Traducción: Daniela
Corrección: Daniela
Cuando el
reloj de la época de los ’50 en forma de burbuja en su habitación, cambió de
3:59 a 4:00 PM la tarde del Sábado, Aria rodó sobre su cama y hojeó otra copia
Francesa de Vogue, pretendiendo que estaba en una suite de hotel en el
barrio bohemio de Paris, en vez de la casa de su padre en Rosewood. Tenía bolas
de algodón puestas entremedio en cada pie descalzo por la pedicura que se había
hecho ella misma, y luego iba a empaparse en un largo y caliente baño de
burbujas. Tenía otras seis actividades planeadas, todas para rellenar el fin de
semana sin Noel.
Echándole un
vistazo a su laptop en su escritorio, se sentó y escuchó los sonidos de la
casa. Byron y Meredith habían llevado a la bebé Lola a una clase de natación de
infantes, y Mike seguramente estaba en casa de alguno de sus amigos. Satisfecha
de que nadie estaba por ahí ni que vaya a entrar a su habitación y ver lo que
estaba haciendo, llevó el laptop a su cama, tocó el mousepad para iluminar la
pantalla, y escribió la dirección de la página del Homenaje de Tabitha Clark
Como siempre,
la linda cara de Tabitha sonriendo apareció. Unas cuantas nuevas imágenes
habían aparecido en el sitio: una de Tabitha cuando estaba como en séptimo u
octavo grado, sentada en una playa, con las quemaduras en sus brazos y piernas.
Otra era una de unos pocos años después, parada en lo que parecía el vestíbulo
de un pulcro hotel junto a un cactus gigante en un macetero que alguien había
adornado con dos ojos plásticos, una nariz y una boca. Había manchas oscuras
bajo sus ojos, pero su sonrisa parecía feliz.
Aria sintió náuseas
y miró hacia otro lado. Tú la mataste, una voz la clavó desde bien
adentro de su cerebro.
Su celular,
junto a la botella de esmalte negro-azulado de Essie en su cama, vibró. NUEVO
MENSAJE DE TEXTO. El interior de Aria se retorció. Cuando se levantó y miró la
pantalla, el texto era de un número con un código de área 917, no el usual LLAMANTE
ANÓNIMO o el enredo de letras y números de A. Lo abrió.
Mira afuera de
tu ventana.
Un escalofrío
subió por so columna. De repente, la casa se sentía demasiado vacía y
silenciosa. Se arrastró hacia la gran ventana de su habitación, abrió las
cortinas, y se preparó para mirar el jardín delantero.
Una figura de
cabello oscuro estaba de pie en el pasto, con un celular en su mano. Aria
agudizó su vista, captando la familiar chaqueta arrugada, mentón puntiagudo, y
labios rosados. Seguramente era una mala jugarreta de la luz. Pero luego, la
figura miró arriba, notando la cara de Aria en la ventana, y sonrió
ampliamente. Sostenía un poster encima de su cabeza. Escrito en rojas y curvas
letras, decía ¡TE EXTRAÑÉ, ARIA!
“Mierda,” Aria
susurró
Era Ezra Fitz.
“Brie,
arugula, y tomates secos para ti.” Ezra sacó un sándwich empacado en papel
mantequilla de un canasto de picnic. “Y” —se detuvo tímidamente—“Nuggets de
pollo de McDonald’s para mí.” Miró a Aria. “Los viejos hábitos nunca mueren,
supongo.”
Calor subió
por las mejillas de Aria. Una vez se había acercado a Ezra mientras él comía
nuggets de pollo en su oficina en Rosewood Day, pero se preguntó si decía esa
frase en más de un sentido.
Ezra sacó el
resto de los contenidos del canasto uno por uno: Un pote con uvas verdes
jugosas y maduras, una bolsa de chips de sal y vinagre—las favoritas de Aria— y
una botella de champagne con dos copas plásticas. Ordenó todo en la roca grande
en la que estaban sentados y giró su cuello hacia el brillante cielo azul
asomándose entre los árboles. “Esperaba que pudiéramos comer durante la puesta
de sol, pero supongo que llegué un poco tarde.”
“No, esto es impresionante,”
Aria gesticuló, ocultando sus manos temblando bajo sus muslos. Aun no podía
creer que esto estuviera ocurriendo. Hace veinte minutos, luego de sacar las
bolas de algodón de sus pies y cambiarse de su sudadera de Hollis manchada por
una blusa vintage de seda que había comprado en Ámsterdam, bajó corriendo las
escaleras y abrió la puerta principal. Allí estaba Ezra, el chico al que había
añorado por tanto, el chico que ella estaba segura que era su alma gemela
incluso después de enterarse de que era su profesor, de pie con sus brazos
cruzados. “Te he extrañado tanto,” había dicho. “Cuando me escribiste, tuve que
venir hasta acá.”
“Pero te
escribí por meses,” Aria respondió, permaneciendo quieta en su lugar en el
pórtico.
Ezra parecía
afligido, diciendo que no había recibido nada de ella. Añadió que su cuenta de
email fue hackeada hace un año, y que le había costado un tiempo tener las
cosas algo ordenadas—quizás algunos de sus emails se desaparecieron.
Normalmente, Aria hubiera pensado que era una excusa patética de hombres, pero
Ezra parecía tan arrepentido que le creyó.
Luego, Ezra la
levantó en brazos y la llevó a su Volkswagen Beetle, el cual estaba estacionado
en la cuneta, y le dijo que quería salir en una cita con ella —ahora mismo—para
compensar el tiempo perdido. Por supuesto que Aria aceptó.
Ahora, estaban
en el arroyo St. Mary, un bello y viejo parque al lado de un reluciente
riachuelo con montones de rocas sobresalientes, mini cascadas, y un pintoresco
hostal que servía los mejores panqueques en toda la avenida principal. A pesar
de que el tiempo estaba perfectamente a 50 y tanto grados, ideal para escalar
rocas o una caminata, no había ni una sola otra persona por ahí.
Ezra sacó el
corcho de la champaña y sirvió dos copas. “Te ves impresionante.” Sus lobeznos
ojos se levantaron y miraron los de ella. “He estado pensando tanto en ti—No
debí haberme ido tan abruptamente sin hacer planes de que nos veamos otra vez.
Especialmente luego de todo lo que paso con tu amiga. Quería buscarte, pero no
sabía si querías oír de mí.”
“Me hubiera
encantado oír de ti,” Aria suspiro, diciéndolo de corazón. “Y tú también te vez
impresionante.” Observó la apariencia de Ezra. Su blazer gris a cuadros tenía
un hoyo en el codo, la camisa blanca estaba arrugada, y sus pantalones de
gabardina estaban deshilachados en la parte de abajo. Su pelo estaba largo y
desordenado también, y habían huecos en sus mejillas. Aún era adorable, pero se
veía como si hubiera pasado horas manejando. “¿No condujiste todo el camino
desde Rhode Island solo para verme, cierto?”
“Oh, al final
no me asenté en Rhode Island, aunque hubiera manejado desde ahí para
verte.” Ezra remojó un nugget en salsa de barbacoa y luego lo puso en su boca.
“Me quedé aquí un tiempo corto, pero luego me mude a New York.
“¡Oh!” Aria no
pudo manejar su emoción. “¿Te gusta el lugar? Yo postulé a unas cuantas
universidades en New York.”
“Me encanta.”
Ezra tenía apariencia somnolienta. “Tengo un apartamento enano en West Village.
Cada noche observo el flujo de los autos en la Sexta Avenida. Amo la energía.
La creatividad. Estar rodeado de tanta gente diferente a la vez.”
“Así es exactamente
como me siento en cuanto a New York yo también.” Aria dijo efusivamente, amando
como ella y Ezra siempre estaban en la misma onda.
“Absolutamente
te imagino viviendo allí.” Ezra tomó las manos de Aria. Tocarlo se sentía como
entrar a una vieja y cómoda casa. “Quizás podrías venir y visitarme alguna vez.
Mirar las universidades a las que has postulado.”
Aria miró
hacia abajo a sus grandes manos en las de ella, sin palabras. Ella
medio-esperaba oír la sutil risita que asociaba con A, pero todo lo que oyó fue
el cantar de las aves y el riachuelo fluyendo.
Debió haber
estado callada por demasiado tiempo, porque Ezra alejó sus manos. “Dios. Soy un
idiota. ¿No tienes un novio, o sí?”
“¡No!” Aria
negó con la cabeza enfáticamente “O sea, quiero decir, no ahora. Pero sí lo tenía,
cuando no estabas. No es como que hubiera sabido que vendrías de vuelta.” Soltó
una risa consciente.
“Déjame
adivinar. ¿Noel Kahn?”
La boca de
Aria se abrió. “¿Cómo supiste?”
Ezra se rio.
“Estaba loco por ti en la clase de Inglés.”
“No teníamos
tanto en común,” Aria dijo tranquilamente, mirando un pez plateado nadando bajo
ellos en el riachuelo. “Y…tú no tienes una novia, ¿cierto?”
Una sonrisa se
expandió por la cara de Ezra. Puso sus manos en el mentón de Aria. “Por
supuesto que no. ¿Por qué mas vendría a verte?”
Aria sonrió
tímidamente. “¿Por cuánto tiempo te quedarás?”
“¿Por cuánto quieres
tu que me quede?”
Por siempre,
Aria quería decir.
“Me estoy
quedando con un amigo en las afueras de la ciudad. Él dice que puedo quedarme
cuanto tiempo yo quiera.” Ezra movió un mechón de cabello de Aria y lo puso
tras sus orejas. “Cuéntame todo lo que está pasando contigo. ¿Cómo está tu
familia? Se separaron, ¿cierto? ¿Cómo va eso? ¿Y a qué te referías en el email
cuando dijiste que te sentías sola? ¿Estás bien?”
Aria puso su
mano en su estómago, conmovida por su interés y preocupación. “Estoy bien,”
dijo, de repente sintiéndolo de verdad. “De hecho, preferiría oír de ti
primero. ¿Qué haces en New York? ¿Estudias un postgrado? ¿Tienes un trabajo?
Apuesto que es algo fabuloso.”
La garganta de
Ezra burbujeó. “Bien, tuve un trabajo sin fines de lucro por un tiempo, pero
luego fui despedido. Así que después…” Color rojo brotó en las mejillas de
Ezra. “Escribí. Y, bueno, escribí una novela.”
“¿Una novela?”
La mandíbula de Aria se abrió. “¿Cómo un libro de inicio-a-final?”
Ezra se rio
tímidamente. “Exacto. Pero no sé qué tan buena quedó.”
“¡Estoy segura
de que es impresionante!” Aria aplaudió. “¿Sobre qué trata? ¿Cuándo será
publicada?”
“No nos
adelantemos.” Ezra miró su mochila, la cual estaba tras él en la roca. “Pero si
está interesada, tengo el manuscrito…”
“¡Por supuesto
que estoy interesada!” Aria dijo “¡Me encantaría verlo!”
Ezra juntó sus
labios, como si pensara la decisión. “No hay agentes representándome aun.
Quizás nunca sea publicada. La industria de los libros es un poco más difícil
de ingresar de lo que pensé.” Soltó una risa amargada que Aria nunca había oído
antes.
“¿Voy a tener
que apalearte para poder verlo?” Aria molestó.
“Bueno,
bueno.” Ezra desabrochó los cierres de su mochila y sacó un fajo manoseado de
papeles amarrados con un elástico azul. La página de enfrente decía Véame
después de clases, por Ezra Fitz en negrita.
“No puedo
creer que escribiste esto,” Aria suspiró de forma referencial. “¿Es sobre un
profesor?”
Ezra sonrió
misteriosamente. “Quizás.” Le acercó los papeles. “¿Quieres leerlo?”
“¡Sí!” Aria
ojeó las hojas arrugadas. “Sé que me encantará. Y…gracias.” Lo miró sintiendo
una avalancha de emoción. “Por todo. Volver. Este picnic…”
Aria perdió el
tema, y se miraron el uno al otro por largo rato. Luego, Ezra se acercó tanto
que sus cuerpos se estaban tocando. Tan pronto como él puso sus brazos
alrededor de la cadera de Aria y sus labios tocaron los de ella, ella sintió un
chorro de placer. El beso se profundizó, y Ezra se sacó la chaqueta, tirándola
en una roca junto a ellos. Aria se sacó su chaquetón tipo peacoat.
“Ahem,”
Alguien dijo.
Ezra y Aria se
separaron, respirando fuertemente. Un grupo de viejas señoras con equipamiento
de excursión y bananos y bastones de caminata, habían emergido por una curva y
ahora los estaban mirando con caras de disgusto
“¡Perdón!”
Ezra dijo, rápidamente abotonando su camisa.
Las mujeres
husmearon y siguieron hacia el hostal, balanceándose expertamente en las rocas.
Ezra le dio a Aria una mirada mortificada y cubrió su boca con su mano. “Eso
fue como ser descubierto por mi abuela,” susurró.
“O la
bibliotecaria de la escuela,” Aria rio.
Ezra la abrazó
y la miró profundamente a los ojos. “Esperemos que nos descubran un montón de
veces más.”
Aria sintió un
revoltijo de completa y total felicidad. Luego se acercó y besó suavemente a
Ezra en los labios. “No podría estar más de acuerdo.”
Capítulo 9 | Capítulo 11
Índice
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