<<<Capítulo Anterior
Mis pulmones arden en mi pecho con los
brazos de mi madre firmes alrededor mío. Veo brillantes colores de
caleidoscopio tras mis ojos cerrados; rojos y verdes explotando ante mi visión.
Alguna parte ancestral de mi cerebro se activa, un instinto primitivo de
supervivencia. Mi cuerpo se gira dentro de su agarre. Ella es más fuerte de lo
que parece—pero yo también. Me sacudo de allá para acá, luchando por respirar,
mis brazos y piernas se retuercen en todas direcciones. Y de repente me libero
y me tambaleo alejándome de ella.
Caigo al suelo, demasiado mareada y
sin oxígeno como para moverme.
Ella camina hacia mí. Abro la boca
para gritar por ayuda, gritarle que se quede lejos de mí, pero mis pulmones
están vacíos en mi interior. Su cara está oculta a las sombras de su pelo.
Camina como alguna clase de monstruo, con movimientos titubeantes, y se
arrodilla a mi lado.
La luna brilla desde detrás de una
nube, y de repente puedo ver su cara tan claramente como si fuera de día. Está
llorando.
- Sutton, sé que estás molesta, pero
tienes que respirar, cariño. Respira profundo. Estás hiperventilándote. – Me
alcanza la mano. Busco en su cara esa grotesca sonrisa maliciosa, la ira que creí
haber visto solo segundos atrás, pero no puedo encontrarla. Impresionada, me
pregunto: ¿Acaso solo era la cara de una mujer intentando no llorar?
Tomo aire profunda y
temblorosamente, y cuando exhalo, el mundo parece más claro.
- ¿Qué… quieres de mí? – pregunto
jadeando.
Becky mueve la cabeza de un lado al
otro, con sus labios temblando. – Sólo quería conocerte, Sutton. Es todo. Lo
siento. No debí haberte tomado de esa forma. Pero… he querido sostenerte por
casi dieciocho años ya.
¿Quería… sostenerme? ¿Eso era un
abrazo? Mi mente da vueltas. Avergonzada, comprendo—no me aplastó en lo
absoluto. Simplemente entré en pánico cuando puso sus brazos alrededor mío.
Vaya reina de las bromas que soy.
Casi me asfixié de miedo.
Tomo mucho aire tres o cuatro veces más.
No me vuelve a tocar, pero se sienta a mi lado, observándome con preocupación.
Sus ojos siguen húmedos, peros sus lágrimas dejaron de correr.
- Aquí estamos, sentadas en la mugre
otra vez, - dice. Yo no digo nada. Se muerde el labio. – Lo siento, Sutton.
Siempre hago esto. Siempre encuentro un modo de arruinar las cosas.
Luce tan desolada sentada allí que
casi siento lastima por ella. Pero aún no estoy lista para sentir lastima por
ella, para perdonarla. Ella sí que arruinó las cosas,
comenzando cuando me dejó con mis abuelos y terminando con nosotras gritándonos
en las montañas.
Los ojos de Becky caen al relicario
que siempre uso. Lo tomo con la mano, cohibida, medio para ocultárselo, medio
para asegurarme de que sigue allí.
- Sigues usando mi relicario, - dice
suavemente.
Mis pelos se vuelen a erizar. ¿Su relicario? Este es mi distintivo, la pieza principal de mi estilo. Mis
padres me lo dieron cuando yo era pequeña, y ahora todos saben que nunca he
sido vista sin él. La pequeña esfera plateada se siente fría en mis dedos. No
quiero creer que algo que es de ella ha estado colgando de mi cuello todo este
tiempo.
- Mi mamá y papá me lo dieron, -
digo, tan malvada como puedo. – Si es que fue tuyo, ya no lo es.
- No, claro que no. No quise decir—Digo,
yo lo dejé para ti, Sutton. Lo dejé para que tuvieras algo de mí. Algo para que
me recuerdes.
Nos quedamos en silencio un momento.
Una lechuza grita por sobre nosotras, cazando. Toco un sticker que está en mis
shorts de mezclilla desde mi larga caída por el bosque. Finalmente, hablo.
- Lo uso cada día, - suspiro. La
plata comienza a entibiarse en mi mano.
Becky se saca un elástico de su
muñeca y se hace un moño. Con su cabello ordenado luce más calmada. Toma aire.
- Quizás ahora puedes ver, un poco,
por qué tuve que dejarte. No soy buena con la gente, Sutton. Me pongo… agitada.
Me confundo fácilmente. Soy irritable.
- ¿Qué te hizo ser así? – Digo. Su
frente se arruga con tristeza. Se encoge de hombros.
- Es como soy. Mamá y papá…digo, tus
abuelos… ellos hicieron lo mejor por mí. Pero algunas personas simplemente
están dañadas por dentro, no importa cómo luzcan sus vidas. A veces me mejoro
por un tiempo. Creo que puedo cuidarme a mí misma, quizás incluso a ti… pero
nunca dura. – Exhala audiblemente. – Dejarte con mis padres fue una de las
cosas más difíciles que he hecho. Tienes que entenderlo. No quería hacerlo—seguía
intentando convencerme de que podría cuidarte. A ti y a tu hermana.
Frunzo el ceño. - ¿Laurel también es
tuya? – Eso no tiene sentido. Laurel es sólo seis meses más joven que yo. Sería
imposible.
- No, no. Se para y se sacude las
hojas secas y ramas de su pantalón. Se estira, luego mira a las luces de la
ciudad, dándome la espalda. - ¿Te has preguntado qué significa la ‘E’ en tu
relicario?
Me encojo de hombros, a pesar de que
no me está mirando. Me levanto con mis frágiles palmas. Mis piernas son un
único arañazo, y tengo un dolor en la parte de debajo de mis costillas que sé
que va a ser un serio moretón. MI remera está prácticamente arruinada, rota y
cubierta de tierra. Suspiro, moviéndome hacia su lado a la plataforma para
mirar al vecindario.
Cuando yo era menor, solía tener un
sueño recurrente de que mi reflejo se salía del espejo y jugábamos juntas.
Cuando le contaba mis sueños a Laurel, decía que sonaban tenebrosos, pero en
realidad no lo eran. Mi reflejo y yo corríamos en un parque tomadas de la mano
mientras el sol subía al cielo. Yo sabía, de esa forma en la que sabes cosas en
los sueños, que éramos dos partes de un entero, que las dos estábamos
incompletas sin la otra. Me despertaba de esos sueños sintiéndome completa de
una forma en la que nunca me sentía durante mi vida estando despierta. Nunca le
dije a nadie, pero solía pretender que la E en mi relicario era por mi reflejo.
- Mamá siempre dijo que el relicario
era vintage y que era por quien sea que fue su dueño antes de mí, - tomé aire.
– Pero cuando yo era pequeña, pretendía que era por una amiga mía.
Becky asiente lentamente. Busca algo
en su bolsillo trasero y saca un paquete de cigarrillos. Se pone uno en los
labios, y luego juega con un fósforo. Sus manos están temblando, y la llama
parpadea un momento antes de encender el cigarrillo. Toma una larga pitada y
exhala.
- Cuando quedé embarazada, - dice
muy bajo, - Estaba muy emocionada. Digo, no fue un embarazo planeado,
obviamente. Yo era joven, siempre estaba en problemas. No sabía cómo iba a
cuidarte. Pero cuando sentí las patadas por primera vez, supe que no podía
abandonarte.
Abrí mi boca para interrumpirla,
pero levanta un dedo. – Por favor, Sutton, es difícil para mí hablar de esto.
Sólo espera y déjame contarte toda la historia. Entonces podrás gritarme más.
Me muerdo el labio, pero asiento.
Toma otra pitada, el humo envuelve su cara. – Empecé a prepararme. Junté
suficiente dinero para un carrito y una cuna. Leí un montón de libros de la
biblioteca sobre bebés. No tenía suficiente dinero para un ultrasonido ni nada
de eso, pero tomaba vitaminas y comía vegetales verdes todos los días y te
ponía música. Te encantaba la salsa. Te volvías loca allí. – Se ríe, y por un
momento casi suena como una mamá normal.
- Luego entré en trabajo de parto.
Te ahorraré los detalles—demonios, no recuerdo la mayoría de los detalles. No
estabas en la posición correcta, y tuvieron que operar. Me dieron tantos
medicamentos para el dolor que no sabía realmente qué estaba ocurriendo hasta
que acabó. Luego te trajeron. A ti—y a tu hermana. Tu gemela. Emma.
Por un momento, no me puedo mover.
No puedo hablar. La miro y me está observando, con una expresión incierta y con
esperanza. Muevo mi cabeza lentamente.
- Estás imaginando cosas, - digo. –
Debes haber estado muy drogada. No tengo una gemela. Eso es imposible.
- Sí que tienes una gemela, - dice.
– Nunca le dije a mi padre. Nunca le dije a nadie. Pero quiero que la
encuentres; Sutton. – Una solitaria lágrima lucha por liberarse y cae por su
huesuda mejilla.
Pienso en mi sueño recurrente, yo y
mi reflejo gobernando el patio de juegos. Pienso en la sensación que siempre he
tenido de extrañar a alguien, de extrañar a alguien que debería estar junto a mí
y no está. Siempre había asumido que esa sensación era por mi madre biológica,
pero ahora me pregunto— ¿Acaso siempre he sabido que ella estaba por ahí, bien
en el fondo? ¿Mi gemela?
Y repentinamente, supe que Becky
estaba diciendo la verdad.
Mi mente da vueltas, pero un
bombardeo de preguntas sale de mí. - ¿Dónde está? - pregunto. - ¿Sabe de mí?
¿Sabe de nuestros—nuestros abuelos?
- No. No sabe nada de eso. – Becky
aplasta su cigarrillo en la tierra, guardando el filtro. – Ya no sé dónde está.
Perdí el rastro de ella. La última vez que supe donde estaba, era un hogar
adoptivo temporal en Las Vegas, pero los Servicios Familiares la mueven
seguido, así que no sé dónde está ahora. Su apellido es Paxton, a menos que lo
haya cambiado.
- Bueno, ¿Cómo se supone que la
encuentre entonces? – pregunto. Becky solo sacude su cabeza.
- Lo averiguaras. Ustedes dos están
destinadas a encontrarse, Sutton. Se necesitan la una a la otra. Nunca debí
haberlas separado en primer lugar. – Se cruza de brazos y suspira. – Tengo que
irme ahora, o todo se pondrá muy complicado.
- ¿Qué quieres decir, irte? Acabas
de llegar. Acabo de conocerte. Y tienes que ayudarme a encontrar a mi hermana, - protesto. Una
pesada sensación comienza a formarse en mi estómago. No estoy exactamente
triste de que se vaya. Pero tampoco lo quiero.
Becky repentinamente luce extraña.
Minutos atrás me habría parecido
siniestro, pero ahora que estoy mirándola de verdad puedo ver que mi madre
simplemente luce destrozada. Con el corazón roto. Es la mirada de alguien que
lo ha perdido todo.
- Estoy enferma, - dice lentamente.
– Estoy bien ahora mismo, pero puedo sentirlo acercarse. Otro episodio. – Su
cuerpo tiembla otra vez, y como si el
sólo pensarlo fuera repugnante. – No puedo estar ahí para ti. Lo siento mucho.
Nunca sabrás cuanto lo siento. Pero por eso es que tuve que entregarte. Pensé
que estarías a salvo con tus abuelos, tener una oportunidad de una vida normal.
– Pone sus delgados brazos alrededor de su propio cuerpo. – Sabes, intenté
volver por ti una vez, cuando tenías pocos años de edad, pero papá no te quiso
entregar. Tú eras su hija para entonces. Finalmente pudo tener una hija de
quien estaba orgulloso. Yo nunca le di eso. ¿Pero tú? Sutton, tú eres mi
segunda oportunidad.
Sonríe, y por un momento luce casi
bella de nuevo, casi joven. Las líneas en su cara se relajan y a la luz de la
luna parece suave e inocente. Pura.
Luego se da vuelta, y sin otra
palabra, desaparece en la noche.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Los comentarios pasan por moderación así que no aparecen de inmediato :) (Para evitar spam y/o spoilers)
Recuerda suscribirte a tu comentario para recibir una notificación cuando alguien responde :)