Sonaron fuertes pasos afuera de la
puerta. Emma rápidamente metió las páginas de vuelta al archivo justo cuando
Quinlan entró.
Sin dudarlo, se puso de pie. –
Detective Quinlan, creo que sé quién mató a mi hermana.
- Sí, dile, - le insistí yo. Aún me
estaba tambaleando por la sensación de Garrett levantándome sobre el precipicio.
Se detuvo. Una de sus cejas subió en
su frente, arqueándose escépticamente. – Qué interesante. Yo justo venía a
decirte lo mismo… Emma.
Por un momento, no registró lo que
dijo. Emma se quedó parada, arraigada a su sitio, sin poder mover un solo
músculo mientras su mente se apuraba en entender lo que estaba ocurriendo.
Quinlan le sonrió con frescura. –
Cuando tomé la muestra de tu mejilla, no pude dejar de notar que tienes dos
tapaduras en tus muelas. Y el problema es que Sutton Mercer nunca tuvo una
carie en su vida. Debe ser por toda esa comida orgánica que compran los Mercer.
Pero de acuerdo a los registros dentales que recibimos de Las Vegas, Emma
Paxton tiene dos tapaduras. Justo donde están las tuyas, de hecho. – Puso unos
rayos X dentales sobre la mesa.
Emma los miró sin hablar, la
adrenalina se agitaba en su cuerpo. Por un loco momento, pensó en salir
corriendo. ¿Pero y luego qué? Llegaría hasta el pasillo, pero estaba rodeada
por policías. La terrible comprensión se desenvolvió: No había escapatoria. Lentamente
se volvió a sentar.
Quinlan sacó su silla y se sentó
también. La observó por un momento, su cara se suavizó visiblemente. Emma tenía
la impresión de que él casi sentía compasión por ella. – Es hora de decir la
verdad, Señorita Paxton. Vamos, ¿Por qué no te ahorras problemas?
Emma se miró los dedos en la mesa
frente a ella, su mente hervía. ¿Cuánto sabría ya?
Quinlan suspiró, las puntas de sus
dedos se juntaron pensativamente frente a él. – Vamos, Emma. No puedo ayudarte
si no eres honesta conmigo. – Abrió el archivo de Emma, sacando las fotos del
crimen y poniéndolas en la mesa frente a ella.
- Quizás solo fue un accidente, -
dijo Quinlan gentilmente. – Ustedes estaban en el cañón, se pusieron a discutir
por algo. La pelea se volvió física, y Sutton simplemente… se cayó. No querías
que ocurriera. Pero tienes que ayudarme, Emma. Tienes que decirme la verdad.
Yo observé atentamente. Sabía lo que
estaba haciendo, después de yo misma haber pasado horas en la silla de la
verdad. Me había hecho esto más de una vez—Debe
ser muy difícil la vida para ti, Sutton, siendo adoptada, sin saber quién es tu
familia. ¿Por qué no me dices la verdad simplemente? Iba a intentar a
manipular a mi hermana para que hable.
Los ojos grises como piedra de
Quinlan eran implacables. Antes de que Emma tuviera tiempo para procesar lo que
estaba diciendo, lanzó sus manos hacia adelante como si hubiera hecho su máximo
esfuerzo para razonar con ella. – Bueno. Entonces veamos qué hay tras la puerta
número dos. – Sus rodillas sonaron cuando se levantó lentamente, empujando su
silla tras él. Abrió la puerta un poco y miró hacia afuera, manteniendo una
pequeña conversación con alguien en el pasillo. Emma giró su cuello, intentando
ver quién era, pero su cuerpo le obstruía la vista.
Luego la puerta se abrió más, y una
oficial empujó a Alex Stokes al interior.
Estaba esposada.
Emma quedó boquiabierta. Su mejor
amiga estaba parada incómoda frente a ella, mirando las familiares Vans con
diseño de tablero de ajedrez que había usado cada día los últimos dos años. Era
una chica baja y élfica, enana junto a la forzuda oficial que la escoltaba. Había
estado llorando, y su característico delineador Urban Decay turquesa se había
corrido por sus mejillas. Cuando Quinlan le dio un pequeño codazo, ella se
tambaleó hacia adelante, levantando sus ojos lagrimosos para encontrarse con
los de Emma.
Una pesa de plomo pareció caer sobre
el corazón de Emma en ese momento. Alex estaba en problemas, todo por culpa de
ella.
Los labios de Quinlan formaron una
sonrisa. – Podemos presentar media docena de cargos contra tu amiga aquí.
Instigación y complicidad, obstrucción de la justicia, encubrimiento de un crimen.
Diablos, si el juez se siente creativo podría pasarla como cómplice en
asesinato en primer grado. – Hizo un sonido de tsk. – Conseguimos una orden de búsqueda en su teléfono, y resulta
que ha estado en contacto con su querida amiga Emma Paxton los últimos tres meses. Y Emma tenía toda clase de
interesantes historias sobre su vida en Tucson. Lo cercana que era con Sutton,
lo genial que era su vida con los Mercer. El más reciente fue… - Hizo un show
al mirar una pila de papeles en sus manos— - … ¡Hace un día! ¡Miren eso!
Emma se puso de pie nuevamente, la
rabia estaba surgiendo desde debajo de su miedo. – Alex no tuvo nada que ver
con esto. Eso sería obvio, si leyeron los mensajes.
Quinlan se encogió de hombros. –
Quizá es obvio. O quizás ustedes dos están hablando en código. ¿Cómo puedo
saberlo, si no me has dicho la verdad?
Emma lo miró, repentinamente agitada
con ira. Apretó sus puños, enterrándose las uñas en la suave piel de sus
palmas. – Intenté decir la verdad el día que llegué aquí. – Ni siquiera tuvo
que canalizar a Sutton para tener la actitud; una fría furia presionaba su
pecho. – Quizás si van a presentar cargos contra Alex por lo que sea, también
debería presentar cargos contra usted mismo—por negligencia, por ni siquiera
molestarse en escuchar mi historia en septiembre.
La habitación se quedó en silencio.
En algún lado por el pasillo, un teléfono sonaba y sonaba. La oficial miró con
duda a Quinlan. Su sonrisa de superioridad desapareció, pero al hablar no
rompió el contacto visual con Emma.
- Sáquenla de aquí, - murmuró,
apuntando su cabeza hacia Alex. La oficial dudó, pero cuando Quinlan no se
movió, se llevó a Alex por el brazo y la guio de vuelta por la puerta. Emma
quería más que nada llamar a su amiga, pedirle perdón, pero sabía que no podía
mostrar debilidad frente a Quinlan ahora.
- Entonces, ¿Cuál es tu historia? –
Quinlan preguntó finalmente, cruzándose de brazos.
- ¿No va a encender su grabadora
para esta parte de la entrevista? – dijo de forma cortante. Él hizo un gesto,
agachándose para encender la máquina. Ella se inclinó hacia atrás en su
asiento. – Vine aquí para conocer a Sutton al final del verano. Pero ella fue
quien me dejó plantada en el Cañón Sabino, o eso pensé. Esperé por una
eternidad, pero nunca llegó. Madeline Vega y las gemelas Fiorello me
encontraron en la banca y pensaron que yo era Sutton. El mensaje me había
advertido que no diga quién era, así que seguí el juego. Seguí pensando que
Sutton aparecería en cualquier minuto y lo aclararía todo. – Un nudo se formó
en la garganta de Emma al recordar en las esperanzas que había tenido esa
primera noche, de conocer a Sutton, de encontrar familia. De finalmente encajar
en algún lado. Las lágrimas le hacían picar los ojos, pero mantuvo el mentón en
alto, negándose a quebrar la mirada de Quinlan. – Luego recibí una nota, una
que decía que Sutton estaba muerta y que yo tenía que seguir el juego. Aún
tengo la nota—esa, y las otras que el asesino dejó. Las cosí al interior de un
cojín morado en la cama de Sutton. Pueden revisar.
Quinlan refunfuñó con impaciencia.
Sus ojos brillaban oscuramente mientras se inclinó sobre la mesa hacia ella. –
Permíteme decirte lo que creo. Creo que habías estado acechando a tu hermana
por mucho tiempo. Creo que estuviste viendo su Facebook y Twitter. Quizás
incluso e diste algún paseo hasta acá a Tucson para observarla. Ella tenía todo
lo que tú querías, todo lo que nunca tuviste—dinero, popularidad, una linda
casa, una familia amorosa. Y decidiste tomarlo. Viniste sin equipaje, sin
identificación, porque sabias que no los necesitarías, porque planeaste
apoderarte de tu vida. – Emma sacudió su cabeza violentamente, pero él señaló las
fotos de la escena del crimen entre ellos con su dedo índice. – Empujaste a tu
hermana por ese barranco. Y luego fue fácil. Todo lo que tuviste que hacer fue
ponerte en sus zapatos. Esperaste una noche, luego fuiste a la fiesta de Nisha
Banerjee, haciéndote llamar Sutton. Afortunadamente para ti, tu gemela era una
conocida bromista, así que si alguien sospechaba algo, podrían asociarlo a
alguna clase de broma. Incluso viniste aquí pretendiendo ser tú misma, para poder
tener un indicio de coartada si es que te pillaban. Una jugada inteligente,
intentando hacer que la verdad parezca mentira. Pero no lo suficientemente
inteligente.
- Está equivocado, - Emma dijo,
arrojando sus manos sobre la mesa. Casi se sorprendió a sí misma con la fuerza
de su enojo. Siendo Emma Paxton ella nunca le había respondido a una figura con
autoridad. Siempre había sido la chica de trato fácil, la chica adoptiva quien
no hacía problemas, un camaleón que se podía convertir en cualquier tipo de
persona que los adultos en su vida necesitaran que ella fuera. Pero ahora,
estaba poseída por su propia furia honesta. – Mientras está ocupado
molestándome, el verdadero asesino se está saliendo con la suya. ¿No lo ve?
Alguien me está incriminando.
Quinlan la miró moderadamente por
largo rato. Luego enderezó su mandíbula.
- No voy a mentir. Sutton Mercer era
una mosca en el oído.- Su voz grave tenía una calma casi mortal. –
Repentinamente la habitación estaba tan quieta que podía oír el segundero del
reloj de Quinlan. – Pero sólo era una niña. No se merecía lo que le ocurrió. No
puedo comprobar que la mataste. Al menos no aun. Pero voy a hacerlo mi misión
personal el seguir tus pasos hasta que tengas un desliz. Porque lo harás, Emma.
Los criminales siempre lo hacen.
- ¿Entonces me puedo ir? – Emma
preguntó, su voz temblaba pero era clara.
Quinlan asintió. – Claro. Pero vamos
a necesitar tanto tu Blackberry como el iPhone de Sutton. Y vamos a retener el
auto de Sutton para buscar pistas. Alguien en el mesón frontal puede llevarte a
donde sea que vayas esta noche. Espero que no sea necesario decir que no
deberías pensar en irte de la ciudad.
Emma asintió hacia un lado. - ¿Qué
hay de Alex? ¿Van a presentar cargos por algo?
- Aun no lo hemos decidido. – Se encogió
de hombros. – Eso va a depender en lo bien que cooperes con nosotros. Esta
noche probablemente va a irse a casa con su mamá. No planeamos presentar cargos
contra ella aun. Pero mantendremos un ojo en ella.
Emma tuvo otra explosión de culpa al
pensar en la mamá de Alex preocupándose, su cara tensa y ansiosa. Se levantó y
recogió su cartera. Tras ella, la voz de Quinlan volvió a sonar, esta vez con
un tono de burla.
- Creo que esta es la parte de tu
broma en la que todos aparecen y dice ‘te pillamos’, Srta. Paxton.
Se volteó para mirarlo, y vio que
estaba sonriendo de nuevo. - La verdad ya fue descubierta. Todos en la ciudad
están por enterarse de las mentiras que has estado diciendo—eso incluye a los
ercer. Este juego que has estado jugando, se acabó. – Abrió la puerta de la
sala de interrogación e hizo una reverencia indicándole que salga hacia el
pasillo.
Yo estaría casi conmovida por la
determinación de Quinlan por traer a mi asesino a la justicia, si no hubiera
estado actuando como todo un idiota. Ya era suficientemente malo que yo esté
muerta. Ahora encima de eso, la policía iba a ir tras la persona equivocada.
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