El walk-in closet sería el sueño de cualquier chica. Una
gruesa alfombra rosada yacía en el piso de madera, perfecta para los pies
descalzos en la mañana. Repisas y cubículos rellenaban las paredes, llenos de
carteras de diseñador, y joyas, y docenas de zapatos. Lujosa ropa de cada color
del arcoíris colgaba en ordenadas hileras: Blusas y faldas de seda, cachemira,
algodón.
Para la mayoría de las chicas, este
closet sería el cielo. Para mí, sólo era otro recuerdo de que el cielo no era
donde yo estaba.
Junto a mí en el angosto espacio, mi
hermana gemela, Emma Paxton, pasaba sus dedos por las ricas telas de mi ropa,
con el corazón apretado en un nudo de duelo. Ella tiene exactamente mi mismo
cabello castaño y largas piernas, los mismos ojos color azul marino alineados
con oscuras pestañas. Después de todo, es mi gemela idéntica. Pero a pesar de
que yo estaba parada junto a ella, el suyo era el único reflejo en el espejo de
tres cuerpos al final del closet.
Desde que me morí, había sido
invisible. Pero de algún modo yo permanecía entre los vivos, atada por fuerzas
que yo no entendía a la hermana perdida que nunca pude conocer. La hermana que
había sido forzada a apoderarse de mi vida por mi asesino. Desde mi muerte,
Emma había engañado a todos mis amigos y familia para que piensen que ella era
yo, Sutton Mercer. Había estado peleando con uñas y dientes para averiguar qué
pasó la noche que morí, y se las había arreglado para descartar a mis mejores
amigos y familia como sospechosos. Pero las pistas estaban decreciendo
rápidamente, las ideas secándose. Y el asesino seguía observando, desde algún
lugar en las sombras, asegurándose de que no se salga de lugar.
Ahora Emma estaba parada en
calcetines y ropa interior, con una expresión aturdida mientras miraba mi
ropero. Parecía ridículo que después de todo lo que haya ocurrido—las pérdidas
que había sufrido, el temor con el que vivía—el simple acto de vestirse pudiera
ser tan abrumante. Pero quizás era por
sus pérdidas, por su temor, que las decisiones más simples se habían vuelto
complicadas en su agitada mente. Emma nunca había tenido esta clase de armarios
en su vieja vida. Siendo puesta en el sistema de adopción temporal de Las Vegas
después de que nuestra madre, Becky, la abandonara, Emma se fue de casa en casa
con sus remeras de segunda mano empacadas en un bolso de viaje. Yo tenía tanta
ropa, tantos vestidos: cotos y ajustados o largos y sueltos, en diseños
brillantes y alocados, o colores sólidos, con lentejuelas o fruncidos o con encaje. Había, por supuesto,
más de media docena en negro de donde escoger.
De repente, Emma comenzó a tiritar.
Se puso sobre la alfombra felpuda, abrazando sus rodillas mientras lágrimas cabían
por sus mejillas.
- ¿Qué te ocurrió, Nisha? – susurró.
- ¿Qué estabas tratando de decirme?
Habían pasado casi dos semanas desde
que Nisha Banerjee, mi antigua rival, fue descubierta flotando boca abajo en su
piscina. El anuncio fue shockeante para toda la escuela. Nisha estaba inscrita
en docenas de actividades, y aunque ella no estaba ni cerca de ser la abeja
reina que yo fui, todos la conocían. El hervidero de rumores comenzó casi
inmediatamente. Nisha era atlética y una fuerte nadadora—La mitad de la escuela
había estado en alguna fiesta de piscina en su casa alguna u otra vez. ¿Cómo se
podría haber ahogado? ¿Fue sólo un raro accidente? ¿O podría haber sido algo
más oscuro—una sobredosis de droga? ¿Suicidio?
Pero Emma y yo lo sabíamos. El día
de su muerte, Nisha había estado tratando de comunicarse con Emma
desesperadamente, llamándola una y otra vez. Emma no la llamó de vuelta de
inmediato porque había estado muy distraída por mi novio secreto, Thayer Vega,
insistiendo en que había algo distinto en ella y que iba a averiguar qué era.
Para cuando Emma le devolvió el llamado, Nisha ya estaba muerta, y Emma tenía
la sensación de que no era una coincidencia.
Si Emma estaba en lo cierto, si
Nisha encontró alguna clase de información sobre mi muerte, entonces ella había
sido la última víctima del juego mortal de mi asesino. Quien sea que me haya
matado seguía allí afuera—y estaba dispuesto a matar otra vez para mantener su
secreto oculto.
Emma finalmente ser levantó,
secándose impacientemente las lágrimas. Sufrir el duelo por Nisha era un lujo
que no se podía permitir. Necesitaba averiguar qué ocurrió la noche en que
morí, antes de que alguien más que a ella le importara, pagara el precio—y
antes de que el asesino la elimine a ella, también.
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