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tarde esa noche, los Mercer estaban sentados en la mesa de la terraza en el
patio trasero, esperando que llegue Ethan. A pesar de la insistencia de Emma de
que no tenía venir necesariamente, Ethan estaba determinado a hacer el
esfuerzo, diciendo que se sentía mucho mejor. Velas de limón parpadeaban
alrededor de ellos para alejar a los insectos. El Sr. Mercer había puesto un
disco de jazz en el sistema de sonido exterior, y a pesar de que Emma murmuró que
era “muy patético”, en secreto le gustaba el esfuerzo que habían hecho por su
novio.
Ethan
le había enviado un mensaje para decirle que estaba atrasado: LO SIENTO, PROBLEMAS
CON MAMÁ, LLEGO PRONTO. Desde que Ethan le dijo que la Sra. Landry había defendido
a su marido abusivo y había acusado a la policía a s u propio hijo, a Emma se
le había difícil sentirse comprensiva hacia la madre de Ethan. Claro que era
terrible que esté enferma. Pero Ethan estaba intentando tanto cuidarla, y ella
lo trataba como mugre.
Emma
picoteaba los chips y salsa, jugueteando con su teléfono. Nisha no había estado
en tenis, y estaba un poco preocupada. Había llamado y enviado mensajes a su
amiga una docena de veces desde que salió de la escuela, pero no hubo
respuesta.
Laurel
la miró sobre la mesa mientras el Sr. Y la Sra. Mercer luchaban con el corcho
de una botella de vino que estaba muy apretado.
-
¿Todo bien? – preguntó suavemente.
-
Um, sí, - dijo Emma. No podía exactamente decirle a Laurel que se sentía al
borde de ser expuesta. Thayer sospechaba que ella no era quien decía ser.
Seguía pensando en la mirada en su cara cuando dijo que averiguaría qué era lo
que estaba ocultando. Lo decía en serio. La pregunta ahora era ¿Qué haría
después?
Sonó
el timbre, y Emma se levantó a abrir la puerta. Ethan estaba en el escalón,
sosteniendo un ramo de lirios y rosas. Llevaba un blazer que ella había
comprado con él en Nordstrom hace unas semanas, y su cabello que solía estar
desordenado, estaba arreglado. Se inclinó y lo besó suavemente en la mejilla.
-
Luces genial, - dijo. Él la miró de pies a cabeza.
-
Tú también, - dijo. Ella se había puesto un polera-vestido color coral,
suficientemente casual para una cena en la terraza pero aun llamativo para
captarle la atención. Él le tomó un mechón de cabello y lo acomodó más atrás.
-
¿Cómo te sientes? – preguntó.
-
Mucho mejor, ahora que te veo. – la besó suavemente en la mejilla. – Lamento mucho
estar atrasado para tus padres. Tuve que reponer una de las medicinas de mamá a
última hora. Ojalá me hubiera dicho más temprano.
Por
un momento pensó en decirle lo que Thayer le había dicho, preguntarle qué
pensaba que deberían hacer. Pero no creía que tocar el tema de Thayer ahora
fuera una buena idea. No quería una pelea justo antes de cenar con su familia.
Podrían discutirlo después, cuando estén solos.
-
Hola, Ethan, - la Sra. Mercer dijo alegremente cuando Emma lo guio hacia la
terraza. Ella llevaba un delantal amarillo limón sobre su blusa abotonada de
seda. Había estado en el salón justo esa tarde, y su cabello oscuro caía en
ondas perfectas sobre sus hombros. – Llegaste justo a tiempo. Las enchiladas están
listas.
-
Huelen genial, - dijo, pasándole el ramo a la abuela de Emma.
-
¡No debiste! – la Sra. Mercer exclamó, oliendo las flores. – Voy a ir rápido a
ponerlas en un florero.
-
Chupamedias, - le murmuró Emma a Ethan. Él sonrió.
El
Sr. Mercer tomó un trago de vino, mirando cautelosamente a Ethan por sobre la
copa. – Bueno, Ethan, - dijo, aclarando su garganta. - ¿Cómo va la escuela?
Emma
reprimió una risa—cada vez que el Sr. Mercer le hablaba a Ethan, adoptaba inconscientemente
un aire paternal y severo, un tono de voz de No te atrevas a herir a mi hija.
Ethan
se movía nerviosamente bajo su mirada. – Va genial. – Sonrió tímidamente a
Emma. – Iba a decirle a Emma en privado, pero ahora es tan buen momento como cualquier
otro. Recibí mi carta de admisión temprana de UC Davis hoy. Beca completa y
todo.
Emma
chilló fuertemente, sus manos volaron hacia sus labios. - ¡Ethan! ¡Eso es
genial!
-
Bueno, felicitaciones, hijo, - dijo el Sr. Mercer, bajando la copa. - ¿Te dijo
Sutton que esa es mi alma máter?
Emma
miró a su abuelo, sorprendida. Ella no sabía eso. Él sonreía cálidamente a
Ethan ahora, su tono severo se desvaneció.
-
No, no lo dijo, - Ethan dijo, mirando a Emma.
-
Es una buena universidad, - continuó. – Encajarás allí, Ethan. Y no encontrarás
una mejor educación en ningún lado. – Levantó su copa de nuevo. – Esto requiere
un brindis, yo creo. – Emma levantó su té helado muy alto. Estaba muy orgullosa
de Ethan.
-
Por el futuro, - dijo el Sr. Mercer. – Por los pasados y futuros Aggies.[1]
-
¡Así se habla! – gritó Emma, riendo. Todos chocaron sus vasos sobre la mesa.
Emma descansó su pie contra el de Ethan bajo la mesa.
-
Así que supongo que la treta de la feria de ciencias no te hirió mucho, después
de todo, - dijo Laurel, guiñándole el ojo a Ethan. Emma se estremeció. Ella no
sabía toda la historia, pero sabía que Sutton y las chicas del Juego de las
Mentiras habían arruinado la oportunidad de Ethan de una beca hace algunos años
a través de alguna clase de broma.
Ethan
sólo se rio. – No, pero no lo voy a olvidar aun. Necesito algo con qué causarle
cargo de consciencia. – Apretó la mano de Emma, y compartieron una sonrisa
privada.
Pronto
sus platos estaban llenos de enchiladas de maíz azul, arroz español, y ensalada
de palta. Emma bebió de su té, escuchando al Sr. Mercer recordar sus años en la
universidad. Ethan escuchaba interesado, haciendo preguntas sobre la ciudad y
la universidad. Sus risas se escuchaban en la fría tarde de otoño, las
estrellas brillaban sobre sus cabezas. Ahora, en este instante, todo era
perfecto.
Luego
el ringtone del Sr. Mercer, el estridente tintineo anticuado de un teléfono antiguo,
interrumpió su conversación. Lo sacó y miró la pantalla. La Sra. Mercer aclaró
su garganta. – Estamos comiendo, querido.
-
Lo sé, lo siento. Tengo que atender esto—ya vuelvo. – se levantó y entró a la
casa. – Sanjay, cálmate, - Emma lo escuchó decir antes de cerrar la puerta tras
él. Ella dejó de comer y miró hacia su padre, observándolo a través de la
puerta deslizante de vidrio. ¿Sanjay? Ese era el nombre del Dr. Banerjee. ¿Le había
pasado algo a Becky?
Emma
concentró sus oídos en tratar de entender lo que el Sr. Mercer decía al teléfono,
pero no pudo oír nada. Su cara se había puesto muy blanca. Distinguió las
palabras “¿La encontraste dónde? ¿Estás seguro?” El estómago de Emma se
retorcía y ella alejó el resto de sus enchiladas. Tenía que ser Becky. Después
de todo, Becky ni siquiera había alcanzado a salir de la ciudad. Los ojos de
Ethan la miraban con curiosidad.
La
puerta se abrió. El Sr. Mercer estaba indefenso parado en la puerta. Su cara
estaba retorcida de pena. Cuando la Sra. Mercer levantó la vista y lo vio allí,
se levantó automáticamente. – Ted… ¿Qué ocurre?
El
Sr. Mercer se lamió los labios. La luz de la terraza proyectaba muchas sombras
en su cara.
-
Era Sanjay Banerjee, - dijo en una voz baja y temblorosa. – Acaba de encontrar
a Nisha boca abajo en su piscina. Está muerta.
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