Emma no supo cómo logró llegar al mesón
frontal unos pocos minutos después Toda la furia la había agotado, y sus brazos
y piernas se sentían como si estuvieran hechos de piedra, tan pesados y tiesos
que no creía que podía moverlos en lo absoluto. Se quedó de pie desconcertada
mientras una recepcionista con uñas acrílicas moradas llamaba a un oficial para
que la lleve a su casa. Finalmente, un policía alto con el pelo castaño rapado
apareció como de la nada Su placa decía CORCORAN. - ¿Emma Paxton?
Asintió en silencio. Él le hizo un
gesto para que la siga, y juntos atravesaron las puertas de vidrio. El sol se
había puesto Más allá del estacionamiento, el tráfico de la hora punta avanzaba
a paso de tortuga, las luces de freno brillaban de color rojo en la oscuridad.
Corcoran no habló mucho mientras la
condujo hacia casa de los Mercer. Mientras pasaban por las tiendas y salones
decorados de rojo y verde para las fiestas, ella miraba por la ventana,
escuchando a medias el crujiente sonido de la charla por el radioparlante del
policía. –… reporte de vandalismo en el Snack’n’Shack en Valencia, - decía una
voz femenina – Unidad cincuenta y tres, por favor repórtese
- ¿Y lo hiciste?
Se volteó a mirar al oficial,
mostrándole un gesto de ¿Hablas en serio? ¿Acaso pensaba que iba a confesarle
sin problemas a un oficial de patrulla—si es que lo hubiera hecho—después de que Quinlan ya la había interrogado? Pero
él miraba derecho hacia el frente al camino, con un ceño fruncido con seriedad,
como si alguna parte de la situación no encajara.
- Yo también fui un chico de
adopción temporal, - dijo directamente. – Aquí en Tucson.
Ella asintió en silencio, sin saber
a qué quería llegar.
- No sé por qué, pero la gente no te
cree si no tienes familia. Incluso si no es tu culpa. – Se encogió de hombros.
– Terminas siendo el chivo expiatorio para todo lo que pasa, simplemente porque
no encajas en el orden natural de las cosas.
Emma tragó saliva. Volvió a mirar
por la ventana, sin confiar para hablar. ¿Estaban intentando hacer de policías
buenos ahora? ¿Para intentar que confiese solo porque un tipo lindo, de poca
diferencia de edad a la de ella, estaba actuando como si entendiera por lo que
estaba pasando ella? Pero Corcoran se había quedado en silencio, como si
hubiera dicho su parte y eso fuera todo lo que tenía para decir.
Cuando doblaron en la esquina hacia
la calle de los Mercer, Emma quedó boquiabierta El lugar estaba plagado de
reporteros. Toda la calle estaba
iluminada como un campo de baseball., una docena de vans estaban en fila a
ambos lados de la calle. Las reporteras se veían el maquillaje en los espejos laterales
de los autos y repasaban sus líneas, hombres con barba de pocos días y cámaras
gigantes sobre sus hombros les seguían el rastro. Parecía que el vecino de los
Mercer, el Sr. Paulson, estaba siendo entrevistado en su entrada por un hombre
con el cabello en un arreglo tipo muñeco Ken. Otros reporteros parecían estar
en plena transmisión, usando la casa de los Mercer como fondo.
Yo siempre había soñado con ser
famosa, tener paparazis siguiéndome hacia mi casa y que me rueguen por dar
entrevistas. Pero esto definitivamente no era lo que tenía en mente
- Quédate donde estás, - le dijo Corcoran
a Emma, estacionando el auto en medio de la calle Abrió la puerta de su auto.
El momento en que lo hizo, la cacofonía de docenas de voces repleto el auto
policial.
- ¿Eres Emma Paxton o Sutton Mercer?
- Emma, ¿Por qué lo hiciste?
- ¿Alguien te ayudo a matar a tu
hermana?
Corcoran ni siquiera los miró.
Camino alrededor del auto hasta la puerta del lado del copiloto y la abrió,
parándose protectivamente frente a Emma para mantener a los reporteros gritando
a una cierta distancia.
Miró al oficial a los ojos. Lucían
calmados, eran celestes, y aunque no podía adivinar si él le creía su historia
o no, pudo ver algo de una convicción tenaz en ellos Este tipo quería que la
traten justamente, notó. Sea inocente o no, haya mentido o no, él quería que
tenga un trato justo.
- ¿Lista? – preguntó. Asintió,
sintiéndose repentinamente un poco más fuerte. Puede que él no sea su
aliado—pero por el momento, estaba suficientemente cercano a serlo.
La ayudó a pararse, luego la guio
rápidamente a través de la multitud
- ¡Emma! ¿Realmente pensaste que te
saldrías con la tuya?
- ¿Crees que la enfermedad mental de
tu mamá es genética?
- ¿Sutton se resistió?
Corcoran se detuvo al borde del jardín,
de brazos cruzados. – Anda, ve, - dijo. – Me quedaré aquí hasta que entres.
Asintió, mirando con anhelo la
puerta frontal de los Mercer. Todo lo que quería era entrar, sentarse con su
familia y decirles todo, tal como ellos habían hecho con ella. Al caminar por
la entrada, podía oír el maniático clicar de las cámaras de los fotógrafos a
todo su alrededor. Un hombre con un blazer rojo oscuro intento pasar más allá
de Corcoran, estirando el micrófono hacia ella—pero el oficial lo tomo del
cuello de su remera y lo lanzó de vuelta
Emma llegó al pórtico y se quedó
parada frente a la puerta de roble con su golpeador en forma de león. Sacó sus
llaves, luego las movió y se le cayeron con un ruido resonante en el suelo. Con
las mejillas ardiendo, se agachó para recogerlas.
Pero cuando fue a abrir la puerta,
la llave no encajaba.
Su corazón se apretó en el medio
segundo antes de entenderlo a consciencia. Habían cambiado la chapa. No era
bienvenida.
Miré las llaves en la mano de mi
hermana. Mi llave de la casa tenía esmalte de uñas morado arriba, para poder
diferenciarla siempre de las otras ¿Cuántas veces la había usado sin darme
cuenta de lo afortunada que era de tener un hogar a donde ir? ¿Cuántas veces
había entrado, sin darme cuenta del privilegio que era hacerlo?
Con la mano temblando, Emma tocó el timbre.
Adentro pudo oír a Drake ladrando profunda y roncamente. Todas las persianas
estaban bien cerradas, pero lucía como si cada luz de la casa estuviera
prendida, pasaban brillos de luz amarilla por las rendijas.
Algo se movió al otro lado de la
puerta. Esperó. Atrás suyo, los reporteros gritaban preguntas, ahogándose entre
sí de forma que generaban un fuerte ruido inidentificable. Corcoran estaba
parado en la acera de brazos cruzados, mirando impasiblemente a la multitud.
De repente, una voz sonó al otro
lado. – No puedes quedarte aquí – La voz de la Sra. Mercer sonaba nasal y
sofocada. Era obvio que había estado llorando.
- Por favor, Sra. Mercer, sólo
quiero explicarlo. – No quería declarar aquí en la entrada, con la prensa
observando y tomando fotos. Se acercó a la puerta, esperando ocultar su cara a
las cámaras. – Por favor, sólo deme la oportunidad para explicar
La puerta se abrió de golpe sin
advertencia previa.
Mi corazón dolió al ver a mi mamá parada
en la entrada a la luz amarilla, su cara hinchada por las lágrimas. Una expresión agitada y alocada contornaba
sus facciones, el duelo y la rabia se mezclaban. Seguía en su ropa de trabajo,
pantalones de vestir de tweed gris y una blusa rosada perla, pero estaba
descalza y con el pelo desarreglado. Miraba a Emma como si apenas pudiera
reconocerla.
- Quiero que te vayas, - dijo de
forma estridente, sus ojos ardían.
- Sra. Mercer, por favor…
- Eres igual que tu madre, - chilló
la mujer mayor. Emma dio involuntariamente un paso atrás. – Las dos son
mentirosas. Las dos están locas. No les importa a quién hieren, siempre y
cuando se salgan con la suya.
- ¡No soy como Becky! – Emma
resopló. Una sensación de desesperación se agarró a su pecho. Tenía que hacer
que su abuela entienda – Lamento haberle mentido. Lo siento mucho, ¡Pero no
tenía opción!
Una sombra oscura se movió al final
del pasillo, como si alguien estuviera escuchando a la vuelta de la esquina.
Emma giró su cuello para ver quién era. - ¿Dónde está pa—dónde está el Sr.
Mercer? ¿Puedo hablar con él?
Su abuela dijo que no con la cabeza
de forma violenta. – No, no puedes. No quiere hablar contigo. No después de lo que nos has hecho.
- Pero si escucha por sólo…
La respiración de la Sra. Mercer era
rápida y temblorosa. Se movió rápidamente, arremetiéndose contra Emma. Emma se
retrajo, anticipando un golpe. Pero en vez de pegarle, la Sra. Mercer le quitó
el bolso hobo Kate Spade del hombro.
- Esa es la cartera de mi hija, -
sollozó, las lágrimas corrían por sus mejillas. Luego tomó la chaqueta de Emma
con sus puños, quitándosela de los brazos. – Y su abrigo. No el tuyo.
Emma se quedó inmóvil, su labio
temblaba. No se resistió No tuvo el corazón para hacerlo. La Sra. Mercer estaba
en lo cierto. Nada de esto le pertenecía. Ni la ropa, ni la casa—ni la familia.
No tenía nada propio.
- Ahora vete de una maldita vez de
mi propiedad, - gritó la Sra. Mercer.
Nunca había escuchado a mi mamá
maldecir antes, ni siquiera cuando estaba más frustrada. El sonido de su
insulto me llenó de miedo. Estaba actuando como una persona distinta. Era si la
vieja mamá, la que yo quería tanto, quien me llevo a tomar helado el día en que
tuve mi primer periodo y quien veía películas románticas viejas conmigo en días
domingos lluviosos, se hubiera ido. Todo lo que quedaba era meramente esta
mujer amargada. De repente me di cuenta de que esto era lo que significaría mi
muerte para mi familia—que esta no era alguna clase de fantasía adolescente
donde podía oír a todos decir cosas lindas de mí en mi funeral y luego ir en
una nube al cielo. Mi mamá acababa de enterarse de que me había perdido, y la
estaba destruyendo Este era el legado de mi asesino—Garrett.
La Sra. Mercer comenzó a cerrar la
puerta en la cara de Emma, pero antes de cerrarla por completo, se detuvo. –
Dime una cosa, - su voz ahora era baja, muy suave.
- Lo que sea, - Emma susurró
Los ojos de su abuela revolotearon
sobre la cara de Emma, buscando algo, Emma no sabía qué.
- ¿Lo hiciste? ¿Lo que dicen que
hiciste?
Emma respiró profunda y
temblorosamente. – No.
La Sra. Mercer la miró en silencio,
sus ojos azules, tan parecidos a los de Emma, de repente lucían suaves. Emma
quería decir más, pero no sabía por dónde empezar. Quería decirle a la Sra.
Mercer lo mucho que quería conocer a Sutton. Lo mucho que se lamentaba, lo
asustada que había estado, lo desesperadamente que quería decir la verdad todo
el tiempo. Más que nada, quería decirle cómo era que los últimos meses se
habían sentido como el sueño de alguien más—que ella nunca había tenido una
familia así, y que significaba más que nada para ella. Pero antes de poder
hablar, la expresión de la Sra. Mercer se tensó una vez más, y dio un llanto
desesperado
- Es que no sé cómo puedo creerte. –
Miró con escrutinio a Emma por largo rato, sus ojos mostraban dolor. Luego
cerró la puerta y echó cerrojo.
Lentamente, Emma se volteó hacia la
calle. Corcoran observaba con resolución a los reporteros. Estaban agitados,
los micrófonos se asomaban de la multitud, su palabra era la única palabra que
podía entender en sus gritos. Paso tras paso, caminó de vuelta por el camino de
loza. Se sentía como si estuviera caminando a través de aguas profundas, su
cuerpo lento y pesado.
Un micrófono apareció bajo el mentón
de Emma. Levantó la mirada para ver a la reportera local quien había estado
cubriendo tanto la muerte de Nisha como la de Sutton, ahora en un traje azul
cobalto. SU cabello era aún más grande en persona de lo que lucía en la TV. –
Tricia Melendez del Canal Cinco. ¿Me puedes decir si los rumores son ciertos?
¿Tú eres la chica que pensaron que estaba muerta?
Corcoran forzó un camino entre la
multitud, mirando amenazadoramente a los reporteros a ambos lados de él.
Abrieron paso cuando vieron su uniforme. Le puso la mano en la espalda a Emma y
la empujó gentilmente hacia el auto.
Una vez que estuvieron seguros al
interior, la miró. - ¿A dónde puedo llevarte?
Dudó. La cara de Ethan se pasó por
su mente, pero involucrarlo era lo último que quería hacer. Ya había metido a
Alex en problemas. No quería que nadie más sufra por ella.
Pero no tenía otro lado a donde ir.
Le dio la dirección de Ethan a Corcoran
Miré por la ventana de atrás. Mi
casa se achicaba a la distancia, más y más chica hasta que finalmente giramos
en una esquina… y había desaparecido. Una sensación de enfermedad y vacío se
abrió paso a mi interior. Mi mamá no
sabía que al alejar a Emma, me estaba alejando a mí también Había sido
suficientemente duro no poder tocar o hablar con mi familia. Ahora ni siquiera
podía verlos.
Era como perderlos nuevamente.
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