Traducido por: Daniela
Corregido por: Frío / Ade Rubiah
A la mañana siguiente, golpearon ruidosamente la
puerta de Spencer. - ¿Spencer? – Reefer llamó. - ¿Estás ahí?
- Vete – respondió con voz ahogada. – Estoy enferma.
- ¿Qué sucede? – Reefer sonaba preocupado - ¿Puedo entrar? ¿Por
favor?
Spencer ocultó su cara con un cojín y gruñó. Había
permanecido en su habitación tanto como pudo. Habían llegado mensajes de Aria,
Hanna, y Emily, a primera hora de la mañana, reportando que Hanna aún no había
podido meterse en ell computador de Naomi para encontrar algo más. Luego Emily
y Aria la habían llamado, preguntándole si quería repasar la rutina del show de
talentos una vez más—la presentación era esa noche, y aún no habían
perfeccionado todos los pasos. Dejaron de molestarla después de decir que no se
estaba sintiendo bien, pero Reefer no se había rendido. - ¿Por favoooor?
– Reefer pronunció otra vez.
Spencer suspiró, se levantó, y cojeó hacia la puerta,
doblándose del dolor cuando puso peso sobre su tobillo torcido. La luz estaba
brillante en el pasillo, y entrecerró los ojos. La mandíbula de Reefer cayó
cuando la vio. - ¿Qué te ocurrió?
- ¿Qué parte? – Spencer se dio vuelta. - ¿El hecho de que
huelo a vómito, o el hecho de que hay goma de mascar por todo mi cabello?
- ¡Todo! – Reefer gritó.
Spencer miró su reflejo en el espejo desteñido por el sol en
el pasillo y se estremeció. Ya era suficientemente malo que había pasado toda
la noche vomitando por unos camarones rebozados malos que había comido para
cenar—o, bueno, ella asumió que eran los camarones, a pesar de que otra
gente había comido lo mismo y ni siquiera habían tenido dolor de estómago. Esa
mañana, también se despertó para encontrarse con una gran bola de goma de
mascar como un nuevo accesorio para el cabello. Iba a necesitar un milagro para
sacarlo sin cortar todo su cabello.
- Alguien lo puso en mi cabello en la multitud para salir
del café luego de cenar – Spencer dijo. – Me di vuelta, y de repente estaba
allí.
Reefer se sentó en la silla del escritorio, parecía
confundido - ¿Viste quién lo hizo?
- No
- Quizás estabas mascando chicle antes de irte a dormir y
olvidaste tirarlo.
Negó con la cabeza vehementemente. – Nunca como chicle antes
de dormir.
Reefer caminó hacia ella y la abrazó por la cintura – Quizás
esta es la forma del universo de decirte que no deberíamos escondernos.
Spencer se salió de su abrazo. – Tenemos que
escondernos.
- ¿Aún? – Reefer puso sus manos en sus caderas.
- Te lo dije – Spencer dijo. – No creo que sea justo para
Naomi. Y tú dijiste que estabas de acuerdo.
Reefer suspiró. – No sabía que serías tan terca al respecto.
Luego Reefer pasó sus manos por el cabello de Spencer,
aparentemente no asqueado por el chicle. Trató de resistirse, pero Reefer olía
a bloqueador solar y a cloro, y en un segundo, sus labios estaban en los de
ella y cayeron sobre la cama de Spencer. Su piel estaba tibia por el sol.
Spencer cambio de posición para poder ayudar a Reefer a sacarse su remera.
Crack.
De repente, la cama estaba en el piso. El piso tembló. La
foto del barco colgando sobre la cama de Spencer se tambaleó en su clavo, luego
cayó. Spencer se cubrió la cabeza justo antes de que el cuadro caiga sobre el
colchón.
Reefer parpadeó. – Sabía que yo era salvaje, pero no sabía
que era así de salvaje.
Spencer gateó hasta la alfombra y miró el marco de la cama.
Las cuatro patas estiradas horizontalmente, como si ya no hubiera podido
soportar el peso del colchón. La madera no estaba astillada, como debería
haberse esperado, sino que se había partido de forma pareja, como si hubiera
sido serruchada.
Luego se levantó y examinó el clavo en el cual colgaba el
cuadro sobre su cama. Colgaba precariamente de la pared, en peligro de caerse.
Claramente había sido removido. La primera tarde del viaje, el mar había estado
turbulento, y a pesar de que los tubos de pasta de diente de Spencer y Kirsten
se habían caído de la repisa en el baño, ni un mueble o decoración se había
desplazado. Habían bromeado diciendo que todo en la habitación probablemente
estaba atornillado, no colgando de un débil clavo.
La piel de Spencer picó. El pensamiento que había estado
tranquila e insidiosamente dando vueltas en su cabeza por las últimas
veinticuatro horas fue empujado al frente en su mente. – Es todo. – Anunció. –
No puedo soportarlo más. Ha ido muy lejos.
- ¿De qué hablas? – Reefer preguntó.
- ¿No lo ves? – Spencer gritó, su voz quebrándose – El
resbalón en el piso, el intoxicamiento con la comida, lo de la goma de mascar,
y ¿ahora la cama? ¡Alguien está haciéndome esto!
La sonrisa de la cara de Reefer se desvaneció. - ¿Hablas en
serio?
- Por supuesto que hablo en serio.
- ¿Quién te estaría haciendo esto? ¿Y por qué?
Respiró hondo. - ¿No es obvio? ¡Naomi!
Los ojos de Reefer se ampliaron. – Vamos. Ella no es tan
loca.
-¡Si, lo es!
Spencer miró alrededor de la cabina nerviosamente. - ¿Te
parece que la TV está un poquito muy cerca del borde? – Preguntó. Luego miró a
la bandeja intacta de desayuno que había pedido al servicio habitacional y olió
experimentalmente los pasteles. - ¿Podrías probar ese muffin para asegurarte de
que Naomi no lo aliñó con ácido?
Reefer la miró. – Um, Spencer, si está aliñado con ácido,
entonces yo estaría con el ácido. Pero tú has perdido toda la
perspectiva. Naomi no te está tratando de volver loca.
- ¡Sí, sí lo está! – Spencer gritó. Corrió hacia el closet y
miró adentro, preocupada de que sus bolsos estuvieran puestos para caer sobre
su cabeza. Luego puso a la luz su frasco de pastillas para la alergia. ¿Eran de
la misma forma azul que antes? ¿Y si Naomi las reemplazó con algo más—algo
peligroso?
Reefer puso sus manos sobre los hombros de Spencer. – Tienes
que calmarte. No puedes ir por ahí echándole la culpa de tu mala suerte a
alguien más. Todo lo que te ha ocurrido es porque tú hiciste que ocurra
¿está bien?
Un nudo se formó en la garganta de Spencer. Reefer estaba en
lo cierto—pero no por las razones que él pensaba. Quizás ella había provocado
su mala suerte—quizás esta era una venganza kármica por todas las cosas
terribles que había hecho. Inculpar a Kelsey. Ayudar a Hanna con Madison. Tabitha.
Esta era la forma del universo de castigarla.
Luego parpadeó con fuerza, la realidad la devolvió de golpe
al tema. No era karma— ¡Era A! Y A no se detendría hasta obtener lo que quería.
Y así, Spencer supo lo que tenía que hacer. Miró a Reefer,
con un nudo en su garganta. – Tenemos que romper – dijo.
La mandíbula de Reefer se abrió. - ¿Qué?
- Lo siento – dijo monótonamente. Sabía que se desmoronaría
si lo miraba a los ojos, así que miró sus propias manos. – Esto no se siente
correcto.
- Realmente crees que te está torturando, ¿no?
- Sí.
- ¿Por qué no me dejas conversar con ella?
Spencer miró a otro lado. - ¿Puedes simplemente hacer lo que
te pido?
Reefer dio un paso atrás como si ella lo hubiera empujado.
Sus ojos brillaron con lágrimas por un momento, pero cuando estabilizó su
mandíbula, respiró, y se dio vuelta. – Bueno – dijo con voz abatida.
- Lo siento – Spencer dijo débilmente. Pero él ya había
cerrado de golpe la puerta.
No creo que sea Naomi. Pero no es justo Refer y Spencer hacían una linda pareja. Deben volver
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