Algunos minutos más tarde, Emma
salió al agradable sol de la tarde. La recepción había sido arreglada para ser
en la terraza por el frente de la iglesia, entre montones de fragantes árboles
de eucalipto. Ya algunos de los asistentes al funeral habían llenado platos de
papel con volovanes, sándwiches de pepino, y galletas de mantecada y mermelada.
Emma espió al Dr. Banerjee luciendo frágil ero hablando animadamente con la
entrenadora Maggie. Quinlan estaba allí también, bebiendo un vaso de limonada y
hablando con el padre Maxwell. Louisa estaba parada junto a Celeste,
compartiendo crudités de un plato. Sabiendo
por lo que Louisa había pasado, Emma no pudo evitar quedarse mirándola. De
alguna forma ella había logrado dejar toda la oscuridad atrás y seguir
adelante. Si ella pudo volver al otro lado, entonces quizás Emma también podía.
- ¿Emma? – Una voz insegura habló
suavemente a su izquierda. Se volteó y vio a Alex Stokes, una cabeza más baja
que Emma y con forma de elfa, llevando un vestido sencillo negro y botas Doc
Martens amarradas hasta la mitad.
La cara de Emma se iluminó. - ¡Alex!
Alex corrió hacia ella y le puso los
brazos a su alrededor. – Sabía que tú no lo hiciste, - dijo, su voz sonaba
apagada contra el hombro de Emma. – Lamento mucho haberle mostrado esos
mensajes a la policía. No sabía qué más hacer.
- No importa, - dijo Emma. – Los
habrían conseguido en algún momento. Yo lamento mucho que hayas sido arrastrada
en todo este asunto. Y también lo siento mucho, mucho por mentirte.
Alex se separó del abrazo para
mirarla con ojos redondos y compasivos. – Parece que fue… complicado.
- Si, - Emma murmuró. Se mordió el
labio. – Todavía no estoy lista para hablar de todo el tema. Pero te lo prometo,
te lo voy a contar todo apenas lo esté.
- Estaré aquí, - Alex dijo,
apretándole el codo.
Las puertas de la iglesia se
volvieron a abrir, y toda la pandilla del Juego de las Mentiras salió junta.
Sus ojos eran rojos, pero emergieron con una dignidad de Chica del Momento que
hubiera hecho sentir orgullosa a Sutton. Los labios de Charlotte estaban
pintados de Rojo Perra Reina, y Madeline tenía su mentón en alto con arrogancia
de prima ballerina. Lili y Gabby estaban tomadas del brazo, Lili llevaba calzas
de encaje y delineador negro, Gabby llevaba un collar de perlas y aros que
combinaban. Laurel también estaba con ellas, su cabello rubio-miel estaba
quitado de su cara, y llevaba un pañuelo bordado en la mano.
Alex miró a la pandilla, y luego de
vuelta a Emma. – Parecen, eh, simpáticas.
Una sonrisa apareció en la cara de
Emma. – No lo son. Pero está bien. Son geniales la verdad.
Charlotte fue la primera en mirar a
Emma a los ojos. Bajó lentamente los escalones hasta donde estaba Emma, las
otras chicas la siguieron. Laurel le sonrió con incertidumbre, pero las caras
de las otras eran como de piedra. A su lado Alex se acomodó.
Luego de un largo instante, Charlotte
le extendió la mano a Emma
- No nos hemos conocido
oficialmente, - dijo suavemente. – Soy Charlotte Chamberlain. Lamento mucho tu
pérdida.
Emma tragó saliva. Luego tomó la
mano de Charlotte. La palma de la otra chica estaba cálida y suave. La sostuvo
por un momento, y luego abrazó a Charlotte.
- Lo siento mucho, Char, - susurró.
Charlotte tembló al ser sujetada, y luego la abrazó de vuelta, ferozmente.
- Lamentamos no haberte dado la
oportunidad de explicar, - Madeline dijo, poniendo sus brazos alrededor de Emma
y Charlotte. Emma podía sentir a ambas chicas llorando nuevamente.
- No las culpo, - dijo Emma. –
Sutton era su mejor amiga. Y yo les mentí por meses.
- Sí, pero tú no tenías opción. –
Charlotte se sorbió. – No puedo creer que estabas intentando resolver su
asesinato por ti misma.
- Yo no puedo creer a Ethan— -
Lili comenzó a decir, pero Laurel la miró amenazadoramente.
- Muy pronto, - chilló.
Luego de un momento, las chicas se separaron
de forma incómoda. Emma sabía que era extraño para ellas. Ella las había podido
conocer, pero ellas no la conocían para nada. ¿Siquiera les gustaría alguien
como Emma? Ella era tan distinta a Sutton. Pero a pesar de todo, la había
pasado bien con las chicas del Juego de las Mentiras. La habían hecho correr
riesgos que nunca hubiera corrido en su vieja vida, y le habían dado coraje en
una época en la que más lo necesitaba. Le gustaba pensar que ellas las había
afectado también, un poco. Desde que ella había entrado en la vida de Sutton,
la pandilla se había vuelto un poco más cálida y se aceptaban más entre sí.
- Esta es mi amiga Alex. De
Henderson, - dijo, y Alex asintió lentamente. Emma se puso un poco tensa—este
momento de colisión de mundos se sentía raro. Alex era el tipo de chica a quien
el Juego de las Mentiras le habría encantado hacer bromas. Y las amigas de
Sutton eran el tipo de chicas a quienes Alex solía llamar “víctimas de la moda”
y “perras de las tendencias.”
Lili miró a Alex de arriba abajo. –
Amo tus botas, - dijo. – Yo tenía un par que llegaban a la altura de las
rodillas, pero el perro de las comió.
- Eso apesta, - Alex dijo. Lili
asintió seriamente.
- Henderson está cerca de Las Vegas,
¿no? – Charlotte preguntó. – Fuimos allí una vez, el verano pasado, en un paseo
del Juego de las Mentiras. Sutton se las arregló para que nos den la Suite
presidencial en el Bellagio. – Sonrió con tristeza. – Debe ser divertido vivir
allí. Hay mucho que hacer.
- Es agradable, - Alex dijo. – Sin
Emma no es tan divertido.
- Entonces… ¿Te vas a quedar en
Tucson, ahora que todo esto se ha acabado? – Madeline le preguntó a Emma de
forma insegura, y ella asintió.
- Eso espero. Los Mercer me
invitaron a vivir con ellos. – Miró a Alex. – Te extrañaré tanto, pero nunca he
tenido una familia antes. Necesito hacer esto.
- Lo sé, - dijo Alex. – Lo entiendo.
Además, no es como si estuvieras tan lejos
de mí. Quizás se darán otro viaje del Juego de las Mentiras pronto, y vendrán
de visita. – le costó un poco decir el nombre de su andilla, pero nadie más
pareció notarlo. Emma sonrió.
Charlotte intercambió miradas con
Madeline, quien asintió levemente. – Hablando del Juego de las Mentiras,
estábamos pensando en una pijamada, este fin de semana. ¿Te gustaría venir?
Emma se sonrojó de placer. – Me
encantaría. – Se detuvo, y luego continuó. – Pero hay una cosa que no haré.
Madeline ladeó su cabeza con
curiosidad, pero Laurel lucia como si supiera lo que Emma estaba por decir.
- No más bromas. No puedo seguir
haciéndolo.
Las chicas se quedaron en silencio
por un largo momento. Charlotte se miró sus Jimmy Choos negros, y Madeline se
abrazó a sí misma. Tas ellas, las mandíbulas de las Gemelas Twitter se habían
abierto del shock. Alex levantó una ceja de forma inquisitiva. Pero Laurel
asintió.
- Estoy con Emma en esto, - dijo. –
Ha herido a demasiada gente. Y mi broma del video del secuestro fue lo que
Ethan usó para… ya saben… - se quedó callada.
Madeline tomó aire. – Tienes razón.
Quizás es hora de ser simplemente viejas chics populares de una vez. Somos suficientemente fabulosas para no
necesitar artilugios ¿sabes?
Charlotte se puso su cabello tras el
hombro. – He estado pensando que ya era hora desde hace un tiempo. Ya no somos
niñas.
Emma miró a Lili y a Gabby, quienes
lucían amotinadas. Lili se inclinó para susurrarle algo al odio a Gabby, y
Gabby asintió. Sólo habían entrado al club hace algunos meses, y claramente no
estaban felices de que se acabe tan pronto.
Oh, bueno. Las Gemelas Twitter
podían rebelarse, siempre y cuando no bromeen con Emma.
- Como sea, no tenemos tiempo para
bromas ahora mismo, - Charlotte dijo. – Necesito encontrar un nuevo traje de
baño para Barbados. No puedo simplemente sentarme en un pareo todo el tiempo si
es que planeo broncearme. – Sonrió con timidez. – Emma, aun estas invitada si es
que quieres venir. Un poco de playa, alcohol, y chicos podrían ser justo lo que
el doctor recomienda para recuperarse de… de todo esto. – Hizo un gesto a su
alrededor. Emma le tocó el hombro agradecida, realmente conmovida.
- Gracias, Char. Pero necesito pasar
navidad con mi familia. Miró a Laurel a los ojos, y ambas sonrieron.
- Más para nosotras, - dijo Madeline
alegremente. – Les traeremos algo de ron.
Emma se rio. De repente, el sol en
su cara y la brisa de Diciembre le rosaban sus piernas desnudas casi
celestialmente.
Yo observé a mis amigas reconfortándose
entre sí, sus ojos brillaban con lágrimas, sus sonrisas dudosas ante el sol
invernal. Sabía cuánto me extrañarían—que cargarían con ese dolor por largo
tiempo, profundamente en sus corazones. Pero iban a estar bien. Vivirían y
crecerían, y me recordarían con amor, y eventualmente, me dejarían ir, de la
forma en que los vivos siempre dejaban ir a los muertos.
Luego vi algo que retorció mi
corazón.
Thayer, con las manos en los
bolsillos, merodeando por el costado. Solo. Y observando a Emma.
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