- Tenga una buena tarde, dama. – un
delgado hombre de barba blanca que llevaba puesta una camisa de franela y un
delantal le pasó a Emma su bolsa de mercadería y la miró perplejo.
Emma, cohibida, se ajustó su falda.
Era miércoles, y estaba de incognito de nuevo, usando la peluca rubia de la
Sra. Landry, un jumper de mezclilla con mariposas bordadas, y un sweater rojo
con cuello de tortuga que había comprado en la tienda de segunda mano. Unas
gafas plásticas de la tienda de baratijas completaban su look—era la doble de
la profesora de la escuela dominical que tuvo durante sus pocas semanas con los
Morgan, una familia adoptiva particularmente religiosa en Nevada. No podía
creer que había llegado a hacer esto sólo para comprar leche; pero los
reporteros—o Garrett—podrían estar en cualquier lado.
Salió de la tienda y caminó a través
del estacionamiento hacia el auto de Ethan, su sombra se movía en el asfalto a
sus pies. Junto a la ferretería había un Burger King, una fila de autos se
extendía alrededor de la ventanilla de pedidos. Justo mientras dejaba la mercadería en el auto, alguien tocó
la bocina, impaciente por hacer su pedido.
Lo que vio a continuación la hizo
detenerse en seco.
Travis acababa de salir del Burger
King, con un refresco de un litro en la mano. Se detuvo en la puerta,
colocándose un par de lentes aviadores baratos antes de ponerse a caminar
encorvado en la dirección opuesta.
Emma no perdió el tiempo. Cerrando
la puerta, lo siguió a pie.
Ese sector era una zona comercial
barata, llena de hipermercados y cadenas de restaurants. Una delgada línea de
maleza se extendía entre la calle y la acera, marcada por basureros llenos
desbordados de basura. Caminaba lentamente, dejando que Travis se mantenga a
varios metros de distancia pero manteniéndolo en su línea de visión. Él llevaba
un gorro de baseball vuelto hacia atrás y unos jeans anchos casi más debajo de
su trasero. Una cadena de billetera iba desde el aro para cinturón hacia su
bolsillo trasero. Cuando él miró hacia atrás, ella se ocultó en un grupo de
gente en una parada de autobús, intentando mantener su cara tan aburrida como
las expresiones de todos los otros viajeros. Cuando estuvo segura de que se
había volteado, volvió a seguirlo.
Travis pasó un garaje de mecánico
abandonado, lleno de grafitis, y luego acortó camino a través del
estacionamiento de un hotel Days Inn. La piscina brillaba detrás de la reja de
metal forjado, había tres pequeños niños con alitas inflables en la parte
honda. Emma se retrasó y vio cómo Travis subía los escalones y entraba en una
de las habitaciones.
Se quedó parada a la sombra de un
árbol mezquite, la incertidumbre daba vueltas en su interior. ¿Por qué seguía
aquí? Él no sabía nada sobre el asesino— ¿O sí?
Pero su cabeza se levantó
rápidamente al recordar las palabras de Ethan. Si tuviéramos acceso a los mensajes o email de Garrett, podríamos ver
si él envió el link.
No tenían acceso al teléfono de
Garrett. Pero el mensaje podría seguir en algún lado en el de Travis.
Con otra mirada a su alrededor,
subió los escalones hacia su puerta y golpeó. Por un momento, no pasó nada.
Volvió a golpear, más fuerte. En el estacionamiento, una pareja de mediana edad
usando poleras hawaianas idénticas se detuvo al salir de su furgoneta,
mirándola. Emma tragó saliva, el sudor se empezó a acumular en la parte de
atrás de su cuello. Levantó la mano para golpear una vez más, pero antes de
poder hacerlo, la puerta se abrió.
Travis estaba parado en la puerta,
sin su gorro. Llevaba una polera sin mangas blanca sobre su carnoso pecho, y una
cadena gruesa de oro colgaba de su cuello. Su mentón se inclinó agresivamente
hacia ella. Tras él, Arnold Schwarzenegger estaba en la pantalla de la TV,
haciendo rugir su motocicleta en una autopista. - ¿Qué quiere, señorita?
Por un momento no recordaba que
estaba disfrazada. Parpadeó, luego se sacó los lentes. – Soy yo. Emma.
Su mandíbula se aflojó. La miró
lentamente de arriba abajo, sus voraces pequeños ojos se pusieron saltones. A
su alrededor flotaba el olor a tabaco y sudor.
- Necesito tu ayuda, - dijo,
poniendo la expresión más dulce que pudo conseguir. – Todos creen que maté a mi
hermana.
- Sí, lo sé, - dijo, sonriendo. –
Ese policía, ¿Quinlan o algo así? Ha estado tratando de hacerme decirle todo
sobre ti.
Emma se mordió la uña del pulgar, sabiendo
que tenía que actuar esto de forma perfecta. - ¿Qué les has dicho hasta ahora?
Travis se encogió de hombros,
apoyándose en el marco de la puerta para poder asomarse sobre ella.
- Hasta ahora solamente sobre tu
raro hábito, - dijo.
- ¿Te refieres a ese video que
alguien te mandó? – dijo, escogiendo
sus palabras muy cuidadosamente.
- Sep, - dijo. – Hombre, me gustaba
verlo. Qué pena que lo hayan sacado.
Bingo.
Garrett le había mandado el link. Su
corazón se hinchó de la emoción. Si pudiera poner sus manos en su teléfono,
podría demostrarlo. Tomó aire.
- Yo no maté a Sutton, - dijo, un
tono suave y suplicante entró en su voz. – Tú me crees, ¿cierto?
Él sonrió con superioridad. – No sé,
Emma. Eras bien violenta conmigo. Siempre tuviste un mal temperamento.
Emma se puso tensa, luchando contra
la respuesta enojada que estaba creciendo en su pecho. Una vez ella le había
dado un rodillazo en la entrepierna cuando él intento tocarla. Eso fue lo que
lo llevó a incriminarla por robar el dinero de Clarice.
La voz de Travis bajó de forma
conspirativa. – Además, Tucson es un lugar bien bueno. La policía me ubicó aquí
toda la semana— HBO gratis, servicio de habitación. Todo por decirles lo que
sea que pueda decir sobre ti.
Lo miró, parpadeando con sus gruesas
pestañas, sus ojos vulnerables y bien abiertos. Yo estuve
impresionada—antiguamente, yo había sido una maestra de la mirada de
perrito-mojado. Si tan sólo pudiera hacerse llorar a propósito, Emma me haría
competencia.
- ¿Por qué me estás haciendo esto? –
hizo que su voz tiemble un poco, pretendiendo secarse una lágrima del ojo.
Travis miró de izquierda a derecha,
como viendo si nadie estaba escuchando. Luego se acercó hacia adelante,
poniendo su boca junto a la oreja de Emma como para decirle un secreto. Su
aliento olía rancio a azúcar y hierba. – La cosa, Emma, es que eres una
verdadera perra.
Le tomó toda su voluntad evitar
abofetearlo en la cara. Pero tenía que actuar agradable. Sus labios ligeramente
separados, puso una mano en su bíceps desnudo. Los ojos de Travis bajaron hacia
donde ella lo estaba tocando.
- Estoy desesperada, - susurró,
ignorando la bilis subiendo por su garganta. – Haré lo que sea. Tienes que
ayudarme, Travis. Eres el único que me puede ayudar.
La miró sin expresión por un momento,
su malicia fue vencida por sorpresa. Ella corrió sus ojos apreciativamente
sobre su cuerpo, intentando lucir seductora, buscando el borde rectangular que
delataría su celular. Allí. Estaba en
su bolsillo frontal, justo frente a su cadera.
Una lenta sonrisa se extendió en su
cara. – ¿Lo que sea, eh? – Retrocedió de la puerta, manteniéndola abierta para
ella. Al pasar junto a él, él le dio una palmada en el trasero, y ella dio un
sobresalto. SU estómago se retorcía. Por un momento, se preguntó si estaba
cometiendo un gran error. Travis era peligroso.
Pero Emma también era dura. Y
necesitaba ese teléfono.
Subió su brazo para sacarse la
picosa peluca de la cabeza, pero Travis le agarró la mano. – Déjala, - murmuró,
su aliento se sentía cálido sobre su cara. – Me gusta.
Emma bajó sus manos hacia las
caderas de Travis, dejando la peluca rubia donde estaba. Lentamente, metió sus
manos en sus bolsillos. Los ojos de Travis estaban cerrados, su respiración se
estaba acelerando. Los dedos de Emma buscaron entre unas monedas sueltas y una
bolsa de algo que estaba segura de que era hierba, hasta que se cerraron
alrededor del plástico duro de su teléfono. Al sacarlo de un tirón de su
bolsillo, los ojos de Travis se abrieron rápidamente.
- ¿Qué— - Pero no alcanzó a terminar
su pregunta. Emma levantó su rodilla con tanta fuerza como pudo entre las
piernas de Travis. Sus ojos se cerraron y cayó hacia atrás sobre la cama,
afirmándose su entrepierna.
Salió por la puerta y la cerró de
golpe tras ella antes de que él siquiera pudiera moverse, bajando los escalones
de a tres a la vez, la adrenalina corría por sus venas. Para cuando él abrió la
puerta, ella ya estaba abajo.
- ¡Perra loca! – gritó, cojeando
tras ella. - ¡Te voy a matar!
- ¡Tendrás que hacer fila! – le gritó
Emma por sobre su hombro cuando comenzó a correr. Esquivó un hombre con
cicatrices de acné vestido con el blazer de poliéster típico de un empleado de
hotel, luego atravesó el estacionamiento saltando los bordes de los
estacionamientos y esquivando autos. Los músculos de sus piernas ardían, pero a
penas lo notó. Por un momento, se sentía como si pudiera volar.
Y yo estaba volando justo a su lado,
gritando su nombre para hacerle ánimos. Finalmente, mi hermana había puesto sus
manos en algo que podría limpiar su nombre. Y finalmente había podido golpear a
Travis exactamente donde le dolería.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Los comentarios pasan por moderación así que no aparecen de inmediato :) (Para evitar spam y/o spoilers)
Recuerda suscribirte a tu comentario para recibir una notificación cuando alguien responde :)