martes, 27 de enero de 2015

Vicious - Capítulo 11: Debiste Haberle Puesto un Brazalete de Lacrosse

<<Capítulo 10


Traducido por: Daniela
Corregido por: Julieta



    - Entonces, ¿con qué vas a ir, el traje gris con rayas o el negro básico?
           Hanna levantó la vista desde su tocador. Era martes y Mike estaba de pie frente al espejo de cuerpo completo en el cuarto de Hanna, sosteniendo dos de los trajes de ella sobre su cuerpo y girando de un lado a otro como una reina de belleza.
- Personalmente, me gustaría que muestres tus piernas -dijo él. Colgó los trajes recatados de vuelta en el armario y sacó un vestido ultra corto, apretado y brillante que Hanna había usado en una salida con Hailey Blake-.  Este haría que el jurado diga wow, ¿no crees?
           - Si, especialmente con esto. -Hanna levantó su pierna, mostrando su monitor del tobillo. La cosa era tan molesta: tenía que envolverla en una bolsa plástica para bañarse, no podía darse vuelta en la cama sin que esa cosa se golpee ruidosamente y no podía ponerse ni un par de jeans ajustados por sobre eso. Aun así, no pudo evitar la más mínima sonrisa. Mike solo estaba tratando de hacerla sentir mejor, pero justamente hoy era difícil.
           A tiempo, las noticias matutinas en la TV en su cuarto volvieron luego de un corte comercial. La propia cara de Hanna de la última vez que estuvieron en la corte, por el asesinato de Tabitha Clark, apareció en la pantalla.
- El juicio del asesinato de las Pequeñas Lindas Mentirosas comienza esta mañana -dijo la reportera. La imagen pasó de la cara de Hanna a la de Aria y de Spencer, y luego una foto de Emily-. Luego del trágico suicidio de Emily Fields el sábado, se habló de retrasar el proceso judicial, pero la fiscalía quiere seguir adelante.
           Mostraron al fiscal de distrito, de nariz puntiaguda, llamado Brice Reginald. Hanna ya odiaba su cabello engominado y su afición por los corbatines.
- Lo siento por la familia de la Srta. Fields, pero hay otra familia que necesita respuestas, la familia DiLaurentis -dijo en un tono nasal y suave-. Esperaremos al Sr. DiLaurentis en el juicio esta mañana, y le he asegurado que será un proceso rápido con resultados favorables. Se hará justicia por su hija asesinada.
           Hanna se mofó. Si ella fuera el padre de Ali, no mostraría su cara en esa corte. Él tenía que saber que Ali era una asesina a sangre fría y una mentirosa. Pensándolo bien, él de hecho no era el padre de Ali —ese era el Sr. Hastings. Y él iba a ir… apoyando a Spencer. Su cabeza comenzó a doler por lo enredado que estaba todo.
           También se preguntó dónde estaba Jason a todo eso. Estaba claro que la Sra. D estaba holgazaneando en casa, demasiado agitada para asistir, pero, ¿cuál era la excusa del hermano de Ali? Quizás él era inteligente y no creía en el despliegue publicitario.
           - ¿Qué hay de la posición de defensa de que Alison DiLaurentis sigue viva? -preguntó una reportera al abogado. El Fiscal de Distrito resopló.
- Es muy claro que la Srta. DiLaurentis fue asesinada.
           Hanna hizo un sonido de eep. Mike silenció la TV.
- No tiene sentido ver esto -caminó hacia ella y puso sus brazos alrededor de sus hombros-. Va a salir bien. Lo prometo. Estaré allí todo el tiempo.
           Hanna estaba por responderle cuando el teléfono de Mike sonó. Miró la pantalla, y su cara se nubló.
           - ¿Es un reportero? -Hanna le preguntó, sintiéndose nerviosa. Había recibido tantas llamadas de gente entrometida las últimas veinticuatro horas que había tenido que vaciar su buzón de voz dos veces. Mike había mencionado que habían conseguido su número también.
           - No -Mike murmuró, sus ojos seguían en la pantalla-. Mi mamá aun no puede comunicarse con Aria.
           Hanna ladeó su cabeza.
- ¿Desde cuándo?
           Los dedos de Mike estaban escribiendo en el teclado.
- Desde anoche. Y no la vi esta mañana, pero pensé que estaba donde Noel o algo, era temprano. Pero la policía acaba de ir a la casa, Aria nunca se juntó con ellos luego del funeral para entregar sus identificaciones y recibir su monitor de tobillo. Y aparentemente hizo un enorme giro de dinero en el aeropuerto.
           Hanna arrugó sus cejas.
- Bromeas -apenas podía creer que Aria hiciera algo así-. ¿Crees que tomó un vuelo hacia algún lado?
           - No lo sé, pero eso sería muy, muy estúpido -Mike miró a Hanna, su expresión era frenética-. No puedo creer que no llamara a nadie, ¿no has oído de ella?
           Hanna apretó su labio inferior.
- No. -dijo en voz baja. Había llamado a Aria un millón de veces desde su pelea, pero había pasado derecho a buzón de voz. La boca de Mike tembló.
- ¿Sobre qué pelearon, a todo esto?
           Hanna puso sus brazos a sus costados.
- Emily, Ali… ni siquiera sé.
           Había tratado de entender la pelea, pero era imposible. ¿Culpaba a Spencer por el salto de Emily hacia el océano? Spencer había sido quien sugirió que se queden por la noche, después de todo y, en retrospectiva, debieron haber vuelto a casa —Emily habría estado más segura, por no mencionar que no habrían sido atrapadas violando los términos de su libertad bajo fianza.
           Pero no era como que ellas supieran que eso iba a pasar. Le recordaba al accidente en que se había metido el verano pasado: había conducido a Madison a casa porque Madison estaba muy borracha para conducir, pero no había provocado que el auto de A venga de la nada. No había planeado chocar.
           Hanna había intentado llamar al teléfono de Spencer ayer también, pero le colgó antes de que la llamada pasara al buzón de voz. No se le ocurrió qué decir. ¿Lo siento? ¿Lo sentía? Era molesto, también, que Spencer no la hubiera llamado a ella.  Debería hacerlo, al menos para disculparse por atacarla y haberse puesto histérica con ella en el funeral. ¿Por qué Hanna tenía que ser la que doble el brazo primero?
           Mike se sentó en la cama y giraba su teléfono en sus manos.
- ¿A dónde crees que fue?
           Hanna levantó sus hombros.
- ¿Quizá a ningún lado? ¿Quizás solo fue para engañar a la policía?
           - Yo apuesto por Europa -dijo Mike suavemente. Restregó sus manos por su cabello-. Sólo espero que esté a salvo -luego pasó una extraña expresión por su cara-. No crees que hizo algo terrible, ¿o sí? ¿Como Emily?
           - No sabemos si Emily está muerta. -Hanna dijo automáticamente.
           Mike ladeo su cabeza.
- Han, ¿cómo que... no lo sabemos?
           Hanna cerró sus ojos, ella no estaba tan segura. La noche anterior, había leído toda clase de artículos sobre cómo había personas que sobrevivieron milagrosamente en tempestuosas aguas y tsunamis. El impulso humano para perseverar era extraordinario. ¡Quizás Emily había decidido, una vez que estaba allá, que no quería morir después de todo!
           Luego su mirada se fue a la acolchada silla en el rincón de su cuarto. El vestido que había ocupado para el funeral de Emily estaba allí, así como su cartera y zapatos, y el programa que había sacado al salir. EMILY FIELDS, decía al frente, acompañado por varias fotos de Emily a través de los años. Había una de Emily como una joven chica, mucho antes de que Hanna la conozca, de pie en un campo de dientes de león. Había otra de cuando acababan de hacerse amigas en sexto grado, Emily en un encuentro de natación, colocándose los lentes, varias otras de la pre-secundaria y de la secundaria; Emily siempre lucía fresca, dulce y feliz.
           Cuando Hanna cerraba sus ojos, retorcidos escenarios aparecían en su mente. Pensaba en la cama de Emily, sin nadie que duerma en ella, sus cubiertas probablemente bien armadas, sus almohadas acolchadas. Pensó en todas las cosas que Emily no volvería a tocar, no volvería a usar, de las que ya no sería parte. Tomó su teléfono y comenzó a componer un mensaje de texto explicando lo mal que se sentía… hasta que se dio cuenta. Había puesto que se lo mandaría a Emily. Por supuesto que lo habría hecho: Emily siempre era a quien acudía con sus sentimientos intactos y vulnerables.
           Su mandíbula tembló. Se hundió en la cama y puso su cabeza entre sus piernas. La mano de Mike tocó su espalda.
- Oye -dijo dulcemente-, está bien. Atravesaremos esto.
           - ¿Si? -Hanna sollozó, sintiendo las lágrimas bajando por sus mejillas- Simplemente no puedo creer que ésta sea mi vida. Todo esto -negó con la cabeza-. Emily se fue, Spencer no me habla y, muy pronto, iré a la cárcel, Mike. Prisión. No tengo nada. Ni futuro, ni amigos, ni vida…
           - Oye -Mike frunció el ceño y puso sus manos en sus caderas-, no lo has perdido todo, Hanna, aún me tienes a mí.
           Hanna se limpió los ojos.
- Pero, honestamente, ¿cuánto tiempo vas a esperarme? Podría estar en prisión por treinta años o más. Digo, no puedes pasar tanto tiempo sin sexo. -estaba tratando de hacer una broma, pero cuando trató de sonreír, solo comenzó a llorar más fuerte.
           - Vales la espera. -los dedos de Mike hacían lentos círculos en la espalda de Hanna.
           - Eso dices ahora, pero…
           Mike se alejó un poco.
- ¿No me crees?
           - No es eso. Es que… -Hanna miró en blanco a la TV al otro lado del cuarto. Una bella modelo brasileña estaba bebiendo Coca-Cola Diet sensualmente  por una pajilla- El mundo está lleno de chicas, Mike -ella dijo suavemente-, y no querría que dejes de vivir por mí.
           Él lucia molesto.
- Ni siquiera digas cosas como esas. ¿Quieres que pruebe que te voy a esperar?
           Él se movió frente a ella. Cuando Hanna volvió a abrir sus ojos, se dio cuenta de que él estaba agachado sobre una rodilla, mirándola a los ojos.
- Cásate conmigo, Hanna Marin -suplicó-. Cásate conmigo hoy.
           - ¿Ha? -Hanna dijo, alcanzando un Kleenex y secando sus ojos.
           Mike se sacó el brazalete de goma amarillo de lacrosse de su muñeca y se lo acercó a ella.
- No tengo una argolla, pero acepta esto -dijo-. Lo digo en serio. Casémonos. Como, mañana.
           Hanna parpadeó.
- ¿Hablas en serio?
           - Por supuesto que sí.
           Se secó la nariz.
- Como, ¿con una ceremonia y todo? ¿Y con un documento, para hacerlo legal? ¿Puede ser legal? ¿Somos suficientemente grandes?
           Mike frunció el ceño.
- Eso creo. Y sí, quiero que sea totalmente legal. Te quiero a ti, Hanna. Y quiero que sepas que siempre voy a quererte, sin importar nada.
           Hanna miró el brazalete de goma en sus manos. Se le había entregado de premio a Mike cuando logró entrar al equipo de secundaria de lacrosse. Una vez, en Jamaica, antes de su encuentro con Tabitha, ella y Mike recibieron un masaje de parejas. Hanna le hizo un comentario por haberse dejado puesto el brazalete aunque los masajeadores instruyeron que se quiten todos los accesorios. Sacarme esto sería como sacarme una parte de mí mismo, respondió Mike, con una mirada totalmente seria.
           Consideró estar con Mike por el resto de su vida y no le tomó mucho darse cuenta de que  le gustaba la idea. También, estaba conmovida por el gesto. Mike sabía muy bien cuál podría ser su destino. Él conocía los inconvenientes de estar con alguien en prisión —o al menos esperaba que hubiera absorbido esas partes en Orange Is the New Black y no sólo las escenas de lesbianas.
           Lo volvió a mirar.
- ¿Podemos tener una boda de verdad?
           Él se encogió de hombros.
- Lo que sea que tú quieras.
           - ¿Entonces puedo usar un vestido? ¿Y dar una fiesta?
           Mike sonrió.
- ¿Eso es un sí?
           Hanna se lamió los labios, repentinamente sintiéndose tímida.
- Creo que lo es -susurró, y luego puso sus brazos alrededor de él-. Si, Mike Montgomery, aunque sea loco, me casaré contigo.
           - Eso es justo lo que quería oír. -Mike susurró de vuelta y le puso su brazalete de lacrosse en su delgada muñeca. Hanna cerró sus ojos y se rió. Usar el brazalete se sentía mejor que cualquier argolla de diamante en su dedo. Era, literalmente, de valor incalculable.



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