas llamadas a compañías de catering y a floristas, demandando que se las arreglen para el final de la semana o nunca volvería a trabajar con ellos. Con cada que Ramona obtenía, Hanna se sentía más y más segura de que Emily realmente estaba observándola, suavizándole el camino. Te mereces ser feliz, podía oírla decir. Incluso si solo es por un día.
        Para el final de la tarde, solo quedaba una gran cosa que decidir: los invitados. Ramona tenía conexiones con un calígrafo y una compañía de papelería, pero tenían que saber la nómina esa noche para que las invitaciones salgan a tiempo.
        - Bueno, están los Milanos, los Reeveses y los Parsons -Hanna dijo, nombrando a sus familiares y pocos y viejos amigos de la familia. Miró a su madre-, pero no incluyamos a los Rumsons -tenían una vil hija llamada Brooke, quien trató de robar el antiguo novio de Hanna, Lucas Beattie-. Casi todos de la escuela son un sí, aunque Colleen Bebris definitivamente no -echó un vistazo a escondidas a Mike. Él había salido con ella por un breve tiempo a comienzos de ese año-. Podemos invitar a Naomi y a Riley, pero tendrán una asignación de mesas muy mala. Y definitivamente no esa chica Klaudia Huusko. -Klaudia había tratado de robarle a Noel a Aria. Puede que Aria no fuera a venir, pero Hanna aún tenía valores.
        - Lo tengo. -Ramona dijo, escribiéndolo todo.
        Hanna sonrió traviesamente. Si fuera por ella, esta iba a ser la fiesta del siglo, mejor que cualquier Súper Dulces 16 o fiesta Foxy o estúpido evento beneficiario en el Club de Campo Rosewood combinados. Sería su última movida ofensiva para desairar a aquellos que la habían hecho enojar.
        - Noel, Mason, todos los chicos del equipo de lacrosse -Mike hizo su lista-, mi mamá, su jefe en la galería, mi papá, Meredith y Lola.
        - ¿Qué hay de tu padre, Hanna?
        Hanna levantó la mirada, perpleja. Había sido su madre quien lo dijo.
        La Srta. Marin movía su rodilla en la silla. Su cara lucía acomplejada pero también honrada.
- Digo, él es tu padre. No querría perdérselo.
        Hanna se mofó.
- Kate puede venir -dijo, refiriéndose a su hermanastra. Kate se había enterado del compromiso y le envió un e-mail a Hanna, de hecho, preguntándole si podía ayudar en algo-, pero no él. Hemos pasado por mucho.
        Sintió las miradas de todos sobre ella, especialmente la de Ramona. Pero no era como si Hanna fuera a explicarle su razonamiento. Era demasiado vergonzoso admitir que tu propio padre había escogido a su nueva esposa, nueva hijastra e incluso a su campaña  política por sobre ti. Una y otra vez, el Sr. Marin le había dado un poquito de afecto a Hanna, sólo para quitárselo cuando ella hacía algo mal. Estaba cansada de darle segundas, terceras y cuartas oportunidades sólo porque solían ser como dos gotas de agua. Él había cambiado.
        Y, de repente, sintió como que tenía que hacerles entender que hablaba en serio. Se levantó de su silla y murmuró que volvería. Una vez en su cuarto, se miró en el espejo. Se había quitado el vestido de bodas, pero aún había un brillo noviesco en ella que no podía ser deshecho. Su padre probablemente querría verla. Pero ya era suficiente. Él la había herido por última vez.
        Alcanzó su celular y buscó el número de su oficina de campaña. Una asistente respondió y cuando Hanna le dijo su nombre, le dijo “Te transferiré”, con voz rápida y enérgica. Hanna había medio-esperado que le fuera a colgar.
        - ¡Hanna! -sonó la voz de su padre a través de la línea pocos segundos después- Es tan bueno oír de ti, ¿cómo estás?
        Hanna estaba shockeada e irritada a la vez por la calidez de su voz.
- ¿Cómo crees? -se escuchó decir- Estoy en juicio, ¿no has escuchado?
        - Por supuesto que lo sé. -dijo el Sr. Marin suavemente, quizás arrepentido. Hanna rodó sus ojos. No iba a ceder ante ese tono de voz.
- Como sea, sólo te llamaba para que sepas que me voy a casar con Mike Montgomery.
        - Tu… ¿qué?
        Se erizó. ¿Acaso sentía que la estaba juzgando?
- Somos muy felices. La boda será el próximo sábado en Chanticleer.
        - ¿Por cuánto han estado planeando esto?
        Ignoró su pregunta.
- Sólo llamaba para que sepas que tú no estás invitado -dijo en voz alta, diciendo las palabras rápido antes de desesperarse-. Mamá y yo ya lo tenemos cubierto. Que tengas una buena vida.
        Presionó FINALIZAR rápidamente, luego sostuvo el teléfono entre sus manos. Repentinamente, se sintió aún mejor. La dulce calidez como-Emily en su cuarto volvió. Por los próximos días, Hanna se rodearía con quienes ella quisiera exactamente —y nadie más.


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