domingo, 24 de abril de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 16 - La Ley y El Órden: Unidad de Gemela Perdida


            Más tarde ese día, Emma estacionó el Volvo de Sutton en un sitio afuera de la estación policial para su entrevista con Quinlan. El Sr. Mercer había ofrecido encontrase con ella aquí, pero ella le dijo que no. Ya les había mentido suficiente a los Mercer; no quería que él además presencie esto.

            A estas alturas, el apagado edificio gris le era familiar. Aquí fue donde intentó reportar por primera vez que Sutton estaba perdida, sólo para que la acusen de gritar lobo. Aquí también era a donde la trajeron después de que la arrestaron por robar, cuando leyó por primera vez el archivo de Quinlan sobre su gemela.

             Cada vez que había estado aquí antes, una sensación adormecida, silenciada, permeaba el aire, casi como si la estación estuviera bajo el agua. Pero ahora los oficiales caminaban rápidamente y con resolución a través del laberinto de escritorios tras el área de recepción. Los teléfonos sonaban en cada rincón, con tonos sólo ligeramente distintos entre sí, así que sus tonos chocaban dolorosamente. Una TV de pantalla plana había sido instalada en la pared en el área de espera, estaban puestas las noticias nacionales. El sonido estaba apagado, pero los titulares aparecieron rápidamente a lo largo de la orilla de debajo de la pantalla. Tuvo un sobresalto cuando notó que el reportero de cabello plateado del CNN estaba parado afuera del centro de visitas del Cañón Sabino. Sus labios se movían silenciosamente. SE ENCONTRÓ EL CUERPO DE UNA CHICA EL MIÉRCOLES, decían las letras cuadradas bajo su atractiva cara. LA POLICIA DE TUCSON AUN NO ENTREGA UNA CAUSA OFICIAL DE MUERTE.
            Así que ahora es nacional, pensó con seriedad. Con razón la estación lucía más elegante de lo usual.
            Tras ella se abrió y se cerró la puerta, un rayo de luz atravesó rápidamente la sala y luego desapareció otra vez. Alejó su mirada de la TV y jadeó.
            Travis Lambert, su antiguo hermano adoptivo, estaba parado allí luciendo adulador como nunca, aunque obviamente había intentado vestirse bien. Llevaba una camisa abotonada que se abultaba en su cintura, donde estaba metida dentro del pantalón, y se había afeitado la patética línea de pelo sobre su labio superior.
            A su lado, había un hombre de mediana edad que se estaba quedando calvo, vestido con un traje gris a la medida. Llevaba un maletín, moviéndolo hacia adelante y atrás, como si fuera un tipo de arma. Caminaron hacia el mesón de recepción, donde una oficial con delgadas cejas dibujadas estaba sentada escribiendo en un computador que parecía milenario.
            - Mi cliente está aquí para ver al detective Ostrada, - dijo lenta y claramente el hombre con el maletín. La oficial los miró escépticamente, sin ser impresionada, luego tomó un teléfono y apretó un botón.
            - ¿Ostrada? El testigo que llamaste está aquí.
            Emma dio unos pasos hacia atrás y se sentó en la baja banca del área de espera, intentando lucir como cualquier otro ciudadano esperando hablar con un policía. Cálmate, se ordenó a sí misma. No te ha visto. E incluso si te ve, eres Sutton Mercer. No tienes idea de quién diablos es él. Suavizó su mirada para poder mirar como si estuviera mirando al espacio, pero manteniendo a Travis en su periferia. Lo último que quería era hacer contacto visual.
            La oficial colgó el teléfono y se paró. – Pueden seguirme, - dijo, sonando como si no le importara realmente si lo hacían o no. Abrió la reja que separaba el mesón de recepción del resto de la estación, y el abogado pasó por ahí.
            Travis se quedó atrás por un momento, con su mano en la reja. Sigue, Emma le insistió. Derecho por la reja y fuera de mi vista. Pero en vez de eso, se volteó lentamente, sus pupilas brillaron al reconocerla cuando sus ojos se fijaron en la banca. Emma luchó por mantener su cara neutral, actuar como si él simplemente fuera alguien para quien una chica como ella no tendría tiempo. Ella era Sutton Mercer ahora—no la pobre, incapaz Emma Paxton, con un diario entero titulado Respuestas que debí haber dicho. Pretendió estar cautivada por un poster en la pared tras la cabeza de Travis, con McGuau el Perro del Crimen mirando sospechosamente sobre la solapa de su abrigo.
            - ¿Travis? – dijo el abogado, sonando medianamente impaciente. – Vamos, tenemos una reunión.
            - Voy, - dijo en voz cantada. Luego, mirando directo a Emma, juntó sus labios para lanzar un beso en su dirección antes de pasar por la reja y desaparecer hacia la parte de atrás.
            Su estómago se retorcía en nudos, una sensación de enfermedad y tiritones se había apoderado de Emma. Por su puesto que ella seguía siendo la pobre e incapaz Emma. Siempre y cuando el asesino siguiera jugando con ella como si fuera su marioneta, siempre y cuando tuviera que esconder la verdad a todos quienes quería, seguiría siendo tan incapaz de controlar su propio destino como había sido cuando estaba bajo la tutela del estado en Vegas.
            Emma des-cruzó y cruzó sus piernas en la banca, acomodándose, preguntándose por qué siquiera estaba aquí Travis. Quizás sólo querían que alguien más identifique el cuerpo. Quizás estaba aquí para mentir más sobre Emma, de lo loca y pervertida que era.
            Sus pensamientos fueron interrumpidos por el detective Quinlan, quien ahora estaba parado en la reja, abriéndola para ella. – Gracias por venir, Señorita Mercer. Por favor sígame.
            Mientras Quinlan la guiaba a través de los montones de escritorios, estaba intensamente consciente de todos los ojos que los seguían. Todos en la oficina parecían saber quién era ella y por qué estaba allí. Un oficial barrigón con el pelo rapado la miró boquiabierto sin ocultarlo cuando pasó. Una mujer cuyo cabello negro estaba enrollado en un alto tupé le tomó una foto a escondidas con un teléfono celular.
            Quién sabía que la fuerza policial sería tal como un montón de niños de secundaria, pensé con amargura.
            Quinlan guio a Emma a lo largo de un pasillo de linóleo hacia una sala de interrogación al final de la estación. Como todo lo demás en este edificio, la habitación era apagada y de un color gris industrial.  Una higuera de seda desteñida estaba en un macetero plástico en una esquina, con una gruesa capa de polvo en sus hojas falsas. Miró nerviosa a Quinlan. - ¿Por qué estamos en una sala de investigación? – preguntó, intentando sonar como si estuviera bromeando. - ¿Necesito, eh, un abogado?
            El bigote de Quinlan tembló levemente. – No, no, Señorita Mercer. No se preocupe. Esta es sólo una conversación casual. – Se movió al otro lado de la mesa, y luego puso dos sobres amarillos en la mesa, lado a lado. La etiqueta del sobre más grueso decía SUTTON MERCER. La otra decía EMMA PAXTON.
            Emma miró el sobre delgado con su nombre. ¿Qué podría estar posiblemente allí adentro? La única vez que se había metido en problemas con la ley en su vieja vida, fue la noche en que ella y Alex se pasaron del toque de queda para ver un show punk en el campus de la UNLV, y el oficial ni siquiera las anotó—simplemente las llevó a casa y las entregó a la furiosa madre de Alex, lo cual fue suficientemente malo. ¿Acaso el archivo sólo contenía información sobre el cuerpo que encontraron en el cañón? Sus dedos se urgían por abrirlo, pero eso obviamente era imposible con Quinlan justo frente a ella.
            Quería ver el interior tanto como Emma—especialmente si había información sobre mi cuerpo en su archivo. Cada vez que intentaba imaginar mi cadáver, una sensación abrumante de curiosidad se aferraba a mí. Nunca me gustaron las cosas raras cuando estaba viva—no veía películas gore ni dramas médicos ni nada como eso. Pero la necesidad de ver mi cuerpo era como una picazón fuera de mi alcance. No se iría hasta rascarme.
            Quinal, mientras tanto, estaba ocupado haciendo algo con una grabadora digital que había puesto en la mesa. - ¿Puede por favor decir su nombre y fecha de nacimiento, Srta. Mercer?
            Emma repitió el nombre de Sutton y su cumpleaños, y luego repitió la grabación para asegurarse de que estuviera funcionando. Juntó sus dedos y los puso sobre la mesa. – Todo bien. ¿Puede decirme de nuevo qué sabe de Emma Paxton?
             Emma tragó saliva. La grabadora la hizo sentir a la vez mejor y peor—no le gustaba pensar que las mentiras que tendría que decir serían grabadas en voz propia, pero por otro lado, también documentaría cualquier cosa que Quinlan diga. Él no podría hacerle bullying o intimidarla si quería para usar las grabaciones como cualquier tipo de evidencia.
            - Bueno, como le dije. – Dijo lentamente, - conocí a mi madre adoptiva por primera vez en el Cañón Sabino el treinta y uno de agosto. Me dijo que tenía una gemela llamada Emma. Esa misma noche recibí un mensaje en Facebook de una chica llamada Emma Paxton. Su foto lucía exactamente como yo. Nos escribimos un poco, y nos organizamos para encontrarnos a la tarde siguiente en Sabino. Fui allí la siguiente noche para conocerla, y nunca apareció, así que fui a la fiesta de Nisha Banerjee. No volví a pensar realmente en ella después de eso—asumí que o bien los mensajes de Facebook eran una triste broma de mis amigas, o bien Emma no era de fiar igual que mi mamá biológica.
            - ¿Puedes mostrarme esos mensajes de Facebook? – preguntó Quinlan. Asintió, sacando su iPhone y poniéndolo sobre la mesa. La noche anterior se había sentado a mirar su conversación de Facebook con Sutton, intentando ver si había algo incriminatorio que no hubiera notado. Hasta donde podía ver, los mensajes eran seguros.
            Los ojos de Quinlan parpadearon para encontrarse con los de ella. – ¿“No le digas a nadie quién eres hasta que hablemos— ¡Es peligroso!”? – Leyó en voz alta. - ¿De qué se trata eso?
            La garganta de Emma se sentía seca. – Quería sorprender a mis padres con ella, - dijo, en su frente se estaban formando gotas de sudor. – Tenía miedo de que alguien la encontrara antes que yo y pensara que ella era yo. No quería que ella lo revele.
            La ceja de Quinlan tembló, pero aparte de eso, su cara esta inmóvil. En algún lado sobre sus cabezas el aire acondicionado comenzó a funcionar, y una ráfaga de frio enfrió su sudor.
            - Qué rara coincidencia, - dijo Quinlan. – ¿La noche que te enteraste de ella fue la noche en que te mando un mensaje?
            Emma asintió, encogiéndose de hombros. – Si. Sé que es raro; yo también lo pensé. Pero como ya dije, Becky es rara. Quizás ella estaba en contacto con Emma también.
            Quinlan devolvió el teléfono por sobre la mesa. Emma lo puso en su bolsillo, su piel se erizaba bajo la mirada de Quinlan. Estaba observándola atentamente, sus ojos grises eran directos y destellaban. Intentó no sonrojarse al hacer contacto visual.
            - ¿Sabes algo sobre su familia adoptiva? – preguntó entonces. Dijo que no con la cabeza.
            - Los vi ayer en la TV, pero no me dijo nada de ellos. – Frunció el ceño levemente. – Creo haber visto a su hermano adoptivo— ¿Cuál es su nombre, Travis? —afuera en el área de espera. ¿Sabe algo de lo que le pasó a mi hermana?
            La esquina de la ceja de Quinlan tembló otra vez, pero además de eso su cara no se movió. – Esperamos que pueda ayudarnos con una línea de tiempo, - dijo. Tomó el archivo de Emma, abriéndolo cerca de su pecho. Ella se esforzó para poder ver por sobre la parte de arriba de la hoja, pero él la mantuvo en un ángulo cerrado hacia su pecho.
            - Bueno, ahora, ¿Qué puedes decirme sobre Nisha Banerjee? – la voz de Quinlan era casi conversacional, su cara neutral y seria, pero un escalofrío subió por la columna de Emma. Se quedó mirándolo en blanco.
            - ¿Qué de ella? – preguntó. Luchaba por mantener sus uñas fuera de su boca, poniéndolas bajo su trasero en la silla en su lugar. Quilan la miró de forma falsamente curiosa.
            - Bueno, los registros de su teléfono muestran que te llamó una y otra vez el día en que murió. Aparentemente tenía algo muy importante que decirte. ¿Qué era tan urgente?
            Emma se encogió de hombros, intentando lucir más nostálgica que aterrorizada. – Ya le dije, desearía saberlo. Murió antes de poder decirme. ¿Pero qué tiene que ver eso con Emma?
            - No lo sé, Sutton. Dímelo tú. – Quinlan cerró el archivo y lo bajó, luego se cruzó de brazos. La miró por un largo momento, como esperando que ella de más información voluntariamente.
            En mi cabeza empezaron a sonar alarmas. Yo conocía bastante bien este juego. Quinlan y yo habíamos jugado al gato y al ratón a lo largo de los últimos años. Su radar de mentiras se activaba sagazmente con nada. Emma tenía que actuar muy cuidadosamente.
            Quinlan se apoyó contra el respaldo de su silla y entrelazó sus dedos detrás de su cuello. – Sabes, cuando oí esto por primera vez, estaba seguro de que era una broma. Sutton no puede tener una gemela, pensé—una de ti es más que suficiente. Aun así, algo no calza.
            Emma se enderezó en su asiento. Sus manos temblaban, pero se puso el cabello sobre el hombro. – Gracias por grabar esto. Agradezco que quien sea que vaya a escuchar esto vaya a oírlo hostigando a una adolescente de luto sin sus padres en la misma habitación.
            Eso pareció alarmarlo. Miró la grabadora, y luego a ella de nuevo. – Mira, yo sólo digo, por tu historia, todo el asunto parece un poco disparatado.
            - Si, bueno, yo no escribí mi propia vida, - dijo Emma cortantemente. Eso era suficientemente verdadero, pensó. – Lamento que no le guste la trama.
            Quinlan levantó sus manos a la defensiva. – Bueno, lo siento. Estás en lo cierto. – suspiró. - ¿Pero me puedes hacer un favor?
            - ¿Qué? – preguntó, entrecerrando sus ojos.
            - ¿Puedo tomar una muestra de tu saliva? – Emma frunció el ceño, pero él persistió. – No quiero entrar en detalles, pero el cuerpo de tu hermana no estaba en buena forma cuando lo encontramos. Sólo queremos asegurarnos de que es tu gemela biológica. Un rápido test de ADN va a resolver todo esto.
            Emma se mordió el labio. Había algo en eso que no le gustaba—la trepidante seguidilla de preguntas de Quinlan la había dejado sintiéndose vulnerable y confundida. Pero no había modo de que un test de ADN pudiera incriminarla—ella y Sutton serían idénticas, y negarse parecería sospechoso. Asintió.
            Quinlan extrajo un hisopo de un tubo plástico transparente de su maletín. Ella abrió la boca bien grande, y él pasó el hisopo por el interior de su mejilla, mirando su boca como un dentista. Luego, rápidamente puso el hisopo de vuelta en el tubo y cerró con fuerza su maletín.
            - Espera aquí, - dijo. – Volveré en solo unos minutos.
            En eso, se volteó hacia la puerta y desapareció.
            Una sensación incómoda descendió sobre mí con el silencio que quedó tras su salida. Yo no confiaba en Quinlan. Él era casi tan hábil como yo había sido. Y ahora no estaba a la vista. Pero eso también significaba que Emma estaba sola—y él había dejado los archivos en la mesa. Finalmente era tiempo de ver cómo morí.
 

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