jueves, 8 de noviembre de 2012

Ruthless - Capítulo 8: Las estrellas se alinean.


Traducción: Daniela
Corrección: Daniela

Más tarde ese viernes, Hanna y Kate se ubicaron en un espacio junto al auto del Sr. Marin en el campus de Hyde, una antigua universidad Jesuita en los frondosos suburbios a unas cuantas millas de Philadelphia. Hacía un calor anormal para la época, y habían chicos caminando por la calle sans coats. Algunos chicos jugaban con el Frisbee en el pasto seco y amarillo-verdoso, y niñas fresas bebían lattes bajo la torre del reloj, la cual estaba repicando la hora en seis ensordecedores bong. Era la noche perfecta para un flashmob
          
“¿Entonces es definitivo que la banda vendrá?” le dijo Hanna a Kate, observando el lugar para estacionarse. Luego de que el Sr. Marin informó a Kate sobre el plan del flashmob, Kate se ofreció para contratar a una banda llamada Superauto Berenjena de la universidad de Hollis. Aparentemente conducían una van Astro con llamas pintadas a los costados, pero Hanna no la veía por ningún lado

Kate giró sus ojos. “Sí-i. Es como la veinteava vez que me preguntas.”

“¿Alguien está nerviosa?” Naomi se rio desde el asiento trasero.

“Quizás alguien se dio cuenta de que un flashmob es una idea estúpida,” Riley dijo.

“En serio,” Kate añadió. “Cuando oí sobre esto, pensé que Tom estaba bromeando.”

Riley y Naomi se rieron. Klaudia, quien estaba apretada en el asiento del medio, soltó una risa de yegua.

Hanna miró el auto de su padre a su izquierda, deseando que él pudiera oír, pero el Sr. Marin estaba hablando animadamente por celular. Cuando Kate le dijo que había reclutado a sus amigas para ayudar en el flashmob el día de hoy, Hanna debió haberlo impedido. Ahora que Mona Vanderwaal, la antigua BFF de Hanna, estaba muerta, y Hanna ya no se juntaba con Emily, Aria ni Spencer, sentía los insultos de Kate, Naomi y Riley mucho más agudos. Era como si estuviera de vuelta donde había comenzado en sexto grado: una perdedora. Solo que más flaca. Y mucho más linda.

“Allí están,” dijo Kate, apuntando triunfantemente. Una Van entró al área de estacionamiento al otro lado de ellas, y un grupo de chicos andrajosos se bajaron, acarreando equipamiento musical. Uno era calvo y tenía una barba irregular y piel grasosa. Otro tenía cabeza alargada y un mentón prominente. Los demás se veían como que podrían estar formándose para policías. Hanna suspiró. ¿No podía Kate haber contratado una banda más linda?

El Sr. Marin finalmente se bajó del auto y se acercó a la banda. “Gracias por ayudarnos esta noche,” dijo, dándole la mano a cada uno de ellos.

“Bien, vamos a prepararlos, señoritas,” Kate dijo a sus amigas, levantando un montón de flyers color verde fosforescente de TOM MARIN PARA SENADOR desde el asiento trasero. “Tu haz tu cosa de Twitter, Hanna.”

Naomi suspiró. “Como si fuera a funcionar”, dijo en voz baja. Las cuatro chicas giraron y guiaron a los chicos hacia el cobertizo de la banda a la izquierda de la torre del reloj. Todos se movieron respetuosamente fuera de su camino.

El Sr. Marin puso su mano en el hombro de Hanna cuando ella se bajó del auto también. “¿Estás lista?”

“Por supuesto,” Hanna respondió. Tomó su teléfono, abrió su email y le envió a Gregory, un gran científico computacional de Hyde quien decía saber cómo enviarle al Twitter y cuentas de email en el campus, un mensaje. Estoy lista. Segundos después, Gregory respondió que el tweet del flashmob había sido posteado. Hanna lo había escrito la noche anterior: Algo impresionante está ocurriendo en el cobertizo de la banda. Ve ahí o sé un don nadie. Corto y dulce. Alusivo e intrigante.

“Envié el tweet,” Hanna le dijo a su padre. “Probablemente deberías ir hacia el escenario y esperar. Te estaré mirando desde abajo.”

El Sr. Marin besó la frente de Hanna. “Muchas gracias.”

No me agradezcas aun, Hanna pensó con preocupación. Caminó por la cuadra, mirando los alrededores. Los chicos aun jugaban Frisbee. Las chicas reían sobre las revistas, ni siquiera miraban sus teléfonos. ¿Y si Kate estaba en lo correcto? ¿Y si no ocurría nada? Ya se lo imaginaba: Kate, sus malvadas compinches, y la banda de pie en el pabellón, mirando un patio vacío. Su padre mirando decepcionado a Hanna, perdiendo toda su fe en ella. Mañana Hanna sería el hazmerreír de Rosewood Day—Y de la campaña de su padre.

Cuando estaba a punto de llegar al cobertizo, tres chicas deambulaban por la cuadra, sosteniendo sus teléfonos y mirando alrededor. Un par de chicos cerraron sus libros y anduvieron por ahí, con caras curiosas. Dos chicos andaban en sus skates. Hanna captó partes de su conversación: ¿Algo está ocurriendo? ¿Viste eso en Twitter? ¿Quién lo posteó? Que alguien busque a Sebastian, él sabrá.

De repente era como una estampida. Los chicos salieron del casino, emergieron de las residencias, salían de clases de la tarde. Un grupo de chicas en sudaderas de hermandades se reunieron bajo un gran roble lleno de talladuras. Algunos chicos que tomaban cerveza desde dentro de bolsas de papel se empujaban el uno al otro con  una tabla cubierta en avisos de compañeros de habitación, clases de yoga, y servicios de tutoría gratuitos. Todos estaban mirando sus teléfonos, sus dedos se movían por los teclados. Retweeteando. Preguntando qué ocurría. Juntando más gente.

Sí.

Kate se dio una vuelta en el escenario. Cuando vio la multitud, su boca se asentó en una recta, y molesta línea recta. Hanna le dio un saludo con tres dedos triunfante, luego envió un mensaje avisándole a los asistentes de su papá que podían comenzar a circular con sus formularios de registro para votar y los flyers. Unos pocos minutos más tarde, la banda comenzó a tocar. Agradecidamente, a pesar de su fealdad, eran buenos, y todos comenzaron a saltar con la música. Un banner verde que publicitaba la campaña del Sr. Marin se elevó en el aire. Cuando Superauto berenjena—ellos de verdad necesitaban un nuevo nombre—terminó una canción, el vocalista principal dijo al micrófono: “¡Oigamos a Tom Marin!” y el Sr. Marin caminó al escenario y saludó, la multitud se animó de verdad.

Hanna dejó que el sonido lave su cuerpo. Quizás esto podría ganar la elección de su padre. Quizás Hanna tenía un futuro en manager de campañas. Se imaginó en la portada de Vanity Fair en un reluciente traje de Armani. Visitando la casa blanca. Dirigiendo el Air Force One[1], usando grandes lentes de sol estilo Jackie O…

“Esta banda es decente,” dijo una voz.

Hanna saltó. Un chico alto y larguirucho con cabello castaño ondulado, cejas oscuras que enmarcaban generosos y brillantes ojos cafés, y un mentón cuadrado superheroesque estaba de pie junto a ella. Usaba una polera de azul marino desteñida que decía HYDE en el pecho, pantalones estrechos, y un par de zapatos náuticos gastados. También  estaba lo suficientemente cerca de Hanna como para que ella pueda oler su perfume Azure Lime de Tom Ford, el favorito de ella. Por algún motivo, le parecía familiar, pero no estaba segura por qué. Quizás había soñado con él o algo así. Definitivamente era lindo.

“¿Sabes el nombre de la banda?” el chico preguntó, sus ojos aun fijos en Hanna.

“Um, Superauto Berenjena,” Hanna respondió, inconscientemente enrollando un mechón de pelo castaño rojizo en su dedo. Gracias a dios recientemente se había hecho reflejos en Henri Flaubert en King James.

“Me gustan.” El chico llevó sus manos a sus bolsillos. “Hyde usualmente no hace cosas geniales como esta. Creo que de hecho, hemos sido votados como el campus más aburrido en un montón de revistas.”

Hanna respiró, a punto de decirle que podía agradecerle a ella por arreglar todo esto, cuando de repente tres tipos corpulentos sosteniendo cervezas en sus manos pasaron entre ellos. Luego de que pasaron, el chico empujó a unas cuantas otras personas para volver a estar junto a Hanna. “¿No crees que el cantante se ve tal como Beto de Plaza Sésamo?” preguntó, apuntando al chico con la cabeza alargada. Sostenía el micrófono como si estuviera enamorado de él.

“Totalmente.” Hanna rio. “Estaba pensando lo mismo.”

“Por supuesto, ni debería hablar,” el chico dijo tímidamente. “La gente solía llamarme Harry Potter cuando estaba creciendo.”

“¿En serio?” Hanna ladeó su cabeza y lo inspeccionó. Era alto, pero no muy alto, y sus extremidades eran largas y flacas pero sin ser demasiado flacas. “En realidad no veo una semejanza.”

“Solía usar esos ridículos lentes enmarcados cuando era menor. Los escogí yo mismo en el oculista. Pensarás que mi mamá habría sido un poco más inteligente, pero en vez de eso, estaba como, ¡Cómpralos!

Hanna se rio. “Cuando usaba lentes, escogía los marcos plásticos fucsia y lentes rosados. Parecía que tenía una enfermedad. Mi foto de tercer grado escolar fue horripilante.”

“Ni siquiera comiences sobre fotos escolares.” El chico saltó. “En mi foto de quinto grado, Tenía bandas elásticas negras en mis frenillos. Parecía que hubiera alquitrán supurando de mi boca.”

“Yo tenía bandas elásticas rosadas y verdes. Desastre” Las palabras salían de la boca de Hanna antes de que las pudiera detener, y su confesión incluso la sorprendía a ella. Nunca había dicho voluntariamente y apropósito información sobre la perdedora que solía ser, especialmente ante alguien tan guapo. Pero había algo cómodo y acogedor sobre este chico que hacía divertido el compadecerse.

Se enderezó y le dio una mirada desafiante. “Bueno, yo era un niño muy flaco. Pecho cóncavo, rodillas como perillas, escogido el último en todos los equipos en la clase de gimnasia. Supera eso.”

Yo era rellenita.” Hanna se rio consciente de sí misma. “De hecho, algo más como gorda. Parecía una bestia junto a mis amigas. Mi papá incluso me llamó cerdita una vez—como si fuera divertido.” Cerró sus ojos.

“A mí me llamaron espantapájaros. Chico anoréxico. Raro.”

“¿Y? Yo era Gorda costura. Hanna Trasero gordo.” Hanna sintió una hiriente punzada. De hecho, Su Ali había inventado esos sobrenombres cuando eran amigas.

El chico se acercó y tocó la parte interior de la muñeca de Hanna. Se sintió electrificante. “A puesto que ya nadie te llama perdedora, huh?”

Hanna tragó saliva, mirándolo a los ojos. “O a ti.”

La multitud se movió nuevamente, esta vez empujándolos el uno hacia el otro. Hanna se ladeó, y el chico pasó su brazo por su cintura. Cuando la multitud se calmó otra vez, ellos no se separaron. Hanna suspiró en su sabroso y limpio aroma, su pulso llegaba a su garganta. Él apoyó su mentón en su cabello. Su cadera se presionaba contra la de ella. Ella podía sentir su suave y fornido pecho tras su delgada polera. Algo se agitó en su interior, llenándola de calor. Cuando él se acercó para besarla, Hanna estaba quieta por el shock. Pero el beso se sintió tan bien, tan correcto, que no pudo evitar besarlo de vuelta.

Se separaron, y se miraron a los ojos. El chico parecía tan shockeado como Hanna. Él aclaró su garganta. “Quieres—“

“Creo que deberíamos—“Hanna dijo al mismo tiempo.

Ambos pararon y rieron. Él tomó su mano y la llevó entre la multitud hasta que llegaron a un callejón oscuro entre un edificio de clases y un ciber café llamado Networks. Entraron al callejón de manera turbia, de la mano, pasando por encima de cajas de cartón y latas de cerveza y Coca Cola abandonadas. El chico se detuvo. Puso a Hanna contra el muro y comenzó a besarla febrilmente. Hanna lo besaba de vuelta, saboreando su suavemente salada piel, tocando sus vigorosos músculos, escarbando bajo su polera. Ella nunca se había dejado llevar tanto.

Finalmente se separaron, jadeando fuertemente. “Wow,” el chico suspiró. “Esto es…loco.”

“Lo sé,” Hanna dijo.

Él agarró las manos de Hanna. “¿Cuál es tu nombre?”

“Hanna.”

“Yo soy Liam,” dijo.

“Ese es el nombre más bello que he escuchado,” Hanna murmuró adormecida, casi sin notar lo que estaba diciendo. Ella no sabía lo que su cuerpo estaba haciendo. Su padre ahora estaba en el escenario dando un discurso sobre votar y el cambio para mejor y todo tipo de promesas políticas optimistas. Hanna sabía que debería estar allí, siendo la buena y pequeña estratega de campaña, pero no podía llevarse a salir de los brazos de Liam. Quería quedarse aquí en este sórdido callejón por el resto de su vida, con Liam.

[1]Air Force One: es el indicativo que da el control del tráfico aéreo a cualquier avión de la Fuerza aérea de los Estados Unidos que transporta al Presidente de los Estados Unidos y solo cuando él esté a bordo puede adoptar ese indicativo de llamada



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