martes, 19 de abril de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 11 - La realidad en la TV duele



            - El cuerpo de la joven fue encontrado a solo 80 metros del Camino Superior del Cañón Sabino, al fondo de esta escénica vista. – La presentadora, la misma mujer que había cubierto la muerte de Nisha pocos días atrás, ahora llevaba un chaleco acolchado amarillo marca North Face. Emma supuso que ese debía ser su look “outdoor”. Estaba parada frente a un área de picnic con bancas pintadas verde y un toldo, mechas de cabello de su cola de caballo volaban con el viento, soltándose del moño.
            La Sra. Mercer le pasó un canasto de panecillos humeantes a Emma, sus ojos no se alejaban de la televisión de quince pulgadas que habían puesto al final de la isla. Los Mercer casi nunca cenaban frente a la TV, pero parecía haber un consenso no hablado para hacerlo esta noche.
            Emma y Laurel se sorprendieron cuando los Mercer dijeron que no irían a la escuela ese día—hasta que vieron el jardín delantero y vieron la multitud de vans de noticias que se había juntado afuera. Los Mercer se habían negado a abrir la puerta, pero cada vez que veían a alguien frente a una ventana los reporteros comenzaban a gritar preguntas. - ¡Sutton! Sutton, ¿conocías a Emma? ¿Qué crees que le pasó, Sutton? – Así que Laurel y Emma habían pasado la mayor parte del día en la cocina, horneando galletas y viendo revistas. - Estás–buscando respuestas en los lugares equivocados, - decía el horóscopo de Emma, y ella rodó sus ojos. Dime algo que no sepa.
            La mayor parte de su vida, Emma había querido ser una reportera cuando crezca. Pero ahora que estaba experimentando una siega mediática de primera mano, ya no estaba tan segura. Los reporteros se sentían como buitres, rondando su familia, esperando que uno de ellos muestre señales de debilidad.
            La pantalla de la TV pasó a un joven hombre con gafas y una larga cola de caballo rubia, parado frente a un edificio de dormitorios en el campus. – Estaba cubierta con hojas y ramas, - dijo, su voz temblaba. – Todo lo que vi fue su… su pie, asomándose en un ángulo extraño. – él lucía aterrorizado, parpadeando a la luz brillante como una criatura nocturna que había salido durante el día. Esto lo va a perseguir por el resto de su vida, Emma pensó con tristeza.
            Volvió a aparecer la reportera. – El cuerpo ha sido identificado como Emma Paxton de Las Vegas, Nevada. – La foto escolar del año anterior apareció en la pantalla. Emma llevaba un vestido envolvente vintage que había encontrado en una venta de garaje en Green Valley. Su flequillo era más corto; lo había dejado crecer para encajar con el estilo más largo de Sutton. Su sonrisa era un poquito más moderada que la de Sutton, un poco menos confiada. Aun así, la imagen hizo que los Mercer se conmuevan en sus asientos. El Sr. Mercer dejó su tenedor en su plato de lasaña intacta, y la Sra. Mercer miraba la pantalla con una expresión cautivada, shockeada.
            - Es tan raro, - dijo Laurel. – Luce tal como tú.
            Todo lo que Emma pudo hacer fue asentir.
            Ver la cobertura de las noticias de su propia muerte era vertiginosamente surreal. Se sentía extrañamente expuesta cada vez que su foto aparecía en la pantalla, como si los Mercer repentinamente podrían ver que la chica de la foto estaba sentada justo frente a ellos. Los presentadores habían dicho su nombre tantas veces que era casi fácil creer que la pobre Emma Paxton, chica de adopción temporal, estaba muerta—que ella realmente era Sutton Mercer ahora.
            También era raro para mí. Al ver cómo mis padres sufrían por una chica que nunca habían conocido cuando su propia hija se había ido. ¿Me iban a enterrar en Vegas, lejos de mi familia y amigos? ¿Mi lápida tendría el nombre de mi hermana? ¿Y qué pasaba si Emma nunca encontraba a mi asesino? — ¿Viviría como yo para siempre, hasta finalmente ser enterrada como Sutton Mercer a la madura edad de noventa años?
            - Paxton desapareció casi tres meses atrás de Las Vegas, después de una pelea con su familia temporal. Clarice Lambert, su guardián al momento, habló con nuestro corresponsal de Nevada.
            Emma se atoró con un trago de agua, tragando por el ducto equivocado. Tosió, afirmándose la garganta.
            - ¿Cariño? – La Sra. Mercer le puso una mano en la espalda.
            - Estoy bien, - dijo rápidamente. – Sólo bebí muy rápido. – respiró profundamente, secándose los ojos. Allí en la pantalla, frente a la pequeña casa adosada en la que se había quedado por pocas semanas, estaban Clarice y su hijo, Travis. Clarice llevaba puesto un vestido veraniego de tirantes, hecho para alguien mucho más joven de lo que ella era, su cabello platinado estaba tomado bien arriba en su cabeza. Tenía una expresión medianamente shockeada y escandalizada. Travis holgazaneaba junto a ella, con una gorra de baseball puesta chueca sobre su cabeza y una expresión santurrona en su gran boca de pescado.
            - Obviamente era una chica problemática, - dijo Clarice. – Me robó, me mintió, y cuando intenté hacer justicia, se escapó a mitad de la noche. Nunca dejó una nota o un mensaje diciendo a dónde se fue. Claro que me preocupé, pero no había nada que pudiera hacer. Tenía casi dieciocho años.
            El cuerpo de Emma tuvo un tic involuntariamente. Clarice prácticamente la había echado de la casa después de que Travis la había acusado de robarle de la cartera. ¿Por qué las noticias estaban hablando con ella, de todos modos? Ella no sabía nada sobre Emma.
            Travis ahora tenía el micrófono. – Emma era una chica loca, - dijo con una sonrisa de superioridad. – Le gustaban toda clase de cosas locas. Encontré un video de ella en internet, siendo afirmada y atragantada y…. – su próxima palabra fue reemplazada con un fuerte pitido. – Además ella siempre tenía dinero. Quizás estaba metida en algún tipo de mazmorra de fetiches o algo.
            Yo miraba la TV— ¿Mostrarían el video? No quería que mis padres me vieran así. Ambos miraban la pantalla, mi mamá con una mirada perturbada, mi papá lucía confuso. Me pregunté si alguna vez había  escuchado la frase “Mazmorra de fetiches” antes, mucho menos en conexión con alguien con quien él podría estar relacionado.
            Al otro lado de la mesa, Laurel bajó su vaso con un fuerte thunk. Emma la miró, su mente se dirigió a lo que había aprendido sobre ese video. Laurel había planificado esa broma—y ella había sido la que tenía el video guardado en su disco duro. ¿Y si reconocía lo que Travis estaba describiendo? Pero Laurel sólo jugaba con su comida, con una mirada distraída.
            La voz de la reportera volvió a hablar. – Cuando los investigadores intentaron encontrar el video, no encontraron rastro. Ya sea que el video fue bajado de la red, o si fue un caso de identidad equivocada, sigue bajo investigación. Mientras tanto, el Departamento Policial de Las Vegas, que está asistiendo a la policía de Tucson con la investigación, descubrió un casillero registrado a nombre de la chica perdida en la estación de buses, el cual contenía ropa, lo que parecía ser diarios de vida, y cerca de dos mil dólares en efectivo.
            Emma se estremeció. ¿Tenían sus diarios? Sus mejillas se sentían como si ardieran. Se imaginó a la policía hojeando los baratos cuadernos de composición, riéndose a carcajadas al ver su fase en la pre-secundaria en la que les hacía el punto a todas las i con forma de corazones, o leyendo sus falsos titulares en voz alta ante una sala llena de policías. Chica Va Sola al Baile de Bienvenida, Se Queda Junto a la Mesa de Refrescos Toda la Noche—se imaginó a Quinlan y a sus compañeros leyéndolo en voz alta y explotando de la risa. El solo pensarlo la hizo querer ocultar su cara tras sus manos.
            Las cámaras volvieron amostrar a la reportera, quien sostenía el micrófono junto a sus labios y miraba seriamente a la cámara. – Mientras tanto, el Departamento Policial de Tucson se ha negado a dar una causa oficial de muerte, diciendo que el caso sigue bajo investigación. Pero nuestras fuentes nos dicen que Paxton esperaba encontrarse con su familia biológica en Tucson. Si es que llegó a ellos es desconocido. La familia hasta ahora ha negado nuestras peticiones de una entrevista. – Con eso, la Sra. Mercer presionó el control remoto, y silenció el sonido.
            - ¿Peticiones? – dijo cortantemente, con los labios arrugados. – Te pasaste casi todo el día en nuestro jardín, gárgola. – Luego suspiró, y comenzó a juntar los platos. – Pobre Emma. Suena como que le hubiera servido nuestra ayuda.
            - ¿Qué quieres decir? – Emma preguntó, mirando a su abuela.
            - Es sólo que, si era tan problemática como dijeron esas personas… - la Sra. Mercer dejó de hablar, luego sacudió su cabeza. Su cara se oscureció. – Desearía haberla conocido antes. Esto es todo culpa de Becky. Siempre es culpa de Becky. Miente, roba, oculta secretos, y no le importa a quien le hace daño en el camino.
            - Kristin, - dijo suavemente el Sr. Mercer. Pero su esposa sólo frunció el ceño, tomando el plato Pyrex de Lasaña del centro de la mesa. Se movía tan violentamente que un plato pequeño de salsa salió volando y cayó en su sweater, pero no pareció notarlo.
            - Sabes que es cierto. Nos mantuvo en constante agonía, preguntándonos dónde estaba y si es que estaba bien. Y por alguna loca razón, no nos contó sobre esta otra pequeña a quien podríamos haber… - salieron lágrimas de sus ojos. –Podríamos haber salvado a esta niña.
            El Sr. Mercer se levantó y gentilmente le quitó el plato de las manos. Lo puso de vuelta en la mesa y abrazó a su esposa. Entonces colapsó, poniéndose a sollozar contra su pecho mientras él le  acariciaba la espalda. Laurel y Emma se miraban entre sí con los ojos bien abiertos y asustados. Emma nunca había visto a la Sra. Mercer así de emocional, y por la mirada en la cara de Laurel, ella tampoco.
            Emma no pudo evitar estar de acuerdo con la Sra. Mercer. Ella quería perdonar a Becky—Becky era su madre después de todo—pero a veces estaba tan enojada que podría gritar. ¿Cuál había sido el punto de quedarse con Emma si sólo la iba a abandonar cinco años después? ¿Cuál era el punto de separar a las gemelas?
            Era tan injusto. Si Sutton no hubiera muerto, si Emma no hubiera venido a Tucson a encontrarla, el motor se habría echado a andar por sí solo, por la confesión de Becky al Sr. Mercer. ¿Cómo hubiera sido para ella si los Mercer hubieran venido por ella como familia? Se imaginó que la sacaban de clase en Henderson, tal como el día en que encontraron el cuerpo de Sutton. Pero en esta realidad alternativa, era convocada para conocer a su familia. Su familia real, de sangre. Se lo imaginó: El Sr. Mercer, gentil y tranquilizador; La Sra. Mercer, una sonría nerviosa pero emocionada temblando en sus labios; Laurel, cautelosa por la posibilidad de una nueva rival, pero con esperanza y ansiosa por agradar. Y Sutton. Su hermana. Su gemela.
            - ¿Cómo era? – Laurel preguntó suavemente, sacando a Emma de sus pensamientos. Emma saltó, su mente se apresuró en volver al presente. A la realidad en donde Sutton ya no estaba, y ella estaba sola.
            - ¿Cómo era qué? – preguntó.
            - Emma, - dijo. – Hablaste con ella, ¿no?
            Emma pasó el dedo por la capa de condensación en la parte de afuera de su vaso. – Sólo un poco. No sabía mucho de ella. – Luego, porque no pudo resistirlo, añadió. – Sé que su mamá temporal la había echado de la casa. Sonaba horrible.
            - ¿Quién, esa mujer con el peinado chabacano de mesera? – dijo Laurel. – Ella lucía horrible.
            - Ya, chicas, - dijo el Sr. Mercer, frunciéndole el ceño desde donde seguía parado con la Sra. Mercer en sus brazos. – No lo sabes. Puede ser difícil saber qué hacer por alguien que tiene problemas. Estoy seguro de que esa mujer hizo lo mejor por Emma.
            Emma sabía que él estaba hablando de su propia relación con Becky más que nada, pero estaba agradecido de que Laurel al menos haya estado de su lado.
            La Sra. Mercer se secó los ojos con una servilleta de tela con diseño de piña, luego dejó ir a su marido. - ¿Alguien quiere postre? Hay helado en el refrigerador.
            - No gracias, mamá, - Laurel puso su servilleta frente a sí misma. Emma también dijo que no. Su estómago se sentía como una pesa de plomo.
            El Sr. Mercer movió una silla para su esposa. Se sentó, con los ojos aun húmedos, y él empezó a limpiar el resto de los platos. Los platillos y la cuchillería sonaban al golpearse, haciendo eco en la silenciosa cocina. En la TV silenciada, Santa Claus entregaba pizzas en su trineo, con el número de teléfono de una cadena de pizzas regional pintado al lado.
            - ¿Tenemos que ir al colegio mañana? – Laurel preguntó, succionando su labio inferior. El Sr. Y la Sra. Mercer se miraron incómodos entre sí. Luego el Sr. Mercer volvió a la mesa, secándose las manos en un paño de cocina.
            - Desearía poder ocultarlas de esto para siempre, - dijo. – Pero no sé si deban perder más clases. Hablamos con la directora esta tarde, y prometió que no se permitiría prensa en la escuela. Sé que no será fácil. Estoy seguro de que sus amigos van a tenerles un montón de preguntas.
            Emma rodó sus ojos. Eso estaba claro. Todo el día había estado recibiendo mensajes de Madeline y Charlotte. QUÉ ESTÁ SUCEDIENDO??? Charlotte había preguntado, mientras que Madeline parecía estar emocionada de que una reportera “Súper sexy” se le había acercado en la escuela para preguntarle si conocía a Sutton. ESTO ES UNA LOCURA había escrito, junto a una foto tomada con su teléfono de una hilera de vans de noticias afuera del recinto.
            Las actualizaciones de las Gemelas Twitter habían sido la descripción a tiempo real más útil del día en la escuela. En la mañana Gabby había twitteado:
            Circo de prensa en Hollier. ¿Cómo me volvieron a encontrar los paparazzi?
            Lili había actualizado poco después:
            La esperanza de vida de las adolescentes parece estar en picada en Tucson. Tengan cuidado.
            Registraban cada rumor mientras circulaba, y habían blogueado en vivo la asamblea en la escuela en la que la directora había anunciado el descubrimiento de otro cuerpo. El último post de Gabby decía.
            La secundaria Hollier necesita un héroe. Sutton Mercer ¡Vuelve y guía a tu gente!
            Sabía que los pasillos iban a estar llenos rumores al día siguiente, y ella estaría al centro de esto. Siquiera imaginarlo hacía que su corazón latiera más rápido—pero no tan rápido como lo hizo un momento después, cuando las noticias volvieron de los comerciales.
            Un reportero con el cabello lleno de gel frente a una cafetería, hablando con una chica que llevaba un delantal por encima de una remera vintage de Bad Religion. Llevaba un par de gafas de marco negro plástico, y su cabello oscuro estaba parado en un corte corto y puntiagudo estilo pixie. Lágrimas brillaban en sus ojos. Emma se apresuró en volver a subir el volumen.
            - —solo no entiendo cómo esto pudo ocurrir, - decía la chica, secándose los ojos. – Emma era mi mejor amiga.
            Antes de poder detenerse, Emma se puso de pie de un salto, golpeando su rodilla en la pata de la mesa. Sintió vibraciones de dolor en su cadera, pero las ignoró.
            La chica en la pantalla era Alex Stokes—la mejor amiga de Emma en Henderson. La única persona con quien había estado en contacto desde que vino a Tucson. Estaba parada afuera de Sin City Java, donde era una barista de medio tiempo.
            Los Mercer miraban boquiabiertos a Emma, claramente alarmados. Había botado su silla y se paró apretando el costado de la mesa, sus nudillos estaban blancos. Su abuelo llevó su mirada de ella a la TV, y luego de vuelta a Emma, sus ojos redondos y perplejos. - ¿Conoces a esa chica?
            Emma se sentó lentamente, diciendo que no con la cabeza, pero seguían mirándola. El vaso de Laurel estaba detenido a medio camino hacia sus labios, congelado en el aire. La Sra. Mercer la miraba preocupada. Emma se aclaró la garganta y se forzó a hablar. – Es sólo que esa chica parecía preocuparse mucho por Emma. Nadie más parece extrañarla. Es tan triste.
            Emma miró la cara de su amiga. Alex era la única persona de su vieja vida a quien realmente le importaba; también ocurría que era la única persona quien podría arruinar la identidad de Emma.
            Desde que se vino a Tucson, Emma había estado mintiéndole a Alex, tal como le había estado mintiendo a todos. Le había dicho a su amiga que ella y Sutton se estaban llevando perfectamente bien, que los Mercer la habían invitado a quedare con ellos por un tiempo. Había estado enviándole mensajes de texto a Alex de vez en cuando los últimos tres meses—mucho después de que “Emma Paxton” supuestamente había muerto.
            Y ahora Alex podía exponer todas sus mentiras. Todo lo que tenía que hacer era mencionar los mensajes que había recibido de su mejor amiga, aparentemente desde el más allá, y Emma estaría acabada.
            - Éramos como uña y mugre, - dijo Alex. Y luego miró directamente a la cámara, con lágrimas cayendo de sus largas y oscuras pestañas. – Solíamos juntarnos en el centro recreativo y hablar por horas.
            Y en ese instante, Emma sintió alivio fluir por su cuerpo. Alex no iba a exponerla. Alex la estaba cubriendo. El “centro recreativo” había sido su propio código privado para cualquier cosa que rompa las reglas. Comenzó cuando Emma se quedaba con los Stokes; una noche Alex se había pasado de su hora de llegada en una cita con un chico de UNLV. Cuando la madre soltera de Alex llegó temprano a casa y preguntó dónde estaba su hija, Emma tartamudeó que Alex estaba nadando en el centro recreativo. Después se rieron de eso. Lo bueno es que el reloj interno de mi mamá está desordenado por trabajar de noche, Alex bromeó, o habría querido saber por qué esa piscina está abierta a la media noche un día de semana. Desde entonces, “Centro recreativo” era sinónimo de “te cuido la espalda”.
            Emma de repente extrañó a su vieja mejor amiga más que nunca. Escuchar las noticias de su propia muerte la hizo sentirse horriblemente sola—como si fuera un fantasma viviente, invisible a la gente a su alrededor. Pero aquí estaba Alex, clara como el día, diciéndole que estaba de su lado.
            - Creo que necesito recostarme un rato, - dijo Emma cautelosamente. - ¿Me perdonan?
            - Claro. – La Sra. Mercer seguía mirándola con una evidente preocupación en la cara. - ¿Necesitas algo, cariño?
            - No, estoy bien. – Emma sonrió débilmente. - Sólo estoy cansada. – Se levantó y cuidadosamente empujó su silla contra la mesa. Podía sentir sus ojos siguiéndola mientras salía por la puerta de la cocina.
            Le tomó un gran esfuerzo evitar subir los escalones de tres a la vez. Se forzó a caminar lentamente, pasando la pared galería de fotos familiares que subía por la escalera. Ahora ya se sabía las fotos de memoria, cada sonrisa, cada atuendo, los diseños de los envoltorios en las fotos de cumpleaños y navidad. Era un rollo de los momentos destacados de Sutton, no los de ella—y aun así después de tanto pretender, a veces era difícil recordar eso.
            Cuando llegó al cuarto de Sutton, Emma buscó en el cajón más grande del escritorio, donde había ocultado el viejo BlackBerry que había traído consigo de Vegas. Como era de esperar, Alex le había mandado un mensaje. ¿QUÉ DIABLOS ESTÁ PASANDO? ¿ESTÁS BIEN?
            Emma se dobló del dolor, deseando que Alex estuviera frente a ella en ese instante para poder lanzarse con los brazos alrededor de ella con alivio. Presionó el botón para responder.
            NO PUEDO EXPLICAR AHORA. NO ME CONTACTES DE NUEVO—ES PELIGROSO. GRACIAS POR TODO. TE QUIERO.
            Su corazón estaba enfermo por saber que estaba a punto de cortar a una de las pocas personas en el mundo que realmente la conocía, pero se forzó a presionar ENVIAR, luego apagó el BlackBerry. En el cajón de la ropa interior de Sutton encontró una caja de tampones—su lugar predilecto para ocultar cosas en sus días de niña adoptiva. Nadie pensaría en mirar en la caja de tampones de alguien más. Metió adentro el teléfono y lo puso al fondo del cajón.
            Listo. Ojalá Alex mantendría una actitud discreta hasta que todo esto acabe y Emma pudiera explicar. Lo último que necesitaba era que su mejor amiga termine en la lista de su asesino—o que meta a Emma misma a la cárcel
            Pero no podía evitar desear que Emma hubiese roto el Blackberry y botado a la basura los pedazos. Después de todo, encontraron el casillero de la estación de buses. Nada estaba a salvo. Ya no. Emma necesitaba apresurarse y demostrar que Garrett me mató—antes que él la responsabilice a ella.

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