miércoles, 6 de abril de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 1 - Qué red tan enredada tejemos

            - Fue hace casi dos semanas que esta chica de la localidad fue encontrada muerta en la piscina de su familia, - decía la voz de la reportera mientras una foto de Nisha llenaba la pantalla un día sábado de finales de noviembre. Emma estaba parada frente al escritorio de Sutton, viendo en vivo las noticias locales sobre Nisha mientras se vestía para su funeral. No estaba segura de por qué lo veía; ya sabía los detalles. Quizás oírlos repetirse suficientemente seguido la haría finalmente creer que era cierto: Nisha ya no estaba.
            La reportera, una flaca latina en un blazer color malva estaba parada frente a una casa tipo rancho contemporáneo que Emma conocía bien. La casa de Nisha fue el primer lugar al que fue haciendo de Sutton, la noche en que Madeline Vega y las Gemelas Twitter, Lilianna y Gabriella Fiorello, la “secuestraron” de una banca de parque donde había estado sentada esperando conocer a su gemela por primera vez. Emma recordó lo irritada que estaba Nisha cuando vio a Emma entrando a la fiesta—Nisha y Sutton habían sido rivales por años. Pero durante el último mes, Emma había comenzado a formar una cautelosa amistad con su co-capitana del equipo de tenis.
            - La chica fue encontrada por su padre justo después de las ocho P.M. el lunes pasado. En un anuncio oficial, la policía de Tucson determinó que no hay evidencia de algo ilegal y están tratando la muerte como un accidente. Pero aún quedan muchas preguntas.
            La cámara pasó a Clara, una chica que Emma ubicaba del equipo de tenis. Sus ojos estaban como plato y en shock, su cara pálida. COMPAÑERA DE NISHA, decía en la parte de debajo de la pantalla bajo ella. – Mucha gente dice que podría haber sido… que podría haber sido intencional. Porque Nisha era muy determinada. ¿Sabes? ¿Cuánto puede hacer una persona antes de… de desmoronarse? – Los ojos de Clara estaban llenos de lágrimas
            La cámara volvió a cambiar de toma, reemplazando a Clara con un chico adolescente. Emma tuvo que volver a mirar. Era su novio, Ethan Landry. VECINO DE NISHA, decían las palabras bajo su cara. Llevaba una camisa abotonada negra y una corbata negra, y obviamente estaba dejando su casa para ir al funeral. Las rodillas de Emma se debilitaron al verlo a él. – No la conocía mucho, - Ethan dijo. Sus ojos azul oscuro lucían serios. – Siempre parecía bastante cuerda en mi opinión. Pero supongo que nunca se sabe qué secretos ocultan las personas.
            La cámara volvió a la reportera. – Los servicios se harán esta tarde en el Parque Memorial de Todas las Fes. La familia ha pedido que se hagan donaciones al hospital de la Universidad de Arizona en lugar de flores. Soy Tricia Melendez, despidiéndome. – Emma cerró el computador y volvió al closet. El silencio luego de la reportera hablando se sintió profundo y sepulcral.
            Nunca había ido antes a un funeral. A diferencia de la mayoría de los chicos de su edad, quienes habían perdido abuelos o amigos de la familia, Emma nunca había tenido nadie a quien perder. Tomó aire y revisó los vestidos negros de Sutton, tratando decidir cuál sería apropiado.
            No podía recordar si alguna vez había tenido motivo para usar negro de duelo. Mi memoria de chica muerta estaba frustrantemente manchada. Podía recordar apego a cosas vagas y generales—a mi casa, a mis padres—pero muy pocos momentos concretos. De vez en cuando volvía un recuerdo en un flash de detalles repentinos, pero no había averiguado cómo predecirlos, mucho menos provocarlos. Traté de recordar el funeral de mi abuelo, cuando Laurel y yo teníamos seis o siete. ¿Nos habremos tomado de la mano al acercarnos al ataúd?
            Emma finalmente se decidió por un chaleco-vestido de cachemira, tomándolo cuidadosamente de su colgador y poniéndoselo. Era un poco apretado, pero el corte era simple. Al estirar el tejido delicado más debajo de sus caderas, las palabras de Clara hicieron eco en sus oídos. Podría haber sido… intencional.
            El jueves había sido día de acción de gracias, y a pesar de que la festividad no había sido alegre, Emma estaba por lo menos agradecida por unos días lejos de la escuela y de las locas especulaciones sobre Nisha. Los chismes no le parecían a Emma. Había pasado el fin de semana anterior con Nisha y no parecía para nada triste. Cualquiera que haya sido las inseguridades que las mantuvieron a ella y a Sutton en mala, parecían haberse evaporado finalmente, con un poco de ayuda de la gentileza de Emma. Nisha incluso la había ayudado a colarse en el archivo de salud mental del hospital. Por dos terribles semanas, Emma había creído que Becky era la asesina de Sutton—había querido ver el archivo de su madre para averiguar si su comportamiento alguna vez había sido violento.
            Ahora Emma tomó el iPhone de Sutton, bajando por los mensajes. El día en que Nisha murió, había llamado a Emma una docena de veces a lo largo de la mañana, luego finalmente le envió un mensaje de texto: LLAMAME LO ANTES POSIBLE, TENGO QUE DECIRTE ALGO. No le había dejado un mensaje de voz, y no había más explicaciones. Horas más tarde, se ahogó.
            Podría ser una coincidencia, Emma pensó, metiendo el teléfono en una cartera blanco y negro junto a su billetera. No había pruebas de que alguien haya matado a Nisha, o de que su muerte haya tenido algo que ver conmigo.
            Pero incluso mientras pensaba esas palabras, una triste convicción calmó las dudas y el duelo que ocupaban su corazón. No podía permitirse seguir creyendo en coincidencias. Después de todo, ¿cuántas cosas poco probables la habían traído hasta acá? Travis, su hermano drogadicto adoptivo, se había encontrado de casualidad con un video falso de Sutton y pensó que era Emma. Ella llegó convenientemente a Tucson el día después de la muerte de su hermana, después de pasar dieciocho años sin siquiera saber que tenía una hermana. ¿Y ahora Nisha había muerto el mismo día en que necesitaba hablar urgentemente con Emma? No, no podía ser todo eso una coincidencia. Se sentía como un peón bajo una mano invisible, siendo movida sin voluntad en un tablero de ajedrez en un juego que apenas entendía.
            Y no podía dejar de sentir que Nisha había sido sacrificada en ese mismo juego.
            Observé como mi hermana luchaba con un puñado de pasadores, intentando hacerse un peinado alto estilo francés. Emma era inútil en peinados altos—en realidad en cualquier cosa que no fuera una cola de caballo. Deseaba poder pararme tras ella y ayudarla. Deseaba poder arreglarnos juntas y poder tomarle la mano durante el funeral. Deseaba poder decirle que yo estaba allí mismo cuando Emma se sintiera muy sola.
            Un suave golpe sonó en la puerta. Emma escupió un pasador y levantó la mirada. – Adelante.
            El Sr. Mercer abrió la puerta, usando un traje negro y una corbata olor azul y vino. El gris de su cabello lucía más pronunciado de lo normal; él había tenido que guardar muchos secretos últimamente. Emma recientemente se había enterado por él que Becky era la hija de los Mercer—convirtiendo a Emma en su nieta biológica. Ahora que lo sabía, podía ver las similitudes. Ella tenía la nariz recta y los labios en forma de lazo del Sr. Mercer. Pero el Sr. Mercer había ocultado la reaparición de Becky a su esposa y a la hermana de Sutton, Laurel.
            - Hola, niña, - dijo, sonriendo con duda. - ¿Cómo te va aquí arriba?
            Emma abrió la boca para decir bien, pero luego de un momento la cerró y se encogió de hombros. No sabía cómo responder esa pregunta, pero ciertamente no estaba bien.
            El Sr. Mercer asintió, luego suspiró. – Has pasado por tanto. – Estaba hablando de más cosas que de Nisha. Como si la muerte de su amiga no fuera suficiente, Emma recientemente había visto a Becky, su propia madre, por primera vez en trece años.
            Emma se las arregló para comprobar que Becky era inocente del asesinato de Sutton, pero la imagen de Becky amarrada a la cama del hospital, babeando, aun la perseguía en los sueños. Había pasado tantos años preguntándose qué le había pasado a su mamá, pero nunca notó lo enferma que estaba Becky. Lo inestable.
            Levantó la pequeña cartera blanco y negra que había llenado de pañuelos. – Estoy lista para ir.
            Su abuelo asintió. - ¿Por qué no bajas al living primero, Sutton? Creo que es hora de tener una reunión familiar.
            - ¿Reunión familiar?
            El Sr. Mercer asintió. – Laurel y mamá ya están esperando.
            Emma se mordió el labio. Nunca había estado en nada como una reunión familiar antes, y no sabía qué esperar. Se paró inestablemente sobre los tacones negros de Sutton y siguió al Sr. Mercer escaleras abajo y a través del iluminado hall de entrada. Una nítida luz de la tarde pasaba a través de la ventana alta.
            El living de los Mercer estaba decorado en colores del sudoeste—montones de colores rojo terroso y tonos tostados emparejados con estampados de cheurones Navajo. Pinturas de flores del desierto colgaban de las paredes, y un piano de cola mignon marca Steinway  estaba bajo una ventana, brillando. La Sra. Mercer y Laurel ya estaban allí, sentadas juntas en el amplio sillón de cuero.
            Como con el Sr. Mercer, Emma podía ver sus semejanzas con su abuela ahora que sabía que tenía que buscarlas. Tenían los mismos ojos azul marino, la misma silueta delgada. La Sra. Mercer lucía nerviosa, su lápiz labial estaba corrido en donde se había estado mordiendo el labio. Junto a ella, Laurel estaba sentada con las piernas cruzadas, moviendo un pie arriba abajo con ansiedad. Su cabello rubio-miel estaba arreglado en exactamente el mismo peinado que Emma había intentado lograr. Ella había escogido una falda negra y una blusa abotonada para la ocasión, y llevaba un pequeño brazalete de oro con un adorno con forma de raqueta de tenis. Lucía pálida bajo las suaves pecas en su nariz.
            Emma se sentó cuidadosamente en un sillón orejero de gamuza frente a Laurel y a su abuela. En la entrada, el reloj hizo un único y resonante bong.
            - El funeral comienza en una hora, - dijo Laurel. - ¿No deberíamos irnos?
            - Nos vamos en un minuto, - dijo el Sr. Mercer. – Su madre y yo queríamos hablar con ustedes primero. – Aclaró su garganta. – La muerte de Nisha es un recordatorio de qué es lo que realmente importa en esta vida. Ustedes son más importantes para nosotros que nada. – Su voz se quebró mientras hablaba, y se detuvo un momento para recuperar la compostura.
            Laurel miró al Sr. Mercer, su frente estaba fruncida. – Papá, lo sabemos. No tienes que decirlo.
            Él sacudió su cabeza. – Su madre y yo no hemos sido completamente honestos con ustedes, Laurel, y ha herido nuestra familia. Queremos decirte la verdad. Los secretos sólo nos separan.
            Emma de repente supo de qué estaba hablando. Ni la Sra. Mercer ni Laurel sabían que ella y el Sr. Mercer habían estado en contacto con Becky. Laurel ni siquiera sabía que Becky existía. Hasta donde sabia, Sutton había sido adoptada de una desconocida anónima. En cuanto a la Sra. Mercer, ella había desterrado a la madre de Emma de esa casa años atrás. Emma miró en pánico al Sr. Mercer. Él se apoyó en la parte de atrás de la silla, como preparándose.
            La Sra. Mercer pareció notar la ansiedad de Emma y le dio una débil sonrisa. – Cariño, está bien. Tu padre y yo hablamos al respecto. Lo sé todo. No estás en problemas.
            Laurel miró atenta a su madre. - ¿De qué están hablando? – Su mirada cambió hacia el Sr. Mercer. - ¿Soy la única quien no sabe lo que ocurre?
            Un silencio incómodo pasó por la habitación. La Sra. Mercer se miró el regazo mientras el Sr. Mercer se ajustó la corbata con incomodidad.
            Emma finalmente tragó saliva, encontrando la mirada de Laurel. – Finalmente conocí a mi madre biológica.
            Laurel quedo boquiabierta, su cuello se estiró adelante sorprendida. - ¿Qué? ¡Esas son grandes noticias!
            - Pero eso no es todo, - el Sr. Mercer interrumpió. Su boca se giró hacia abajo, con tristeza. – Laurel, cariño, la verdad es, Sutton es nuestra nieta biológica.
            Laurel se congeló por un momento. Luego sacudió su cabeza lentamente, mirando a su padre. – No entiendo. Eso es imposible. ¿Cómo podría ser su….?
            - Su mamá—Becky—es nuestra hija, - continuó el Sr. Mercer. – La tuvimos cuando éramos muy jóvenes. Becky se fue de casa antes de que nacieras, Laurel.
            - Pero… ¿Por qué no me dirían algo así? – Aparecieron manchas rosadas de enojo en las mejillas de Laurel. – Esto es una locura.
            - Cariño, lamento mucho que nunca te lo dijéramos antes. – La voz del Sr. Mercer sonaba suplicante. – Pensamos que estábamos tomando la decisión correcta. Queríamos protegerlas de nuestros propios errores.
            - ¡Ella es mi hermana! – Laurel dijo, con voz chillona. Por un momento, Emma pensó que estaba hablando sobre Sutton—pero luego notó que Laurel se refería a Becky. - ¡Me ocultaron a mi hermana!
            Los dedos de Emma agarraron su vestido, sus nudillos estaban pálidos por la fuerza que hacía. Después de todo por lo que había pasado, estaba impresionada al darse cuenta de que aún le tenía miedo a una Pataleta Clase Cinco de Laurel. Pero no podía culpar a Laurel por su reacción. Emma había pasado tanto tiempo pensando en Becky como su madre perdida que casi había olvidado que ella y Laurel eran hermanas. Laurel tenía razón; no era justo que nunca le hubieran dado la oportunidad de conocerla.
            - ¿Dónde está? ¿Cómo es? – Laurel demandó. Emma abrió la boca para responder, pero antes de poder hacerlo, la Sra. Mercer habló.
            - Problemática.
            Esa única y suave palabra pareció llenar la habitación. Todos miraron hacia la Sra. Mercer, quien estaba llorando silenciosamente, con la mano en sus labios. El ver a su madre afligida pareció descarrilar el enojo de Laurel. Se mordió el labio y sus ojos se suavizaron.
            La Sra. Mercer continuó, bajando su mano hacia el corazón. Su voz era baja y temblorosa, poco más alta que un susurro. – Becky nos hirió mucho a tu padre y a mí, Laurel. Ella es una persona difícil de cuidar. Decidimos que sería mejor para todos si no tuviéramos contacto con ella. Le ha hecho mucho daño a esta familia a lo largo de los años.
            - No es culpa de Becky, - dijo el Sr. Mercer, inclinándose hacia adelante. – Está enferma de la cabeza, Laurel, y tu madre y yo no supimos cómo manejarlo realmente cuando estaba creciendo.
            Laurel volvió a mirar a Emma, con la cara más herida que enojada. - ¿Por cuánto has sabido todo esto?
            Emma tomó aire. Tomó un cojín con borlas de la silla junto a ella y lo abrazó como a un animal de peluche, pensando en cuál sería la respuesta de Sutton. – La conocí esa noche en el Cañón Sabino. La noche de la pijamada de tenis de Nisha.
            Emma había hecho su mayor esfuerzo por armar la noche en que Sutton murió, y también habían vuelto algunas partes de mi memoria. Yo había visto a Laurel esa noche, cuando la llamé para que recoja a Thayer Vega, mi novio secreto y el chico que le había gustado por mucho tiempo a Laurel, y que lo lleve al hospital después de que alguien—probablemente mi asesino—había intentado atropellarlo con mi auto. Pude ver como ese recuerdo se registró también en la cara de Laurel, sus ojos se abrieron aún más cuando hizo la conexión.
            - Lamento habértelo ocultado, - Emma dijo, sufriendo al pensar en todos los otros grandes secretos que le estaba ocultando a los Mercer. – Fue realmente intenso, y simplemente no estaba lista para hablar de eso todavía.
            Laurel asintió lentamente. Jugaba con el adorno de su brazalete, con distintas emociones apareciendo en su cara. Emma sabía cómo se sentía—los descubrimientos que había hecho sobre Becky y los Mercer también eran nuevos para ella.
            La habitación estaba tan silenciosa que podían escuchar la respiración del gran danés de la familia desde donde Drake tomaba una siesta en la gigantesca cama para perro cerca de la chimenea. El Sr. Mercer miró por la ventana, donde un par de chochines de cactus estaban ocupados armando un nido en el sauce del desierto. Luego de un momento, Laurel se rio con calma.
            - ¿Qué? – Emma preguntó, ladeando la cabeza.
            - Acabo de darme cuenta, - Laurel dijo, con una media sonrisa girando los bordes de sus labios, - Esto te convierte en mi sobrina, ¿No?
            Emma también se rio suavemente. – Supongo.
            - Técnicamente, sí, - El Sr. Mercer añadió. Se desabotono y re-abotonó su blazer, visiblemente aliviado de oírlas reír. – Pero ya que adoptamos formalmente a Sutton, también es tu hermana legalmente.
            Laurel se volteó hacia Emma de nuevo, y a pesar de que su sonrisa lucía un poco forzada, su mirada era cálida. – Todo esto es muy loco… pero es como genial que estemos relacionadas. Biológicamente. Sabes que siempre has sido mi hermana. Pero agradezco que también estemos conectadas por sangre.
            Pequeños flashes de recuerdos ocuparon mi mente, con nosotras de niñas pequeñas. Laurel estaba en lo cierto. Habíamos sido hermanas. Peleábamos como hermanas, pero también nos cuidábamos del modo en que se supone que las hermanas lo hagan.
            El Sr. Mercer aclaró su garganta, pasando su mano por su mandíbula. – Hay algo más, - dijo. Los ojos de Emma subieron de golpe. ¿Más? – Becky me dijo algunas cosas extrañas antes de irse. Es difícil saber qué creer. Becky no siempre es… confiable. Pero por algún motivo tengo la sensación de que está diciendo la verdad esta vez. Dice que tuvo otra hija. Que Sutton tenía una gemela.
            El corazón de Emma se torció en su pecho. Por un momento su visión se puso borrosa, el living de los Mercer se convirtió en un paisaje como de Dalí con la pintura corrida a su alrededor. Aun no sabían toda la verdad. Cuando miró los archivos de Becky dos semanas atrás, Emma descubrió que Becky tenía otra hija más, una chica de doce años quien Becky dijo que vivía con su padre en California.
            - ¿Una gemela? – Laurel chilló.
            - No sé si es cierto. – El Sr. Mercer miró a Emma, su cara era difícil de leer. – Becky no parecía saber dónde tu hermana—tu gemela—está ahora, Sutton. Pero su nombre es Emma.
            - ¿Emma? – Laurel miró incrédula a Emma. - ¿No es así como dijiste que te llamabas durante el desayuno el primer día de clases?
            Emma tocó un enganchón en el vestido de Sutton, ganando tiempo. No tuvo que responder cuando el Sr. Mercer volvió a hablar.
            - Becky te dijo sobre ella, ¿no? – preguntó suavemente. - ¿Esa noche en Sabino?
            Su mente estaba agitada, Emma se las arregló para asentir, agradecida de que el Sr. Mercer haya dado una explicación. Era probablemente cierto. Cuando Emma habló con Becky la semana anterior, Becky le había hablado a Emma como si ya le hubiera contado de ella a Sutton antes. De cualquier modo, Emma sabía que tenía que ser muy cuidadosa aquí.
            - Todo lo que me dijo fue su nombre, - Emma dijo suavemente. – Debí haberte dicho. Pero estaba muy enojada. Estaba intentando averiguar si sabían de ella, también, si reconocían su nombre. Pensé que quizás podría provocar una pelea y me lo tendrían que decir.
            Otro tenso silencio se abrió paso en la habitación. Por el rabillo del ojo vio a Drake levantar la cabeza y mirar a su alrededor desde su cama, sacudiendo dudosamente su cola. El segundero del reloj Cartier del Sr. Mercer avanzaba audiblemente. Parecía pesadamente lento, en comparación al corazón agitado de Emma.
            La Sra. Mercer finalmente rompió el silencio. – Lamento que te hayamos mentido, Sutton. A ambas. Las dos tienen todo el derecho de estar enojadas. Espero que algún día puedan entender, y quizás incluso perdonarnos.
            Mi propio corazón sufrió al ver la mirada de mi madre, llena de angustia. Por supuesto que la perdonaba, a pesar de que nunca se lo podría decir. Sólo esperaba que se pueda perdonar a sí misma cuando toda la verdad sea descubierta, cuando se dé cuenta de cuánto le habían costado a nuestra familia todos esos secretos. Que alguien los haya usado en nuestra contra—en mi contra—al forzar a Emma a tomar mi lugar luego de mi muerte.
            - ¿Y ahora qué? – Laurel preguntó, con los ojos en Emma. Tenía la boca cerrada con determinación. – Tenemos que encontrar a esta chica Emma, ¿cierto? Digo, es nuestra hermana. Nuestra sobrina. Nuestra… eh, lo que sea.
            La Sra. Mercer asintió firmemente. – Vamos a intentar localizarla. Al menos nos gustaría conocerla, asegurarnos de que esté a salvo y feliz donde está. Quizás hacerla parte de nuestra familia, si ella quiere. – Ladeó su cabeza hacia Sutton. - ¿Te dijo algo más, Sutton? ¿Dónde podría estar Emma, o cuál era su apellido?
            Emma se mordió el interior de la mejilla para evitar que se le escapen las lágrimas. Era tan injusto—querían buscarla, querían tenerla a salvo, y estaba justo frente a ellos, en tanto peligro como nunca había estado. – No, - susurró. – Becky no me dijo nada más.
            El Sr. Mercer suspiró, luego se acercó para besarle la frente a Emma. – No te preocupes, - dijo. – De un modo u otro, la vamos a encontrar. Y mientras tanto—prometo que seremos honestos de ahora en adelante.
            Por un breve y frenético momento, Emma pensó en confesar. La idea la aterrorizaba—estarían devastados. Tendría que decirles que la chica a quien criaron como su hija estaba muerta—que ella había ayudado a cubrirlo. Pero sería un alivio también. Tendría ayuda en su investigación, quizás incluso protección. Podría dejar ir el enorme peso que había tenido sobre ella desde la primera mañana en que despertó en Tucson.
            Pero luego pensó en el asesino, siempre observándola—dejándole notas en su auto, estrangulándola en la casa de Charlotte, botando luces desde arriba del escenario en el teatro de la escuela. Pensó en Nisha, llamándola una y otra vez, y luego, así tal cual…. Muerta. No podía exponer a su familia a esa clase de peligro. No podía arriesgarlo.
            La Sra. Mercer aclaró su garganta. – Sé que van a querer decirle a sus amigas, pero por ahora, apreciaría si podemos mantener esta información en privado. Su padre y yo aún estamos debatiendo el mejor modo de buscar a Emma, y… aún queda mucho por hablar.
            La mandíbula de Laurel se tensó agresivamente por un momento, y Emma estaba segura de que iba a discutir. Pero luego tomó la mano de la Sra. Mercer y la apretó. – Claro, mamá, - dijo con voz gentil. – Podemos guardar un secreto.
            En el pasillo, el reloj  dio el cuarto de hora.
            - Tenemos que irnos, - dijo suavemente el Sr. Mercer. – Vamos a llegar tarde.
            - Tengo que correr al baño, - Emma dijo, necesitaba un segundo para recomponerse. Tomó su cartera y corrió por el pasillo. Tan pronto como estuvo sola, Emma se inclinó sobre el lavamanos. En el espejo, su piel lucía blanca como la leche, sus ojos más brillantes que lo usual. Estoy haciendo lo correcto, se dijo a sí misma. Sin importar qué, necesitaba mantener a su familia a salvo.
            Yo estaba feliz de que Emma estuviera protegiendo a mi familia. Pero al mirar su cara, tan dolorosamente parecida a la mía, no pude evitar preguntarme: ¿Quién mantendría a salvo a Emma?





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