Traducido
por: Daniela
Corregido
por: Ade Rubiah/ Frío
La mañana del sábado, Spencer se apresuró
hacia el arcade vacío donde sus amigas estaban esperando. Emily paseaba
nerviosamente por las videoconsolas vacías de Modern Warfare y Dance
Dance Revolution. Aria golpeaba sus uñas en una máquina de cambios. Hanna
se sacaba un hilo suelto de sus shorts de jean, las luces de una máquina de
pinball brillaban en su cara. Su cabello estaba apelmazado, y había círculos
oscuros bajo sus ojos. Esa mañana les había escrito diciendo que necesitaban
hablar pronto.
- No tengo mucho tiempo - Spencer dijo,
mirando su reloj. Tenía que juntarse con Reefer en la sauna a las 10— y
eran las 9:45.
- Supe algo anoche – La voz de Hanna estaba
aguda y temblorosa, como si hubiera bebido demasiadas tazas de café. - Vi el
email de Naomi, tal como me lo dijiste. Había un hilo de mensajes con Madison
Strickland sobre el accidente. Estoy casi segura de que saben que fuimos
nosotras.
- Espera – Aria parecía sorprendida. -
¿Entonces Madison está viva?
- Naomi dijo que estaba viva, pero fuertemente
herida – Hanna dijo – La cosa es que, Naomi también dijo que, en un modo
extraño, estaba feliz de que Madison haya tenido el accidente. No hay
modo de que eso sea verdad—no con lo que esos emails decían.
Spencer cerró sus ojos y soltó el aire. Una
vez más, ese crack de hueso resonó en su mente. Ella había hecho
eso. Ahora podía identificarse con Aria sobre cómo se sentía por Tabitha—era
diferente, de cierto modo, cuando tú fuiste quien empujó o dejó caer a alguien.
- ¿Esos emails decían nuestros nombres específicamente?
- No específicamente, pero uno decía Van a
caer. Van. Naomi debe saber que todas estuvimos involucradas.
Escribió un email el 5 de Julio también—antes de que le enviásemos ese dinero
de vuelta a Gayle, antes de que la cosa de Spencer-y-Kelsey ocurriera, antes
que todo el verano pasado. Y había un nuevo email de Madison que decía Estoy
tan orgullosa de ti por lo que haces por mí.
Emily
corrió sus dedos por su frente. – Está bien, entonces pensamos que Naomi es
A. O uno de los As.
- Eso parece – Hanna parecía dolida solo con
decir las palabras – Parecía que no sabía nada, pero supongo que es una muy,
muy buena actriz.
- Si Naomi es A, o incluso si está trabajando
con otro A, entonces Naomi lo sabe todo – Aria sacó su celular y se lo mostró a
las chicas – Miren lo que A me envió a mí.
Todas estudiaron la borrosa imagen de The
Cliffs resort que había aparecido en la pantalla. En la parte de arriba había
cinco chicas en la terraza del techo. Una chica rubia estaba de pie haciendo
equilibrio cerca del borde; una morena de la altura y contextura de Aria tenía
sus brazos estirados, lista para empujar. Si sabía lo que buscaba, esto sellaba
su sentencia de prisión de por vida.
- ¡Tienes que borrar eso! – Spencer tomó el
celular de Aria y apretó varios botones.
- Ve y trata – Aria se cruzó de brazos – Hay
algo malo con mi software—no puedo borrar nada. Si cualquiera lo ve,
Graham, los profesores en el viaje, la policía...estamos perdidas.
La cabeza de Hanna se levantó - ¿Aún hablas
con Graham?
Aria entrecerró sus ojos – Él no es A, ¿está
bien?
- ¿Pero y si Naomi le dice lo que hicimos? –
Spencer susurró – ella podría haber sido quién te envió las fotos, Aria—quien
sea con quien está trabajando podría haberlas tomado y compartido con ella. ¿Y
si menciona la foto en tu teléfono?¿Qué pasa si él se vuelve como loco con la
venganza y te hace daño?
Aria golpeó la ranura de devolución de monedas
en la máquina de cambios. – Él realmente no parece ese tipo de personas.
Luego Hanna tragó saliva. ¿Qué haremos con
Naomi, chicas?
- ¿Y con quién sea que pueda ser este
segundo A? – Aria añadió.
- Un A a la vez – Spencer se apoyó en una
consola de conducción Gran Turismo. - ¿Hay algún modo de probar que
Naomi es A definitivamente?
Hanna se tocó los labios – Spence, dijiste que
viste a alguien corriendo en la otra dirección la noche que Gayle fue
asesinada. ¿Crees que podría haber sido una chica?
- Supongo – Spencer respondió insegura – Pero
no le vi la cara. – Spencer miró a Hanna. - ¿Puedes entrar al computador de Naomi
otra vez? Podría haber algo allí que la conecte con el asesinato de Gayle.
Deberías ver si tiene las fotos que ella le envió a Aria en su computador
también—eso probaría que es A. Si las encuentras, bórralas. De otro modo,
podría enviárselas a la policía.
Hanna abrió su boca – Pero me atrapó mirando
su laptop. ¡No quiero volver a mi habitación nunca más!
- Escabúllete cuando no esté allí. – Aria
sugirió.
- ¿Y si ella ya envió las fotos a los
policías? – Hanna dijo – Incluso si encontramos algo sobre Gayle, pensarán que
las pusimos allí sólo para destruir su credibilidad.
- Dudo que Naomi lo hiciera –Aria dijo - ¿Por
qué estaría molestándonos aún? ¿Por qué no han golpeado nuestras puertas
para arrestarnos?
Todas se miraron entre sí, sin tener una
respuesta. Las manos de Hanna temblaban. Emily se enrollaba el mismo mechón de
pelo una y otra vez en su dedo.
- ¿De qué hablan, chicas? – Una voz retumbó
tras ellas, y todas saltaron y se dieron la vuelta. Jeremy estaba en el umbral,
sus ojos estaban ocultos tras sus lentes con forma de estrella. Spencer tembló.
¿Por cuánto tiempo habría estado de pie allí?
Aria se encogió. – Uh, nada – dijo, guardando
su celular de vuelta en su bolsillo.
Todas agacharon sus cabezas y marcharon hacia
la salida; reunión finalizada. Jeremy las miró, con una sonrisa extraña en su
cara. Cuando Spencer pasó, le puso algo en su mano. – Olvidaste esto en el
restaurante anoche. Lo tomé por ti antes de irme.
Miró el objeto en su palma. Era la Polaroid
que el mesero en el restaurante, en Puerto Rico, les había tomado cuando
estaban recibiendo la serenata. Hubo un sentimiento agrio en su estómago; no
recordaba que Jeremy estuviera allí.
- Ustedes dos hacen una linda pareja – Jeremy
se emocionó – Es lindo ver florecer el amor joven.
Pero cuando levantó sus lentes de su nariz e
hizo un giro estilo militar, el cuerpo de Spencer se llenó de miedo. Reefer.
Tenía que terminar con él—ahora.
No había modo de que fuera a robarle el chico
a A.
Cinco minutos después, estaba de pie afuera
del sauna. La puerta estaba hecha de tablones de madera que se habían
oscurecido por la humedad y por el tiempo. Calor seco emanaba de sus poros, y
la esencia de cedro flotaba pesada en el aire. El olor siempre le recordaría a
su Abuelo Hastings, quien amaba tanto los saunas que construyó uno en su casa
en Florida. Ella una vez lo vio allí desnudo y nunca más volvió a poner un pie
en esa ala de la casa.
Respirando profundo, ajustó los tirantes de su
bikini y abrió la puerta. Hacía tanto calor dentro, que comenzó a sudar
inmediatamente. La única luz en la habitación era de las brasas brillando en el
rincón. Apenas podía ver a alguien sentado en el escalón de más abajo. Sus
dreadlocks colgaban sobre sus hombros, y tenía una toalla enrollada en su
cadera.
Su estómago se dio la vuelta. Esto iba a ser
tan, tan difícil.
- Qué casualidad encontrarte aquí – dijo él
coquetamente, levantándose.
- Reefer, yo—- Spencer comenzó, pero Reefer
deslizó sus manos por la espalda de ella y sus labios tocaron su cuello.
Spencer cerró sus ojos y se quejó. Él olía tan bien, como a limón y sal.
- Reefer, espera. – Spencer se alejó de
él y guardó la respiración.
- ¿Qué ocurre? – Reefer preguntó - ¿Hace mucho
calor aquí? ¿Quieres refrescarte en la piscina?
Spencer tragó saliva. – Sí, pero…Reefer, no
creo que pueda seguir haciendo esto.
Reefer la miró. El único sonido eran los
crujidos de las vigas de madera del sauna acomodándose. - ¿Por qué? – preguntó,
su voz quebrándose.
Spencer se secó un poco de sudor de sus ojos –
Es Naomi. – Ella dijo.
- ¿Qué hay con ella?
Se sentó en la banca y miró a la oscuridad. Si
sólo pudiera decirle la verdad. Es una chica quien ya me quiere matar,
deseaba poder decir. Ha matado antes. No tengo idea de lo que es capaz de
hacer. Y estamos en medio del océano, sin lugar para esconderse, sin policía…
Pero no podía decir nada de eso. En cambio,
aclaró su garganta. – Realmente le gustas.
- Pero a mí no me gusta ella – Reefer
se oía confundido.
Spencer se rascó una costra de su rodilla,
luego levantó la vista. Dándose cuenta de algo. – Dijiste que conociste a Naomi
en una fiesta en Princeton. ¿Cuándo fue eso?
- Meses atrás. Mucho antes de conocerte.
- ¿Fue de visita alguna otra vez?
Reefer pensó por un momento. – Sí. El mismo
fin de semana en que estuviste en Princeton para la cosa del Eating Club. Pero
sólo fue de pasada, no ocurrió nada entre nosotros.
Spencer parpadeó. – ¿Naomi estuvo allí ese
fin de semana?
- Sí. ¿Por qué?
Su corazón latía muy fuerte. - ¿Estuvo en la
fiesta donde… ocurrió el incidente del brownie? – cerró sus ojos y pensó en
todos los chicos en esa casa fuera del campus. No había visto a Naomi allí,
pero había estado drogada, y su atención estaba en Harper y en las otras chicas
de Ivy.
- No, en otra. – Reefer arrugó sus cejas -
¿Por qué importa?
- Por nada – Spencer dijo débilmente. Su
cabeza daba vueltas. Si Naomi había estado en Princeton el mismo fin de semana
que fue a la Olla común de Ivy, podría haber sido ella quien metió LSD en los
brownies de marihuana de Spencer. ¿No había oído Spencer una risa extraña
cuando salió de la casa de Ivy? ¿No había pensado que vio un mechón de cabello
rubio como el de Naomi corriendo por el bosque?
¿Y era posible que el accidente de Hanna
hubiera empezado todo esto? Spencer le había rogado a Hanna que confesase.
Después de Jamaica, no necesitaban otros secretos en sus manos. Hanna sacudió
su cabeza. – No puedo hacerle eso a la campaña de mi papá. - Hanna dijo unos
días después. Ella y Spencer habían estado sentadas en Wordsmith’s, una
librería cerca de Rosewood Day.
- Pero ni siquiera fue tu culpa – Spencer
dijo, sacudiendo sus pies – Ese otro auto giró hacia ti de la nada, y luego
desapareció.
- Creo que eso es lo que ocurrió. –
Hanna cerró sus ojos, como tratando de reproducir la escena tras sus párpados.
Pero ahora no estoy segura. Quizás yo estaba en el carril equivocado. La
lluvia estaba tan fuerte y el camino es tan retorcido que…
Se desvió, poniendo su cabeza entre sus manos.
Por un tiempo, el único sonido en la tienda fue la música clásica que sonaba
por los parlantes. Spencer miró su celular, había recibido un mensaje de
Phineas, un amigo que había conocido en el programa de verano en la Universidad
de Pennsylvania al que había ido, le preguntaba si quería ir a una fiesta esa
noche. Estaba a punto de responderle cuando miró y vio a alguien de pie
completamente quieto en uno de los pasillos, con la cabeza agachada. La persona
se perdió de vista antes de que Spencer pudiera ver quién era, pero ahora le
parecía que tenía el mismo color rubio de cabello que Naomi.
En ese momento Spencer miró cautelosamente a
Reefer – Es sólo que no quiero a nadie enojado conmigo en este momento.
Reefer levantó sus palmas. - ¿Ayudaría si le
dijera que se aleje?
- ¡No hagas eso! – Spencer dijo rápidamente –
Yo sólo creo que no deberíamos comenzar nada hasta que nos bajemos del barco.
Reefer parecía devastado. - ¿Realmente crees
que eso es lo mejor?
- Sí.
Se alejaron el uno del otro. Reefer se dio la
vuelta y se ajustó la toalla alrededor de su cadera, y Spencer cometió el error
de mirar su húmeda piel y su firme torso. Su estómago se revolvió. Como si
fuera tirada por una cuerda invisible, cayó en él otra vez. Él la presionó
contra la pared de madera y la besó con pasión.
- Sabía que no te resistirías a mi – Reefer
bromeó.
Spencer se rió tímidamente. – Está bien,
quizás podamos besarnos en privado hasta que nos bajemos del barco.
- Si eso implica besarte, me parece bien –
Luego abrió la puerta – Vayamos a la piscina. Mi piel se siente como si
estuviera hirviendo.
Spencer asintió de mala gana. – Pero si vemos
a Naomi, tenemos que irnos.
- Trato hecho.- Contestó Reefer.
Bajaron por el pasillo de baldosas hacia el
área de la piscina. Un grupo de chicos estaban en un juego de pelea de pollos
en la zona que era poco profunda, y había chicas bronceándose en reposaderas
cerca del bar. Hubo un crujido bajo los pies de Spencer, y no fue hasta que ya
estaba en el aire cuando se dio cuenta de que se había resbalado. Se cayó
fuertemente contra las baldosas, golpeando su codo. Un dolor candente se lanzó
por su tobillo.
- ¡Ow! – chilló, haciéndose una bolita.
Reefer se arrodilló. - ¿Estás bien?
- No lo sé – Spencer se tocó el pie, que ya se
estaba hinchando.
- De todos modos ¿Con que te resbalaste?–
Reefer preguntó.
- No lo sé – Spencer miró alrededor en busca
de algo que pudiera haber bloqueado su camino, pero el corredor estaba vacío.
Luego la familiar esencia de aceite de bebé entró por sus fosas nasales. Había
un charco a unas cuantas pulgadas de donde había caído. Pero Spencer había
tomado esta ruta camino a la sauna. El aceite de bebé no estaba allí hace unos
minutos—estaba segura de eso.
Un sentimiento frío corrió por sus huesos.
Todo de una sola vez, una aguda risa se escuchó al otro lado del pasillo.
Mientras Reefer ayudó a Spencer a pararse, su celular sonó. Torpemente lo sacó
de su bolso de playa y leyó el nuevo mensaje.
¡Cuidadito, cuidadito! Podría escurrirme
también y contarlo. —A
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