- El cuerpo de la joven fue
encontrado a solo 80 metros del Camino Superior del Cañón Sabino, al fondo de
esta escénica vista. – La presentadora, la misma mujer que había cubierto la
muerte de Nisha pocos días atrás, ahora llevaba un chaleco acolchado amarillo
marca North Face. Emma supuso que ese debía ser su look “outdoor”. Estaba
parada frente a un área de picnic con bancas pintadas verde y un toldo, mechas
de cabello de su cola de caballo volaban con el viento, soltándose del moño.
La Sra. Mercer le pasó un canasto de
panecillos humeantes a Emma, sus ojos no se alejaban de la televisión de quince
pulgadas que habían puesto al final de la isla. Los Mercer casi nunca cenaban
frente a la TV, pero parecía haber un consenso no hablado para hacerlo esta
noche.
Emma y Laurel se sorprendieron
cuando los Mercer dijeron que no irían a la escuela ese día—hasta que vieron el
jardín delantero y vieron la multitud de vans de noticias que se había juntado
afuera. Los Mercer se habían negado a abrir la puerta, pero cada vez que veían
a alguien frente a una ventana los reporteros comenzaban a gritar preguntas. -
¡Sutton! Sutton, ¿conocías a Emma? ¿Qué crees que le pasó, Sutton? – Así que
Laurel y Emma habían pasado la mayor parte del día en la cocina, horneando
galletas y viendo revistas. - Estás–buscando respuestas en los lugares
equivocados, - decía el horóscopo de Emma, y ella rodó sus ojos. Dime algo que no sepa.
La mayor parte de su vida, Emma había
querido ser una reportera cuando crezca. Pero ahora que estaba experimentando
una siega mediática de primera mano, ya no estaba tan segura. Los reporteros se
sentían como buitres, rondando su familia, esperando que uno de ellos muestre
señales de debilidad.
La pantalla de la TV pasó a un joven
hombre con gafas y una larga cola de caballo rubia, parado frente a un edificio
de dormitorios en el campus. – Estaba cubierta con hojas y ramas, - dijo, su
voz temblaba. – Todo lo que vi fue su… su pie, asomándose en un ángulo extraño.
– él lucía aterrorizado, parpadeando a la luz brillante como una criatura
nocturna que había salido durante el día. Esto
lo va a perseguir por el resto de su vida, Emma pensó con tristeza.
Volvió a aparecer la reportera. – El
cuerpo ha sido identificado como Emma Paxton de Las Vegas, Nevada. – La foto
escolar del año anterior apareció en la pantalla. Emma llevaba un vestido
envolvente vintage que había encontrado en una venta de garaje en Green Valley.
Su flequillo era más corto; lo había dejado crecer para encajar con el estilo
más largo de Sutton. Su sonrisa era un poquito más moderada que la de Sutton,
un poco menos confiada. Aun así, la imagen hizo que los Mercer se conmuevan en
sus asientos. El Sr. Mercer dejó su tenedor en su plato de lasaña intacta, y la
Sra. Mercer miraba la pantalla con una expresión cautivada, shockeada.
- Es tan raro, - dijo Laurel. – Luce
tal como tú.
Todo lo que Emma pudo hacer fue
asentir.
Ver la cobertura de las noticias de
su propia muerte era vertiginosamente surreal. Se sentía extrañamente expuesta
cada vez que su foto aparecía en la pantalla, como si los Mercer repentinamente
podrían ver que la chica de la foto estaba sentada justo frente a ellos. Los
presentadores habían dicho su nombre tantas veces que era casi fácil creer que
la pobre Emma Paxton, chica de adopción temporal, estaba muerta—que ella realmente era Sutton Mercer ahora.
También era raro para mí. Al ver
cómo mis padres sufrían por una chica que nunca habían conocido cuando su
propia hija se había ido. ¿Me iban a enterrar en Vegas, lejos de mi familia y
amigos? ¿Mi lápida tendría el nombre de mi hermana? ¿Y qué pasaba si Emma nunca
encontraba a mi asesino? — ¿Viviría como yo para siempre, hasta finalmente ser
enterrada como Sutton Mercer a la madura edad de noventa años?
- Paxton desapareció casi tres meses
atrás de Las Vegas, después de una pelea con su familia temporal. Clarice
Lambert, su guardián al momento, habló con nuestro corresponsal de Nevada.
Emma se atoró con un trago de agua,
tragando por el ducto equivocado. Tosió, afirmándose la garganta.
- ¿Cariño? – La Sra. Mercer le puso
una mano en la espalda.
- Estoy bien, - dijo rápidamente. –
Sólo bebí muy rápido. – respiró profundamente, secándose los ojos. Allí en la
pantalla, frente a la pequeña casa adosada en la que se había quedado por pocas
semanas, estaban Clarice y su hijo, Travis. Clarice llevaba puesto un vestido
veraniego de tirantes, hecho para alguien mucho más joven de lo que ella era,
su cabello platinado estaba tomado bien arriba en su cabeza. Tenía una
expresión medianamente shockeada y escandalizada. Travis holgazaneaba junto a
ella, con una gorra de baseball puesta chueca sobre su cabeza y una expresión
santurrona en su gran boca de pescado.
- Obviamente era una chica
problemática, - dijo Clarice. – Me robó, me mintió, y cuando intenté hacer
justicia, se escapó a mitad de la noche. Nunca dejó una nota o un mensaje
diciendo a dónde se fue. Claro que me preocupé, pero no había nada que pudiera
hacer. Tenía casi dieciocho años.
El cuerpo de Emma tuvo un tic
involuntariamente. Clarice prácticamente la había echado de la casa después de
que Travis la había acusado de robarle de la cartera. ¿Por qué las noticias
estaban hablando con ella, de todos modos? Ella no sabía nada sobre Emma.
Travis ahora tenía el micrófono. –
Emma era una chica loca, - dijo con una sonrisa de superioridad. – Le gustaban
toda clase de cosas locas. Encontré un video de ella en internet, siendo
afirmada y atragantada y…. – su próxima palabra fue reemplazada con un fuerte
pitido. – Además ella siempre tenía dinero. Quizás estaba metida en algún tipo
de mazmorra de fetiches o algo.
Yo miraba la TV— ¿Mostrarían el
video? No quería que mis padres me vieran así. Ambos miraban la pantalla, mi
mamá con una mirada perturbada, mi papá lucía confuso. Me pregunté si alguna
vez había escuchado la frase “Mazmorra
de fetiches” antes, mucho menos en conexión con alguien con quien él podría
estar relacionado.
Al otro lado de la mesa, Laurel bajó
su vaso con un fuerte thunk. Emma la
miró, su mente se dirigió a lo que había aprendido sobre ese video. Laurel había
planificado esa broma—y ella había sido la que tenía el video guardado en su
disco duro. ¿Y si reconocía lo que Travis estaba describiendo? Pero Laurel sólo
jugaba con su comida, con una mirada distraída.
La voz de la reportera volvió a
hablar. – Cuando los investigadores intentaron encontrar el video, no
encontraron rastro. Ya sea que el video fue bajado de la red, o si fue un caso
de identidad equivocada, sigue bajo investigación. Mientras tanto, el
Departamento Policial de Las Vegas, que está asistiendo a la policía de Tucson
con la investigación, descubrió un casillero registrado a nombre de la chica
perdida en la estación de buses, el cual contenía ropa, lo que parecía ser
diarios de vida, y cerca de dos mil dólares en efectivo.
Emma se estremeció. ¿Tenían sus
diarios? Sus mejillas se sentían como si ardieran. Se imaginó a la policía
hojeando los baratos cuadernos de composición, riéndose a carcajadas al ver su
fase en la pre-secundaria en la que les hacía el punto a todas las i con forma
de corazones, o leyendo sus falsos titulares en voz alta ante una sala llena de
policías. Chica Va Sola al Baile de
Bienvenida, Se Queda Junto a la Mesa de Refrescos Toda la Noche—se imaginó
a Quinlan y a sus compañeros leyéndolo en voz alta y explotando de la risa. El
solo pensarlo la hizo querer ocultar su cara tras sus manos.
Las cámaras volvieron amostrar a la
reportera, quien sostenía el micrófono junto a sus labios y miraba seriamente a
la cámara. – Mientras tanto, el Departamento Policial de Tucson se ha negado a
dar una causa oficial de muerte, diciendo que el caso sigue bajo investigación.
Pero nuestras fuentes nos dicen que Paxton esperaba encontrarse con su familia
biológica en Tucson. Si es que llegó a ellos es desconocido. La familia hasta
ahora ha negado nuestras peticiones de una entrevista. – Con eso, la Sra.
Mercer presionó el control remoto, y silenció el sonido.
- ¿Peticiones? – dijo cortantemente,
con los labios arrugados. – Te pasaste casi todo el día en nuestro jardín,
gárgola. – Luego suspiró, y comenzó a juntar los platos. – Pobre Emma. Suena
como que le hubiera servido nuestra ayuda.
- ¿Qué quieres decir? – Emma
preguntó, mirando a su abuela.
- Es sólo que, si era tan
problemática como dijeron esas personas… - la Sra. Mercer dejó de hablar, luego
sacudió su cabeza. Su cara se oscureció. – Desearía haberla conocido antes.
Esto es todo culpa de Becky. Siempre es culpa de Becky. Miente, roba, oculta
secretos, y no le importa a quien le hace daño en el camino.
- Kristin, - dijo suavemente el Sr.
Mercer. Pero su esposa sólo frunció el ceño, tomando el plato Pyrex de Lasaña
del centro de la mesa. Se movía tan violentamente que un plato pequeño de salsa
salió volando y cayó en su sweater, pero no pareció notarlo.
- Sabes que es cierto. Nos mantuvo
en constante agonía, preguntándonos dónde estaba y si es que estaba bien. Y por
alguna loca razón, no nos contó sobre esta otra pequeña a quien podríamos
haber… - salieron lágrimas de sus ojos. –Podríamos haber salvado a esta niña.
El Sr. Mercer se levantó y
gentilmente le quitó el plato de las manos. Lo puso de vuelta en la mesa y
abrazó a su esposa. Entonces colapsó, poniéndose a sollozar contra su pecho
mientras él le acariciaba la espalda.
Laurel y Emma se miraban entre sí con los ojos bien abiertos y asustados. Emma
nunca había visto a la Sra. Mercer así de emocional, y por la mirada en la cara
de Laurel, ella tampoco.
Emma no pudo evitar estar de acuerdo
con la Sra. Mercer. Ella quería perdonar a Becky—Becky era su madre después de
todo—pero a veces estaba tan enojada que podría gritar. ¿Cuál había sido el
punto de quedarse con Emma si sólo la iba a abandonar cinco años después? ¿Cuál
era el punto de separar a las gemelas?
Era tan injusto. Si Sutton no
hubiera muerto, si Emma no hubiera venido a Tucson a encontrarla, el motor se
habría echado a andar por sí solo, por la confesión de Becky al Sr. Mercer.
¿Cómo hubiera sido para ella si los Mercer hubieran venido por ella como
familia? Se imaginó que la sacaban de clase en Henderson, tal como el día en
que encontraron el cuerpo de Sutton. Pero en esta realidad alternativa, era
convocada para conocer a su familia. Su familia real, de sangre. Se lo imaginó:
El Sr. Mercer, gentil y tranquilizador; La Sra. Mercer, una sonría nerviosa
pero emocionada temblando en sus labios; Laurel, cautelosa por la posibilidad
de una nueva rival, pero con esperanza y ansiosa por agradar. Y Sutton. Su
hermana. Su gemela.
- ¿Cómo era? – Laurel preguntó
suavemente, sacando a Emma de sus pensamientos. Emma saltó, su mente se
apresuró en volver al presente. A la realidad en donde Sutton ya no estaba, y
ella estaba sola.
- ¿Cómo era qué? – preguntó.
- Emma, - dijo. – Hablaste con ella,
¿no?
Emma pasó el dedo por la capa de
condensación en la parte de afuera de su vaso. – Sólo un poco. No sabía mucho
de ella. – Luego, porque no pudo resistirlo, añadió. – Sé que su mamá temporal
la había echado de la casa. Sonaba horrible.
- ¿Quién, esa mujer con el peinado chabacano
de mesera? – dijo Laurel. – Ella lucía
horrible.
- Ya, chicas, - dijo el Sr. Mercer,
frunciéndole el ceño desde donde seguía parado con la Sra. Mercer en sus
brazos. – No lo sabes. Puede ser difícil saber qué hacer por alguien que tiene
problemas. Estoy seguro de que esa mujer hizo lo mejor por Emma.
Emma sabía que él estaba hablando de
su propia relación con Becky más que nada, pero estaba agradecido de que Laurel
al menos haya estado de su lado.
La Sra. Mercer se secó los ojos con
una servilleta de tela con diseño de piña, luego dejó ir a su marido. - ¿Alguien
quiere postre? Hay helado en el refrigerador.
- No gracias, mamá, - Laurel puso su
servilleta frente a sí misma. Emma también dijo que no. Su estómago se sentía
como una pesa de plomo.
El Sr. Mercer movió una silla para
su esposa. Se sentó, con los ojos aun húmedos, y él empezó a limpiar el resto
de los platos. Los platillos y la cuchillería sonaban al golpearse, haciendo
eco en la silenciosa cocina. En la TV silenciada, Santa Claus entregaba pizzas
en su trineo, con el número de teléfono de una cadena de pizzas regional
pintado al lado.
- ¿Tenemos que ir al colegio mañana?
– Laurel preguntó, succionando su labio inferior. El Sr. Y la Sra. Mercer se
miraron incómodos entre sí. Luego el Sr. Mercer volvió a la mesa, secándose las
manos en un paño de cocina.
- Desearía poder ocultarlas de esto
para siempre, - dijo. – Pero no sé si deban perder más clases. Hablamos con la
directora esta tarde, y prometió que no se permitiría prensa en la escuela. Sé
que no será fácil. Estoy seguro de que sus amigos van a tenerles un montón de
preguntas.
Emma rodó sus ojos. Eso estaba
claro. Todo el día había estado recibiendo mensajes de Madeline y Charlotte.
QUÉ ESTÁ SUCEDIENDO??? Charlotte había preguntado, mientras que Madeline
parecía estar emocionada de que una reportera “Súper sexy” se le había acercado
en la escuela para preguntarle si conocía a Sutton. ESTO ES UNA LOCURA había
escrito, junto a una foto tomada con su teléfono de una hilera de vans de
noticias afuera del recinto.
Las actualizaciones de las Gemelas
Twitter habían sido la descripción a tiempo real más útil del día en la
escuela. En la mañana Gabby había twitteado:
Circo
de prensa en Hollier. ¿Cómo me volvieron a encontrar los paparazzi?
Lili había actualizado poco después:
La
esperanza de vida de las adolescentes parece estar en picada en Tucson. Tengan
cuidado.
Registraban cada rumor mientras
circulaba, y habían blogueado en vivo la asamblea en la escuela en la que la
directora había anunciado el descubrimiento de otro cuerpo. El último post de Gabby
decía.
La
secundaria Hollier necesita un héroe. Sutton Mercer ¡Vuelve y guía a tu gente!
Sabía que los pasillos iban a estar
llenos rumores al día siguiente, y ella estaría al centro de esto. Siquiera
imaginarlo hacía que su corazón latiera más rápido—pero no tan rápido como lo
hizo un momento después, cuando las noticias volvieron de los comerciales.
Un reportero con el cabello lleno de
gel frente a una cafetería, hablando con una chica que llevaba un delantal por
encima de una remera vintage de Bad Religion. Llevaba un par de gafas de marco
negro plástico, y su cabello oscuro estaba parado en un corte corto y
puntiagudo estilo pixie. Lágrimas brillaban en sus ojos. Emma se apresuró en
volver a subir el volumen.
- —solo no entiendo cómo esto pudo ocurrir,
- decía la chica, secándose los ojos. – Emma era mi mejor amiga.
Antes de poder detenerse, Emma se
puso de pie de un salto, golpeando su rodilla en la pata de la mesa. Sintió
vibraciones de dolor en su cadera, pero las ignoró.
La chica en la pantalla era Alex Stokes—la
mejor amiga de Emma en Henderson. La única persona con quien había estado en
contacto desde que vino a Tucson. Estaba parada afuera de Sin City Java, donde
era una barista de medio tiempo.
Los Mercer miraban boquiabiertos a
Emma, claramente alarmados. Había botado su silla y se paró apretando el
costado de la mesa, sus nudillos estaban blancos. Su abuelo llevó su mirada de
ella a la TV, y luego de vuelta a Emma, sus ojos redondos y perplejos. -
¿Conoces a esa chica?
Emma se sentó lentamente, diciendo
que no con la cabeza, pero seguían mirándola. El vaso de Laurel estaba detenido
a medio camino hacia sus labios, congelado en el aire. La Sra. Mercer la miraba
preocupada. Emma se aclaró la garganta y se forzó a hablar. – Es sólo que esa
chica parecía preocuparse mucho por Emma. Nadie más parece extrañarla. Es tan
triste.
Emma miró la cara de su amiga. Alex
era la única persona de su vieja vida a quien realmente le importaba; también
ocurría que era la única persona quien podría arruinar la identidad de Emma.
Desde que se vino a Tucson, Emma había
estado mintiéndole a Alex, tal como le había estado mintiendo a todos. Le había
dicho a su amiga que ella y Sutton se estaban llevando perfectamente bien, que
los Mercer la habían invitado a quedare con ellos por un tiempo. Había estado
enviándole mensajes de texto a Alex de vez en cuando los últimos tres meses—mucho
después de que “Emma Paxton” supuestamente había muerto.
Y ahora Alex podía exponer todas sus
mentiras. Todo lo que tenía que hacer era mencionar los mensajes que había
recibido de su mejor amiga, aparentemente desde el más allá, y Emma estaría
acabada.
- Éramos como uña y mugre, - dijo
Alex. Y luego miró directamente a la cámara, con lágrimas cayendo de sus largas
y oscuras pestañas. – Solíamos juntarnos en el centro recreativo y hablar por
horas.
Y en ese instante, Emma sintió
alivio fluir por su cuerpo. Alex no iba a exponerla. Alex la estaba cubriendo.
El “centro recreativo” había sido su propio código privado para cualquier cosa
que rompa las reglas. Comenzó cuando Emma se quedaba con los Stokes; una noche
Alex se había pasado de su hora de llegada en una cita con un chico de UNLV.
Cuando la madre soltera de Alex llegó temprano a casa y preguntó dónde estaba
su hija, Emma tartamudeó que Alex estaba nadando en el centro recreativo.
Después se rieron de eso. Lo bueno es que
el reloj interno de mi mamá está desordenado por trabajar de noche, Alex
bromeó, o habría querido saber por qué
esa piscina está abierta a la media noche un día de semana. Desde entonces,
“Centro recreativo” era sinónimo de “te cuido la espalda”.
Emma de repente extrañó a su vieja
mejor amiga más que nunca. Escuchar las noticias de su propia muerte la hizo
sentirse horriblemente sola—como si fuera un fantasma viviente, invisible a la
gente a su alrededor. Pero aquí estaba Alex, clara como el día, diciéndole que
estaba de su lado.
- Creo que necesito recostarme un
rato, - dijo Emma cautelosamente. - ¿Me perdonan?
- Claro. – La Sra. Mercer seguía
mirándola con una evidente preocupación en la cara. - ¿Necesitas algo, cariño?
- No, estoy bien. – Emma sonrió
débilmente. - Sólo estoy cansada. – Se levantó y cuidadosamente empujó su silla
contra la mesa. Podía sentir sus ojos siguiéndola mientras salía por la puerta
de la cocina.
Le tomó un gran esfuerzo evitar
subir los escalones de tres a la vez. Se forzó a caminar lentamente, pasando la
pared galería de fotos familiares que subía por la escalera. Ahora ya se sabía
las fotos de memoria, cada sonrisa, cada atuendo, los diseños de los
envoltorios en las fotos de cumpleaños y navidad. Era un rollo de los momentos
destacados de Sutton, no los de ella—y aun así después de tanto pretender, a
veces era difícil recordar eso.
Cuando llegó al cuarto de Sutton,
Emma buscó en el cajón más grande del escritorio, donde había ocultado el viejo
BlackBerry que había traído consigo de Vegas. Como era de esperar, Alex le
había mandado un mensaje. ¿QUÉ DIABLOS ESTÁ PASANDO? ¿ESTÁS BIEN?
Emma
se dobló del dolor, deseando que Alex estuviera frente a ella en ese instante
para poder lanzarse con los brazos alrededor de ella con alivio. Presionó el
botón para responder.
NO PUEDO EXPLICAR AHORA. NO ME
CONTACTES DE NUEVO—ES PELIGROSO. GRACIAS POR TODO. TE QUIERO.
Su corazón estaba enfermo por saber
que estaba a punto de cortar a una de las pocas personas en el mundo que
realmente la conocía, pero se forzó a presionar ENVIAR, luego apagó el
BlackBerry. En el cajón de la ropa interior de Sutton encontró una caja de
tampones—su lugar predilecto para ocultar cosas en sus días de niña adoptiva.
Nadie pensaría en mirar en la caja de tampones de alguien más. Metió adentro el
teléfono y lo puso al fondo del cajón.
Listo. Ojalá Alex mantendría una
actitud discreta hasta que todo esto acabe y Emma pudiera explicar. Lo último
que necesitaba era que su mejor amiga termine en la lista de su asesino—o que
meta a Emma misma a la cárcel
Pero no podía evitar desear que Emma
hubiese roto el Blackberry y botado a la basura los pedazos. Después de todo,
encontraron el casillero de la estación de buses. Nada estaba a salvo. Ya no.
Emma necesitaba apresurarse y demostrar que Garrett me mató—antes que él la
responsabilice a ella.
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