domingo, 27 de enero de 2013

Ruthless - Capítulo 38: Algo malvado viene por aquí.


“Las horas de visita se han acabado,” dijo una enfermera en una fresca bata medica, asomando su cabeza en la sala de visitas. “Si quieres anotar otra visita para mañana, eres bienvenida entre medio día y las 2 P.M.”

Emily se mordió el interior de la mejilla. Tenían escuela mañana. “¿hay modo de que podamos hablar llamar a Kelsey?” preguntó. “Tenemos una rápida pregunta para ella. Es importante.”

La mujer tocaba la insignia que colgaba de su chaqueta. “Lo siento, pero las llamadas están prohibidas para los pacientes. Queremos que se concentren en el trabajo que hacen aquí dentro, y no lidiar con nada del mundo exterior. Pero como les dije, si quieren visitar otra vez…” Abrió la puerta que guiaba al hall que eventualmente llevaba al recibidor.

No había nada que hacer aparte de obedecer. Emily siguió a Spencer, Hanna, y Aria por el pasillo, su mente era un enjambre. La carta de Kelsey a Spencer era desconcertante, y su carta a Emily era absolutamente desgarradora. ¿De verdad Kelsey no había visto lo que le hicieron a Tabitha… o era solo otro de sus juegos mentales de A? Si ella no sabía, ¿Qué quiso decir Kelsey en la cantera cuando dijo que Emily era una persona terrible? Quizás simplemente era porque Emily guardó el secreto de lo que Spencer le hizo. Kelsey había confiado en Emily, después de todo.

“¿Entonces qué hacemos?” Emily susurró. “¿La visitamos otro día?”

“Supongo,” Spencer dijo. “Si ella quiere.”

Las chicas caminaron lentamente por el corredor, el cual estaba iluminado con molestas luces fluorescentes en el tejado y delineada con puertas ligeramente cerradas. “Miren,” Aria chilló, deteniéndose en una pequeña alcoba que tenía una fuente de agua.  En las paredes interiores, había docenas de nombres garabateados en lápices de diferentes colores. PETRA. ULYSSES. JENNIFER. JUSTIN.

“Ella era mi compañera de cuarto,” Hanna susurró, apuntando al gran IRIS escrito en marcador rosado. “La que pensé que era A.”

Luego Emily vio algo en un rincón, una firma tan agobiantemente familiar que sintió sus rodillas tambalear. COURTNEY, decía, en plateadas letras redondeadas. Era la misma caligrafía que estaba en el mural de sexto grado donde todos estamparon sus manos y escribieron unos cuantos adjetivos sobre ellos mismos. Era una caligrafía muy similar también a la de la verdadera Courtney, la chica que Emily siempre había conocido como Ali. Emily se imaginó a Su Ali escribiendo su nombre al comienzo de un test de vocabulario, la e en DiLaurentis tan redonda como esta e en Courtney, las letras se inclinaban ligeramente hacia delante de la misma forma. Courtney quería ser tal como Ali hasta el último detalle—y lo fue.

Las otras chicas siguieron la mirada de Emily. “Así que de verdad estuvo aquí,” Spencer dijo tranquilamente.

Hanna asintió. “Verlo lo hace tan real.”

Emily miró la firma una vez más, luego miró el pasillo aburrido, limpísimo de La Reserva. ¿Cómo debe haber sido para la Verdadera Ali estar aquí sin que nadie le crea que ella era quien ella decía que era a lo largo de cuatro miserables años? Ali debe haberse quemado con odio porque su hermana haya hecho el cambio. Debe haber estado furiosa con rabia hacia Emily, Aria, Spencer y Hanna por estar en el lugar equivocado en el momento correcto. Mientras al interior de estas paredes, ella planeaba su regreso, orquestó el asesinato de su hermana, compuesto sus planes como A, e incluso con una mente maestra, había ingeniado el incendio en Poconos.

Y, si las entrañas de Emily sentían lo correcto, ella aun estaba afuera. Viva.

Emily se dio vuelta hacia sus tres viejas mejores amigas, preguntándose si debería decirles el secreto que había guardado por más de un año. Si iban a comenzar de nuevo con el pie derecho, y ser cercanas de verdad otra vez, tendría que salir al aire alguna vez, ¿cierto?

Pero entonces Hanna suspiró y salió por la puerta de salida al final del corredor. Spencer la siguió, luego Aria. Emily le echó un último y largo vistazo al interior de la facilidad. Una sutil, y aguda risa hizo eco en sus oídos. Saltó, girando. Pero, por supuesto, no había nadie allí.

Las chicas caminaron por el terreno hacia el estacionamiento. Un jardinero estaba arrodillado, sacando el pasto seco de una de los parterres de flores. Una bandera del estado de Pennsylvania flameaba en un poste haciendo un sonido de golpes en el aire. Por primera vez en un buen tiempo, mientras caminaban tranquilamente en fila, Emily no se sentía incomoda cerca de sus viejas amigas. En vez de eso, se sentía cómoda. Aclaró su garganta. “Quizás podríamos juntarnos después esta semana,” dijo suavemente. “Tomar un café o algo.”

Aria levantó la vista. “Me gustaría eso.”

“Y a mí,” Hanna dijo. Spencer sonrió y golpeó la cadera de Emily. Una tibia sensación de satisfacción cayó sobre Emily como una gruesa frazada. Al menos una cosa buena había salido de todo esto. No se había dado cuenta de cuan desesperadamente había extrañado a sus viejas amigas.

Pasaron una banca forjada de metal junto al mástil de la bandera. Debe haber sido instalada recientemente; la base del cemento se veía como puesta de hace poco. Una brillante placa de cobre descansaba frente a la banca, un buqué de lirios estaba junto a ella. Emily miró la placa vagamente, sus ojos pasaron por las letras pero sin realmente leerlas. Luego, se detuvo de golpe y las leyó otra vez. “Chicas.”

Las otras, ahora unos cuantos pasos más adelante, se devolvieron. Emily apuntó al letrero en el piso.

Todas miraron las recientemente marcadas letras. ESTA BANCA ES DEDICADA A TABITHA CLARK, ANTIGUA PACIENTE DE LA RESERVA EN ADDISON-STEVEN. DESCANSE EN PAZ. Sus años de nacimiento y muerte estaban inscritos bajo el mensaje. Eran los mismos de la Verdadera Ali.

“Oh mi dios,” Spencer susurró. Aria puso su mano sobre su boca. Hanna tomó un gran paso atrás.

“¿Tabitha estuvo aquí?” Spencer dijo.

“¿Por qué esto nunca salió en los artículos noticiales?” Aria negó con la cabeza.

Emily miró a las otras, haciendo una escalofriante conexión. “¿Creen que ella conocía a…Ali?”

Todas intercambiaron miradas horrorificadas. El viento soplaba, llevando una pizca de hojas secas por encima del nombre de Tabitha. Luego el celular de Aria hizo beep. Segundos después, el teléfono de Spencer, guardado al fondo de su cartera, sonó. El celular de Hanna hizo un sonido de chillido de serpiente, y el teléfono de Emily vibró en su bolsillo, haciéndola saltar.

Emily sabía de quien era el mensaje sin tener que mirar. Miró a sus amigas, confundida. “Chicas, Kelsey no puede hacer llamadas desde el interior de La Reserva. No tiene celular.”

“Entonces…” Hanna miró el teléfono. “¿Quién escribió este?”

Con las manos temblando, Emily presionó LEER. Y luego cerró sus ojos, dándose cuenta de que no se había acabado. Para nada.

Busquen todo lo que quieran, perras. Pero NUNCA me encontrarán. —A

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