El funeral de Sutton se realizó en
una bella iglesia estilo renacimiento español en la ladera de la montaña
Catalina. Las paredes de adobe color crema se elevaban desde las gruesas
alfombras rojas, y había montones de flores ubicados en cada superficie. Cada
banco estaba repleto—toda la escuela estaba aquí, junto a lo que parecía la
mitad de Tucson. Los ojos de Emma escanearon la multitud. Los profesores de
Sutton estaban sentados conversando con los estudiantes. La directora Ambrose
estaba sentada de forma incómoda al frente, con un sombrero redondo sin ala
color negro en su tieso cabello. Una
media docena de oficiales de policía también estaban aquí, brillando en sus
trajes azules. Quinlan estaba sentado junto a una bella mujer asiática, quien Emma
estuvo sorprendida de notar que debía ser su esposa. Corcoran estaba sentado
tras ellos, con su cara tan estoica como siempre.
Frente al altar había una foto
agrandada de Sutton. A diferencia de la mayoría de sus fotos, en donde hacía
gestos o sonreía de forma altanera o
hacía una mueca como de estrella de cine, en esta aparecía una chica quieta e
indescifrable. Sus ojos lucían grandes y claros, sus labios separados en una
sonrisa enigmática. La expresión no era maliciosa ni traviesa, sino que tenía un
toque de la presencia de un yo secreto, más profunda y más bella de lo que
todos podrían haber supuesto.
Yo seguí la mirada de mi hermana
cuando miró sobre la multitud. Había tantas caras que yo a penas reconocía,
gente que había pasado por mi vida sin una conexión real. Chicos al lado de
quienes pasé en los pasillo, gente a quienes yo les rodaba los ojos, vecinos
con quienes sólo había hablado una o dos veces. La gran cantidad de gente me
hizo sentir extrañamente triste. ¿A quiénes de aquí me había perdido de
conocer?
Emma se sentó en la fila de enfrente
con el resto de la familia de Sutton, sus manos cerradas sobre su regazo. Junto
a ella, Laurel estaba sollozando en el pañuelo del St. Mercer, sus hombros
temblaban. El Sr. Y la Sra. Mercer estaban abrazados entre sí como si
estuvieran afirmados de una liana. Al otro lado de ellos estaba sentada la
abuela Mercer en un ajustado traje negro, con sus labios apretados en una
salvaje línea roja de duelo.
Emma miró hacia el frente al
brillante ataúd de madera, con los ojos secos, el dolor en su pecho era
demasiado enorme para comprenderlo. Había estado viviendo la pérdida de su
hermana por cuatro largos meses—cuatro meses en los que no pudo sufrir, en los
que vivió bajo terror constante. Ahora que tenía la oportunidad de despedirse,
no estaba segura de qué sentir. Había perdido a alguien a quien ni siquiera
había conocido. Pero de cierta forma, se sentía más cercana a Sutton que todos.
Volvió a pensar en la silueta brillante del cañón. Translúcida, cegadoramente
bella. Ella y Sutton habían estado conectadas por algo más profundo más fuerte
de lo que ella podría entender—y no sabía cómo dejarlo ir.
Y yo tampoco.
Al otro lado del pasillo desde donde
estaban los Mercer, estaban sentadas las chicas del Juego de las Mentiras.
Charlotte enrollaba un pañuelo en sus manos. Madeline y Thayer estaban sentados
juntos, El brazo de Thayer estaba alrededor de su hermana, de forma protectora,
mientras ella lloraba. El lucía aturdido, su mirada estaba pegada atentamente a
la foto de Sutton. Incluso las Gemelas Twitter, quienes usualmente eran
optimistas, estaban inclinadas entre sí para apoyarse. Gabby miraba el suelo,
con lágrimas cayendo en línea recta desde la punta de su nariz. Lili tenía su
cara escondida en el brazo de su hermana, sus hombros temblaban.
Los Mercer le habían pedido al
capellán del hospital que dirija el funeral—nunca habían sido una familia religiosa,
pero el padre Maxwell había conocido a Sutton desde que era una niña pequeña. Él
lloraba abiertamente al hacer el elogio, rememorando a la revoltosa y alegre
chica que él había visto crecer en una prometedora jovencita. Emma apenas
escuchaba. Las palabras del sacerdote habían sido bien escogidas, pero no había
modo de que él pudiera hablar de la Sutton a la que ella conocía. Porque a
pesar de que nunca se conocieron, ahora ella conocía a Sutton mejor que nadie.
Ella conocía partes de ella que habían sido altivas o egoístas—pero más que
eso, conocía las partes que habían sido leales y feroces, y compasivas. Sabía
que su hermana había sido una luchadora. Sutton le había prestado parte de su
fuerza, esa noche en el cañón.
Casi no notó cuando el sacerdote dio
la bendición final. Luego todos los asistentes se levantaron, un suave murmullo
salió al aire en la iglesia repleta. La gente se amontonó alrededor de los
Mercer para dar sus condolencias. Laurel ya estaba envuelta en un histérico
abrazo por su profesora de alfarería, la Sra. Gilliam, y el Sr. Mercer hablaba
profundamente con el Dr. Banerjee, dos hombres unidos por la pérdida de sus
hijas. De repente Emma se sintió claustrofóbica. Se alejó de su familia hacia
un rincón tras una columna. Después de tanto tiempo viviendo como Sutton, y
luego como una mujer buscada, se sentía extraño alejarse y volverse invisible,
tal como había sido la vieja Emma.
Chocó de espaldas con alguien y se
tropezó. - ¡Oh! Lo... siento. – dejó de hablar cuando se volteó y vio a Garrett
Austin, vestido en un traje negro y una corbata celeste. Sus mejillas ardieron
cuando se miraron a los ojos.
- Um, hola, - dijo él, sonrojándose
tanto como ella.
- Hola, - ella repitió. Tras el
pequeño rincón, el sistema de sonidos de la iglesia había comenzado a
reproducir un audio de una delicada guitarra acústica.
- No tienes idea de lo mucho que lo
siento, - dijo, sin mirarla a los ojos. – No puedo creer cómo te traté.
Emma sacudió su cabeza. – No lo
sabías.
- No importa. – Se acomodó, metiendo
sus manos en sus bolsillos. – Incluso si tú hubieras
sido Sutton, no debí haber actuado de la forma en que lo hice.
- Fue una… situación confusa, lo sé.
– Emma se estiró la falda para enderezarla. – Lamento no haber podido decírtelo
antes. Todo lo del cumpleaños—sé que parecía que yo te había rechazado en la
cara. No quería humillarte. Simplemente no podía…
- Lo sé, - dijo rápidamente,
sonrojándose aún más profundamente. – Lo entiendo. – Se apoyó contra la
columna, evitando los ojos de Emma. – La verdad es que, Sutton estaba por
romper conmigo. Lo supe esa noche que la vi en el cañón. Cuando te vi al día
siguiente y no dijiste nada al respecto, no podía creer lo afortunado que era.
Pensé que Sutton había cambiado de opinión. – Se miró hacia abajo a los
zapatos. - ¿Supiste alguna vez lo que le pasó a mi hermana?
- Sí, - Emma murmuró, mordiéndose el
labio.
- Sé que no es excusa. Pero he
estado tan…tan enojado desde que eso pasó. Y no sé por qué no puedo superarlo.
– Una solitaria lágrima bajó por su mejilla. – Sutton fue más paciente conmigo
de lo que debería haber sido.
Emma escuchaba, su corazón se
retorcía con compasión. – Eso es mucho con lo que trabajar por ti mismo. –
Impulsivamente le tomó la mano, apretándola.
Él sacudió su cabeza. – Bueno, ya
terminé de poner excusas. Voy a comenzar una terapia el lunes. Si soy tan
inestable que alguien sospecharía que yo asesiné, necesito ayuda.
- ¿Entonces supiste que Ethan estaba
intentando inculparte?
- Si. – Movió su cabeza con perplejidad.
– Ese tipo… digo, él nos tenía a todos engañados. Todos pensábamos que estaba
loco por ti.
Un nudo se formó en la garganta de
Emma. Miró hacia otro lado, volteándose hacia un pequeño crucifijo de mármol en
un hueco. – Sí, - dijo, su voz era a penas más alta que un susurro. – Yo
también.
Una voz incorpórea habló por el intercomunicador,
haciendo eco a través de la iglesia.
- Sutton Mercer… ¡Te saludamos!
Emma apenas tuvo tiempo para darse
cuenta de que era la voz de Charlotte antes de que el redoble en staccato de
“We are Young” de Fun. comenzara a sonar por los parlantes. En ese momento
exacto, un proyector oculto en la parte de atrás de la iglesia empezó a
funcionar. Sobre el altar se proyectaron videos de Sutton y sus amigas,
editadas con la música. Una mostraba a
Sutton, Madeline, Charlotte y Laurel haciendo un brindis con botellas en las
termas a las que se solían meter. En otro, alguien sostenía una cámara temblando
frente a la cara de Sutton en una montaña rusa. Ella gritaba con risa, su
cabello ondeaba alrededor de su cara. Había un video de Sutton haciendo una
bola de cañón en la piscina de Charlotte, videos de ella cantando karaoke con
Laurel y bailando con Thayer. En uno, ella, Gabby, y Lili hicieron una guerra
de comida, las Gemelas Twitter la superaron y le hicieron una corona de crema
batida en el cabello, todas riéndose.
Y finalmente había una toma de
Sutton haciendo una posa pin-up en un elegante vestido plateado. Estaba en la
terraza de Charlotte, y tras ella, una de las exclusivas fiestas del Juego de
las Mentiras se desataba.
- Una buena diva siempre se pone en
pie, - dijo coquetamente, su voz se amplificó a través de la iglesia. Luego le
sopló un beso a la cámara, y el video se volvió a negro.
Emma se dio cuenta de que pasaba un
arroyo de lágrimas por sus mejillas. Cuando las luces volvieron a perderse, un
largo silencio tomó lugar. El Sr. Mercer se había puesto a llorar, su cara
oculta en el hombro de su esposa. La mitad del equipo de tenis estaba
sollozando—Clara lloraba fuertemente, sus llantos cortaban la tranquilidad.
Al ver el video, el final tributo de
mis amigas, mi corazón se sintió como una flor abriéndose al sol. Explosiones
de color y luces llenaron mi mente, y de repente todo—cada recuerdo, cada
momento de mi vida—vino a mí en una inundación. Todo lo que pensé que había
perdido, había vuelto. Recordé servirle té de mentira a mi madre en su juego de
té antiguo. Recordé a mi padre pasándome un set de binoculares, apuntando hacia
un halcón de cola roja en un árbol. Allí estaba yo, jugando con Laurel en un
fuerte de almohadas en una noche lluviosa. Conociendo a Charlotte en el bus de
la escuela en tercer grado, y a Madeline durante el receso al año siguiente.
Recibiendo mi primera raqueta de tenis en navidad. Nadando en el océano
pacífico durante unas vacaciones, mirando las millas y millas de solitario
azul. Imprimiendo las tarjetas oficiales del Juego de las Mentiras en la casa
de Charlotte, riéndonos por los títulos que nos habíamos inventado.
Besando a Thayer por primera vez, y
la segunda, y la tercera. Todos nuestros besos, cada momento al sol que pasamos
juntos, volvieron a un enfoque perfecto.
Cada broma, cada secreto, cada
aventura regresó a mí. Y todo era tan bello, tan vibrante, tan real. Era mi
vida. Ethan no podía llevarse eso.
En la parte de atrás de la iglesia
Emma escuchó ajetreo. Las luces volvieron a prenderse, y se volteó para ver a
una mujer vieja escoltando a Lili y a Gabby afuera de la cabina de
audiovisuales tomadas de las orejas. Las Gemelas Twitter levantaron sus manos
en forma de heavy metal, levantando el dedo meñique y el índice. El Padre
Maxwell se apresuró en quitarle el micrófono a Charlotte en el altar, y un
hombre que llevaba una corbata estaba sacando a Madeline de la caja de control
de las luces.
Pero antes de que las Chicas del
Juego de las Mentiras pudieran ser removidas del edificio, alguien empezó a
aplaudir.
Emma no pudo identificar dónde
comenzó, pero una vez que lo hizo, el aplauso creció, más y más fuerte. Alguien
silbó. Una chica que Emma nunca había visto gritó - ¡Te quiero, Sutton!
- ¡Sutton, te vamos a extrañar! –
alguien más gritó tras ella. Y pronto, todos estaban aplaudiendo y gritándole
cosas a Sutton.
- ¡Hollier nunca volverá a ser lo
mismo!
- ¡Eres la única reina del baile por
quien vamos a votar!
La Abuela Mercer estaba aplaudiendo
más que nadie, Laurel lloraba junto a ella. La mujer anciana soltó a Gabby y a
Lili impactada, y ellas corrieron para unirse a Charlotte y a Madeline bajo una
estatua de la virgen María. Luego las cuatro se unieron al aplauso y se
volvieron hacia el retrato de Sutton, con lágrimas brillando en sus ojos.
Yo flotaba sobre ellas, el aplauso
vibraba a través de mí ser. Por un momento, casi lo confundí con un latido de
corazón.
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