Traducido por: Daniela
Corregido por: Brayan, Pilar.
Esa
misma tarde, Hanna miraba al impasible ojo del lente de una cámara de TV.
Cuando la luz roja que indicaba que estaban filmando comenzó a parpadear,
sonrió radiantemente, - Y por eso es que apoyo al plan de Tolerancia Cero de
Tom Marin, - dijo clara y lentamente. Ya llevaban seis tomas del anuncio
público Tom y Hanna Marin Familias Contra Conducción Bajo los Efectos del
Alcohol, y esta iba a ser una de las buenas.
Su
padre, quien estaba sentado en el taburete junto a ella, recitó sus líneas con
voz presidencial. Las cámaras hicieron un acercamiento hacia él, y Hanna miró
su reflejo en el espejo que estaba colocado al otro lado de la oficina central
convertida en estudio para la campaña de su padre. Llevaba un vestido tubo
color azul marino y un collar de perlas que le pidió prestado a su mamá. Su
cabello castaño había sido secado profesionalmente, cayendo en una suave
cascada por su espalda. Sus ojos verdes brillaban, y su piel relucía, gracias a
la cara crema que había en la bolsa de herramientas del artista de maquillaje.
Hanna definitivamente tenía que averiguar el nombre de la crema.
La
cámara volvió a Hanna. - Tenemos que mantener a los adolescentes de
Pennsylvania a salvo, - dijo enfáticamente. - Yo lo sé, no sólo como una
adolescente de Pennsylvania...sino también como una víctima de acechamiento y
de conducción bajo los efectos del alcohol.
Pausa.
Sonrisa radiante. Apariencia seria y patriótica. - Y…¡Corte! - dijo el
director, quien estaba apoyado en un taburete tras la cámara. - ¡Creo que esta
es la ganadora!
Todos
en la sala aplaudieron. El Sr. Marin palmeó el hombro de Hanna. - Buen trabajo.
-
Eso fue realmente impresionante, - Kate coincidió, apareciendo junto a Hanna. -
Eres natural frente a la cámara, Han. Estoy tan impresionada.
-
Lo sacó de mí, - dijo la mamá de Hanna. Hanna estaba casi segura de que su mamá
y Kate nunca habían estado juntas en una habitación tan pequeña, pero parecían
llevarse bien. Isabel, sin embargo, estaba de pie en la esquina opuesta
afirmando un portapapeles con tanta fuerza, que Hanna estaba sorprendida de que
no lo hubiera partido en dos para entonces.
Sydney,
el asistente principal del Sr. Marin, se acercó. - He estado pensando. Demos
vuelta esto de modo que el bar que le sirvió a Hanna y a Madison quede como el
culpable. Se verá bien entre nuestros votantes, Tom, - dijo. - La gente
pensará: Si hubieran sido más duros a la hora de pedir identificación, este
accidente nunca hubiera ocurrido.
- Exacto. - Entonces la
expresión del Sr. Marin se puso seria. - ¿Cuál era el nombre de ese bar que te
sirvió? Deberíamos clausurarlo. Hacerlos un ejemplo.
-
La Cabana. - Hanna había pensado mucho en el bar de la South Street al que
había entrado en ese fatídico día. El aroma a cigarro y la vibrante canción
estilo country volvieron a su mente. También el aliento a alcohol de Madison y
la forma en que las suelas de los zapatos de Hanna estaba pegajosas después de
caminar por el piso del baño.
-
Lo tengo. - El Sr. marin escribió algo en su iPhone. - Está bien, Han. ¿Lista
para la Fase Dos?
Hanna
se removió inquieta. La Fase Dos era pedirle perdón a Madison en la
Univerisidad Immaculata, a donde se había transferido tras el accidente.
Madison había accedido a hablar con Hanna, pero aún hacía que Hanna se sintiera
incómoda. Si tan solo pudiera saltar esa Fase.
Sintiendo
la aprehensión de Hanna, el Sr. Marin puso su brazo a su alrededor. - Estaré
contigo todo el tiempo, cariño, lo prometo. Lo haremos juntos.
Isabel
se acercó. - Pero Tom, tenemos esa reunión con tus nuevos contribuyentes hoy a las
cuatro.
El
Sr. Marin cerró su boca. - Reprográmala.
La
cara de Isabel se nubló. - Perdiste una enorme contribución cuando Gayle Riggs
murió—necesitamos el dinero. -
Aclaró su garganta. - Hablando de Gayle, ¿oíste las noticias? hubo un cambio en
el caso. La policía está investigando su casa otra vez en busca de nueva
evidencia.
Hanna se movió. Por
supuesto que había habido un cambio en el caso. Era por ellas.
El Sr. Marin se dirigió
a la puerta. - Estoy seguro de que los contribuyentes pueden esperar un día,
Iz. Le dije a Hanna que lo haría con ella, y quiero hacer honor a eso.
- Que bueno de tu
parte, Tom, - la mamá de Hanna dijo. Le lanzó una sonrisa sarcástica a Isabel.
Una profunda arruga apareció entre los ojos de Isabel. Hanna tuvo la sensación
de que si no salían de allí pronto, esto se transformaría en un episodio de Amas
de casa Reales: Rosewood, PA.
- Estaré lista en un
segundo, - Hanna dijo rápidamente a su padre. - Solo quiero llamar a Mike. - No
había oído de él en todo el día, y quería asegurarse de que estuviera bien.
Usualmente, Mike le enviaba mensajes sin parar, incluso durante la escuela.
Salió de la oficina de
su padre, se paró en el pasillo que iba a dar a un enorme atrio con una fuente
de agua, y marcó el número de Mike. Una vez más, fue al buzón de voz. Hanna
colgó sin dejar un mensaje. ¿Dónde estaba?
Cuando una puerta se
cerró, Hanna saltó. Hizo eco tan ruidosamente, como si estuviera justo tras
ella. Solo estar en este edificio le ponía la piel de gallina; hace unos meses,
A—Ali—había atrapado a Hanna en el ascensor. Las luces se habían
apagado, la energía también, y cuando Hanna estuvo libre y en terreno firme
otra vez, había encontrado la caja de control del ascensor abierta de par en
par, con sus palancas e interruptores alterados. El delatador perfume de Ali
había flotado en el aire, burlándose de sus fosas nasales. Si tan solo Hanna
hubiera llamado a la policía en ese entonces.
Hanna se asomó por la
ventana principal buscando a Bo, su guardia de seguridad, pero no veía su auto
en el estacionamiento. Le marcó a la Agente Fuji. - ¿Sabes dónde está Bo? -
Hanna preguntó, cuando ella respondió. - No lo veo en ningún sitio.
Se escuchó el sonido de
tecleo de fondo. - Solo porque no puedas verlo no significa que él no esté
allí, - respondió Fuji.
- Pero no lo he visto
en todo el día.
- Hanna, no tengo
tiempo de monitorear las idas y venidas de tu equipo de seguridad. Estoy segura
de que no es nada de qué preocuparse.
- Es solo que oí que la
policía está investigando el asesinato de Gayle, - Hanna dijo en voz baja. - Y
sé que eso probablemente pondrá nerviosa a Ali. Y también tengo que preocuparme
por mi novio. Tengo miedo de que Ali pueda herirlo porque sabe demasiado.
De repente, con solo
hablar sobre Mike, recordó un sueño que había tenido la noche anterior. Su
teléfono sonaba, y un mensaje de A decía que Mike estaba en peligro y que Hanna
tenía que encontrarlo. Hanna salía disparada a la calle y buscaba a su
alrededor. Incongruentemente, la casa de los DiLaurentis estaba al lado de la
suya—y el antiguo agujero que los trabajadores habían excavado para construir
el gazebo estaba de vuelta. Hanna corría hasta él y miraba adentro… y allí
estaba Mike al fondo, acurrucado en posición fetal. Era obvio que estaba
muerto.
- ¿Y si algo le pasa? -
dijo Hanna ahora, horrorizada con solo recordar el sueño. - ¿Estamos seguros de
que todos estan a salvo?
- Hanna, cálmate, -
Fuji interrumpió. - Todos están a salvo. Cada vez que ustedes llaman, me roban
tiempo para resolver el caso. Estoy segura de que entiendes.
LLAMADA FINALIZADA
apareció en la pantalla. Hanna retrocedió, sin estar segura de si sentirse
humillada o asegurada, pero Fuji estaba haciendo su trabajo—tenía que confiar
en ello. Pronto, todo esto habría terminado.
Treinta minutos después, el SUV del
Sr. Marin pasó a través de las rejas de la Universidad Immaculata, una escuela
de artes liberales no muy lejana a Rosewood. Chicas que usaban suéteres de
Rugby y faldas escocesas atravesaban el patio interior y chicos que llevaban
bastones de lacrosse sobre sus hombros subían los escalones hacia una
residencia. Casi todos llevaban Top-Siders de Sperry.
Aparcaron en la
residencia de Madison y se bajaron. - Vamos. - El Sr. Marin tomó la mano de
Hanna y la llevó por el camino hacia la entrada de la residencia. El interior
del edificio olía a una mezcla de perfumes y estaba lleno de chicas.
- Aquí es, - el Sr.
Marin dijo cuando llegaron a una puerta con el número 113. Había una pizarra
blanca con mensajes para Madison. Hanna se detuvo a leer algunos. ¿Cena, 6?,
¿Vas a ir a esa reunión mañana? e ¿Hiciste la tarea de química?
¿Eso significaba que Madison tenía una vida relativamente normal?
Hanna dudó antes de
golpear, el temor apretaba su pecho como un corset. - Puedes hacer esto, - el
Sr. Marin dijo como si leyera su mente. - No me iré de tu lado.
Hanna estaba tan
agradecida, que casi se puso a llorar. Armándose de valor, estiró su brazo y
tocó. La puerta se abrió inmediatamente, y una chica rubia con cara ovalada y
cejas extremadamente depiladas estaba de pie al otro lado.
- ¿Hanna? - dijo.
- Exacto. - Hanna miró
a su papá. - Y este es mi papá.
La frente de Madison se
arrugó, aún mirando a Hanna. - Huh. Pensé que eras la Pequeña Linda Mentirosa
rubia.
- Esa es Spencer.
Madison se apoyó contra
la manija. - Wow. De verdad que no recuerdo nada de esa noche.
Se hizo a un lado y
dejó que Hanna y su papá entreran a la habitación. Una cama de dos plazas
cuidadosamente hecha con una mullida colcha blanca se ubicaba cerca de la
ventana. Había un escritorio lleno de libros, informes, y un computador Dell
apoyado contra otra pared. Una pila de ropa sucia estaba cerca del baño, y
habia un montón de zapatos junto al armario.
- Tienes una habitación
para ti sola, - Hanna comentó, notando sólo una cama. - Suertuda.
- Está a cuenta de mi
pierna. - Madison se levantó el jeans para revelar algo soldado alrededor de su
pantorrilla. - Les di lastima, supongo.
Un gran peso se acomodó
sobre el pecho de Hanna. Naomi le había dicho que la pierna de Madison había
sido destrozada en el accidente. No podría volver a jugar hockey sobre césped
nunca más. - ¿Duele? - Hanna dijo en voz baja.
Madison se encogió de
hombros. - A veces. Tendré una cirugía para restaurar el hueso este verano. Los
doctores dicen que estaré como nueva luego de eso.
Cirugía. Hanna
miró a la puerta, tentada a salir corriendo y nunca más volver. Pero entonces
miró a su padre. Él le asintió alentadoramente.
Tomó aire profundamente. - Mira, Madison, estoy segura de que
a estas alturas ya sabes lo que ocurrió esa noche, ¿cierto? Te conduje a
casa...y entonces alguien se metió en el carril, chocamos y dejé la escena.
Nunca debí haberte dejado.
Madison
se sentó en la silla de su escritorio. - Está bien, Hanna. Te perdono.
Las
cejas de Hanna se levantaron disparadas. Bueno, eso fue fácil. - Muy
bien, entonces. - dijo, comenzando a pararse. ¡Dicho y hecho!
Pero
entonces se detuvo. Quizás eso fue demasiado fácil. - Espera. ¿Solo
dices eso? Si estás muy enojada, puedes decírmelo. Está bien. Yo estaría
enojada.
Madison
giró un lápiz entre sus dedos. - Apesta que hayamos estado en un accidente.
Apesta que sintieras que tenías que irte. Pero hasta donde sé, habría quedado
en un estado mucho peor si hubiera conducido yo.
-
Debí haber sido más insistente en lo de conseguirte un taxi. - Hanna se apoyó
en el borde de la cuidadosamente hecha cama. - Ellos no habrían chocado.
Madison
dio vuelta en la silla. - En realidad no sabemos eso. La misma persona podría
haber chocado con ellos. - Se detuvo, sus ojos se iluminaron. - ¿Supiste que
encontramos videos de seguridad?
-
¿Del otro conductor? - Hanna se inclinó. - ¿Viste quién era? ¿Era Ali?
-
Sacaron la parte de una placa de patente, y por un tiempo pensé que estaban
tras algo, pero no pudieron averiguar quién era el conductor, - Madison
respondió. - Lo único que la policía averiguó fue que el auto era un Acura.
Se
formaron puntos frente a los ojos de Hanna. ¿Un Acura? ¿Spencer no había
encontrado un llavero Acura en la casa modelo destrozada de su padrastro?
Madison
se pellizcó el puente de su nariz. - Desearía poder recordar quién era el
conductor. Desearía poder recordar lo que sea de esa noche. - Tomó su
teléfono de su escritorio. - Apenas recuerdo haber ido a ese bar. Tomé un par
de tragos en otro lugar que nunca pide identificación en la misma calle antes
de ir allí, pero sí que recuerdo a ese lindo barman que realmente, realmente
quería que entrara.
Hanna
se enderezó. - Sí, Jackson. También me hizo eso a mí.
Había
pensado en pasar el bar ese día, Jackson la miraba desde la entrada. Los
tragos estan a mitad de precio ahora mismo, dijo con una voz coqueta,
mostrándole una sonrisa ultra blanca. Tenía la apariencia de un tipo que había
jugado lacrosse y remado en la secundaria, aunque había algo de depredador en
su mirada. Mucho después, luego de que Hanna y Madison se habían hecho amigas,
Hanna se había inclinado para afirmar a Madison antes de que se cayera de su
taburete. Cuando levantó la mirada, había pillado a Jackson echando un vistazo
por su blusa, sonriendo.
-
Desearía poder ponerle las manos en cima, - dijo el padre de Hanna, recio.
Madison
parecía acomplejada. - Quizás no sabía que era menor de edad.
Hanna
abrió la boca pero no dijo nada. Jackson pono haber sabido que Madison tenía
menos de veinte y uno, pero le había servido tragos a Madison más rápido
de lo que podía beberlos. Y cuando Hanna había sugerido que llamara a un taxi
para Madison, él sólo se había reído.
El
Sr. Marin se tocó el labio. - ¿Podrías describir cómo se veía?
Madison
sonrió tímidamente, luego tocó su teléfono. - Tengo una foto. La tomé en
secreto porque pensé que era lindo.
Hanna
miró la foto. Era una toma oscura del perfil de un chico bonito con cabello
corto. Madison lo había pillado mientras mezclaba un margarita. - Sí, ese es
él.
Entonces Madison revisó su reloj. -
De hecho, tengo práctica de orquesta. - se paró de manera rara y estiró su
mano. - Fue un placer conocerlo, Sr. Marin. Y verte otra vez, Hanna.
- También fue bueno
verte, - dijo Hanna, estrechándole la mano. - Buena suerte con… todo.
- Buena suerte con tus
PSAs - Madison resopló. - Mejor tú que yo.
Hanna y su padre se
quedaron en silencio mientras bajaban por el pasillo, pero de repente, el Sr.
Marin puso su brazo alrededor de ella. - Estoy tan orgulloso de ti, - dijo. -
Es difícil enfrentarte a tus demonios y reconocerlos.
Hanna sintió las
lágrimas formándose en sus ojos otra vez. - Gracias por venir conmigo.
Entonces su teléfono
sonó. Su corazón saltó. Era Mike, finalmente respondiéndole. Lo siento, día
ocupado, había escrito, y dio un suspiro de alivio. Él estaba bien.
Luego notó un segundo
mensaje que también había llegado. Miró la pantalla, y su corazón se cayó. Este
era de un anónimo.
Justo cuando haces las paces con papi, voy a tener que quitártelo todo. No digas que no te lo advertí.—A
- ¿Hanna? - el Sr.
Marin se volteó. - ¿Estás bien?
Las manos de Hanna
temblaron. ¿Eso era una amenaza contra su padre?
Encuadrando sus
hombros, se lo envió a Fuji. Entonces miró a su padre, quien estaba mirándola
con preocupación desde el final del pasillo. - Estoy genial, - dijo con
seguridad. Y sí lo estaba. Si Fuji estaba trabajando tan duro en el caso que ni
siquiera podía atender las llamadas de Hanna, entonces mantendría a todos a
salvo.
Más le valía.
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