sábado, 17 de mayo de 2014

Deadly - Capítulo 22 - Hundiéndose Lentamente

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Traducido por: Daniela
Corregido por: Brayan, Andrea, Pilar, Raúl S.


           Dos semanas luego de su arresto, Hanna bajó las escaleras de la casa de su mamá con su doberman miniatura, Dot, siguiéndola a los pies. Todas las luces seguían encendidas en la cocina, pero estaba vacía. Una nota en la mesa decía, Hice café, muffins en el refrigerador.
            Hanna escuchó, pero no había sonidos de su madre en ningún lado—ya debía haberse ido al trabajo. La Sra. Marin había sido extrañamente atenta los últimos días, trayendo sushi a casa desde la tienda, viendo maratones de Teen Mom con Hanna y Mike, incluso ofreciéndole una mani-pedi a Hanna, aunque la Sra. Marin tenía una muy popular repugnancia hacia los pies. Por otro lado, Hanna pensaba que era dulce que su madre estuviera tratando de hacer un esfuerzo y quedarse a su lado. Pero era muy tarde. Su destino estaba sellado.
            Se dejó caer en una silla de la cocina, encendió la TV e, inconscientemente, le hizo cariño a Dot en su suave cabeza plana. Su celular parpadeando le llamó la atención. Diez Nuevos Mensajes de Texto. Su corazón saltó, pensando que alguno podría ser de su padre, de quien no había oído desde antes de su arresto. Pero cuando recorrió cada uno de los mensajes se dio cuenta de que todos eran de sus compañeros.
            Me das asco, había escrito Mason Byers. Apuesto a que también heriste a Noel, ¿cierto?
            Y de Naomi Zeigler: Espero que te pudras en Jamaica por siempre, perra. Y de Colleen Bebris, la ex de Mike: Sabía que eras capaz de esta clase de cosas.
            Incluso Madison había escrito: Quizás te perdoné muy pronto. Ahora no sé qué pensar sobre el accidente.
            Más de lo mismo. Hanna había estado recibiendo de estos sin parar desde que había sido liberada de la cárcel. Los borro sin leer más. Quizás era bueno que haber sido suspendida: si volvía a Rosewood Day, sería la chica más odiada de la escuela.
            Sostuvo su teléfono entre sus palmas por unos momentos, luego hizo click en el link guardado de un video. Una imagen de una bandera estadounidense ondeando apareció. Luego se escuchó la voz de su padre: Soy Tom Marin y apruebo este mensaje.
            Hanna vio todo el mensaje de anuncio público desde el comienzo hasta el final. Sería la única persona en Pennsylvania que lo vería, ya que había sido retirado de las redes antes de ser lanzado. - Y por eso es que me apego al plan de Tolerancia Cero de Tom Marin, - la Hanna de la TV dijo radiantemente al final, con una gran sonrisa.
            La cámara hizo zoom en la expresión de apoyo de su padre. Él se volvió hacia Hanna al final del comercial, su esencia rebosaba amor, orgullo y lealtad.
            Qué farsa.
            Como si fuera una señal, un noticiario apareció en la TV de la cocina. Hanna levantó la vista, la presentadora estaba hablando sobre la campaña para senador de papá. - Desde el arresto de la hija del Sr. Marin, ha habido un agudo decrecimiento entre los partidarios de Tom Marin, - dijo la mujer. Un gráfico lineal apareció en pantalla. Una gruesa línea roja, representando el número de seguidores de Tom Marin, hacía una caída tipo montaña rusa. - Los manifestantes demandan que se retire, - añadió la reportera.
            Hubo una toma de una masa enojada sosteniendo letreros. También habían aparecido en las noticias ininterrumpidamente—eran las mismas personas que habían protestado afuera del funeral de Graham y las noticias habían pasado una buena cantidad de tiempo con ellos el día en que Hanna fue liberada de la cárcel, cuando manifestaron en la oficina de su padre. Parecía que hoy estaban frente a ella de nuevo. Algunos llevaban el mismo mensaje de DETENGAN AL ASESINO SERIAL DE ROSEWOOD, pero había nuevos letreros ahora de la cara del Sr. Marin con una línea rojo atravesándola y de Hanna, Spencer, Emily y Aria usando cuernos de diablo.
            Hanna apagó rápidamente la TV, experimentando la sensación de mareo que le daba cuando sabía que iba a vomitar. Corrió al baño y se agachó sobre el retrete hasta que las náuseas pasaron. Luego buscó su teléfono en su bolsillo. Tenía que arreglar esto por su padre. Sus votantes necesitaban entender que esto no era su culpa. Él también necesitaba entenderlo.
            Sonó el timbre. Dot corrió a toda prisa hacia la puerta, ladrando histéricamente. Hanna se levantó y caminó por el pasillo. Una silueta se movía a través de la ventana lateral opaca, y por un momento se preocupó por que fuese la policía viniendo a buscarla para llevarla a Jamaica ahora. Quizás su padre se las había arreglado para sacarla del país por adelantado.
            Pero solo era Mike. - Su examen final, madame, - dijo, pasándole un sobre.
            Hanna lo miró.  En la parte de arriba decía Cálculo de Honor.
            - Tienes dos horas, - dijo Mike, mirando su reloj. - E incluso me han permitido ser tu supervisor. ¿Quieres comenzar ahora?
            Hanna de repente se sintió exhausta. ¿Cuándo iba a usar cálculo—especialmente si estaba en prisión? - Que sea después, - dijo, poniendo el sobre en la mesa lateral del recibidor. - Necesito un favor.
            - Lo que sea, - Mike dijo, automáticamente.
            - Necesito ir a la oficina de campaña de mi padre. Ahora.
            Los ojos de Mike fueron de un lugar a otro. - ¿Estás segura de que es una buena idea? Pensé que no se te permitía salir de casa.
            Hanna lo miró. - Dijiste lo que sea.
            Mike apretó sus labios. - Pero no quiero verte molesta.
            Hanna cruzó sus brazos. Le había contado a Mike que su padre no había aparecido en la estación de policía ni la había contactado durante la semana. Y luego, ya que estaba súper molesta, le dijo cada otra cosa mala que su padre alguna vez le había hecho.
            - Es algo que necesito hacer, - dijo firmemente.
            Mike caminó hacia Hanna y la tomó de la mano. - Está bien, - dijo, abriendo la puerta frontal. - Entonces, vamos.
            Cuando Hanna y Mike llegaron al edificio de la oficina del Sr. Marin, al menos cincuenta manifestantes llenaban las aceras. A pesar de que Hanna los había anticipado por las noticias, era más intenso verlos en persona.
            - Está bien,  - Mike dijo, luego le pasó una sudadera con capucha del asiento trasero. - Ponte esto para que no te reconozcan. Yo puedo manejarlos.
            Le tomó la muñeca y la guió a través de los manifestantes. Hanna se mantuvo con la cabeza baja, su corazón latía con fuerza todo el tiempo. Tenía terror de que uno de los manifestantes la reconociera. Rodearon a Mike, gritando. - ¿Vas a ver a Tom Marin? - Y, - ¡Haz que se retire! - Y, - ¡No queremos gente de tu tipo en Washington! - Alguien más dijo.
            Mike la envolvió fuertemente con sus brazos y pasaron a través de las puertas. Las voces de los manifestantes se escuchaban amortiguadas una vez que ya estaban adentro, pero seguían diciendo las mismas cosas. Su corazón latía rápido mientras se dirigía al ascensor y se quitaba la sudadera, deseando aún estar en cama en casa.
            - Vamos, - Mike dijo, dirigiéndose al elevador y apretando el botón LLAMAR. Le sostuvo la mano todo el camino hacia arriba, apretándola de vez en cuando. Cuando llegaron al cuarto piso, Hanna miró hacia afuera por la gran ventana en el pasillo para enfocarse. Uno de los manifestantes no daba la cara hacia los demás sino hacia el denso y descuidado bosque a la izquierda de la propiedad. Asomándose por sobre éste estaba lo que lucía como los restos desmoronados de una chimenea de piedra. La Main Line estaba llena de viejas ruinas—la comisión histórica las protegía si algún famoso general alguna vez había dormido allí o si fue el sitio de una batalla importante. Incluso podría haber un antiguo edificio escondido allí atrás en algún lado, olvidado con el tiempo, con parras enroscandose a su alrededor hasta formar un capullo. Hanna definitivamente podía verse reflejada. También se sentía abrumada y sin palabras. Si tan solo pudiera desaparecer entre los árboles del mismo modo.
Tomó aire y se enfrentó a la puerta de vidrio que conducía a la oficina de su padre, entonces entró. La recepcionista, Mary, dio un vistazo a Hanna y se paró. - No se supone que estés aquí.
Hanna se puso firme. - Es importante.
- Tom está en una reunión.
            Hanna enarcó una ceja. - Dile que solo tomará un segundo.
            Mary dejó a un lado el lápiz que estaba usando y se fue rápidamente por el pasillo. En segundos, el Sr. Marin apareció. Tenía puesto un traje azul marino con un pin de la bandera estadounidense en la solapa. A Hanna le pareció mezquino—su hija sería juzgada por asesinato, pero aún así había recordado colocarse el pin en su chaqueta esa mañana.
            - Hanna. - El tono del Sr. Marin era como de rabia contenida. - Se supone que no debes salir de casa.
            - Quería hablar contigo y no me devolvías las llamadas, - Hanna dijo, odiando sonar como un ratón. - Quiero saber por qué no viniste a la estación de policía cuando fui liberada. O por qué no me has hablado desde entonces.
            El Sr. Marin se cruzó de brazos. Hizo un gesto hacia los manifestantes a través de la ventana frontal. Una mujer que llevaba una foto de la cara de Hanna pasó. - ¿Te vieron entrar?
            Hanna parpadeó. - No. Tenía una sudadera puesta.
            Él se masajeó los ojos. - Sal por atrás cuando te vayas.
            Se dio vuelta y volvió hacia su oficina. Hanna quedó boquiabierta. Entonces Mike dio un paso al frente. - Ella sigue siendo su hija, Sr. Marin, - gritó.
            El Sr. Marin se detuvo y le dio una mirada feroz. - Esto no es asunto tuyo, Mike.
            Miró a Hanna. - No puedo alinearme contigo ahora mismo. Lo siento.
Hanna sintió dolor físico. Alinearme. Sonaba tan clínico. - ¿Hablas en serio?
            La mirada del Sr. Marin fue hacia los manifestantes a través de la ventana otra vez. - Te he dado oportunidad tras oportunidad. He tratado de estar ahí para ti. Pero ahora mismo, sería un suicidio para la campaña. Estás por tu cuenta.
            - ¿Estás preocupado por la campaña? - Hanna chilló. Dio unos pasos hacia él. - Papá, por favor escúchame. No maté a nadie. El video que las noticias han estado mostrando de mí golpeando a la chica es falso. Me conoces—no haría eso. No soy ese tipo de persona.
            Continuó caminando hacia él, con los brazos estirados, pero el Sr. Marin se alejó de ella, con una mirada cautelosa. Luego el teléfono en el mesón frontal sonó, y el Sr. Marin le hizo un gesto a la recepcionista para que contestase. - Tom, - dijo, poniendo su mano sobre el recibidor. - Es el reportero del Centinela.
            El Sr. Marin lucía dolido. - Contestaré en mi oficina. - Miró a Hanna. - Tienes que irte, ahora.
            Se volteó y se fue por el pasillo, sin siquiera decir adiós. Hanna se quedó quieta por un momento, repentinamente sintiendo como que cada molécula en su cuerpo estaba a punto de implosionar y convertirla en vapor. Un manifestante tocó un silbato. Alguien más animaba. Hanna apretó los ojos y trató de llorar, pero estaba muy impactada.
            Sintió los dedos de Mike enroscandose con los de ella. - Vamos, - le susurró, llevándola de vuelta al elevador. No dijo nada mientras él llamaba al ascensor y bajaban hasta el primer piso. No dijo nada mientras Mike la sacaba del elevador y la guió a través del recibidor hacia la puerta principal. Sólo cuando vio a los manifestantes marchando en círculos justo frente a ellos, se detuvo y miró nerviosa a Mike. - Nos dijo que nos fuéramos por atrás.
            - ¿De verdad te importa lo que él quiere que hagas? - Las mejillas de Mike estaban rojas. Le tomó la mano con más fuerza. - Podría matarlo, Hanna. Tú no le debes nada.
            La mandíbula de Hanna temblaba. Mike estaba completa y absolutamente en lo cierto.
            Corrían lágrimas por sus mejillas mientras se dirigía a la acera. Mientras los manifestantes la rodeaban una vez más, dejó escapar un único y penetrante sollozo. Mike la agarró inmediatamente y la abrazó con fuerza, llevándola a través de la multitud. Y por encima de todos los gritos, un pensamiento estaba claro y nítido en la mente de Hanna. Ella no le debía nada a su padre. Durante todos esos años, había pensado que apestaba porque su padre había escogido a Kate por sobre ella.
            Pero nada se comparaba a que escogiera a todo el estado de Pensilvania.


Capítulo 21 - Capítulo 23

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