jueves, 21 de abril de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 14 - Toma esa, Nancy Drew



            Emma encontró a Ethan camino a su clase de alemán. – Thayer lo sabe, - susurró con urgencia. Ethan paró de golpe, su mandíbula se movió sin hacer un sonido por un momento.
            - ¿Qué? ¿Cómo? – finalmente preguntó en voz baja. Emma lo llevó hacia un rincón detrás de una planta en un macetero. Un gran ventanal daba vista sobre el campo de futbol.
            Se mordió el labio. Thayer había sospechado desde que la besó en la fiesta de Charlotte. Ethan sabía sobre el beso—él los había pillado—pero no quería recordar el tema.
            - Me llamó Emma, y respondí, - admitió, volviendo a sentirse avergonzada. – Soy toda una idiota.
            - No, no lo eres, - dijo Ethan ferozmente. Emma miró a sus oscuros ojos azules, en donde la ansiedad competía con algo más—una vigilancia feroz, quizás. Y a pesar de que sabía que Ethan no podía protegerla realmente si es que el asesino estaba determinado a matar otra vez, su sólida fuerza era reconfortante. Sintió cómo sus músculos lentamente se relajaron, calmados por su presencia.
            Emma suspiró y apoyó su cabeza en el hombro de Ethan. – Digo… no tiene modo de probarlo. ¿Pero y si me pilla mintiendo? ¿Y si averigua algo?
            Los ojos de Ethan se entrecerraron. – La única forma de que él pueda saberlo de forma segura es si él lo hizo. Yo aún creo que él es sospechoso.
            Ella negó con la cabeza impacientemente. – Thayer estaba camino al hospital cuando Sutton murió. No hay forma de que él pudiera haber vuelto al cañón con una pierna rota. De todos modos, probablemente estaba drogado con analgésicos para ese entonces.
            Ethan resopló evasivamente, lo cual ella se tomó como que significaba “Ya-bueno-tiene-una-coartada-pero-no-tiene-por-qué-gustarme.” Abrió su boca para decirle lo desesperado que Thayer lucía por saber la verdad, pero antes de poder hablar, la mirada de Ethan se movió. Estaba mirando a algo afuera de la ventana.
            - ¡Mira! – Gritó - Se volteó para ver hacia donde estaba apuntando.
            Garrett y Celeste habían aparecido en el campo de futbol. Emma no podía oír ninguna palabra a través del vidrio, pero estaba claro que se estaban gritando. Celeste seguía diciendo que no con su cabeza, sus largas trenzas rubias bailaban alrededor de su cabeza. La cara de Garrett estaba de un feo rojo, arrugada con rabia. Él sacudía sus manos violentamente frente a ella, lucía como si quisiera estrangularla.
            Yo conocía esa expresión. Conocía esa cara. Me sorprendió lo familiar que era de repente. Nuevos recuerdos flotaron vagamente a la superficie. Recordé sus cambios de humor, su mal temperamento. Lo recordé golpeando un locker, dejando una abolladura en el metal, alejándose de mi enojado. Recordé cómo sus dedos dejaban manchas de sangre en el limpio linóleo tras él.
            - Wow, - Emma suspiró. Los dos observaron como Celeste movió su mano desestimándolo y se volteó de vuelta hacia la escuela. Garrett se quedó parado mirándola por un largo momento, su pecho subía y bajaba con enojo. Luego se dio vuelta y caminó rápidamente a través de la cancha, hacia una arboleda de cedros que separaba el campus de la transitada calle al otro lado.
            - Eso fue… intenso, - dijo Ethan con incertidumbre.
            - Ahora es nuestra oportunidad, - dijo Emma, enderezándose. Ethan frunció el ceño.
            - ¿Oportunidad para qué? – preguntó, pero ella miró de un lado a otro en el vacío pasillo, sin responder. Tomó la mano de Ethan y se apresuró por el pasillo hacia donde estaban los casilleros de los de último año.
            El casillero de Garrett estaba al fondo de un pasillo a la vuelta de una esquina de una máquina de bebidas. Era obvio cual era el de él—el símbolo de la buena suerte que los seguidores de futbol habían hecho para las finales seguía colgado allí orgullosamente, en letras de glitter rojo y dorado. Emma caminó rápidamente hacia él y examinó el candado.
            - ¿Qué estás haciendo? – Ethan susurró.
            - Lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo, - dijo, cerrando la boca. – Tú vigila, ¿bueno?
            Él asintió apoyándose contra los casilleros y mirando sobre la cabeza de Emma.
            Lentamente giró la combinación hacia el cero, y luego, cruzando los dedos de ambas manos, le dio un una patada pequeña pero fuerte a la base del locker. La puerta se abrió, temblando con un sonido metálico tambaleante en el vacío pasillo. Miró a ambos lados del pasillo para ver si alguien había escuchado.
            - ¿Dónde diablos aprendiste eso? – Ethan preguntó, impresionado.
            Ella sonrió. – Mi amiga Alex me enseñó, en Henderson.
            El casillero olía fuertemente a mantequilla de maní y a algún after-shave musk. Una sudadera con gorro colgaba del gancho. Había libros apilados ordenadamente en la repisa superior, rodeados por cosas variadas—una peineta plástica, un puñado de vuelto, un protector bucal atlético en una caja de plástico. Al interior de la puerta del locker colgaba un espejo magnético, una foto desteñida de Sports Illustrated que mostraba a Mia Hamm rompiéndose la polera para celebrar una victoria. Una foto de Garrett y Louisa parados frente al Gran Cañón, y una foto de Celeste acurrucada en un sillón lleno de cosas en un estudio lleno de libros.
            - ¿Qué buscas? – Ethan susurró, mirando el locker.
            Emma negó con la cabeza. – No lo sé. Quizás esto no tenga sentido. Supongo que no va a tener un letrero que diga YO LO HICE adentro de su locker. – Se mordió el labio, sus ojos recorrían las cosas de Garrett. – Leí que algunos asesinos guardaban recuerdos de sus crímenes para poder revivirlos después. – Tiritó, imaginándose la clase de cosas que encontraría en su casillero si Garrett se hubiera llevado un recuerdo. Sería horripilante encontrar un mechón de cabello de Sutton o un pedazo de su ropa—o algo peor.
            Se agachó para abrir un bolso deportivo Nike puesto en el suelo del casillero, pero todo lo que tenía era un par de zapatillas de futbol, calcetines blancos, shorts de malla, una enorme botella plástica verde de agua—una petaca de algo que olía como bourbon. Lo volvió a cerrar, aun arrodillada, y suspiró.
            - Supongo que fue un fracaso, - dijo decepcionada. Ethan no respondió. Levantó la mirada hacia donde él estaba parado junto a ella, frunciendo el ceño. - ¿Ethan?
            Él estaba mirando algo en la repisa de arriba. Ethan se estiró lentamente hacia arriba, y cuidadosamente, como si fuera algo sucio, recogió una pequeña llave plateada colgando de una placa metálica.
            - ¿Ethan? – Se puso de pie lentamente. - ¿Qué es?
            Estiró su mano y le puso la llave en la palma. Era pequeña—demasiado pequeña para ser la llave de una casa. Al lado de la placa metálica, podía ver a penas la palabra ROSA. Una segunda palabra estaba demasiado rayada para descifrarla. Debajo de eso estaba el número 356.
            Frunció el ceño. - ¿Significa algo para ti? – No conocía a nadie llamada Rosa en Hollier.
            - Dala vuelta, - dijo Ethan, sus ojos como plato. Emma ladeó su cabeza perpleja. Él apuntó con su cabeza a la placa en su mano. Ella la volteó y la miró.
            Al reverso de la placa, alguien había grabado las iniciales S.M. en el metal. Su mano comenzó a temblar tanto que el texto se puso borroso a sus ojos. Ethan se movió hacia ella, poniendo una mano en cada uno de sus hombros para mantenerla quieta.
            - ¿Qué significa? – su voz era un susurro ronco y suplicante.
            Antes de que Ethan pudiera responder, se escuchó el eco de unos pasos que venían por la esquina. Emma se metió la llave en el bolsillo de sus jeans y cerró el locker tan silenciosamente como pudo. Luego miró frenéticamente a su alrededor buscando algo para esconderse.
            - Ven, - Ethan susurró, apoyándola contra la pared y mirándola a los ojos. Ella luchó por un momento, desorientada—pero de repente se quedó quieta cuando notó lo que estaba haciendo. Le puso los labios en su boca, y a pesar de que su pulso seguía muy acelerado, por un dulce momento, el beso se apoderó de ella y su pánico subsidió.
            - ¡Oh! ¡Perdón!
            Ambos miraron a Celeste, quien se había detenido en su camino cuando los vio. Estaba vestida en su típico estilo de Arwen-de-la-Tierra-Media, en una túnica verde estampada por todos lados con entramados celtas y un par de leggings. Las pulseras en sus muñecas rebotaban, y docenas de aros plateados sin combinar colgaban de sus múltiples perforaciones en las orejas. Sus ojos estaban rojos, su voz ronca por llorar. Se secó furiosamente la cara e intentó forzar una sonrisa. – No quería, eh, interrumpir.
            Emma alejó de ella gentilmente a Ethan. Celeste estaba parada con inseguridad en el pasillo, mirando a todos lados menos a ellos. Emma podía ver un papel doblado en sus dedos. Debía haber estado a punto de dejarle una nota en el casillero a Garrett.
            - ¿Estás bien? – preguntó Emma.
            Celeste se acomodó, sus brazaletes sonaban musicalmente entre sí. Usualmente tenía una sensibilidad aérea y etérea, pero hoy parecía estar sobrecargada con tristeza.
            - Estoy bien. Digo, tú sabes cómo es Garrett.
            Celeste claramente estaba intentando sonar despectiva, pero las palabras golpearon a Emma como un shock eléctrico. No sabía cómo era Garrett, no realmente—pero frente a ella estaba alguien quien sí sabía. Miró a Ethan, quien estaba parado un poco alejado, mirando a cualquier lado menos Celeste. – Oye, Ethan, ¿podemos juntarnos después?
            Miró perplejo por un momento. Luego Emma le abrió más los ojos, intentando comunicarle que quería hablar a solas con Celeste. Se levantó de donde se estaba apoyando en la pared, moviendo sus libros. – Oh, eh, sí. De todos modos probablemente debería ir a clases. Nos vemos, Celeste.
            Los pasos de Ethan desaparecieron por el pasillo. La máquina de bebidas daba un fuerte zumbido. Emma jugueteó con el tirante de su cartera. – Sé que no somos amigas exactamente, Celeste, pero yo—yo simplemente no quiero que salgas herida.
            Celeste suspiró, mirando a través de sus húmedas pestañas a los ojos de Emma. – Es un Aries. Siempre son intensos, ¿sabes?
            - Um, cierto, - dijo Emma. Se mordió el labio, pensando en lo que acababa de ver a través de la ventana. Garrett no lucía intenso—lucía como que quería hacerle daño a alguien. – Solíamos pelear mucho cuando estábamos juntos. Tiene un temperamento… que da miedo.
            Celeste se apoyó contra la pared de casilleros, observando cautelosamente a Emma, como si fuera reacia a confiar demasiado. Emma no podía culparla exactamente—las chicas del Juego de las Mentiras le habían jugado una broma hace pocas semanas. Pero luego de un momento, Celeste habló, su voz baja y dudosa.
            - Todo tiene que ver con Louisa. Lo raro es que Louisa en realidad está bien. Digo, su mamá la puso en terapia, así que ha tenido ayuda. Pero todo el asunto como que…. Lo rompió. Su espíritu está tan herido. Sigo pidiéndole que medite conmigo. Me ayudó mucho después de que mis padres se divorciaron. Pero ni siquiera lo quiere intentar.
            Emma asintió cuidadosamente. - ¿Así que crees que está enojado por… por lo que pasó con Louisa?
            Celeste la miró raro. – Si. Por supuesto.
            - Oh, bueno, nunca supe toda la historia. Sabía que él estaba molesto por eso, obviamente, pero no sé realmente qué le molestaba, - dijo Emma buscando algo.
            El color se drenó de la cara de Celeste. Miró por sobre su hombro como viendo si había gente escuchando. – No debí haber dicho nada entonces. No es asunto mío esparcirlo.
            Emma insultó mentalmente. Los chismes siempre fluían libremente en Hollier, y la única vez que los necesitaba, cerraban la boca completamente.
            - No voy a inmiscuirme, - dijo. – Sólo creo que debes tener cuidado. Digo… Garrett es bien volátil, Celeste.
            Celeste entrecerró sus ojos sospechosamente. Sutton Mercer no era conocida exactamente por su preocupación por otros.
            - Bueno, em, ten cuidado, - dijo Emma, reconociendo su momento de irse. Puso l cartera de Sutton bajo su brazo y se alejó.
            - Oye, ¿Sutton?
            Emma se detuvo y se volteó. Celeste estaba parada en medio del pasillo, abrazándose los hombros.
            - Escuché lo de tu hermana, - dijo. – Lo siento. – Luego se volteó y desapareció, dejando a Emma con más preguntas que respuestas.
            Pero algo de lo que Celeste dijo había despertado un extraño y hormigueante recuerdo al fondo de mi mente. Lo sentía molestamente fuera de alcance, justo más allá de mi memoria, pero podía sentirlo allí. Algo le había pasado a la hermana menor de Garrett—algo muy, muy malo.
            Quizás suficientemente malo para convertir a su hermano en asesino.

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