Temor llenaba a Hanna mientras entraba al liso vestíbulo
de La Reserva en Addison-Stevens, Facilidad de Salud Mental y Rehabilitación el
Lunes después de clases. Todo de una vez, estaba reviviendo los eventos del año
pasado: Cómo su papá la empujo por las puertas giratorias, seguro de que ella
necesitaba ayuda por sus ataques de pánico. Cómo Mike camino con ella por el vestíbulo,
diciendo, “Bien, esto no se ve tan
mal” Si, el vestíbulo no era feo para nada. Era el resto del lugar el que era
una pesadilla.
Junto a ella, Aria miraba un alto cactus en un
macetero en el rincón. Alguien le había puesto dos ojos, una nariz, y una boca
en su largo cuerpo verde. “¿Dónde he visto esto antes?”
Spencer también lo miraba y negó con la cabeza. Hanna
se encogió de hombros. También lo hizo Emily, quien se había vestido para la ocasión
con una falda gris arrugada y un sweater blanco un poquito-muy chico. Se dio
vuelta y miró nerviosamente a una pareja que se veía preocupada, con un
delgado, ojeroso chico levantando apoyaba sus codos en el mesón de recepción. “Es
tan extraño pensar que Ali estuvo aquí,”
susurró.
“En serio,” Hanna dijo. La familia de Ali la dejó aquí
por años, también, apenas viniendo a verla. Ellos habían asumido que ella era
la gemela loca, ignorando sus súplicas de que ella en realidad era la Verdadera Ali. Eso fue
probablemente demasiado para hacer que cualquiera se vuelva loco.
Spencer se acercó al mesón de recepción y le dijo a una
empleada que estaban allí para visitar a Kelsey Pierce. “Derecho por aquí,” la
empleada dijo animosamente, dándoles a las chicas una mirada cautelosa. “¿Por
qué las conozco?”
Todas se intercambiaron miradas. Porque una paciente de aquí trató de matarnos, Hanna quería decir.
En realidad era una maravilla que La Reserva no hubiera sido cerrada por la
mesa de revisión médica—ellos habían dejado salir a la Verdadera Ali, pensando que estaba
bien, y ella se fue a asesinar a un puñado de gente inocente.
Ellas entraron a una habitación aireada con
mesas redondas. Había un dispensador de agua en el rincón, una maquina cafetera
en la repisa. Habían frases optimistas, afirmando el autoestima escritas en
cartulinas amarillas en las paredes: ¡ERES ÚNICA! ¡ALNCANZA LAS ESTRELLAS!
Hanna reconoció la foto en blanco y negro de la
escalera en espiral; aparentemente algún alumno de La Reserva la había tomado
una vez que se había recuperado. La habitación tenía vista al pasillo de la
facilidad, y no pudo evitar mirar a algunos de los pacientes caminando, medio
esperando reconocer a algunos de ellos. Como Alexis, quien nunca comió nada. O
Tara, quien tenía esos pechos enormes. O Iris, quien Hanna primero pensó que
era A—y quien también compartía la habitación con
la Verdadera Ali. Pero incluso las enfermeras no se le hacían familiares. Betsy
la enfermera que administraba los medicamentos, se había ido. Y no había
señales de la Dra. Felicia, quien guiaba las tortuosas sesiones de terapia
grupal.
Luego de un momento, la puerta del pasillo se
abrió, y una robusta enfermera con un lunar peludo en su mejilla guió a una
chica de apariencia frágil en pijama rosado de hospital al interior de la
habitación. La chica tenía brillante cabello rojo y pequeñas y parejas
facciones, pero aun le tomó a Hanna un segundo para darse cuenta de que esta
era la misma persona a quien ella había conocido brevemente en la fiesta de
Noel el año pasado… o el loco sujeto
que ella había visto en el barranco dos noches atrás. Habían círculos bajo los
ojos de Kelsey Su cabello estaba sin brillo. Sus hombros estaban caídos, y sus
brazos colgaban pesadamente.
Todas se pusieron tensas cuando Kelsey tomó
una silla y se sentó tranquilamente. Ella las miró vacíamente, su cara no revelaba
nada. “Que extraño encontrarlas a ustedes aquí.”
“Hola,” Spencer respondió. Le hizo un gesto a
Hanna y las otras. “¿Recuerdas a todas cierto?” Ella es Hanna y Aria…y ya
conoces a Emily.”
“Ajá,” Kelsey dijo malhumoradamente.
Hubo un largo e incomodo silencio. Hanna
miraba sus manos en su regazo, de repente desesperada por mantenerlas ocupadas
con una lima de uñas o un cigarrillo. Ella y sus amigas no habían discutido
exactamente qué iban a decirle a Kelsey una vez que estuvieran aquí. Ellas
nunca habían estado en esta situación antes: cara-a-cara con A, pudiendo preguntarle por qué las torturaba.
Finalmente, Kelsey suspiró. “Mi terapista
dice que se supone que me disculpe.”
Hanna miró a Aria. ¿Disculparse?
“No debí haberte llevado a esa cantera.”
Kelsey miró a Emily. “Mi terapista dice que te puse en peligro.”
La garganta de Emily se ahogaba mientras
tragaba saliva. ¿No era ese el punto?
Hanna quería decir.
“Y debería agradecerles, también.” Kelsey
miró a sus uñas, sonando triste. “Por salvar mi vida el Sábado. Así que…Thank you,”
Emily parpadeaba. “Uh, Disculpada?”
Kelsey puso una carta en la palma de Emily. “Esto
es para ti. Lo escribí esta mañana, y lo explica…todo. No tenemos acceso a
teléfonos o computadores aquí, así que nuestros psiquiatras nos insisten en
usar cartas para dejar salir nuestros sentimientos.” Giró los ojos.
“Gracias,” Emily dijo, mirando al papel
doblado.
Kelsey se encogió de hombros. “Agradezco que
me hayan tirado de vuelta del barranco, pero no debieron haber llamado a la
ambulancia.”
Emily quedó boquiabierta. “¡Estabas
convulsionando! ¿Qué se suponía que hiciéramos?”
“Dejarme. Habría salido bien de eso. Ha ocurrido
antes.” Kelsey comenzó a hacer pedacitos una servilleta que estaba en la mesa.
Su cuello se puso rojo. “Los policías tuvieron tolerancia cero por mis
antecedentes. Este fue el strike tres así que estoy automáticamente de vuelta
en rehabilitación. Y luego de la rehabilitación, más centro de detención juvenil.”
Emily negó con la cabeza débilmente. “No
tenía idea.”
“Ninguna de nosotras,” Spencer añadió.
Kelsey no dijo nada, pero parecía como que no
les creía.
Todas se pusieron incomodas. Luego, Spencer
se inclinó. “Escucha. Lo siento, ya sabes. Por lo… que pasó el verano. Lo que
te hice en la estación de policía.”
Kelsey miraba hacia abajo, a la mesa, aun sin
decir una palabra.
“Y yo lo siento también,” Hanna añadió. No había
modo de que ella pudiera guardarlo por más. “Por poner esas pastillas en tu
habitación. Y por llamar a los policías y delatarte.”
Kelsey soltó una agitada risilla. “Yo ya
tenía un montón de pastillas en mi habitación, pero fue bastante molesto de tu
parte el llamar a los policías. Ni siquiera te conozco.”
Hanna parpadeaba fuertemente. Así que… ¿Kelsey
se merecía ir a la cárcel después de todo?
Spencer también parecía pillada por sorpresa.
“¿Por qué no me dijiste que tenías patillas esa noche? No habríamos hecho ese
loco tráfico de drogas. ¡No nos habríamos metido en problemas!”
Una engañosa sonrisa apareció en los labios
de Kelsey. “Esas eran mis provisiones secretas, Spencer. Mi ticket para una Universidad Prestigiosa—No el tuyo. Nunca pensé
que tendrías las bolas para ir al norte de Philly y comprarle drogas a alguien.
Es decir, mírate.” Le frunció el ceño
a la blusa de Elizabeth and James y los leggins de mezclilla de J Brand, los
cuales Hanna había visto en un mesón en Otter por casi trescientos dólares.
Aria se inclinó. “¿Por qué nos hiciste eso a
nosotras?”
“¿Hacer qué?” Kelsey preguntó tontamente,
levantando sus muy cansados hacia el grupo.
¡Torturarnos como A! Hanna quiso gritar.
“Es por Tabitha, ¿Cierto?” Aria presionó.
“¿Quién es Tabitha?” Kelsey sonaba aburrida.
“Tú sabes,”
Spencer urgió. “¡Tú lo sabes todo!”
Kelsey las miró por un momento, luego cerró
sus ojos. “Mi cabeza realmente me duele. Me tienen con tantos medicamentos
aquí.” Se echó hacia atrás en su silla y se levantó. “Francamente, esto es como
extraño. Quiero decir, gracias por disculparme y lo que sea. Y…toma.” Buscó en
el bolsillo de sus pantalones pijama y sacó un papel doblado. “Te escribí también
a ti, Spencer.”
Kelsey puso la carta en las manos de Spencer.
“Tengan una buena vida, chicas.” Y luego se fue de la habitación. La parte de debajo
de su Pijama arrastrándose en el piso. Una enfermera la detuvo afuera del área
de invitados y la guió a una pequeña oficina con ventanas transparentes. Las
chicas miraron como ella se desplomó en una silla plástica azul. La enfermera
le dijo algo, y Kelsey asintió flojamente su cara sin expresiones.
Hanna se inclinó en la mesa. “¿Qué carajos
fue eso?”
“Ella parecía tan…diferente.” Emily miró a Kelsey al otro lado del pasillo. “Tan
desesperada.”
Spencer daba vueltas su anillo plateado en su
dedo. “¿Por qué dijo que no conocía a Tabitha? Ella tiene que conocerla. Ella tenía esas fotos en su teléfono. ¡Ella me
envió ese mensaje!”
“Estaba mintiendo,” Aria dijo de manera
obvia. “Tiene que haber mentido.”
Luego Spencer desdobló la carta que Kelsey le
había dado y la estiró en la mesa. Todas se acercaron en sus asientos para
leerla. Un único párrafo estaba escrito en lápiz negro.
Querida Spencer,
Aparentemente uno de los pasos para mejorarse en rehabilitación es
dejar ir la mala sangre entre las personas, así que supongo que comenzaré
contigo. Ya no estoy enojada contigo. Digo, estuve enojada contigo por meses
luego de que fui al centro de detención juvenil, preguntándome si tú tenías
algo que ver con que yo me haya metido en problemas, pero nunca estuve segura
hasta que Emily me lo dijo el Viernes. Así que te salvaste; bien por ti. En
realidad no te culpo, creo. Cuando te envié el mensaje el Viernes sobre que necesitábamos
conversar, pensé que podría haberme mantenido en calma, pero cuando te vi me
enojé tanto. Luego, tú estabas enojada también. Pero incluso te perdono por
herirme. No sé cuál es tu problema, pero en serio, necesitas ayuda.
Buena suerte con todo. Piensa en mí cuando entres a Princeton—sí,
claro.
Kelsey.
“Wow,” Hanna dijo cuando terminó.
“No entiendo.” Spencer miró a Emily. “¿Ella
no sabía l que hice hasta que tu le dijiste? Si ella es A, ¿Cómo es eso posible?”
“Ella si parecía sorprendida cuando se lo
dije en la fiesta del elenco,” Emily murmuró. “Pero luego, en la cantera, supe
que estaba mintiendo—que siempre lo supo.”
Hanna apuntó a la carta de Emily. “¿Qué dice
la tuya?”
Emily miró nerviosamente a cada una de ellas,
casi como si ella preferiría leerla en privado, pero luego se encogió de
hombros y la desdobló.
Querida Emily,
Supongo que te debo una explicación. La embarré completamente, y
te arrastré a eso, y lo siento tanto Per estoy enojada contigo. Guardaste un
gran secreto de mí.
Cuando te conocí, yo estaba limpia y sobria. Feliz. Emocionada por
hacer una nueva amiga. Pero luego hice la conexión de quién eras y a quién conocías.
Eso me hizo pensar en Spencer, y todos los malos recuerdos vinieron de vuelta.
Así que comencé a tomar las pastillas otra vez. Las use antes de juntarnos en
el Bowling y antes de que fuimos a caminar en el sendero. Las use en la obra. Tú
me preguntaste qué ocurría, pero yo no te dije. Yo sabía qué harías todo lo
posible para detenerme, y yo no quería detenerme.
Tan pronto como me dijiste lo que Spencer dijo, ahogué mis penas,
tomando más pastillas de las que podía manejar. Estaba fuera de mi cuando estábamos
en la cantera, y lo siento si te puse en peligro. No puedo agradecerte lo
suficiente por alejarme de la orilla y a pesar de que estoy enojada por estar
en rehabilitación, mi terapista dice que si le doy tiempo, quizás de verdad
mejore. Nunca se sabe.
La cosa es que, yo soy una mentirosa también. He hecho cosas de
las que no estoy orgullosa, cosas que nadie pondría en su lista de cosas que
hacer de chica mala. Hice trampa en mi SAT. Soborné a un profesor de segundo
año para que me ponga una A besándome con él en el closet de suministros. Y
cuando estuve en Jamaica en el receso de primavera, conocí a un chico la
primera tarde y lo dejé horas después de haber llegado allí, yéndome al otro
lado de la isla y dejando a mis amigos sin auto ni dinero.
Así que mira, no estás sola en lo de ser una persona de mierda. Te
perdono, y espero que puedas perdonarme también. Quizás algún día podamos ser
amigas otra vez.
O quizás la vida apesta, y luego mueres.
Kelsey.
Cuando todos terminaron de leer, Emily dobló
la carta, con lágrimas en sus ojos. “Pobre Kelsey.”
“¿Pobre Kelsey?”
Spencer explotó. “¡Pobre tú!”
“Y, chicas,
Jamaica.” Aria apuntó al final de la hoja. “Esa parte donde dice que se fue
con un chico el primer día ahí. ¿Podría ser verdad eso?”
Hanna miró al pasillo otra vez. Kelsey aun
estaba sentada en la oficina de la enfermera, jugando con el tirante de su pantalón
de pijama. “Si lo es, no nos habría visto interactuando con Tabitha.
Ciertamente no habría visto…lo que ocurrió.”
“Quizás estaba diciendo la verdad cuando dijo
que no sabía quién era Tabitha,” Emily susurró.
Spencer negó con la cabeza, sus aros
colgantes se balanceaban. “No es posible. ¿Qué hay sobre la foto que me envió
de Tabitha en la playa…muerta?”
Una luz se prendió en la mente de Hanna. “Déjame
ver tu teléfono.”
Spencer la miró extrañamente, pero luego se
lo pasó. Hanna abrió los mensajes de texto guardados de Spencer y bajó por el
historial. El mensaje de A aun estaba allí: Tú
nos heriste a las dos. Ahora yo voy a herirte. Pero Spencer también tenía al menos veinte
mensajes sin leer del Viernes luego de la obra. Muchos de ellos eran de su
familia o amigos o del chico que actuaba de Macbeth, pero uno era de un número
desconocido con un código de área 484.
Hanna lo abrió. Emily me dijo lo que hiciste, perra, decía. Necesitamos conversar. Kelsey.
“Jesús,” Hanna susurró, mostrándoselo a
Spencer. “¿Y si este era el mensaje
del que hablaba en la carta? ¿Del que hablaba el Viernes en la noche?”
La sangre se drenó de la cara de
Spencer. “P-pero yo no lo vi el Viernes. Todo lo que vi fue ese de A, y entonces Kelsey apareció, y yo uní
las piezas y…”
Dejó caer el teléfono a la mesa. Su
mirada buscaba por la habitación, aparentemente tratando de afirmarse en algo
estable y solido. “Kelsey debe haber enviado ambos mensajes.”
“¿Y si no?” Hanna susurró. “¿Y si es
este segundo era de alguien más?”
Todas se miraban las unas a las otras,
con los ojos bien abiertos. Luego Hanna se dio vuelta y miró la oficina de la
enfermera al otro lado del hall. Necesitaban resolver esto. Necesitaban
preguntarle a Kelsey que rayos estaba ocurriendo.
Pero la oficina estaba vacía. La
enfermera se había ido…y Kelsey también.
Capítulo 36 | Capítulo 38
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