miércoles, 25 de mayo de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 27 - Memento mori



            El Depósito Rosa Linda estaba ubicado en una parte desolada de la calle a las afueras de Tucson, entre un motel deteriorado llamado El Flamenco y una botillería cerrada. Al frente había un letrero de neón, varias letras estaban quemadas así que sólo decía OS LIN LLER. Una reja de cadenas estaba alrededor de la propiedad, el alambre de púas estaba decorado con incongruentes lazos rojos para las fiestas.
            Emma tocaba las iniciales de su hermana en la placa de la llave mientras Ethan llegaba al estacionamiento. Ella sabía que no encontrarían muebles viejos o equipamiento de futbol en esa unidad de depósito. Sea lo que fuera, tenía algo que ver con Sutton.
            Yo también lo sabía. Podía sentir la verdad justo fuera de mi alcance, como un sueño que se desvanece de mi memoria al despertar.
            Ethan se estacionó, y se bajaron  hacia el patio de tapial. Hileras de unidades de depósito, cerradas y silenciosas, se extendían hacia la oscuridad en las cuatro direcciones. No había nadie más allí a esa hora.
            - ¿Estás lista para esto? – Le preguntó Ethan en voz baja.
            - No lo sé, - Emma admitió. Respiró profundo, el seco aire del desierto llenó sus pulmones y la calmó.  – Vamos, - dijo, dándole un apretón de manos a Ethan. – Terminemos con esto.
            Caminaron por el pasillo de edificios de la mano. Los focos que alumbraban cada unidad hacían que sus sombras parpadeen grotescamente en el suelo, deformes y tenebrosos. Sus pasos hacían eco en el silencio. A la lejanía en el desierto, un coyote dio un estridente ladrido.
            Los números de las unidades estaban pintados en la puerta con naranja brillante, empezando en el 100. Emma contaba en voz alta mientras caminaban por los pasillos. – Ciento cincuenta, - susurró. – Doscientos… trescientos… trescientos cincuenta—debería estar por aquí Ethan. – Apuntó con su cabeza hacia una esquina.
            La unidad 356 lucía como todas las otras, los números estaban pintados con esténcil en las placas plegables de la puerta tipo garaje. Emma se había agachado para tomar el candado cuando Ethan le tomó el hombro.
            - Espera, - dijo, pasándole un par de guantes rosados tejidos que tenía en uno de los bolsillos de sus pantalones militares; los guantes, sin duda, pertenecían a su madre. Del otro bolsillo sacó un par de guantes de escalar negros y se los puso en sus propias manos.
            - Buena idea, - dijo Emma, poniéndose sus guantes y tomando el candado una vez más. La llave entraba perfectamente. Con un click casi inaudible, el cerrojo se abrió. Emma tomó la manija de la puerta—y la levantó con fuerza.
            El interior estaba completamente oscuro. Toqueteó la pared buscando el interruptor, y una única ampolleta fluorescente que colgaba al centro de la unidad, cobró vida. La unidad era suficientemente grande para acoger los muebles de todo un apartamento, o unos cientos de cajas—pero esta casi completamente vacío.
            Casi.
            Al centro del cavernoso espacio, un único sobre amarillo yacía en el suelo, justo bajo la ampolleta. A su lado había un pulpo de peluche al que le faltaba uno de sus ojos negros. Emma conocía ese pulpo. Había abrazado esas piernas tejidas azules incontables veces de pequeña, cuando necesitaba ser reconfortada. Era su Socktopus[1], una de las pocas cosas que había traído consigo de las Vegas.
            Lentamente caminó hacia adelante, levantando el animal de peluche y mirándolo. Socktopus estaba en el bolso que le robaron de la banca en el Cañón Sabino durante su primera noche en Tucson. Quien sea que lo haya tomado había actuado rápidamente—sólo estuvo solo por unos minutos antes de que ella volviera a buscarlo.
            Ethan se quedó atrás, mirando la puerta abierta  de vez en cuando como si tuviera miedo de que alguien fuera a abalanzarse contra ellos. - ¿Qué es eso? – preguntó, frunciendo el ceño.
            - Mi mamá me lo compró, - dijo. Su voz sonaba lejana, incluso para sí misma. – Cuando era pequeña.
            Por un momento la sórdida unidad de almacenamiento se desvaneció, y pudo sentir a Becky atando dos de los brazos del pulpo alrededor del cuello de Emma en la tienda, para que cuelgue por su espalda como una capa. Para que te proteja, le explicó Becky, con una rara sonrisa en su bella cara.
            Emma parpadeó para sacarse las lágrimas, y la polvorienta unidad volvió a entrar en foco. Se puso a Socktopus bajo el brazo, agachándose para recoger el sobre. Por un momento luchó con el broche que lo mantenía cerrado, sus dedos se sentían tiesos y torpes con los guantes. Luego un montón de papeles y fotos salió en una gran pila. Encima había un CD con tapa transparente marcado SUTTON EN AZ con Sharpie rojo.
            - El video, - susurró Ethan.
            Ella asintió, pero ya estaba revisando las páginas tras el disco. Había una impresión del primer mensaje que Emma le envió a Sutton. Esto va a sonar loco, pero creo que somos familiares. Lucimos exactamente iguales, y tenemos la misma fecha de nacimiento. Tras eso había una página con las contraseñas de email y de Facebook de Sutton. Y tras eso había fotos—un grueso montón de brillantes fotos en blanco y negro.
            Emma se había acostumbrado tanto a ver la cara de Sutton en todos lados que por un momento, pensó que las fotos eran de su gemela. Pero eso no era cierto—en la misma foto de encima, la chica estaba parada tras una ventanilla de entradas. El corazón de Emma se detuvo un segundo. Era la montaña rusa de New York-New York en Vegas, donde había trabajado el verano previo a venir a Tucson. En la foto, estaba ocupada contándole el vuelto a un cliente, completamente inconsciente de que un lente la estaba enfocando.
            La próxima foto era de ella y Alex, corriendo una al lado de la otra en un sendero en el Cañón Red Rock. Otra la mostraba inclinándose para alcanzar algo en la repisa de más arriba de la biblioteca pública. En una tercera foto estaba entrando a la casa de Clarice, con una expresión de desánimo total en la cara. Las fotos eran granuladas, tomadas a escondidas y en ángulos raros—pero ella aparecía claramente en todas las fotos.
            La vieja Emma había sido una experta en mantenerse anónima e invisible, en mantener el perfil bajo para no salir herida. La vieja Emma se habría sentido avergonzada al darse cuenta de que alguien la había estado observando todo ese tiempo.
            ¿Pero la nueva Emma? La nueva Emma estaba enfadada.
            Y yo también.
            Emma movió las fotos a la parte de atrás de la pila de papeles, y hojeó el resto de las páginas. Frunció el ceño a ver una que era simplemente una lista de números. Por un momento no sabía qué estaba viendo. Luego reconoció uno de los números.
            Era el código de alarma de los Mercer.
            Quedó boquiabierta. Bajo ese código estaba el de los Chamberlain. Y abajo estaba otra serie de dígitos que reconocía: 0907.
            El siete de septiembre. El cumpleaños de la Sra. Banerjee.
            Nisha le había dado a Emma ese mismo código hace casi un mes para que pueda acceder a los archivos de salud mental del hospital. Emma apostaría que ese también era el código de la alarma de su casa. Garrett lo había usado para entrar a la casa de Nisha, averiguar lo que había estado escondiendo allí, pero el Dr. Banerjee lo espantó.
            Sólo que ahora el Dr. Banerjee no estaba en la ciudad.
            - Ethan, - suspiró, sosteniendo la hoja de papel. – Podemos entrar a la casa de Nisha. ¡Podemos encontrar la evidencia!
            Ethan la miraba. – Emma, tenemos que ir derecho a la policía. Estas cosas son suficiente para poner a Garrett en la cárcel.
            - Pero no lo es, - argumentó. – No hay nada aquí que apunte a Garrett. Está arrendado bajo un nombre falso, pagado en efectivo—y apostaría a que no hay huellas digitales en nada de esto, - añadió con amargor. – Lo único que conecta a Garrett con esta unidad es la llave que encontramos, y es nuestra palabra contra la de él. Pero sea lo que sea que Nisha tenía, era suficientemente dañino para que Garrett la asesinara por eso.
            Ethan suspiró. Miró alrededor de la unidad, luego de nuevo a ella – Bueno. Tienes razón. Pasaremos por la casa de Nisha y miraremos una vez más. Luego iremos a la policía y les daremos lo que tenemos.
            Asintió, la emoción estaba burbujeando en su pecho como agua fresca en una terma. Se sentía más liviana de lo que se había sentido en semanas. Ahora estaban tan cerca—sólo un poco más de evidencia, y podrían demostrar lo que Garrett le había hecho a su hermana.
            - Deberíamos dejar esas cosas aquí, como las encontramos. Ahora es una escena de crimen. – Metió de vuelta las fotos y los papeles al sobre amarillo y lo puso cuidadosamente en el suelo. Luego recogió a Socktopus, abrazándolo una vez más antes de colocarlo junto al sobre.
            Cerraron la unidad y volvieron al auto. Ethan entró a la autopista, conduciendo cuidadosamente pero rápido. El desierto se extendía a ambos lados de ellos, desapareciendo a la oscuridad a pocos pies de distancia de la calle. Emma tenía bien afirmada la llave de la unidad de depósito en su mano.
            ¡Ooh Si!  Grité silenciosamente, deseando poder darle los cinco a mi hermana. Garrett finalmente, finalmente iba a caer en picada.



[1] Socktopus: Es la mezcla de dos palabras: Sock= Calcetín. Octopus= Pulpo.

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