miércoles, 6 de abril de 2016

Seven Minutes in Heaven - Prólogo

            El walk-in  closet sería el sueño de cualquier chica. Una gruesa alfombra rosada yacía en el piso de madera, perfecta para los pies descalzos en la mañana. Repisas y cubículos rellenaban las paredes, llenos de carteras de diseñador, y joyas, y docenas de zapatos. Lujosa ropa de cada color del arcoíris colgaba en ordenadas hileras: Blusas y faldas de seda, cachemira, algodón.
            Para la mayoría de las chicas, este closet sería el cielo. Para mí, sólo era otro recuerdo de que el cielo no era donde yo estaba.

            Junto a mí en el angosto espacio, mi hermana gemela, Emma Paxton, pasaba sus dedos por las ricas telas de mi ropa, con el corazón apretado en un nudo de duelo. Ella tiene exactamente mi mismo cabello castaño y largas piernas, los mismos ojos color azul marino alineados con oscuras pestañas. Después de todo, es mi gemela idéntica. Pero a pesar de que yo estaba parada junto a ella, el suyo era el único reflejo en el espejo de tres cuerpos al final del closet.
            Desde que me morí, había sido invisible. Pero de algún modo yo permanecía entre los vivos, atada por fuerzas que yo no entendía a la hermana perdida que nunca pude conocer. La hermana que había sido forzada a apoderarse de mi vida por mi asesino. Desde mi muerte, Emma había engañado a todos mis amigos y familia para que piensen que ella era yo, Sutton Mercer. Había estado peleando con uñas y dientes para averiguar qué pasó la noche que morí, y se las había arreglado para descartar a mis mejores amigos y familia como sospechosos. Pero las pistas estaban decreciendo rápidamente, las ideas secándose. Y el asesino seguía observando, desde algún lugar en las sombras, asegurándose de que no se salga de lugar.
            Ahora Emma estaba parada en calcetines y ropa interior, con una expresión aturdida mientras miraba mi ropero. Parecía ridículo que después de todo lo que haya ocurrido—las pérdidas que había sufrido, el temor con el que vivía—el simple acto de vestirse pudiera ser tan abrumante. Pero quizás era por sus pérdidas, por su temor, que las decisiones más simples se habían vuelto complicadas en su agitada mente. Emma nunca había tenido esta clase de armarios en su vieja vida. Siendo puesta en el sistema de adopción temporal de Las Vegas después de que nuestra madre, Becky, la abandonara, Emma se fue de casa en casa con sus remeras de segunda mano empacadas en un bolso de viaje. Yo tenía tanta ropa, tantos vestidos: cotos y ajustados o largos y sueltos, en diseños brillantes y alocados, o colores sólidos, con lentejuelas o  fruncidos o con encaje. Había, por supuesto, más de media docena en negro de donde escoger.
            De repente, Emma comenzó a tiritar. Se puso sobre la alfombra felpuda, abrazando sus rodillas mientras lágrimas cabían por sus mejillas.
            - ¿Qué te ocurrió, Nisha? – susurró. - ¿Qué estabas tratando de decirme?
            Habían pasado casi dos semanas desde que Nisha Banerjee, mi antigua rival, fue descubierta flotando boca abajo en su piscina. El anuncio fue shockeante para toda la escuela. Nisha estaba inscrita en docenas de actividades, y aunque ella no estaba ni cerca de ser la abeja reina que yo fui, todos la conocían. El hervidero de rumores comenzó casi inmediatamente. Nisha era atlética y una fuerte nadadora—La mitad de la escuela había estado en alguna fiesta de piscina en su casa alguna u otra vez. ¿Cómo se podría haber ahogado? ¿Fue sólo un raro accidente? ¿O podría haber sido algo más oscuro—una sobredosis de droga? ¿Suicidio?
            Pero Emma y yo lo sabíamos. El día de su muerte, Nisha había estado tratando de comunicarse con Emma desesperadamente, llamándola una y otra vez. Emma no la llamó de vuelta de inmediato porque había estado muy distraída por mi novio secreto, Thayer Vega, insistiendo en que había algo distinto en ella y que iba a averiguar qué era. Para cuando Emma le devolvió el llamado, Nisha ya estaba muerta, y Emma tenía la sensación de que no era una coincidencia.
            Si Emma estaba en lo cierto, si Nisha encontró alguna clase de información sobre mi muerte, entonces ella había sido la última víctima del juego mortal de mi asesino. Quien sea que me haya matado seguía allí afuera—y estaba dispuesto a matar otra vez para mantener su secreto oculto.
            Emma finalmente ser levantó, secándose impacientemente las lágrimas. Sufrir el duelo por Nisha era un lujo que no se podía permitir. Necesitaba averiguar qué ocurrió la noche en que morí, antes de que alguien más que a ella le importara, pagara el precio—y antes de que el asesino la elimine a ella, también.


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