Traducción:
Daniela
Corrección:
Daniela
Antes del
último periodo la tarde del Viernes, Aria merodeaba su clase de historia del
arte con su teléfono abierto, acechando el sitio memorial de Tabitha Clark.
Había unos cuantos posts nuevos, mayoritariamente de amigos y familia dando sus
condolencias. También notó alguna mención sobre un especial de CNN sobre el
abuso del alcohol durante el receso de primavera que estrenaría la próxima
semana; aparentemente, la historia de Tabitha sería mencionada. Aria se tragó
un gran nudo en la garganta. Se sentía tan raro y tan terrible el dejar que el
mundo piense que Tabitha había fallecido por beber.
Miró hacia
adelante justo a tiempo para ver a Mike detenerse en su casillero. Estaba hablando
con Colleen Lowry, una bella cheerleader en su clase; el rumor decía que ellos
salían en una escena juntos en la obra de la escuela. Cuando él cerró la puerta
de su casillero y fue en dirección a una esquina, Mike puso su mano en el
trasero de Colleen. Había pasado las últimas semanas deprimiéndose por su
quiebre con Hanna, pero aparentemente lo estaba superando.
Se llenó de
desesperación. ¿Llegaría el momento en que Aria supere a Noel también? ¿Podría
ella, eventualmente, mirar objetos al azar en su habitación —una copa plástica
vacía de un concierto al aire libre en los muelles de Camden al que ella y Noel
habían asistido el verano pasado, un molde de tatuaje temporal tamaño grande de
Robert Pattinson, con el cual Noel había molestado a Aria por gustarle, el
horario de la clase de cocina que tomaban juntos en Hollis —y no ponerse a
llorar? No podía dejar de pensar en qué había hecho mal en la relación. Lo
arrastró a muchas lecturas de poesía, probablemente. Actuó aburridamente en las
muchas fiestas Típico Rosewood que había dado. Y también estaba lo que ocurrió
en Islandia. Pero solo Hanna lo sabía, y había jurado discreción.
“Aria.”
Aria se dio
vuelta y vio a Hanna avanzando hacia ella con determinación. A pesar de que su
cabello castaño estaba tomado en una elegante cola de caballo, su maquillaje
parecía como si hubiera sido aplicado profesionalmente, y su túnica de rayas
diplomáticas bajo su blazer azul de Rosewood Day estaba perfectamente puesta,
aun parecía exhausta “Hey.” Sonaba fuera de aliento.
“¿Qué
ocurre?” Aria preguntó.
Hanna tocó
el portafolio de cuero verde en su hombro. Sus ojos iban y venían. “¿Has
recibido alguna nota de… tu sabes?”
Aria
jugueteaba con un brazalete de marihuana que había comprado en una tienda de
drogas en Philly. “No desde el de hace dos semanas.” El noticiario sobre los
restos de Tabitha siendo dejados por el mar en la orilla apareció en la mente
de Aria. “¿Por qué? ¿Tú sí?”
La música
clásica de entre las clases, que la administración de Rosewood Day pensaba que
era mentalmente estimulante, se detuvo abruptamente, señalando que el próximo
período estaba a punto de comenzar. Hanna torció su boca y miró a través del vestíbulo
al expositor de trofeos.
Aria tomó la
muñeca de Hanna. “¿Qué decía?”
Un grupo de
chicos de primer grado pasó. “Y-yo tengo que irme,” Hanna dijo. Luego bajó por
el vestíbulo y entró al salón de francés.
“¡Hanna!”
Aria gritó
La puerta
del salón de Francés de Hanna se cerró. Luego de un momento, Aria bajó sus
hombros, soltó un suspiro, y caminó hacia su propia clase antes de que la
campana final suene.
Veinte
minutos después, la Sra. Kittinger, la profesora de historia del arte, apagó
las luces y puso el antiguo proyector, el cual siempre hacía un sonido de
tamborileo y olía ligeramente como a pelo quemado. Una barra amarilla y polvoso
apareció en el centro del salón y proyectó una imagen de Salon at the Rue des
Moulins de Henri de Toulouse-Lautrec en la pantalla blanca frente al pizarrón.
Prostitutas Francesas estaban sentadas alrededor de un burdel parisino,
pasando el tiempo.
“Todos
guardan secretos, especialmente los artistas,” dijo la Sra. Kittinger con su
profunda y grave voz, la cual encajaba con su corte de cabello masculino
peinado hacia atrás y su traje de hombre elegantemente entallado. Todos en
Rosewood comentaban que la Sra. Kittinger era lesbiana, pero la madre de Aria
la conocía de la galería de arte donde trabajaba y dijo que ella era felizmente
casada con un escultor llamado Dave.
“Y al mirar
las pinturas del Sr. Toulouse-Lautrec,” La Sra. Kittinger continuó, “pensarán
que su secreto tenía algo que ver con deseos carnales, pero en realidad, sus
problemas eran todo lo contrario. ¿Alguna idea?
Un silencio
aburrido reinó. Historia del arte era el ramo favorito de Aria, pero la mayoría
de los otros chicos no se la tomaban en serio. Probablemente la habían elegido
porque sonaba como arte, el cual no requería mucho pensamiento.
El primer día de clases, cuando la Sra. Kittinger les entregó el grueso texto,
un montón de estudiantes miraron las páginas como si estuvieran escritas en
código Morse.
Finalmente,
James Freed levantó la mano. “¿Él nació como mujer?”
Mason Byers
se rio, y Aria giró sus ojos.
“De hecho,
es muy cercano,” Dijo la Sra. Kittinger. “Toulouse-Lautrec nació con defectos
congénitos, mayoritariamente porque sus padres eran primos.”
“Hot,” dijo
James Freed en voz baja.
“Tenía una
problema de crecimiento que le dio las piernas de un niño y el torso de un
adulto,” añadió la Sra. Kittinger. “Se rumorea que también tenía los genitales
deformados.”
“Ew,”
dijo una chica. Aria presentía que era Naomi Zeigler. Alguien más se reía junto
a Naomi, y Aria estaba segura de saber quién era también. Klaudia.
Desafortunadamente, se había unido a la clase al final de la semana pasada.
La Sra.
Kittinger cambió a la siguiente diapositiva. Era un autorretrato de un artista
pelirrojo, hecho con trazos de pincel revueltos. “¿Quién es este?”
“Vincent Van
Gogh,” Aria respondió.
“Correcto,”
dijo la Sra. Kittinger. “Ahora, el Sr. Van Gogh parece un amigo feliz, ¿Cierto?
¿Siempre pintando girasoles o bellas noches estrelladas?”
“Eso no es
cierto,” Kirsten Cullen dijo. “Estaba deprimido severamente y muy adolorido.
Tomaba analgésicos, lo cual podría haber alterado su percepción visual,
lo cual podría ser el por qué sus pinturas son tan vibrantes e hipnóticas.”
“Muy bien,”
dijo la Sra. Kittinger.
Aria sonrió
a Kirsten. Ella era la única persona además de Aria que realmente se esforzaba
en esta clase.
La Sra.
Kittinger apagó el proyector, volvió a prender las luces, y caminó hacia la
pizarra, sus zapatos de tacón bajo taconeando fuertemente el piso de madera.
“Nuestro próximo proyecto será sobre psicología. Voy a asignarles un artista, y
ustedes investigarán su estado mental y relacionarlo con su trabajo. El informe
tiene que ser entregado no el próximo Lunes, sino que el siguiente.”
Mason
reclamó. “Pero yo tengo un torneo de soccer toda la próxima semana.”
La Sra.
Kittinger le dio una mirada exasperada. “Afortunado tú, trabajaran en parejas.”
Aria miró instantáneamente a Kirsten, queriendo trabajar con ella. Otros chicos
se emparejaron silenciosamente también. “No tan rápido.” La Sra. Kittinger
lanzó un trozo de tiza al aire. “Yo haré
las parejas, no ustedes.”
Apuntó a
Mason Byers y lo emparejó con Delia Hopkins, quien no había dicho una palabra
en todo el semestre. Juntó a Naomi Zeigler con Imogen Smith, una alta chica con
grandes senos quien nunca se limpió su reputación como la puta de la clase.
Luego la
Sra. Kittinger apuntó a Aria. “Y Aria, tu harás el reporte sobre Caravaggio. Y
trabajarás con…” Apuntó a alguien al final. “¿Cuál dijiste que era tu nombre,
querida?”
“Es Klaudia
Huusko,” cantó una voz.
La sangre de
Aria se congeló. No. Por
favor, por favor, no.
“Perfecto.”
La Sra. Kittinger escribió los nombres de Aria y Klaudia en la pizarra.
“Ustedes dos son una pareja.”
Mason se dio
vuelta y miró a Aria. Naomi soltó un mrow.
Incluso Chassey Bledsoe se rio. Claramente todos sabían que Noel había botado a
Aria y ahora estaba con Klaudia
Aria se dio
vuelta y miró a Klaudia. La falda de su uniforme apenas tapaba sus muslos,
mostrando cada curva de sus imposiblemente perfectas piernas Finlandesas. Su
tobillo estaba puesto contra el respaldo de la silla de Delia, pero Delia era
muy gallina para decirle que la saque. Una chaqueta andrajosa de bombardero
colgaba sobre sus hombros. Aria la miró con los ojos bizcos, reconociendo el parche
de águila militar en el brazo. Era la chaqueta de Noel, una amada herencia de
su tatara-tatara abuelo quien había luchado en la segunda guerra mundial. Una
vez, Aria le había pedido probársela, pero Noel se había negado— no dejaba que
nadie la use, decía. Era tan especial.
Supongo que
las reglas no aplicaban para su nueva novia Finlandesa.
Klaudia miró
a Aria y le sonrió triunfantemente. Entonces miró a Naomi “Adivina ¿qué tengo
planeado para este fin de semana? ¡Yo ir con Noel a una cena romántica! Vamos a
tomar vino, alimentarnos el uno al otro con bocados de carne, será un momento
sexy!”
“Suena
impresionante.” Naomi se rio hacia Aria.
Aria miró al
frente de nuevo, sus mejillas calientes. Odiaba a Klaudia. ¿Cómo podía Noel caer en su
ridícula actuación? Todo sobre ella era falso, incluso su agitado acento
de yo-no-sé-inglés—cuando Klaudia amenazó a Aria en la telesilla cada indicio
de este se había desvanecido. Parecía que las Barbies del mundo siempre se
quedaban con los chicos. ¿Dónde dejaba eso a Aria?
Miró
alrededor de la sala. Ambos profesores de historia del arte e inglés hacían
clases aquí, así que había una diversa mezcla de impresiones de Cézanne y
Picasso y fotos en blanco y negro de Walt Whitman, F. Scott Fitzgerald, y
Virginia Woolf. Pegado en la esquina había un poster con etiquetas de grandes
dichos Shakesperianos. El poster había estado colgado en el salón de inglés de
Aria el año pasado también, la clase fue por poco tiempo impartida por Ezra
Fitz, con el cual Aria había tenido una aventura hasta que A hizo que lo
despidan.
Ezra. Él era
alguien que podría haber disfrutado ir a galerías de arte y conmiserar sobre
los Típicos Rosewoods. La primera vez que Aria y Ezra se conocieron, habían
tenido una conexión real. Ezra entendía lo que era ser parte de una familia que
se estaba desmoronando. Él entendía lo que era ser diferente.
Aria sacó su
teléfono a escondidas y miró la lista de contactos. El nombre de Ezra seguía
ahí. Sólo me preguntaba en qué
hay de ti, escribió en un nuevo email. Estoy
pasando por un momento difícil ahora mismo. Me siento sola y en necesidad de
una buena conversación sobre escritura de la poesía y la ridiculosidad de los
suburbios. Ciao, Aria.
Y luego,
antes de perder la cordura, presionó ENVIAR.
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