lunes, 30 de diciembre de 2013

Crushed - Capítulo 17: Y el ganador es...

Traducido por: Daniela.
Corregido por: Brayan, Maite.

            La mañana del miércoles, solo tres días antes del baile de graduación, todos los alumnos de cursos mayores se reunían en el auditorio. Las chicas estaban enviando mensajes de textos y jugando Plantas vs. Zombies y un grupo de chicos de teatro cerca de la salida izquierda estaba interpretando una escena de un duelo de la obra Macbeth, la cual la escuela había presentado el mes pasado. Un gran letrero sobre el escenario decía REY Y REINA DEL BAILE DE MAYO. Dos coronas de apariencia ancestral, de oro plateado, y con joyas falsas, que eran usadas para adornar las cabezas de los reyes y reinas de años anteriores, esperaban sobre una mesa. Dos cetros de realeza, los cuales el rey y la reina llevaban al baile, esperaban en el escenario también. Las votaciones habían ocurrido esa mañana, y Rosewood Day había hecho el recuento inmediatamente. La asamblea estaba punto de anunciar a los ganadores.

            Hanna estaba sentada con los otros candidatos sobre el escenario, su corazón iba a un trillón de millas por hora. Miró a su alrededor al auditorio llenándose. ¿Dónde diablos estaba Mike? Él no se perdería esta asamblea, ¿o sí? Ella lo había visto antes del primer periodo esta mañana, así que sabía que él no estaba enfermo.

            Luego miró a Chassey Bledsoe a dos taburetes de distancia. Chassey seguía mirando a la multitud, entregándoles sonrisas llenas de esperanza y gracia a todos. Luego Chassey se volvió hacia Hanna, y sus ojos se iluminaron. - ¿Estás emocionada? – Preguntó, su voz temblaba ligeramente.

            Hanna asintió como respuesta. Estaba muy alterada y asustada como para responder. Todos esos días de no-hacer-campaña le pesaban. ¿Y si Chassey ganaba? ¿Podría superarlo alguna vez?

            Noel, quien estaba sentado junto a Hanna, estiró sus brazos tras su cabeza y bostezó ruidosamente. Hanna se volvió hacia él. – no pareces muy nervioso.

            Noel se encogió de hombros. – Esto no es tan importante para los chicos. – Luego sus facciones se volvieron serias. – Oye, ¿sabes lo que ocurre con Aria?

            Hanna parpadeó. - ¿A qué te refieres?

            - Está actuando…rara – Se estiró la manga de su blazer de Rosewood Day. – Pensé que estaba interesada en lo de ser la presidenta del comité de decoración, pero es casi como que está enojada de que le conseguí ese trabajo.

            Hanna se sentó hacia atrás. – ¿ le conseguiste ese trabajo? – Aria no les había dicho eso.

            Noel asintió. - ¿Ha dicho algo sobre por qué no lo quiere?

            Hanna estudió sus uñas, evitando su mirada. – Quizás solo se siente abrumada.

            - Eso es lo que ella dice, pero yo creo que hay otra razón. – Noel miró a la multitud. – Está actuando tal como actuaba cuando volvimos de Islandia.

            Cada músculo en el cuerpo de Hanna se inmovilizó al oír las palabras de Noel. ¿A que estaba llegando? Spencer y Emily habían compartido su teoría de que el ayudante de Ali era un chico, y ella estaba de acuerdo. Y bueno, Noel era un chico. Un chico que ya sabía demasiado por su asociación con Aria. ¿De qué sería capaz?

            Con cada día que pasaba, más recuerdos sobre Noel resurgían en su mente. En sexto grado, después de que Scott Chin insinuara que Noel y Ali estaban llegando a besarse, Hanna se obsesionó de manera extraña con espiarlos. Durante la segunda semana de escuela, cuando se suponía que ella debería estar en clase de música, miró por la ventana y notó dos cabezas corriendo hacia el patio de juegos. Una de ellas era Ali, y la otra de ellas, era Noel.

            Tomó el pase para ir al baño y se escabulló. ¿Qué harían al besarse? ¿Cerrarían sus ojos o los mantendrían abiertos? ¿A dónde irían sus manos? Cuando—si es que—Hanna alguna vez besara a alguien, quería estar lista.

            Pero cuando subió la colina hacia el patio de juegos, ellos estaban sentados el uno al lado del otro en los columpios. La cabeza de Ali estaba baja, y Noel tenía su mano en la espalda de ella. Luego de un momento, Hanna se dio cuenta de que ella estaba llorando. Eso fue aún más shockeante que verlos besarse—ella había asumido que Ali jamás en su vida había llorado.

            - No puedo creer que esto esté ocurriendo. – Hanna escuchó a Ali decir.

            - Estará bien – Noel había respondido. – Lo prometo.

            Hanna no había tenido idea de qué estaban hablando en ese momento. Pero ¿Y si había tenido algo que ver con su hermana gemela? Courtney, Su Ali, aún estaba en Radley en ese entonces, pero el cambio había ocurrido solo días después. Quizás Ali se había enterado de que Courtney venía de vuelta. Quizás estaba preocupada. Y quizás había confiado todo a Noel.

            Y quizás, solo quizás, Noel le había prometido ayudarla—de cualquier modo posible.

            Todos en el auditorio comenzaron a aplaudir cuando el Director Appleton subió al escenario. Hanna parpadeó y se salió de sus recuerdos. Las chicas del comité del baile de graduación los siguieron. Aria iba de las últimas, se veía inquieta, incómoda, y fuera de lugar junto a la las clones de cabello liso, labios brillantes, y portadoras de carteras Tory Burch. Hanna trató de hacer contacto visual, pero Aria no estaba mirando en su dirección.

            Appleton tomó el micrófono. – Es tiempo de anunciar al Rey y la Reina de Mayo.

            El corazón de Hanna comenzó a martillear. Miró a su alrededor en busca de Mike otra vez pero aún no podía encontrar su cabeza de cabello oscuro.

            Appleton sacó un sobre blanco brillante de su bolsillo interior de su blazer y lo abrió con su uña. Tuvo mucho cuidado en desdoblarlo y entonces tuvo que tomarse unos segundos para ajustarse los lentes. ¡Sigue! Hanna quería gritar.

            - Primero, el rey. – Appleton ajustó el micrófono y se escuchó un chirrido a través de los parlantes. – El ganador es… ¡Noel Kahn!

            Todos se animaron. Noel se levantó y caminó hacia el podio, sonriéndoles a todos con una sonrisa que decía “Soy genial y lo sé”. Hanna miró a Aria. Ella estaba aplaudiendo, pero había algo apagado en su expresión. Hanna volvió a pensar en que Aria no les había dicho que Noel le había conseguido el trabajo de jefa del comité de decoración. ¿Era eso todo lo que no les había dicho?

            Luego de que fue puesta la corona sobre la cabeza de Noel y los aplausos se terminaron, Appleton dio la cara a los estudiantes una vez más. – Y ahora, el nombre que todos estaban esperando: la reina del baile. – Miró a las luces brillantes. – La Ganadora es…

            Las luces quemaban la frente de Hanna. Una gota de sudor corrió por su espalda. Miró a la multitud. Los ojos de todos estaban en el escenario. Un trillón de pensamientos chispeaban por su cabeza a la vez, y ninguno de ellos tenía algo que ver con A: ¿Se veía sonrojada y nerviosa, o serena y genial? ¿Y si ganaba? ¿Y si no?

            - ¡Hanna Marin!

            Hanna puso una mano sobre su boca para controlar un grito de emoción. La audiencia aplaudió ruidosamente. Cuando se levantó para estrecharle la mano a Appleton, sus piernas temblaron. De repente, una mano tomó su brazo. – Felicidades, - dijo una voz. – Serás la reina perfecta.

            Los ojos de Chassey estaban goteando, pero había una amplia sonrisa en su rostro, como si realmente estuviera agradecida por Hanna.

            - Gr-gracias – Hanna tartamudeó, siendo pillada con la guardia baja. La mayoría de los postulantes hablaban basura del ganador. Era prácticamente una ley.

            Se dio vuelta y se dirigió al podio. Con un snap, cientos de globos azules y blancos cayeron de una red en el techo y cayeron sobre su cabeza. Los alejó, riendo. La multitud rugía. Las chicas del comité del baile sonreían. Aria se acercó y abrazó a Hanna.

            Mientras Hanna se dio vuelta y aceptó la corona, el cetro, e incluso una pequeña capa de lana falsa color azul real para sus hombros, todos sus problemas se desaparecieron. Por un brillante segundo, ella era la reina del baile y nada más—no una guarda-secretos, no una víctima, no una asesina incriminada. A no podía tocarla. Su vida era simple y encantadora, y absolutamente perfecta.

            La asamblea se suspendió, y Hanna caminó por el pasillo recibiendo centenares de felicitaciones. Cuando alguien tomó su mano al final del auditorio, asumió que era otra persona que le iba a dar buenos deseos. Una mujer en traje azul oscuro la miraba con los ojos fruncidos, sus ojos duros como piedra y afilados. Un grito se congeló en la garganta de Hanna. La Agente Fuji.

            - Felicitaciones, Hanna – La Agente Fuji dijo suavemente. – No quiero arruinar el momento, pero tengo unas pocas preguntas más para ti, y tú eres una chica difícil de encontrar. ¿Te molestaría si me paso por tu casa la tarde de mañana, quizás como a las cuatro y media?

            El labio inferior de Hanna tembló. ¿Por qué Fuji querría volver a hablar con ella? – Y-yo probablemente tendré que hacer cosas para ser Reina del baile mañana después  de clases.

            - Estoy segura de que pueden hacerse a un lado, solo tomará pocos minutos, lo prometo. – Una rara sonrisa atravesó la cara de Fuji. – Además, tú quieres sacar todo esto del camino antes del baile, ¿o no? – se ajustó el tirante de su maletín más arriba en su hombro y asintió a Hanna.  - ¡Nos vemos entonces!

            Y luego se fue. Hanna la miró irse, su corazón latía con fuerza. Pero repentinamente, algo se le ocurrió: La agente Fuji dijo que iba a ir a encontrarse con ella en su casa… pero ella no había dicho en cual casa. Todo lo que Hanna tenía que hacer era ocultarse en el centro comercial por unas horas. Cualquier casa desde la que llamara la Agente Fuji para saber dónde estaba, ella solo diría que estaba en la casa de su otro padre ese día.

            Era brillante. El ánimo de Hanna subió otra vez, y ella prácticamente iba saltando por el pasillo. Hasta que se dio cuenta: Las reinas de baile recientemente coronadas no saltaban, ellas se deslizaban. Lo que era exactamente lo que hizo.

           
            Más tarde ese día, Hanna seguía deslizándose. Pero esta vez era por el pasillo de la clínica de quemaduras con una botella de Mr. Clean balanceándose en su mano.

            - Voy a ser reina del baile, - cantó melódicamente, pausando en el medio del pasillo para hacer una pirueta. Pensó en las ventajas que las otras reinas de baile habían disfrutado. La foto de la reina del año pasado, Angélica Anderson, estuvo en la sección de estilo del Centinela de Filadelfia. El periódico incluso entrevistó a Angélica sobre su vestido de baile y sobre su día previo al baile, como si ella fuera una chica importante en una noche de Oscares. ¿Hanna también tendría esa oportunidad?

            Miró a la habitación de Graham. Hoy él estaba durmiendo tan pacíficamente que casi parecía muerto. Pero incluso eso no bajó su ánimo.

            - Alguien está feliz de estar en la labor de las bacinillas.

            Hanna levantó la vista. Kyla descansaba en su camilla en el mismo sitio en el pasillo donde había estado el otro día. Habían vendas nuevas en su cara, y se había sacado sus calcetas, revelando uñas de sus pies pintadas color coral. El verano pasado antes de que Mona se convirtiera en A, había estado obsesionada con el mismo tono.

            - ¡Hey! – Hanna dijo emocionada, sorprendida y complacida por lo emocionada que estaba de verla. – Acabo de obtener las mejores noticias en la escuela. – Se dejó caer en una silla de metal junto a la cama de Kyla. – ¡Fui elegida reina del baile!

            - ¿En serio? – Kyla chilló. Alcanzó la mano de Hanna. Esta vez, Hanna la dejo sostenerla. - ¡Eso es increíble!

            - Lo sé, - Hanna dijo efusivamente.

            - Y apuesto a que tienes una cita súper linda también, ¿huh? – Kyla preguntó, levantándose a sí misma un poquito en la cama. – Eres tan afortunada.

            Hanna se enrojeció. – Iré con mi novio. Y, sí. Él es bastante lindo.

            Kyla se emocionó. - ¡Suéltalo! ¿Cómo se ve? ¿Por cuánto tiempo han estado saliendo? Quiero saberlo todo.

            Hanna sintió otra avalancha de placer al ver el interés de Kyla. – De hecho estoy enojada con él ahora mismo, - admitió. – Él se perdió la asamblea donde anunciaron que yo gané. Va a tener que darme un masaje en la espalda por horas para compensarlo.

            Kyla cloqueó su lengua. – Te mereces algo mejor que eso.

            - Lo sé. – Hanna rodó sus ojos. – Pero normalmente él es genial, y…

            Alguien le tocó el brazo, y ella se detuvo. - ¿Srta. Marin? – Era Kelly. – Hay una llamada para usted en el mesón frontal.

            Hanna frunció el ceño. Las únicas personas que sabían que ella estaba aquí eran sus padres. Miró a Kyla. – Volveré en un segundo.

            - Estaré aquí – Kyla gorjeó.

            Un teléfono estaba esperando en el mesón frontal cuando Hanna llegó. - ¿Hola? – Hanna dijo preocupada al teléfono, preguntándose por qué sus padres estarían tratando de ubicarla.

            - Así que estás allí. – La voz de Mike sonó desde la otra línea.

            La sangre de Hanna se congeló. – ¡O-oh! – dijo luego de un momento. – Um, ¡Hola, Mike! ¿Qué ocurre?

            - Ocurre que me has estado mintiendo. No has estado haciendo cosas con tu mamá o yendo a citas con la peluquería. Has estado en la clínica de quemaduras. – Su tono era entrecortado y acusativo.

            Hanna enrolló el cordón en su dedo. El fuerte aroma al blanqueador que usaban para limpiar el piso molestaba en su nariz. ¿Cómo había averiguado Mike que ella estaba en la clínica de quemaduras? ¿A lo había contactado? Pero eso no tenía sentido—A ni siquiera sabía sobre esto tampoco. ¿Cierto? No había recibido ni un mensaje.

            - Es para estar con Sean, ¿no? – Mike dijo cuando ella no respondió. – No lo entiendo. ¿Qué ves en él? Él ni siquiera es simpático contigo.

            Hanna se desplomó en la silla de cuero del mesón frontal. – Espera, ¿Crees que estoy con Sean? – susurró. - ¿Por qué pensarías eso?

            Mike tosió. - ¿Por qué han estado hablando tanto? ¿Abrazándose?

            Hanna parpadeó con fuerza, recordando el tierno momento en que ella y Sean compartieron sobre Ali. – Está bien, nos abrazamos una vez. – Admitió. – Pero fue totalmente platónico. ¿Quién te dijo que eso ocurrió?

            - No importa – Mike dijo tensamente. – Solo importa que me estás mintiendo.

            - ¡Tengo una buena explicación de por qué estoy aquí! – Hanna gritó.

            - Genial. Me gustaría oírla. – Mike demandó.

            La mirada de Hanna se dirigió a la entrada circular. En ese mismo momento, la enfermera que había cambiado la bolsa intravenosa de Graham el otro día pasó por el lobby, sus labios apretados con fuerza. – No puedo.

            - ¿Por qué no? ¿Estás en un tratamiento top-secret por una quemadura?

            - No…

            - ¿Te harás una cirugía plástica? – Mike sonaba incrédulo.

            - Mike, no. Es solo que…

            - Es Sean, - Mike concluyó. – Esa es la única razón que tiene sentido.

            La cabeza de Hanna estaba comenzando a doler. - ¡No es Sean! Solo es que…

            - Sabes qué, ¿Hanna? – Mike sonaba agotado. – Realmente no quiero tener esa conversación. Hasta que de hecho me des una razón, no voy a ir contigo al baile.

            - ¡Jesús, Mike! – Hanna gritó al teléfono, tan ruidosamente que una enfermera en el lugar la miró con cara de “No se permiten llamadas personales aquí” - ¡Espera! ¡No seas así!

            Luego él colgó. Hanna se dio vuelta, tentada de patear el costado del escritorio, luego notó un pedazo de papel atrapado en su zapato. Frunciendo el ceño, se arrodilló y lo levantó. Una cara sonriente la miró de vuelta. Ali. Hanna casi podía oírla haciendo eco en el aire.

            Hanna miró a la recepcionista. - ¿Quién estaba de pie aquí antes que mí?

            La mujer la miró. – Nadie – dijo luego de un momento.

            El corazón de Hanna se aceleró cuando vio el papel. Era la foto de la Verdadera Ali que salió en el Centinela de Filadelfia cuando volvió a Rosewood el año pasado. Alguien había dibujado una corona en su cabeza con sharpie rosado. Y bajo su mentón estaba:

            No te mereces la corona, perra, y tú lo sabes. Aquí está la verdadera reina. —A




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