jueves, 21 de abril de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 15 - Tras líneas enemigas


            La casa de Garrett era una pequeña hacienda en una tranquila calle cerca del club de campo, rodeada por baldosas, bancas bajas de piedra, y suculentas en maceteros de greda. Un Subaru Outback azul oscuro estaba estacionado en la entrada, pero el Audi plateado de Garrett no estaba a la vista. Emma estaba sentada en el auto de Sutton al otro lado de la calle desde hace diez minutos, respirando profundamente para tranquilizarse y observando la casa. Finamente, se preparó y salió del auto.

            La escuela acababa de terminar. Garrett estaría en la sala de pesas de Hollier con el resto del equipo de futbol por las próximas dos horas—la temporada había acabado, pero ejercitaban juntos todo el año. Pensamientos sobre Garrett habían perseguido a Emma todo el día. Su cara roja y enojada cuando le gritaba a Celeste; la sonrisa con superioridad cuando le mostró el letrero que decía PERRA; la pequeña y brillante llave con las iniciales de su hermana en la placa. Había vagado a lo largo de todas las clases de Sutton como entre la niebla, despertando sólo durante alemán en el cuarto periodo para mirar atentamente a la parte de atrás de la cabeza de Garrett, como si pudiera leerle los pensamientos si lo intentara con la fuerza suficiente. Finalmente, no pudo aguantarlo más. Iba a buscar respuestas—incluso si significaba poner su propia vida en riesgo.

            Iba a intentar entrar al dormitorio de Garrett.

            Nadie sabía que estaba allí. No le había dicho a Ethan que iba a venir. Hubiera averiguado un modo de detenerla. Pero no podía encontrar la prueba que necesitaba si nunca lo intentaba.

            La calle de Garrett se había sentido extrañamente vacía cuando el GPS de Sutton la llevó hacia su casa. No pasaba tráfico por el lado, y nadie en el vecindario parecía estar trabajando en el jardín o disfrutando el dorado sol de noviembre. Lo único que podía oír era el suave y constante cotorreo de los pájaros. A algunos bloques de distancia, alguien en el club de campo gritó “¡Cuidado!”, lo que fue complementado con el suave sonido pock de una pelota siendo golpeada a la distancia.

            Al poner sus pies en el jardín de los Austin, un bizarro grito agudo se escuchó en el aire. Emma saltó, el pánico empezó a salir del fondo de su estómago. Sonó otro grito, y después otro, una y otra vez, haciendo eco en las baldosas. Sonaba como la voz de una chica, gritando de dolor.

            Cada profundo grito parecía atravesar el pecho de Emma. Dio vueltas en círculos, buscando la fuente del sonido. Por medio segundo estuvo segura de que Garrett tenía a otra víctima aquí, en algún lado en su casa. Pero luego dos enormes pavos reales salieron corriendo del patio trasero, arrastrando sus colas tras ellos. Uno de ellos echó su cabeza hacia atrás, su garganta tembló al hacer el grito que ella había confundido como humano. Emma se estremeció ya que ellos venían hacia ella. Saltó sobre una banca de piedra junto a la poza justo cuando los pájaros se precipitaron hacia ella. La flanquearon, girando sus cabezas para mirarla con sus ojos redondos y brillantes.

            La puerta frontal se abrió, y una mujer rellena con el cabello rubio arena asomó su cabeza, gritando, - ¡Rocko! ¡Salvador! – Luego vio a Emma encogida de miedo en la banca. Sus ojos se abrieron como plato, y salió rápidamente por la puerta. Los pavos giraron sus cabezas con sus largos cuellos para mirarla, y uno de ellos fue hacia ella, mirando con ansias a su mano. - ¡Choo! – dijo. – No tengo maíz, animales miserables.

            Esta tenía que ser la madre de Garrett. Tenía el mismo cabello, los mismos ojos café-melaza—aunque mientras que su hijo era todo músculos, ella tenía el perfil redondeado como un oso teddy debajo de sus pantalones de lino sueltos y su sweater café. Anillos de ámbar brillaban en cada dedo, aros de gotas de ámbar colgaban de sus orejas, y un par de lentes de gato colgaban sobre su pecho con una cadena hecha de cuentas de ámbar.

            Emma contuvo la respiración mientras la mujer hacía gestos para repeler a los pájaros con sus manos mientras estos estaban parados y la miraban de forma amenazante. No sabía qué le habría dicho Garrett a su madre después de que terminaron, o qué tipo de relación tenía con la madre de su novio, en primer lugar. Pero cuando los pavos finalmente se pavonearon hacia atrás, la mujer sonrió cálidamente.

            - ¡Sutton! – exclamó. Extendió una mano para ayudar a Emma a bajar de la banca. - ¡Tanto tiempo! Lo siento por los niños, - dijo, suspirando hacia los pavos. – Han estado siendo tan agresivos últimamente. No sé qué se bicho les picó.

            Ema sonrió con duda a la mujer. – Perdón, yo, eh, los alteré. Gracias por salvarme, Sra. Austin. – Tan pronto las palabras salieron de su boca pasó una nube por la expresión de la mujer.

            - Ese es el nombre de la madrastra de Garrett, cariño, - dijo relajada. - ¿Recuerdas? Mi nombre de soltera es Ramsey.

            Emma se maldijo por dentro. Por supuesto—los padres de Garrett estaban divorciados. Pero tan rápido como apareció, la expresión oscurecida de la mujer se desvaneció. – Además, ¿por qué me llamas Sra. Algo? Siempre me llamaste Vanessa.

            Vanessa. Algo se movió en mi mente. Como siempre, fue casi imposible identificar un recuerdo específico, pero pude captar algunos fragmentos. Recordé cenar con la familia de Garrett, estilo picnic, en el suelo de su living. Recordé la impresión de que había una tristeza que permanecía en ella, aunque no estaba segura de por qué. ¿Era el remanente de un divorcio amargo, o algo más oscuro? Luché de nuevo para conjurar un recuerdo de la hermana de Garrett— ¿Qué le había pasado? pero nada vino a mí.

            Emma respiró hondo. – Lo siento, Vanessa. Ha pasado mucho tiempo.

            La mujer palmeó el hombro de Emma, sonriendo melancólicamente. – Mucho, ¿no? Pero estoy feliz de verte ahora. ¿Esto significa que tú y Garrett son amigos de nuevo?

            Emma dudó. La mamá de Garrett no era para nada lo que esperaba. Parecía tan dulce; la idea de mentirle le daba un poco de nauseas a Emma. Pero tenía que entrar al cuarto de Garrett de algún modo.

            - Estamos intentándolo, - dijo evasivamente. Vanessa asintió por un momento, lucía cansada.

            - Sé lo difícil que puede ser él a veces, - dijo, en voz baja. – Pero significaste mucho para él. Agradezco que intenten quedarse en la vida del otro. Siempre pensé que eras buena para él, Sutton.

            Emma se mordió el labio. - ¿En serio?

            - Por supuesto. – Vanessa tenía una margarita en su mejilla izquierda, la misma que Garrett. Cuando sonreía, los años se le restaban. – Fuiste la única novia que tuvo quien no le permitía salir impune al asesinar.

            Emma forzó una risa ahuecada al oír la elección de palabras de Vanessa. – Oh, no sabía eso. – Se aclaró la garganta. – Vine porque creo que Garrett tiene mi sudadera de los Gatos Silvestres. ¿Está el aquí?

            Vanessa dijo que no con la cabeza, sus aros de ámbar se balancearon con el movimiento. – No, me temo que sigue en la escuela. ¿Levantando pesas, creo que le llama? – Se rio sin aliento. – No estará en casa por algunas horas.

            Emma pretendió estar decepcionada, haciendo un puchero. – Oh, hombre. Realmente esperaba usarla este fin de semana. Van a jugar con Nuevo México, y siempre uso esa sudadera cuando veo el juego con mi papá.

            - ¿Por qué no subes a su cuarto y ves si la encuentras?

            Emma sintió una punzada de culpa por lo fácil que la mujer lo sugirió. - ¿No le molesta?

            - Para nada. Si eres suficientemente valiente para entrar en ese desastre, tienes mi permiso. – Vanessa abrió la puerta frontal riéndose de nuevo. Emma la siguió por un pasillo con parqué de cerezo y luces de bronce anticuadas. La ventana sobre la puerta era una imagen en vitral del sol saliendo sobre las montañas, y la luz que se filtraba por ahí daba un brillo anaranjado a la habitación. Miró a su alrededor por un momento. Esto no era como se había esperado que la casa de Garrett luzca, en lo más mínimo. Las decoraciones eran lujosas y excéntricas. Garrett siempre le había parecido tan insípido.

            Pensándolo bien, ella claramente no sabía nada sobre Garrett.

            Emma se volteó y le dio su mejor sonrisa-para-impresionar-a-los-adultos. – Muchas gracias. Sólo me tomará un minuto.

            - Tómate tu tiempo, cariño. – La madre de Garrett le dio un rápido abrazo que olía a perfumen de jazmín y tierra para maceteros. El corazón de Emma le dolió un poco. Vanessa le recordaba a la mamá de su mejor amiga Alex, quien siempre la trataba como de la familia.

            Le dio otro saludo pequeño con la mano a la mamá de Garrett y subió los escalones dos a la vez, su corazón se aceleró. Las escaleras daban a un espacio que miraba sobre el living. El alto cielo inclinado estaba hecho de estaño rojo, estampado con un elaborado diseño de vid. Una tenebrosa música ambiental salía por debajo de una de las puertas de dormitorio cerradas. Un gran collage colgaba en la puerta a nivel del ojo—lucía como que el artista había arrancado fotos de modelos de pasarela y luego las juntó en unas formas alienígenas, surreales, algunas con cuerpos de animal, otras con partes de máquina reemplazando brazos u ojos. Emma pensó que era seguro asumir que esa era la habitación de Louisa. La siguiente habitación era un baño con cerámicas azules y amarillas—y la que venía después, supuso, sería la de Garrett. Cautelosamente abrió un poco la puerta y miró adentro.

            Bingo.

            Vanessa no había estado exagerando. El cuarto de Garrett lucía como si una bomba hubiera estallado adentro. Su cubrecamas verde estaba amontonado, la mitad en la cama y la mitad en el piso. Había ropa sucia tirada en cada metro cuadrado del suelo, y un fuerte olor a calcetines sudados flotaba en el aire. Envoltorios de PowerBard y botellas vacías de Gatorade estaban acumulados en cada superficie. Había fotos de jugadores de futbol y autos de carrera Italianos pegadas por todas las paredes, un suspensorio para deportistas colaba de una pequeña figura de oro en un trofeo de JMV[1] en su escritorio.

            Los ojos de Emma daban vueltas indecisas a la habitación. Si Garrett estaba ocultando algo sobre el asesinato, ¿Dónde sería? — ¿Y qué sería? Abrió los cajones de su escritorio, rebuscando entre las pilas desorganizadas de clips, destacadores, y chinches. Había evidencia de su actual romance con Celeste, en la forma de un pedazo de cuarzo violeta junto a su computador—Emma asumió que era para concentrar su chi o algo así. Detrás de este había una foto de Celeste sentada en un columpio y mirando a la distancia.

            Algunos cuadros de fotos estaban boca abajo en el escritorio, donde habían sido botados por un cortavientos arrojado rápidamente. Los recogió y los dio vuelta—y al verlo, su corazón comenzó a golpearla por dentro.

            En una, Nisha miraba a la cámara en ropa blanca para jugar tenis. Y en la otra, Sutton daba su mejor mueca de estrella de cine desde una reposadera, vestida con un bikini color verde jade y un pareo floreado.

            Los marcos temblaban en sus manos. ¿Por qué tendría estas aquí, en su escritorio, después de que ambas chicas habían terminado con él?

            Miré las fotos. ¿Qué pensaba cuando las miraba? ¿Revivía lo que nos había hecho? ¿Se decía a sí mismo que yo me lo había merecido por herirlo? Un escalofrío me atravesó al mirar mi propia tímida sonrisa, congelada para siempre en el tiempo.

            Emma puso las fotos de vuelta donde las encontró. De repente se sintió mucho menos segura que hace un momento. Retrocedió hacia la puerta, tropezando con una bota de escalar en el camino.

            Al voltearse para salir, pateó un frasco naranjo de medicamentos con la punta de su pie. Algunas pastillas adentro se sacudieron. Frunció el ceño, agachándose para recogerlo.

            Era Valium.

            El tiempo se detuvo. Miró la nítida tinta negra en la etiqueta hasta que las letras dejaron de tener sentido, hasta que lucían como un montón de signos alienígenas. La voz del detective Quinlan flotó de vuelta en su mente. El examinador encontró cantidades extremadamente altas de diazepam en su sangre. Nisha no había tenido una prescripción. Pero Garrett sí.

            - ¿Qué haces aquí?

            La voz cortó los pensamientos de Emma como un cuchillo. Saltó, arrojando la botella al suelo, y levantó los ojos para encontrarse con la hermana de Garrett en la entrada.

            Louisa llevaba shorts de jeans cortados, calzas verde brillante, botas de escalar, y una gran remera negra que se caía por un hombro. Su cabello teñido negro estaba cortado en una melena desordenada, y llevaba docenas de pulseras plásticas negras en los brazos. Estaba parada en la entrada, mirando a la vez curiosa y medio molesta. Emma ni siquiera la había oído abrir la puerta.

            - Oh… eh, hola, Louisa, - tartamudeó, apresurando en sonreír con alegría. – Tanto tiempo sin vernos. – Louisa levantó una ceja. Emma tragó saliva. – Tu mamá me dejó entrar. Pensé que había dejado una sudadera aquí, pero no la veo. Digo, no sé cómo podría encontrarla en este desorden. – Se rio nerviosa, pero Louisa no sonrió.

            La chica más joven la miraba fijamente. Emma se avergonzó. Sentía como si la estuvieran memorizando para una rueda de identificación policial. Pero Louisa finalmente habló.

            - Deberías mantenerte alejada de Garrett.

            Emma parpadeó. No había malicia en la voz de Louisa—sólo un aire de realismo. Pero su ceja estaba arrugada con preocupación.

            - No estoy intentando causar ningún problema, - dijo Emma cuidadosamente.

            Louisa se encogió de hombros. – No importa. Mira, Sutton, no estoy intentando simplemente ser mala leche. Él de verdad está peor cuando tú estás cerca. No sé qué pasó entre ustedes, pero estos últimos meses ha estado arruinado. No hay forma de que ustedes vayan a ser amigos después de todo eso, ¿Bien? Sólo quédate fuera de su vida. Se lo debes.

            Un escalofrío subió por la columna de Emma. - ¿Ha estado inestable desde que terminamos?

            Louisa resopló impaciente. – Desde antes. La noche antes de la fiesta de Nisha vino a casa histérico como a las tres de la mañana. No me quiso decir de donde venía, pero estaba hiperventilado y caminando de un lado a otro. Me tomó toda la noche para calmarlo. – Suspiró. – Pensé que habían terminado, pero después estaban juntos en donde Nisha, así que no supe qué pensar. – Le sonrió arrepentida a Emma. – No estoy diciendo que sea tu culpa, Sutton. Ambas sabemos que mi hermano tiene problemas. Pero tú los empeoras tanto. Si realmente quieres lo mejor para él, te quedarás bien, bien lejos. – Y con eso, se fue.

            Emma se quedó paralizada en medio del cuarto de Garrett, las palabras de Louisa daban vueltas en su mente. Ambas sabemos que mi hermano tiene problemas… pero tú los empeoras tanto.

            Un enfermizo y retorcido temor se apoderó de ella. La noche anterior a la fiesta de Nisha fue la noche en que Sutton murió. ¿Estaba agitado porque acababa de asesinarla a sangre fría?

            La frustración me dio rabia. Me sentía como si estuviera atorándome con todas las cosas que no le podía decir a Emma. Si tan solo pudiera dirigir mis recuerdos directo a su cabeza. Si tan solo pudiera mostrarle lo que sabía—que Garrett había estado en el cañón conmigo. Que él me había matado.

            Yo misma lo mataría, pero gracias a él, yo era menos que una sombra: Silenciosa, intangible—e inútil.



[1] JMV: Jugador más valioso.

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