- Fue hace casi dos semanas que esta
chica de la localidad fue encontrada muerta en la piscina de su familia, -
decía la voz de la reportera mientras una foto de Nisha llenaba la pantalla un
día sábado de finales de noviembre. Emma estaba parada frente al escritorio de
Sutton, viendo en vivo las noticias locales sobre Nisha mientras se vestía para
su funeral. No estaba segura de por qué lo veía; ya sabía los detalles. Quizás
oírlos repetirse suficientemente seguido la haría finalmente creer que era
cierto: Nisha ya no estaba.
La reportera, una flaca latina en un
blazer color malva estaba parada frente a una casa tipo rancho contemporáneo
que Emma conocía bien. La casa de Nisha fue el primer lugar al que fue haciendo
de Sutton, la noche en que Madeline Vega y las Gemelas Twitter, Lilianna y
Gabriella Fiorello, la “secuestraron” de una banca de parque donde había estado
sentada esperando conocer a su gemela por primera vez. Emma recordó lo irritada
que estaba Nisha cuando vio a Emma entrando a la fiesta—Nisha y Sutton habían
sido rivales por años. Pero durante el último mes, Emma había comenzado a
formar una cautelosa amistad con su co-capitana del equipo de tenis.
- La chica fue encontrada por su
padre justo después de las ocho P.M. el lunes pasado. En un anuncio oficial, la
policía de Tucson determinó que no hay evidencia de algo ilegal y están
tratando la muerte como un accidente. Pero aún quedan muchas preguntas.
La cámara pasó a Clara, una chica
que Emma ubicaba del equipo de tenis. Sus ojos estaban como plato y en shock,
su cara pálida. COMPAÑERA DE NISHA, decía en la parte de debajo de la pantalla
bajo ella. – Mucha gente dice que podría haber sido… que podría haber sido
intencional. Porque Nisha era muy determinada. ¿Sabes? ¿Cuánto puede hacer una
persona antes de… de desmoronarse? – Los ojos de Clara estaban llenos de lágrimas
La cámara volvió a cambiar de toma,
reemplazando a Clara con un chico adolescente. Emma tuvo que volver a mirar.
Era su novio, Ethan Landry. VECINO DE NISHA, decían las palabras bajo su cara.
Llevaba una camisa abotonada negra y una corbata negra, y obviamente estaba
dejando su casa para ir al funeral. Las rodillas de Emma se debilitaron al
verlo a él. – No la conocía mucho, - Ethan dijo. Sus ojos azul oscuro lucían
serios. – Siempre parecía bastante cuerda en mi opinión. Pero supongo que nunca
se sabe qué secretos ocultan las personas.
La cámara volvió a la reportera. –
Los servicios se harán esta tarde en el Parque Memorial de Todas las Fes. La
familia ha pedido que se hagan donaciones al hospital de la Universidad de
Arizona en lugar de flores. Soy Tricia Melendez, despidiéndome. – Emma cerró el
computador y volvió al closet. El silencio luego de la reportera hablando se
sintió profundo y sepulcral.
Nunca había ido antes a un funeral.
A diferencia de la mayoría de los chicos de su edad, quienes habían perdido
abuelos o amigos de la familia, Emma nunca había tenido nadie a quien perder.
Tomó aire y revisó los vestidos negros de Sutton, tratando decidir cuál sería
apropiado.
No podía recordar si alguna vez
había tenido motivo para usar negro de duelo. Mi memoria de chica muerta estaba
frustrantemente manchada. Podía recordar apego a cosas vagas y generales—a mi
casa, a mis padres—pero muy pocos momentos concretos. De vez en cuando volvía
un recuerdo en un flash de detalles repentinos, pero no había averiguado cómo
predecirlos, mucho menos provocarlos. Traté de recordar el funeral de mi
abuelo, cuando Laurel y yo teníamos seis o siete. ¿Nos habremos tomado de la
mano al acercarnos al ataúd?
Emma finalmente se decidió por un
chaleco-vestido de cachemira, tomándolo cuidadosamente de su colgador y
poniéndoselo. Era un poco apretado, pero el corte era simple. Al estirar el
tejido delicado más debajo de sus caderas, las palabras de Clara hicieron eco
en sus oídos. Podría haber sido…
intencional.
El jueves había sido día de acción
de gracias, y a pesar de que la festividad no había sido alegre, Emma estaba
por lo menos agradecida por unos días lejos de la escuela y de las locas
especulaciones sobre Nisha. Los chismes no le parecían a Emma. Había pasado el
fin de semana anterior con Nisha y no parecía para nada triste. Cualquiera que
haya sido las inseguridades que las mantuvieron a ella y a Sutton en mala,
parecían haberse evaporado finalmente, con un poco de ayuda de la gentileza de
Emma. Nisha incluso la había ayudado a colarse en el archivo de salud mental
del hospital. Por dos terribles semanas, Emma había creído que Becky era la
asesina de Sutton—había querido ver el archivo de su madre para averiguar si su
comportamiento alguna vez había sido violento.
Ahora Emma tomó el iPhone de Sutton,
bajando por los mensajes. El día en que Nisha murió, había llamado a Emma una
docena de veces a lo largo de la mañana, luego finalmente le envió un mensaje
de texto: LLAMAME LO ANTES POSIBLE, TENGO QUE DECIRTE ALGO. No le había dejado
un mensaje de voz, y no había más explicaciones. Horas más tarde, se ahogó.
Podría
ser una coincidencia, Emma pensó, metiendo el teléfono en una cartera
blanco y negro junto a su billetera. No
había pruebas de que alguien haya matado a Nisha, o de que su muerte haya
tenido algo que ver conmigo.
Pero incluso mientras pensaba esas
palabras, una triste convicción calmó las dudas y el duelo que ocupaban su
corazón. No podía permitirse seguir creyendo en coincidencias. Después de todo,
¿cuántas cosas poco probables la habían traído hasta acá? Travis, su hermano
drogadicto adoptivo, se había encontrado de
casualidad con un video falso de Sutton y pensó que era Emma. Ella llegó convenientemente a Tucson el día después
de la muerte de su hermana, después de pasar dieciocho años sin siquiera saber
que tenía una hermana. ¿Y ahora Nisha había muerto el mismo día en que necesitaba hablar urgentemente con Emma?
No, no podía ser todo eso una coincidencia. Se sentía como un peón bajo una
mano invisible, siendo movida sin voluntad en un tablero de ajedrez en un juego
que apenas entendía.
Y no podía dejar de sentir que Nisha
había sido sacrificada en ese mismo juego.
Observé como mi hermana luchaba con
un puñado de pasadores, intentando hacerse un peinado alto estilo francés. Emma
era inútil en peinados altos—en realidad en cualquier cosa que no fuera una
cola de caballo. Deseaba poder pararme tras ella y ayudarla. Deseaba poder
arreglarnos juntas y poder tomarle la mano durante el funeral. Deseaba poder
decirle que yo estaba allí mismo cuando Emma se sintiera muy sola.
Un suave golpe sonó en la puerta.
Emma escupió un pasador y levantó la mirada. – Adelante.
El Sr. Mercer abrió la puerta,
usando un traje negro y una corbata olor azul y vino. El gris de su cabello
lucía más pronunciado de lo normal; él había tenido que guardar muchos secretos
últimamente. Emma recientemente se había enterado por él que Becky era la hija
de los Mercer—convirtiendo a Emma en su nieta biológica. Ahora que lo sabía,
podía ver las similitudes. Ella tenía la nariz recta y los labios en forma de
lazo del Sr. Mercer. Pero el Sr. Mercer había ocultado la reaparición de Becky
a su esposa y a la hermana de Sutton, Laurel.
- Hola, niña, - dijo, sonriendo con
duda. - ¿Cómo te va aquí arriba?
Emma abrió la boca para decir bien, pero luego de un momento la cerró
y se encogió de hombros. No sabía cómo responder esa pregunta, pero ciertamente
no estaba bien.
El Sr. Mercer asintió, luego
suspiró. – Has pasado por tanto. – Estaba hablando de más cosas que de Nisha.
Como si la muerte de su amiga no fuera suficiente, Emma recientemente había
visto a Becky, su propia madre, por primera vez en trece años.
Emma se las arregló para comprobar
que Becky era inocente del asesinato de Sutton, pero la imagen de Becky
amarrada a la cama del hospital, babeando, aun la perseguía en los sueños. Había
pasado tantos años preguntándose qué le había pasado a su mamá, pero nunca notó
lo enferma que estaba Becky. Lo inestable.
Levantó la pequeña cartera blanco y
negra que había llenado de pañuelos. – Estoy lista para ir.
Su abuelo asintió. - ¿Por qué no
bajas al living primero, Sutton? Creo que es hora de tener una reunión
familiar.
- ¿Reunión familiar?
El Sr. Mercer asintió. – Laurel y
mamá ya están esperando.
Emma se mordió el labio. Nunca había
estado en nada como una reunión familiar antes, y no sabía qué esperar. Se paró
inestablemente sobre los tacones negros de Sutton y siguió al Sr. Mercer
escaleras abajo y a través del iluminado hall de entrada. Una nítida luz de la
tarde pasaba a través de la ventana alta.
El living de los Mercer estaba
decorado en colores del sudoeste—montones de colores rojo terroso y tonos
tostados emparejados con estampados de cheurones Navajo. Pinturas de flores del
desierto colgaban de las paredes, y un piano de cola mignon marca Steinway estaba bajo una ventana, brillando. La Sra.
Mercer y Laurel ya estaban allí, sentadas juntas en el amplio sillón de cuero.
Como con el Sr. Mercer, Emma podía
ver sus semejanzas con su abuela ahora que sabía que tenía que buscarlas. Tenían
los mismos ojos azul marino, la misma silueta delgada. La Sra. Mercer lucía
nerviosa, su lápiz labial estaba corrido en donde se había estado mordiendo el
labio. Junto a ella, Laurel estaba sentada con las piernas cruzadas, moviendo
un pie arriba abajo con ansiedad. Su cabello rubio-miel estaba arreglado en
exactamente el mismo peinado que Emma había intentado lograr. Ella había
escogido una falda negra y una blusa abotonada para la ocasión, y llevaba un
pequeño brazalete de oro con un adorno con forma de raqueta de tenis. Lucía
pálida bajo las suaves pecas en su nariz.
Emma se sentó cuidadosamente en un
sillón orejero de gamuza frente a Laurel y a su abuela. En la entrada, el reloj
hizo un único y resonante bong.
- El funeral comienza en una hora, -
dijo Laurel. - ¿No deberíamos irnos?
- Nos vamos en un minuto, - dijo el
Sr. Mercer. – Su madre y yo queríamos hablar con ustedes primero. – Aclaró su
garganta. – La muerte de Nisha es un recordatorio de qué es lo que realmente
importa en esta vida. Ustedes son más importantes para nosotros que nada. – Su
voz se quebró mientras hablaba, y se detuvo un momento para recuperar la
compostura.
Laurel miró al Sr. Mercer, su frente
estaba fruncida. – Papá, lo sabemos. No tienes que decirlo.
Él sacudió su cabeza. – Su madre y
yo no hemos sido completamente honestos con ustedes, Laurel, y ha herido
nuestra familia. Queremos decirte la verdad. Los secretos sólo nos separan.
Emma de repente supo de qué estaba hablando.
Ni la Sra. Mercer ni Laurel sabían que ella y el Sr. Mercer habían estado en
contacto con Becky. Laurel ni siquiera sabía que Becky existía. Hasta donde
sabia, Sutton había sido adoptada de una desconocida anónima. En cuanto a la
Sra. Mercer, ella había desterrado a la madre de Emma de esa casa años atrás.
Emma miró en pánico al Sr. Mercer. Él se apoyó en la parte de atrás de la
silla, como preparándose.
La Sra. Mercer pareció notar la
ansiedad de Emma y le dio una débil sonrisa. – Cariño, está bien. Tu padre y yo
hablamos al respecto. Lo sé todo. No estás en problemas.
Laurel miró atenta a su madre. - ¿De
qué están hablando? – Su mirada cambió hacia el Sr. Mercer. - ¿Soy la única
quien no sabe lo que ocurre?
Un silencio incómodo pasó por la habitación.
La Sra. Mercer se miró el regazo mientras el Sr. Mercer se ajustó la corbata
con incomodidad.
Emma finalmente tragó saliva,
encontrando la mirada de Laurel. – Finalmente conocí a mi madre biológica.
Laurel quedo boquiabierta, su cuello
se estiró adelante sorprendida. - ¿Qué? ¡Esas son grandes noticias!
- Pero eso no es todo, - el Sr.
Mercer interrumpió. Su boca se giró hacia abajo, con tristeza. – Laurel,
cariño, la verdad es, Sutton es nuestra nieta biológica.
Laurel se congeló por un momento. Luego
sacudió su cabeza lentamente, mirando a su padre. – No entiendo. Eso es
imposible. ¿Cómo podría ser su….?
- Su mamá—Becky—es nuestra hija, -
continuó el Sr. Mercer. – La tuvimos cuando éramos muy jóvenes. Becky se fue de
casa antes de que nacieras, Laurel.
- Pero… ¿Por qué no me dirían algo así?
– Aparecieron manchas rosadas de enojo en las mejillas de Laurel. – Esto es una
locura.
- Cariño, lamento mucho que nunca te
lo dijéramos antes. – La voz del Sr. Mercer sonaba suplicante. – Pensamos que
estábamos tomando la decisión correcta. Queríamos protegerlas de nuestros
propios errores.
- ¡Ella es mi hermana! – Laurel
dijo, con voz chillona. Por un momento, Emma pensó que estaba hablando sobre
Sutton—pero luego notó que Laurel se refería a Becky. - ¡Me ocultaron a mi
hermana!
Los dedos de Emma agarraron su
vestido, sus nudillos estaban pálidos por la fuerza que hacía. Después de todo
por lo que había pasado, estaba impresionada al darse cuenta de que aún le
tenía miedo a una Pataleta Clase Cinco de Laurel. Pero no podía culpar a Laurel
por su reacción. Emma había pasado tanto tiempo pensando en Becky como su madre
perdida que casi había olvidado que ella y Laurel eran hermanas. Laurel tenía
razón; no era justo que nunca le hubieran dado la oportunidad de conocerla.
- ¿Dónde está? ¿Cómo es? – Laurel
demandó. Emma abrió la boca para responder, pero antes de poder hacerlo, la
Sra. Mercer habló.
- Problemática.
Esa única y suave palabra pareció
llenar la habitación. Todos miraron hacia la Sra. Mercer, quien estaba llorando
silenciosamente, con la mano en sus labios. El ver a su madre afligida pareció
descarrilar el enojo de Laurel. Se mordió el labio y sus ojos se suavizaron.
La Sra. Mercer continuó, bajando su
mano hacia el corazón. Su voz era baja y temblorosa, poco más alta que un
susurro. – Becky nos hirió mucho a tu padre y a mí, Laurel. Ella es una persona
difícil de cuidar. Decidimos que sería mejor para todos si no tuviéramos
contacto con ella. Le ha hecho mucho daño a esta familia a lo largo de los
años.
- No es culpa de Becky, - dijo el
Sr. Mercer, inclinándose hacia adelante. – Está enferma de la cabeza, Laurel, y
tu madre y yo no supimos cómo manejarlo realmente cuando estaba creciendo.
Laurel volvió a mirar a Emma, con la
cara más herida que enojada. - ¿Por cuánto has sabido tú todo esto?
Emma tomó aire. Tomó un cojín con
borlas de la silla junto a ella y lo abrazó como a un animal de peluche,
pensando en cuál sería la respuesta de Sutton.
– La conocí esa noche en el Cañón Sabino. La noche de la pijamada de tenis de
Nisha.
Emma había hecho su mayor esfuerzo
por armar la noche en que Sutton murió, y también habían vuelto algunas partes
de mi memoria. Yo había visto a Laurel esa noche, cuando la llamé para que
recoja a Thayer Vega, mi novio secreto y el chico que le había gustado por mucho
tiempo a Laurel, y que lo lleve al hospital después de que alguien—probablemente
mi asesino—había intentado atropellarlo con mi auto. Pude ver como ese recuerdo
se registró también en la cara de Laurel, sus ojos se abrieron aún más cuando
hizo la conexión.
- Lamento habértelo ocultado, - Emma
dijo, sufriendo al pensar en todos los otros grandes secretos que le estaba
ocultando a los Mercer. – Fue realmente intenso, y simplemente no estaba lista
para hablar de eso todavía.
Laurel asintió lentamente. Jugaba
con el adorno de su brazalete, con distintas emociones apareciendo en su cara.
Emma sabía cómo se sentía—los descubrimientos que había hecho sobre Becky y los
Mercer también eran nuevos para ella.
La habitación estaba tan silenciosa
que podían escuchar la respiración del gran danés de la familia desde donde
Drake tomaba una siesta en la gigantesca cama para perro cerca de la chimenea.
El Sr. Mercer miró por la ventana, donde un par de chochines de cactus estaban
ocupados armando un nido en el sauce del desierto. Luego de un momento, Laurel
se rio con calma.
- ¿Qué? – Emma preguntó, ladeando la
cabeza.
- Acabo de darme cuenta, - Laurel
dijo, con una media sonrisa girando los bordes de sus labios, - Esto te convierte
en mi sobrina, ¿No?
Emma también se rio suavemente. –
Supongo.
- Técnicamente, sí, - El Sr. Mercer
añadió. Se desabotono y re-abotonó su blazer, visiblemente aliviado de oírlas reír.
– Pero ya que adoptamos formalmente a Sutton, también es tu hermana legalmente.
Laurel se volteó hacia Emma de
nuevo, y a pesar de que su sonrisa lucía un poco forzada, su mirada era cálida.
– Todo esto es muy loco… pero es como genial que estemos relacionadas.
Biológicamente. Sabes que siempre has sido mi hermana. Pero agradezco que
también estemos conectadas por sangre.
Pequeños flashes de recuerdos ocuparon
mi mente, con nosotras de niñas pequeñas. Laurel estaba en lo cierto. Habíamos sido hermanas. Peleábamos como
hermanas, pero también nos cuidábamos del modo en que se supone que las
hermanas lo hagan.
El Sr. Mercer aclaró su garganta,
pasando su mano por su mandíbula. – Hay algo más, - dijo. Los ojos de Emma
subieron de golpe. ¿Más? – Becky me dijo algunas cosas extrañas antes de irse.
Es difícil saber qué creer. Becky no siempre es… confiable. Pero por algún
motivo tengo la sensación de que está diciendo la verdad esta vez. Dice que
tuvo otra hija. Que Sutton tenía una gemela.
El corazón de Emma se torció en su
pecho. Por un momento su visión se puso borrosa, el living de los Mercer se
convirtió en un paisaje como de Dalí con la pintura corrida a su alrededor. Aun
no sabían toda la verdad. Cuando miró los archivos de Becky dos semanas atrás,
Emma descubrió que Becky tenía otra hija más, una chica de doce años quien
Becky dijo que vivía con su padre en California.
- ¿Una gemela? – Laurel chilló.
- No sé si es cierto. – El Sr.
Mercer miró a Emma, su cara era difícil de leer. – Becky no parecía saber dónde
tu hermana—tu gemela—está ahora, Sutton. Pero su nombre es Emma.
- ¿Emma? – Laurel miró incrédula a
Emma. - ¿No es así como dijiste que te llamabas durante el desayuno el primer
día de clases?
Emma tocó un enganchón en el vestido
de Sutton, ganando tiempo. No tuvo que responder cuando el Sr. Mercer volvió a
hablar.
- Becky te dijo sobre ella, ¿no? –
preguntó suavemente. - ¿Esa noche en Sabino?
Su mente estaba agitada, Emma se las
arregló para asentir, agradecida de que el Sr. Mercer haya dado una
explicación. Era probablemente cierto. Cuando Emma habló con Becky la semana
anterior, Becky le había hablado a Emma como si ya le hubiera contado de ella a
Sutton antes. De cualquier modo, Emma sabía que tenía que ser muy cuidadosa
aquí.
- Todo lo que me dijo fue su nombre,
- Emma dijo suavemente. – Debí haberte dicho. Pero estaba muy enojada. Estaba
intentando averiguar si sabían de ella, también, si reconocían su nombre. Pensé
que quizás podría provocar una pelea y me lo tendrían que decir.
Otro tenso silencio se abrió paso en
la habitación. Por el rabillo del ojo vio a Drake levantar la cabeza y mirar a
su alrededor desde su cama, sacudiendo dudosamente su cola. El segundero del
reloj Cartier del Sr. Mercer avanzaba audiblemente. Parecía pesadamente lento,
en comparación al corazón agitado de Emma.
La Sra. Mercer finalmente rompió el
silencio. – Lamento que te hayamos mentido, Sutton. A ambas. Las dos tienen
todo el derecho de estar enojadas. Espero que algún día puedan entender, y
quizás incluso perdonarnos.
Mi propio corazón sufrió al ver la
mirada de mi madre, llena de angustia. Por supuesto que la perdonaba, a pesar
de que nunca se lo podría decir. Sólo esperaba que se pueda perdonar a sí misma
cuando toda la verdad sea descubierta, cuando se dé cuenta de cuánto le habían
costado a nuestra familia todos esos secretos. Que alguien los haya usado en
nuestra contra—en mi contra—al forzar a Emma a tomar mi lugar luego de mi
muerte.
- ¿Y ahora qué? – Laurel preguntó,
con los ojos en Emma. Tenía la boca cerrada con determinación. – Tenemos que
encontrar a esta chica Emma, ¿cierto? Digo, es nuestra hermana. Nuestra
sobrina. Nuestra… eh, lo que sea.
La Sra. Mercer asintió firmemente. –
Vamos a intentar localizarla. Al menos nos gustaría conocerla, asegurarnos de
que esté a salvo y feliz donde está. Quizás hacerla parte de nuestra familia,
si ella quiere. – Ladeó su cabeza hacia Sutton. - ¿Te dijo algo más, Sutton?
¿Dónde podría estar Emma, o cuál era su apellido?
Emma se mordió el interior de la
mejilla para evitar que se le escapen las lágrimas. Era tan injusto—querían
buscarla, querían tenerla a salvo, y estaba justo frente a ellos, en tanto
peligro como nunca había estado. – No, - susurró. – Becky no me dijo nada más.
El Sr. Mercer suspiró, luego se
acercó para besarle la frente a Emma. – No te preocupes, - dijo. – De un modo u
otro, la vamos a encontrar. Y mientras tanto—prometo que seremos honestos de
ahora en adelante.
Por un breve y frenético momento,
Emma pensó en confesar. La idea la aterrorizaba—estarían devastados. Tendría
que decirles que la chica a quien criaron como su hija estaba muerta—que ella había
ayudado a cubrirlo. Pero sería un alivio también. Tendría ayuda en su
investigación, quizás incluso protección. Podría dejar ir el enorme peso que había
tenido sobre ella desde la primera mañana en que despertó en Tucson.
Pero luego pensó en el asesino,
siempre observándola—dejándole notas en su auto, estrangulándola en la casa de
Charlotte, botando luces desde arriba del escenario en el teatro de la escuela.
Pensó en Nisha, llamándola una y otra vez, y luego, así tal cual…. Muerta. No
podía exponer a su familia a esa clase de peligro. No podía arriesgarlo.
La Sra. Mercer aclaró su garganta. –
Sé que van a querer decirle a sus amigas, pero por ahora, apreciaría si podemos
mantener esta información en privado. Su padre y yo aún estamos debatiendo el
mejor modo de buscar a Emma, y… aún queda mucho por hablar.
La mandíbula de Laurel se tensó
agresivamente por un momento, y Emma estaba segura de que iba a discutir. Pero
luego tomó la mano de la Sra. Mercer y la apretó. – Claro, mamá, - dijo con voz
gentil. – Podemos guardar un secreto.
En el pasillo, el reloj dio el cuarto de hora.
- Tenemos que irnos, - dijo
suavemente el Sr. Mercer. – Vamos a llegar tarde.
- Tengo que correr al baño, - Emma
dijo, necesitaba un segundo para recomponerse. Tomó su cartera y corrió por el
pasillo. Tan pronto como estuvo sola, Emma se inclinó sobre el lavamanos. En el
espejo, su piel lucía blanca como la leche, sus ojos más brillantes que lo
usual. Estoy haciendo lo correcto, se
dijo a sí misma. Sin importar qué, necesitaba mantener a su familia a salvo.
Yo estaba feliz de que Emma
estuviera protegiendo a mi familia. Pero al mirar su cara, tan dolorosamente
parecida a la mía, no pude evitar preguntarme: ¿Quién mantendría a salvo a Emma?
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