jueves, 19 de mayo de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 22 - Emma non grata



            Emma e Ethan se pasaron el fin de semana mayormente encerrados. Parecía que la conducción a la defensiva de Corcoran había funcionado; ninguno de los medios había llegado a la puerta de los Landry. Pero aun así no querían tentar al destino, así que cerraron las cortinas y evitaron las ventanas, acurrucándose en el sofá para ver un maratón de Star Trek en el cable. De vez en cuando paraban para revisar los detalles del caso o para buscar un snack. La cocina no estaba muy bien provista, pero tenían suficiente para hacer pilas de sándwiches, y el Sábado Emma le mostró a Ethan su receta secreta para hacer que la salsa enlatada tenga sabor a casera: aceite de oliva, una pizca de azúcar, y un pequeño chorro de vodka.
            El domingo, disfrazaron a Emma con un viejo vestido floreado que le pertenecía a la mamá de Ethan y así pudieron ir a la tienda de segunda mano de forma incógnita. Ethan incluso encontró una peluca rubia al estilo de Farrah Fawcett en el fondo del closet de la Sra. Landry. Los dos se rieron al ver su reflejo en el espejo—lucía como si hubiera estado atrapada en un búnker desde finales de los setenta. Pero cuando salieron se sintió agradecida por el disfraz. Por primera vez en mucho tiempo, nadie le prestó atención, ni como la súper-popular Sutton ni como la acusada-de-asesinato Emma.
            Pero el lunes, Emma sabía que no habría disfraz que la ocultara a lo largo del día en Hollier. Se paró frente al espejo en el baño del pasillo de los Landry, trenzando su cabello en una larga trenza lateral, un estilo que nunca habría usado siendo Sutton. Por primera vez en meses estaba vestida como ella misma, con una polera raglán desteñida de color azul y blanco y un par de jeans Rag & Bone perfectamente gastados que había hallado por suerte a cinco dólares. Al ver su reflejo, se sintió de alguna forma vulnerable y expuesta. Se había estado escondiendo tras el personaje de Sutton por meses, su propio personaje era un secreto que sólo le había revelado a Ethan. Ahora todos verían a su verdadero ser. Esa idea era extraña y aterrorizante.
            No había tenido las agallas para comunicarse con ninguna de las amigas de Sutton. Su relación con ellas había sido construida en base a una mentira—y ahora lo sabían.
            Hubo un suave golpe en la puerta. - ¿Estás lista? – preguntó Ethan.
            - Como nunca, - respondió, abriendo la puerta. Ethan le sonrió, tomando la punta de su trenza y tirándola suavemente
            - Es como raro, verte así. Como ver a Sutton en un disfraz de Emma.
            - Lo sé, - admitió. – Yo misma siento como que estoy actuando un papel.
            Ethan se encogió de hombros. – Todos actuamos papeles. Sólo tienes que encontrar el que más te guste.
            Ella le toco las costillas. – ¿Qué papel actúas tú?
            Ethan puso una expresión falsa de dolor. – Príncipe Encantador, obviamente.
            Riéndose, Emma lo siguió por el pasillo hacia la entrada. Quedarse con Ethan había sido lo rescatable de toda esta pesadilla. Nunca había pasado tanto tiempo con un chico antes, pero se sentía… correcto. Un encaje perfecto.
            Camino a la escuela Ethan puso un álbum viejo de Arcade Fire, tarareando en voz baja. Emma abrió y cerró distraídamente la guantera. Intentaba fortalecerse para lo que sea que viniera.
            El sector alrededor del estacionamiento de estudiantes estaba lleno de vans de noticieros. Emma había anticipado esto. Se puso sus lentes de sol y se puso el gorro de su sudadera.
            - Luces como el Unabomber[1], - dijo Ethan.
            - Al menos no podrán ver mi cara, - respondió.
            Docenas de estudiantes se amontonaban entre los reporteros, intentando aparecer en la TV. Emma vio a Celeste Echols hablando a un micrófono que Tricia Melendez sostenía bajo su mentón, y refunfuñó. Celeste había estado diciéndole que algo estaba malo con su “aura” desde que se conocieron. Ahora sería insoportable.
            Ethan estacionó el auto, y salieron a la pálida mañana de invierno. La luna creciente aún se veía en la parte baja del horizonte. Ethan la miraba con ojos de pregunta y ella lo miró con un movimiento de cabeza con determinación, que decía “acabemos con esto”.
            Los estudiantes que deambulaban el estacionamiento la miraban llanamente. Un grupo de chicos musculosos que pasaba el rato alrededor de un Ford F-250 dejaron de golpearse entre sí para seguirla con las miradas cuando pasó por ahí. Dos delgadas chicas de primer año se salieron de su camino como si las hubiera amenazado. Avistó media docena de las chicas del equipo de tenis reunidas cerca de la bandera. Se quedaron en silencio al acercarse, con las caras pálidas y los ojos bien abiertos. Ethan le tomó la mano, y ella se la apretó en respuesta, intentando no mirar a la derecha ni la izquierda. Se concentró en caminar lenta y deliberadamente, aunque parte de ella sólo quería ir corriendo hacia la puerta doble de vidrio de la escuela.
            Luego vio quien estaba esperando en la entrada. La directora Ambrose estaba parada de brazos cruzados y las piernas plantadas. Llevaba un blazer con diseño de cebra y unos pantalones morados. Su piel solía lucir apagada y sosa, pero hoy se había puesto sombra de ojos turquesa hasta las cejas.
            Tuve la clara impresión de que Ambrose se había arreglado para la atención de los medios. Ya podía oírla diciendo Sutton Mercer era una chica tan especial, con lágrimas en los ojos. ¡Era tan efervescente! Quiero creer que yo fui algo como una mentora para ella. Olvida que las únicas veces que Ambrose me habló fueron el puñado de veces en que me castigaron por una broma del Juego de las Mentiras.
            Emma se detuvo con incertidumbre a poca distancia de la directora. Miró a Ethan, quien había palidecido, luego volvió a mirar a la Srta. Ambrose. Lo labios de la directora estaban juntos en línea.
            - No se te permitirá entrar a las premisas, - dijo con voz petulante. – Emma Paxton no está matriculada en Hollier.
            Emma parpadeó, impactada. – Pero… ¿Y la escuela?
            La Srta. Ambrose se encogió de hombros. – Espero que te dejen tomar tu GED[2] en prisión. Ahora por favor, vete, antes de que reporte por violación de propiedad.
            La multitud que rodeaba a Emma se quedó en silencio absoluto, unos cien pares de orejas estaban muy concentrados para después poder contar todo lo que habían visto y oído.
            - ¿Puedo al menos limpiar mi casillero? – preguntó tranquilamente. Sus palmas de repente estaban húmedas con sudor. Soltó a Ethan y tomó los tirantes de su mochila en cada mano.
            - Esas cosas no son tuyas, - dijo la Srta. Ambrose con simplicidad. – La policía ha confiscado todos los contenidos del casillero de la Srta. Mercer.
            Emma dio dos pasos atrás, las lágrimas estaban punzando sus ojos. ¿Cómo pudo ser tan estúpida? Debió haberse esperado esto. Se volteó para correr cuando Ethan le tomó la mano.
            - Toma, - dijo, poniéndole las llaves de su auto en la mano. – Ve a casa. Llámame si necesitas algo. – Y entonces, plantó un firme y llamativo beso en sus labios. Luego se alejó, sonriéndole con superioridad desafiante a la directora, y pasó rosándole el hombro al interior de la escuela.
            Reforzada por el beso de Ethan, Emma se volteó y caminó con tanta dignidad como pudo hacia el Civic de Ethan. Estaba tan concentrada en salir de ahí que cuando Madeline y Charlotte se pararon frente a ella, le tomó un momento procesarlo. Se detuvo de golpe.
            Madeline lucía tan descuidada como Emma jamás la había visto. Su cabello estaba suelto y sin arreglar, y aunque su silueta de ballet lucía normalmente esbelta y elegante, las sombras bajo sus ojos le daban una apariencia esquelética. Charlotte estaba junto a ella, su cara pálida por detrás de sus pecas. No se había puesto nada de maquillaje.
            - Dinos que es una broma, - dijo Madeline, con la voz temblorosa. – Por favor. Dinos que esta es la mejor broma de la historia.
            Emma miró a las mejores amigas de Sutton, deseando desesperadamente poder decirles lo que querían oír. A pesar de que su amistad estaba construida en una mentira, realmente le habían llegado a importar estas chicas. Por debajo de los celos mezquinos y las bromas, las chicas del Juego de las Mentiras eran ferozmente leales entre sí. Emma no estaba muy segura de cuándo dejó de pensar en ellas como amigas de Sutton y comenzó a verlas como sus propias amigas—pero tal como todo lo demás que era de Sutton, ellas no eran suyas en lo absoluto.
            Emma se miró los zapatos, evitado la mirada de Madeline. – No es una broma, - dijo suavemente.
            Un agudo dolor le atravesó la mejilla cuando Madeline la abofeteó. - ¡Perra! – gritó, su voz era todo un octavo más alta de su tono normal. - ¿Qué le hiciste a mi mejor amiga?
            Emma se llevó la mano a la mejilla adolorida, parpadeando para evitar que las lágrimas caigan. Las dos chicas se movieron en su visión antes de que una lágrima cayó finalmente.
            - Tienen que creerme, - Emma rogó. – Yo no hice lo que dicen que hice. No quería que esto ocurra—nunca quise mentirles.
            Charlotte se había puesto aún más pálida bajo sus pecas. Sus cejas eran color rojo-dorado brillante si su maquillaje, y la hacían lucir como si tuviera ojos de loca.
            - Confiamos en ti, - chilló. – Te contamos toda clase de secretos, te dejamos andar en nuestros autos, te dejamos entrar a nuestras casas… ¡después de que tú mataste a nuestra mejor amiga!
            - ¡Yo no maté a nadie! – la voz de Emma sonó más fuerte de lo que planeaba, resonando en todo el estacionamiento. A unos metros, un pequeño palomar empezó a volar al sentir el sonido. Tomó aire y dijo más suavemente, - He estado intentando averiguar qué le pasó a Sutton desde que llegué aquí. Si me ayudan, quizás juntas podríamos averiguarlo.
            Madeline se rio con amargura. - ¿Ayudarte? Eres atrevida. ¿Qué te hace creer que ayudaríamos a alguien que nos ha estado mintiendo por meses?
            - Madeline, creamos un juego entero sobre mentir, - grité, molesta – ¡Y tienes que ayudarla! ¡Es mi única esperanza! – Pero obviamente, yo no tenía voto esta vez.
            - Espero que te pudras en la cárcel, - dijo Charlotte con su labio apuntando hacia arriba. – Y espero que sueñes con Sutton cada noche por el resto de tu vida. Espero que te persiga hasta la muerte. – Luego volvió a la entrada de la escuela sin mirar hacia atrás.
            Madeline miró una vez más con odio, y luego se volteó para seguir a Char.
            Emma se quedó congelada, viéndolas ir, hasta que se dio cuenta de que el estacionamiento estaba lleno de estudiantes y la estaban mirando. Con una mirada nerviosa a su alrededor, rápidamente se subió al auto de Ethan y cerró las puertas.
            En el espejo retrovisor podía ver la entrada a la escuela. La directora Ambrose seguía parada allí, lanzándole dagas con los ojos. La mayoría de los estudiantes empezó a caminar hacia la entrada ahora que el show había terminado. El reloj del tablero marcaba las 7:58. La campana estaba por sonar.
            De repente, Emma vio una cara en la multitud como si un foco lo hubiera alumbrado. Garrett estaba parado solo a la sombra de un cactus saguaro de tres metros que estaba creciendo en el espacio decorado desérticamente que separaba la escuela del estacionamiento.
            Sus ojos estaban apuntados hacia mi hermana como un rayo láser. La miró por un largo momento, su cara estaba inmóvil.
            Lo miré de vuelta, deseando poder desatar toda la fuerza de mi ira en él. Podré haber sido engañada por esos ojos cuando estaba viva, pero ahora que estaba muerta sabía la verdad: Eran ventanas a un alma que estaba tan muerta y podrida como mi cuerpo.



[1] Unabomber: Así se le conoce a Theodore Kaczynski, quien enviaba paquetes que al ser abiertos explotaban.
[2] GED: Prueba que certifica que se cuenta con los conocimientos necesarios para aprobar la educación secundaria. Esta prueba la dan quienes no pudieron terminar la educación secundaria.


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