<<<Capítulo Anterior
Dos semanas luego de su arresto, Hanna bajó
las escaleras de la casa de su mamá con su doberman miniatura, Dot, siguiéndola
a los pies. Todas las luces seguían encendidas en la cocina, pero estaba vacía.
Una nota en la mesa decía, Hice café, muffins en el refrigerador.
Capítulo 21 - Capítulo 23
Traducido por: Daniela
Corregido por: Brayan,
Andrea, Pilar, Raúl S.
Hanna escuchó, pero no había sonidos de su
madre en ningún lado—ya debía haberse ido al trabajo. La Sra. Marin había sido
extrañamente atenta los últimos días, trayendo sushi a casa desde la tienda,
viendo maratones de Teen Mom con Hanna y Mike, incluso ofreciéndole una
mani-pedi a Hanna, aunque la Sra. Marin tenía una muy popular repugnancia hacia
los pies. Por otro lado, Hanna pensaba que era dulce que su madre estuviera
tratando de hacer un esfuerzo y quedarse a su lado. Pero era muy tarde. Su
destino estaba sellado.
Se dejó caer en una silla de la cocina,
encendió la TV e, inconscientemente, le hizo cariño a Dot en su suave cabeza
plana. Su celular parpadeando le llamó la atención. Diez Nuevos Mensajes de
Texto. Su corazón saltó, pensando que alguno podría ser de su padre, de
quien no había oído desde antes de su arresto. Pero cuando recorrió cada uno de
los mensajes se dio cuenta de que todos eran de sus compañeros.
Me das asco, había escrito Mason Byers.
Apuesto a que también heriste a Noel, ¿cierto?
Y de Naomi Zeigler: Espero que te pudras
en Jamaica por siempre, perra. Y de Colleen Bebris, la ex de Mike: Sabía
que eras capaz de esta clase de cosas.
Incluso Madison había escrito: Quizás te
perdoné muy pronto. Ahora no sé qué pensar sobre el accidente.
Más de lo mismo. Hanna había estado
recibiendo de estos sin parar desde que había sido liberada de la cárcel. Los
borro sin leer más. Quizás era bueno que haber sido suspendida: si volvía a
Rosewood Day, sería la chica más odiada de la escuela.
Sostuvo su teléfono entre sus palmas por
unos momentos, luego hizo click en el link guardado de un video. Una imagen de
una bandera estadounidense ondeando apareció. Luego se escuchó la voz de su padre:
Soy Tom Marin y apruebo este mensaje.
Hanna vio todo el mensaje de anuncio
público desde el comienzo hasta el final. Sería la única persona en
Pennsylvania que lo vería, ya que había sido retirado de las redes antes de ser
lanzado. - Y por eso es que me apego al plan de Tolerancia Cero de Tom Marin, -
la Hanna de la TV dijo radiantemente al final, con una gran sonrisa.
La cámara hizo zoom en la expresión de
apoyo de su padre. Él se volvió hacia Hanna al final del comercial, su esencia
rebosaba amor, orgullo y lealtad.
Qué farsa.
Como si fuera una señal, un noticiario
apareció en la TV de la cocina. Hanna levantó la vista, la presentadora estaba
hablando sobre la campaña para senador de papá. - Desde el arresto de la hija del
Sr. Marin, ha habido un agudo decrecimiento entre los partidarios de Tom Marin,
- dijo la mujer. Un gráfico lineal apareció en pantalla. Una gruesa línea roja,
representando el número de seguidores de Tom Marin, hacía una caída tipo
montaña rusa. - Los manifestantes demandan que se retire, - añadió la
reportera.
Hubo una toma de una masa enojada
sosteniendo letreros. También habían aparecido en las noticias
ininterrumpidamente—eran las mismas personas que habían protestado afuera del
funeral de Graham y las noticias habían pasado una buena cantidad de tiempo con
ellos el día en que Hanna fue liberada de la cárcel, cuando manifestaron en la
oficina de su padre. Parecía que hoy estaban frente a ella de nuevo. Algunos
llevaban el mismo mensaje de DETENGAN AL ASESINO SERIAL DE ROSEWOOD, pero había
nuevos letreros ahora de la cara del Sr. Marin con una línea rojo atravesándola
y de Hanna, Spencer, Emily y Aria usando cuernos de diablo.
Hanna apagó rápidamente la TV,
experimentando la sensación de mareo que le daba cuando sabía que iba a
vomitar. Corrió al baño y se agachó sobre el retrete hasta que las náuseas
pasaron. Luego buscó su teléfono en su bolsillo. Tenía que arreglar esto por su
padre. Sus votantes necesitaban entender que esto no era su culpa. Él también
necesitaba entenderlo.
Sonó el timbre. Dot corrió a toda prisa
hacia la puerta, ladrando histéricamente. Hanna se levantó y caminó por el
pasillo. Una silueta se movía a través de la ventana lateral opaca, y por un
momento se preocupó por que fuese la policía viniendo a buscarla para llevarla
a Jamaica ahora. Quizás su padre se las había arreglado para sacarla del
país por adelantado.
Pero solo era Mike. - Su examen final,
madame, - dijo, pasándole un sobre.
Hanna lo miró. En la parte de arriba
decía Cálculo de Honor.
- Tienes dos horas, - dijo Mike, mirando su
reloj. - E incluso me han permitido ser tu supervisor. ¿Quieres comenzar ahora?
Hanna de repente se sintió exhausta.
¿Cuándo iba a usar cálculo—especialmente si estaba en prisión? - Que sea
después, - dijo, poniendo el sobre en la mesa lateral del recibidor. - Necesito
un favor.
- Lo que sea, - Mike dijo, automáticamente.
- Necesito ir a la oficina de campaña de mi
padre. Ahora.
Los ojos de Mike fueron de un lugar a otro.
- ¿Estás segura de que es una buena idea? Pensé que no se te permitía salir de
casa.
Hanna lo miró. - Dijiste lo que sea.
Mike apretó sus labios. - Pero no quiero
verte molesta.
Hanna cruzó sus brazos. Le había contado a
Mike que su padre no había aparecido en la estación de policía ni la había
contactado durante la semana. Y luego, ya que estaba súper molesta, le dijo
cada otra cosa mala que su padre alguna vez le había hecho.
- Es algo que necesito hacer, - dijo
firmemente.
Mike caminó hacia Hanna y la tomó de la
mano. - Está bien, - dijo, abriendo la puerta frontal. - Entonces, vamos.
Cuando Hanna y Mike llegaron al edificio de
la oficina del Sr. Marin, al menos cincuenta manifestantes llenaban las aceras.
A pesar de que Hanna los había anticipado por las noticias, era más intenso
verlos en persona.
- Está bien, - Mike dijo, luego le
pasó una sudadera con capucha del asiento trasero. - Ponte esto para que no te
reconozcan. Yo puedo manejarlos.
Le tomó la muñeca y la guió a través de los
manifestantes. Hanna se mantuvo con la cabeza baja, su corazón latía con fuerza
todo el tiempo. Tenía terror de que uno de los manifestantes la reconociera.
Rodearon a Mike, gritando. - ¿Vas a ver a Tom Marin? - Y, - ¡Haz que se retire!
- Y, - ¡No queremos gente de tu tipo en Washington! - Alguien más dijo.
Mike la envolvió fuertemente con sus brazos
y pasaron a través de las puertas. Las voces de los manifestantes se escuchaban
amortiguadas una vez que ya estaban adentro, pero seguían diciendo las mismas
cosas. Su corazón latía rápido mientras se dirigía al ascensor y se quitaba la
sudadera, deseando aún estar en cama en casa.
- Vamos, - Mike dijo, dirigiéndose al
elevador y apretando el botón LLAMAR. Le sostuvo la mano todo el camino hacia
arriba, apretándola de vez en cuando. Cuando llegaron al cuarto piso, Hanna
miró hacia afuera por la gran ventana en el pasillo para enfocarse. Uno de los
manifestantes no daba la cara hacia los demás sino hacia el denso y descuidado
bosque a la izquierda de la propiedad. Asomándose por sobre éste estaba lo que
lucía como los restos desmoronados de una chimenea de piedra. La Main Line
estaba llena de viejas ruinas—la comisión histórica las protegía si algún famoso
general alguna vez había dormido allí o si fue el sitio de una batalla
importante. Incluso podría haber un antiguo edificio escondido allí atrás en
algún lado, olvidado con el tiempo, con parras enroscandose a su alrededor
hasta formar un capullo. Hanna definitivamente podía verse reflejada. También
se sentía abrumada y sin palabras. Si tan solo pudiera desaparecer entre los
árboles del mismo modo.
Tomó aire y se enfrentó a la puerta de vidrio que conducía a la oficina
de su padre, entonces entró. La recepcionista, Mary, dio un vistazo a Hanna y
se paró. - No se supone que estés aquí.
Hanna se puso firme. - Es importante.
- Tom está en una reunión.
Hanna enarcó una ceja. - Dile que solo
tomará un segundo.
Mary dejó a un lado el lápiz que estaba
usando y se fue rápidamente por el pasillo. En segundos, el Sr. Marin apareció.
Tenía puesto un traje azul marino con un pin de la bandera estadounidense en la
solapa. A Hanna le pareció mezquino—su hija sería juzgada por asesinato, pero
aún así había recordado colocarse el pin en su chaqueta esa mañana.
- Hanna. - El tono del Sr. Marin era como
de rabia contenida. - Se supone que no debes salir de casa.
- Quería hablar contigo y no me devolvías
las llamadas, - Hanna dijo, odiando sonar como un ratón. - Quiero saber por qué
no viniste a la estación de policía cuando fui liberada. O por qué no me
has hablado desde entonces.
El Sr. Marin se cruzó de brazos. Hizo un
gesto hacia los manifestantes a través de la ventana frontal. Una mujer que
llevaba una foto de la cara de Hanna pasó. - ¿Te vieron entrar?
Hanna parpadeó. - No. Tenía una sudadera
puesta.
Él se masajeó los ojos. - Sal por atrás
cuando te vayas.
Se dio vuelta y volvió hacia su oficina.
Hanna quedó boquiabierta. Entonces Mike dio un paso al frente. - Ella sigue
siendo su hija, Sr. Marin, - gritó.
El Sr. Marin se detuvo y le dio una mirada
feroz. - Esto no es asunto tuyo, Mike.
Miró a Hanna. - No puedo alinearme contigo
ahora mismo. Lo siento.
Hanna sintió dolor físico. Alinearme. Sonaba tan clínico. -
¿Hablas en serio?
La mirada del Sr. Marin fue hacia los
manifestantes a través de la ventana otra vez. - Te he dado oportunidad tras
oportunidad. He tratado de estar ahí para ti. Pero ahora mismo, sería un
suicidio para la campaña. Estás por tu cuenta.
- ¿Estás preocupado por la campaña?
- Hanna chilló. Dio unos pasos hacia él. - Papá, por favor escúchame. No maté a
nadie. El video que las noticias han estado mostrando de mí golpeando a la
chica es falso. Me conoces—no haría eso. No soy ese tipo de persona.
Continuó caminando hacia él, con los brazos
estirados, pero el Sr. Marin se alejó de ella, con una mirada cautelosa. Luego
el teléfono en el mesón frontal sonó, y el Sr. Marin le hizo un gesto a la
recepcionista para que contestase. - Tom, - dijo, poniendo su mano sobre el
recibidor. - Es el reportero del Centinela.
El Sr. Marin lucía dolido. - Contestaré en
mi oficina. - Miró a Hanna. - Tienes que irte, ahora.
Se volteó y se fue por el pasillo, sin
siquiera decir adiós. Hanna se quedó quieta por un momento, repentinamente
sintiendo como que cada molécula en su cuerpo estaba a punto de implosionar y
convertirla en vapor. Un manifestante tocó un silbato. Alguien más animaba.
Hanna apretó los ojos y trató de llorar, pero estaba muy impactada.
Sintió los dedos de Mike enroscandose con
los de ella. - Vamos, - le susurró, llevándola de vuelta al elevador. No dijo
nada mientras él llamaba al ascensor y bajaban hasta el primer piso. No dijo
nada mientras Mike la sacaba del elevador y la guió a través del recibidor
hacia la puerta principal. Sólo cuando vio a los manifestantes marchando en
círculos justo frente a ellos, se detuvo y miró nerviosa a Mike. - Nos dijo que
nos fuéramos por atrás.
- ¿De verdad te importa lo que él quiere
que hagas? - Las mejillas de Mike estaban rojas. Le tomó la mano con más
fuerza. - Podría matarlo, Hanna. Tú no le debes nada.
La mandíbula de Hanna temblaba. Mike estaba
completa y absolutamente en lo cierto.
Corrían lágrimas por sus mejillas mientras
se dirigía a la acera. Mientras los manifestantes la rodeaban una vez más, dejó
escapar un único y penetrante sollozo. Mike la agarró inmediatamente y la
abrazó con fuerza, llevándola a través de la multitud. Y por encima de todos
los gritos, un pensamiento estaba claro y nítido en la mente de Hanna. Ella no
le debía nada a su padre. Durante todos esos años, había pensado que
apestaba porque su padre había escogido a Kate por sobre ella.
Pero nada se comparaba a que escogiera a
todo el estado de Pensilvania.
Mm estos capítulos me hacen llorar gracias por traducirlos
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