En la fiesta del elenco, Aria estaba atrapada entre la
banda de jazz, quienes estaban tocando una muy fuerte ejecución de “The Girl
From Ipanema,” y un gran poster de Macbeth, el cual mostraba las caras de
Spencer y del chico que actuaba de Macbeth en relieve y en blanco y negro.
Ella, su novio Thaddeus, Mike, y Colleen estaban a su lado.
“Fuiste un maravilloso doctor, Michelangelo,” Ella
tenía que gritar por encima de la música. Sus largos aros de mostacillas se
balanceaban locamente. “¡Si hubiera sabido que tenias tanto interés en actuar,
te habría metido al campamento de Hollis Happy Hooray Day con Aria cuando eran
pequeños!”
Aria se rio. “¡Mike lo hubiera odiado!” El
Campamento Hollis Happy Hooray Day ponía muchas obras, pero a los campistas también
se les requería hacer shows de marionetas regularmente. Mike era fóbico a las
marionetas cuando niño.
“Yo
creo que debería audiconar para un papel más grande el próximo año,” Colleen
dijo, inclinándose y besando a Mike en la mejilla. Todos sonrieron. Mike se
puso tenso por un momento, luego fingió una sonrisa.
Aria
miró a su alrededor la sala llena de gente. Había llamado a Hanna y a Emily más
temprano, preguntando si alguna de ellas iría. Ambas dijeron que si—El papá de Hanna la
obligaba a ir ya que Kate estaba en la obra, y Emily venía para apoyar a
Spencer. Pero no las veía en ninguna parte. El lindo chico que actuaba de
Macbeth estaba socializando con el director de la obra junto al bar. Naomi,
Riley, y Klaudia estaban bailando en un pequeño cuadrado de piso de madera
cerca del frente del restaurant. Kate estaba tratando de hacer que Sean Ackard
se les una, pero él seguía negándose.
Alguien tocó el hombro de Aria, y ella se dio
vuelta. Ezra estaba de pie tras ella, usando una chaqueta, una camisa celeste,
y unos kakis lisos. “¡Sorpresa!”
Aria casi soltó el Ginger ale que sostenía. “¿Qué
estás haciendo aquí?”
Ezra se le acercó. “Quería verte esta noche.
Llamé a la casa de tu papá, y tu madrastra dijo que estabas en la fiesta del
elenco.” La miró de arriba abajo apreciativamente, mirando el sweater largo morado que
había escogido para la ocasión.
Aria retrocedió. Todos podrían verlos.
Ella se dio vuelta, sintiendo la mirada de su familia sobre ella. Mike
miraba disgustado. “¿Sr…Fitz? Ella, su madre, dijo, pestañeando duramente.
Aria
tomó a Ezra de la mano y lo llevó al otro lado de la habitación, pasaron por
alrededor de la Sra. Jonson, una de las maestras de inglés, quien los miró dos
veces. El Sr. McAdam, el profesor de Economía Aplicada, levantó la ceja
sospechosamente. Se sentía como si todos en el restaurant de repente estuvieran
susurrando sobre ellos.
“No
es un buen momento,” dijo cuando finalmente llegaron al angosto pasillo que
llevaba hacia el baño.
“¿Por
qué no?” Ezra se hizo a un lado para un grupo de chicos que pasaba. Eran Devon
Arliss, James Freed, y Mason Byers. Sus ojos sobresaltaron cuando vieron a Aria
y a Ezra juntos—
todos ellos estuvieron en la clase de inglés de Aria el año pasado, y
seguramente escucharon los rumores.
“Este sería el momento perfecto para decirle
a tu mamá sobre nosotros,” Ezra dijo. “Y para hablarle sobre New York.” Él tomo
su mano y comenzó a tirarla de vuelta en dirección hacia Ella. “Vamos, ¿Qué te
da tanto miedo?”
La banda de jazz pasó a un tema más lento.
Aria plantó sus pies. Algo en el arco de entrada llamó su atención. Noel Kahn y
su hermano, Erik, acababan de entrar. Noel miraba de Aria a Ezra, boquiabierto.
Aria se giró hacia Ezra. “Mira, no puedo
hablar con mi mamá sobre esto ahora mismo. Y no soy buena con las emboscadas,
¿está bien?”
Ezra puso sus manos en sus bolsillos. “¿Estás
diciendo que no me quieres aquí?”
“No es que no te quiera aquí. Pero ¿en serio no crees que esto es raro?” Hizo un gesto
en dirección al comedor. “Todos tus antiguos colegas están aquí. Yo aun voy al
colegio con todas estas personas. Ahora todos van a hablar.”
Ezra entrecerró los ojos. “Estás avergonzada de mi.”
“¡No lo estoy!” Aria gritó. “¿Pero viste el
modo en que todos ellos nos miraron? ¿No te pone incómodo?”
“¿Desde cuándo te importa lo que la gente
piense?” Ezra se asomó hacia el comedor. A penas él miro, todas las caras instantáneamente
se voltearon, para ocultar que habían estado mirando.
“No me importa lo que la gente piense,” Aria
insistió. A pesar de que, en este caso, quizás si le importaba.
“Y tú tienes dieciocho,” Ezra continuó. “Todo
lo que hacemos es legal. No hay nada de qué preocuparse. ¿Es porque no he hecho
nada de mí? ¿Por qué mi novela es basura?”
Aria casi gritó. “No tiene nada que ver con
tu novela.”
“¿Entonces qué es?”
En una mesa cercana, un mesero prendió fuego
un postre con forma de domo, y llamas azules prendieron en el aire. La mesa
aplaudía. Inconscientemente, la mirada de Aria se dirigió hacia la entrada una
vez más. Noel no se había movido. Sus ojos azules estaban fijos, sin pestañear,
en Aria.
Ezra siguió su mirada. “Lo sabía. Las cosas
no se han acabado entre ustedes, ¿o sí?”
“Si, lo juro.” Aria cerró los ojos. “Es solo
que…no puedo estar junto a ti ahora mismo. No puedo estar en público contigo.
No con toda esta gente aquí. En New York, será diferente.”
Pero Ezra se alejó de ella enojado. “Búscame
cuando madures y pongas en orden tu equipaje, Aria.” Luego se adentró en la
multitud.
Aria se sintió muy débil para seguirlo. Se
llenó de desesperación. ¿El amor era así de complicado siempre? Ciertamente no
fue así con Noel. Si ella realmente amaba a Ezra, ¿Hubiera ignorado la confusión
de todo el mundo, y sus miradas chismosas?
Se dirigió al buffet y se comió una brocheta
de tofu sin siquiera saborearla. Una mano tocó su brazo otra vez. Era la Sra.
Kittinger, su maestra de historia del arte, vestida con un sombrero de hongo,
una camisa cuadrillé de hombres, y pantalones negros.
“¡Aria! Justo la persona que quería ver.” La Sra.
Kittinger sacó un papel escrito a máquina de su cartera. “Quería agradecerte
por entregar tu proyecto de Caravaggio antes, y decirte que tu trabajo fue
encantador. Lo estuve leyendo antes de la obra de esta noche.”
“Oh.” Aria sonrió sutilmente. Había terminado
y enviado su parte del trabajo a la Sra. Kittinger esta mañana, añadiendo una
nota de que había tratado de que Klaudia la ayude con el proyecto, pero Klaudia
no estaba interesada. Está bien, estaba siendo un poco soplona, pero no iba a
dejar a Klaudia salirse con la suya.
“Pero no he recibido nada de tu compañera
aun,” La Sra. Kittinger añadió, como leyendo la mente de Aria. “Esperemos que
entregue algo para el Lunes, tendré que reprobarla.” Parecía como que quería decir
algo más, pero luego le sonrió tristemente a Aria, puso el papel de vuelta en
su cartera, y se fue.
La banda comenzó a tocar “Round Midnight,”
una de las canciones favoritas de Aria. Un embriagante y relajante aroma a
aceite de oliva flotaba en el aire. Cuando Aria miró la colección de baratijas
alineadas en repisas, notó una figura bobble head que se le hacía familiar de
Shakespeare. Era la misma que Ezra le había regalado antes de irse el año
pasado. Ella atesoraba ese regalo, riéndose de su cabeza muy seguido, deseando
que Ezra le escriba y se reunan. Luego de un tiempo, había imaginado que él ya
había olvidado su relación, pero todo el tiempo, había estado escribiendo una
novela—justamente sobre eso.
El mundo pareció ponerse un poco más
brillante. Quizás Aria estaba siendo inmadura
y paranoica con Ezra. ¿Desde cuándo le importaba lo que las otras personas
pensaban? Ella solo era Aria la rara, la chica que usó mechas rosadas en su
pelo y hacía rutinas de baile en clase de gimnasia. Rosewood no la había
cambiado tanto.
Enderezando
sus hombros, caminó entre la multitud. Con esperanzas, Ezra podría seguir ahí.
Ella lo encontraría, lo llevaría hacia Ella, y les diría sus planes. Bailaría
con Ezra en la enana pista de baile, al carajo las miradas de los estudiantes y
profesores. Lo había esperado por tanto
tiempo. No podía dejar que se le escape ahora.
“¿Ezra?”
Aria llamó, pegando su cabeza en la puerta del baño de hombres. No hubo
respuesta. “¿Ezra?” llamó otra vez, asomándose por la puerta trasera, pero solo
había una serie de basureros verdes y un par de cocineros fumando cigarrillos.
Volvió a mirar en el comedor, en el aria de anfitriones, e incluso en el
estacionamiento. Afortunadamente, el Escarabajo azul de Ezra seguía estacionado
junto a un Jeep Cherokee. Tenía que estar adentro en alguna parte.
Cuando
Aria caminó de vuelta al interior del restaurant, una débil y familiar risa la
recibió. Se detuvo, un miedo helador se expandió por ella.
La
risa venía del armario. Caminó de puntillas por el rededor del mesón de
custodia de abrigos, sin cuidador. Una figura se movió en la oscuridad azulesca
al fondo del rincón, escondida tras abrigos y chaquetas de cuero y chalecos. “¿Hola?”
Aria susurró, con su corazón latiendo fuertemente.
Aria
oyó un suspiro, luego sonido de dos personas besándose. Oops. Aria retrocedió, pero su tobillo se torció, y se tambaleó
hacia un lado, cayendo en algunos colgadores vacios en el rack. Sonaron
ruidosamente.
“¿Qué
fue eso?” una voz dijo desde atrás del closet de abrigos. Aria se detuvo,
reconociéndola instantáneamente. En segundos, una figura salió a la luz. “Oh
dios mío.”
Los
ojos de Aria se expandieron. Ezra la miraba. Su boca se abrió, pero ninguna
palabra salió de su boca.
“¿Señor
Poeta?” una segunda voz se entonó. Una chica rubia salió de las sombres y puso
sus brazos alrededor del pecho de Ezra. Su cabello estaba desordenado, su
brillante labial estaba corrido, y los tirantes de su vestido escotado colgaban
de más debajo de sus hombros. Cuando vio a Aria, una sonrisa triunfante brotó
en su cara. “¡Oh, hallo!” molestó, apretujando aun mas a Ezra.
Klaudia.
Aria
retrocedió, chocando con más colgadores de abrigos. Luego se dio vuelta y
corrió.
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