martes, 19 de enero de 2016

Cross My Heart, Hope to Die - Capítulo 17 - Investigar y rememorar

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     Durante el período libre el miércoles, Emma entró a la biblioteca de la escuela. La biblioteca era una simple habitación beige bordeada con repisas de metal y con posters de celebridades sosteniendo libros. El nombre de la bibliotecaria era Srta. Rigby, una mujer más o menos joven quien llevaba lentes de gato y cárdigans antiguos. Tenía un aire irritado permanentemente, como si simplemente no pudiera creer que los adolescentes rechazaran la oportunidad de utilizar materiales de investigación diariamente, pero si llegaba a ver a un estudiante revisando las pilas de libros voluntariamente, inmediatamente se suavizaba. Emma había estado en la biblioteca unas cuantas veces desde que llegó a Tucson, primero para buscar material para un paper de inglés y después para sacar unos libros para leer por placer. La bibliotecaria la trataba con escepticismo al comienzo—parecía conocer a Sutton por su reputación de chica mala más que por su asistencia a la biblioteca. Pero las últimas semanas parecía haber aceptado que Sutton Mercer había dado un giro a los libros.
           Emma había decidido seguir la sugerencia de Ethan e iba a investigar algo la enfermedad de su madre. Puede que no la ayude a resolver el asesinato de Sutton, pero al menos le daría algo de entendimiento en lo que Becky estaba viviendo.
           - Hola, Sutton, - dijo la Srta. Rigby, sonriendo desde su mesón de ayuda.
           - Hola, Srta. Rigby. – Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie la pudiera oír, aunque la biblioteca estaba casi vacía. – Estoy haciendo una investigación para una presentación.
           - ¿Cuál es el tema?
           - Uh, enfermedad mental.
           La Srta. Rigby se echó para atrás en su silla pensativamente. – Ese tema es muy grande para tomarlo de una sola vez. ¿Algo específico en lo que estés interesada?
           - Bueno, estoy interesada en… casos violentos. – Su pulso se aceleró un poco con sólo decir esas palabras en voz alta.
           La bibliotecaria asintió. – Los casos violentos siempre son los más interesados, ¿cierto? – dijo. – Tengo que admitirlo, psicopatología fue una de mis materias favoritas en la universidad. Sígueme.
           La bibliotecaria la llevó a un pasillo en medio de donde estaban los de no-ficción. Había cuatro repisas y media llena de títulos como La Guía de Un Idiota Hacia los Trastornos de la Personalidad y Casos de Estudio en Enfermedad Mental. Muchos de los libros se veían viejos y mohosos.
           La Sra. Rigby escaneó las repisas por un momento, luego encontró lo que estaba buscando. – El Patio de Recreo del Diablo, - dijo animadamente. – Es sobre locura criminal. Es una buena lectura, y te debería entregar un buen lugar para comenzar tu investigación si es que te interesa ese tipo de cosas.
           A Emma le caía bien la Srta. Rigby, pero era un poco escalofriante oírla hablar sobre locura violenta como si fuera una fuente de entretenimiento. – Um, genial.
           - El consejo de la escuela obviamente no nos permite tener nada demasiado perturbante en la biblioteca, así que querrás visitar la universidad. Allí habrá toneladas de información.
           La bibliotecaria volvió a su mesón y Emma volvió a mirar las repisas. Tomó algunos libros más y se fue a una mesa escondida tras la sección de ciencia ficción, un poco fuera de la vista del mesón de ayuda.
           Comenzó a hojear el primer libro. Contenía montones de fotos, desde grabados de madera de los juicios de brujería de Salem hasta lobotomías de los 1960s. Se dirigió al índice y pasó su dedo por la lista de títulos, sin saber qué estaba buscando realmente. Luego recordó algo que la enfermera había dicho en el hospital: Pareciera ser una crisis psicótica.
           Encontró la el índice de crisis psicótica y se fue a la página indicada. La psicosis está marcada por un aislamiento total de la realidad por parte del paciente, decía. Delirios, alucinaciones, pensamientos o comportamiento desordenados, y poco control de los impulsos, son todos indicadores de una crisis psicótica. Luego el libro continuaba describiendo un montón de asesinos seriales con nombres como El Acuchillador Nocturno y el Asesino del Hacha de Dallas, quienes recibían instrucciones de unas voces en sus cabezas para matar y matar otra vez. Asesinaron personas que amaban. Padres. Hermanas. Hijos. Todo porque una voz se los dijo.
           El estómago de Emma se retorció. Becky había sido llevada al hospital porque había amenazado con un cuchillo a alguien. ¿Acaso una voz le había dicho que lo haga? ¿Qué podría haber hecho si los guardias de seguridad no hubieran intervenido?
           - ¿Buen libro?
           Thayer estaba parado frente a ella, su oscuro cabello caía desarreglado sobre sus ojos avellana. Emma cerró el libro azotándolo y lo puso a su lado, con la tapa hacia abajo. Un libro sobre psicosis criminal no parecía material de lectura muy típico de Sutton Mercer.
           Thayer se sentó frente a ella, y de repente un paquete de Twizzlers se manifestó frente a su nariz. El dulce aroma a frutillas le hizo agua la boca. - ¡Para ti!
           - ¡Estas son mis favoritas! – Emma exclamó, tomando un gran bocado de pegajoso y azucarado dulce. Emma siempre guardaba un paquete de esos dulces en su cartera allá en Nevada, ocultándolo de sus hermanos adoptivos con problemas de propiedad y espacio personal. - ¿Cómo supiste?
           Su ceja se arrugó. - ¿Porque solía traértelos todos los días?
           Emma sonrió al saber que ella y Sutton tenían el mismo dulce favorito. Había tanto de sus estilos de vida que parecía tan diferente, pero quizás habían algunos gustos que compartían después de todo.
           - A todo esto, ¿Qué estás leyendo? – Thayer preguntó. Tomó el libro y silbó suavemente con sorpresa. – Wow. Tienes un lado oscuro del que no sabía.
           - ¿Es por eso que estás aquí? ¿Para averiguar sobre mi lado oscuro? – Emma preguntó.
           Thayer asintió. – Obviamente. Estoy acechándote.
           Emma sintió sus mejillas calentarse bajo la mirada de taller. Él piensa que está mirando a Sutton, no a mí, se recordó. Una picada de curiosidad ardía en su cabeza. Thayer parecía tan infeliz e irritable cuando lo conoció por primera vez, y aun le sorprendía ver a este amigable y dulce lado de él. Luego recordó algo y aclaró su garganta.
           - ¿Recuerdas ese día en la feria cuando me ganaste el Scooby-Doo gigante? – Preguntó.
           Sus cejas se levantaron con sorpresa. - ¿Cómo podría olvidarlo? Sólo arrojé aros a los pinos de boliche por tres horas para ganar esa cosa estúpida.
           - Laurel me lo recordó el otro día, - Dijo Emma suavemente. – Fue realmente….dulce.
           Thayer frunció el ceño. – Dijiste que era estúpido. Dijiste que los peluches del carnaval estaban llenos de piojos.
           - Oh por favor, me encantó. – Emma murmuró. Por un momento se imaginó a sí misma como Sutton, recibiendo el animal de peluche, rodando sus ojos para mantener su reputación de diva intacta, pero después, se acostaría con su mejilla contra el juguete barato y sonreiría al pensar en Thayer. Estaba segura de que su hermana se había derretido en secreto ante el gesto.
           Una imagen se me vino a la cabeza, del Scooby-Doo sentado en mi cama. Thayer y yo nos amábamos tan intensamente, pero habíamos estado juntos por poco tiempo. Simplemente no era justo.
           Thayer se estiró a través de la mesa para alcanzar la mano de Emma. Por medio segundo ella le permitió poner sus dedos alrededor de los de ella—pero luego se alejó rápidamente.
           Él se sonrojó. – Lo siento, - dijo. – Los viejos hábitos nunca mueren.
           No tuvo que decir nada más cuando Celeste, barajando perezosamente un mazo de cartas, apareció tras una estantería. Estaba usando una chaqueta de encaje color verde sobre un vestido gris corto y sin forma, y una gran piedra morada en una cadena colgaba alrededor de su cuello. Los anillos de sus dedos brillaban cuando movía las cartas. Se detuvo cuando vio a Sutton y a Thayer. – Holaaaa, - dijo, extendiendo la palabra.
           - ¿Qué quieres? – Emma preguntó, frunciendo el ceño. No estaba de humor para oír más sobre su aura dañada por hoy.
           Celeste le sonrió a Thayer, su expresión lucía como si de alguna manera estuviera filtrada tras un lente de cámara de poco enfoque. – No sé si nos conocemos. ¿Eres el novio de Sutton?
           Thayer tosió y miró a Emma incómodo. – Soy Thayer, - dijo, estirando su mano.
           Celeste no la recibió. Se sentó junto a Thayer y miró a Emma sin parpadear. – Sutton, - dijo finalmente, - Creo que fui enviada aquí para traerte un mensaje.
           Thayer amplió sus ojos, claramente disfrutando esto. Emma recordó que él había dicho que Celeste tenía un cuerpo celestial. Típico hombre. - ¿Un mensaje? – La desafió. - ¿En serio? ¿De parte de quién?
           - Del universo. – La mirada de Celeste era distante. – Iba hacia el Centro de Estudiantes para encontrarme con Garrett cuando sentí una innegable urgencia de venir aquí. No sé por qué—no planeaba venir a la biblioteca. Pero algo guio mis pasos, directo hacia ti. – Se acercó aun más. – Creo que debería leerte las cartas, si no te molesta.
           Emma se detuvo. Ya le habían leído el tarot una vez antes, cuando ella y Alex se metieron en una convención New Age en el Cosmopolitan en Vegas. La psíquica era una mujer flaca con largo y oscuro cabello y un acento que parecía oscilar ente Jamaiquino y sureño. Le había dicho a Emma que veía dificultades familiares en el horizonte—secretos y mentiras expuestas, una muerte—pero que al final Emma ganaría financieramente. Ella y Alex se rieron. En el momento parecía como un buen chiste, ya que Emma no tenía familia.
           Pero ahora sí. Y esa familia tenía dificultades por montón.
           Emma se mordió el labio. No estaba segura de creer en la clarividencia. Pero no tenía ideas. Y quizás, solo quizás, las cartas le dirían algo. – Bueno, - dijo. – Adelante.
           Celeste no dijo nada, sólo comenzó a barajar las cartas. Emma no pudo evitar notar que, a pesar de su expresión lejana en la cara, sus manos se movían con la velocidad y la confianza de un tahúr experimentado.
           Celeste sacó la primera carta, la cual mostraba una mujer con los ojos vendados y atada frente a una hilera de espadas. El dibujo era simple y colorido, la cara de la mujer estaba más que nada oscurecida por la bufanda sobre sus ojos—pero la piel de Emma cosquilleó con tan solo verla. La mujer estaba atrapada, rodeada de espadas.
           - El ocho de espadas, - dijo Celeste cuidadosamente. – Indica que estás incapacitada. Que tus opciones son limitadas y no puedes ver una salida.
           Las manos de Emma comenzaron a temblar, y las ocultó bajo la mesa. Celeste sacó otra carta. Dos perros miraban arriba a la luna. La cara en la luna lucía extraña y poco amigable.
           - La Luna. – Celeste levantó la mirada para ver a Emma a los ojos, su cara era seria y triste. – Hay locura a tu alrededor, Sutton Mercer.
           Las palabras lanzaron un asta de hielo a través del corazón de Emma. El modo en que lo dijo lo hizo sonar como si fuera culpa de Emma, como si ella hubiera generado la locura. Negó con la cabeza casi imperceptiblemente cuando Celeste volteó la tercera carta. Esta no era necesario que se la explique. El oscuro jinete esquelético que llevaba un banderín negro. Ese era obvio.
           - Muerte, - susurró Celeste.
           Emma notó que había apretado con fuerza sus puños contra sus muslos, y se concentró en soltarlos. Deseaba abrir la boca y decir algo cortante, burlarse de todo el proceso. Pero su vida entera parecía estar extendida ante ella en cartón. No pudo moverse.
           Un matiz de sonrisa apareció en los labios de Celeste. – Las cartas no mienten, - susurró. Con eso, recogió su mazo y se fue.
           Emma seguía mirando a la mesa como si las cartas siguieran allí. ¿Acababa de ocurrir algo…sobrenatural?
           Thayer le tocó el codo. – No me digas que crees en esa basura.
           Emma tragó saliva. – Estaba en lo cierto, Thayer. Sobre mi mamá.
           Él rodó sus ojos. Ella sólo vio lo que tú estabas leyendo e hizo suposiciones. Está tratando de desordenar tu cabeza.
           Emma parpadeó. Por supuesto. Los libros esparcidos a su alrededor tenían títulos como Locura Clínica y Guía para la psicosis. Celeste la había engañado. Suspiró con alivio. – Ahora me siento aún más estúpida.
           - No eres estúpida, - murmuró. – Estás asustada. Pero todo va a estar bien.
           Si yo me pusiera tan cerca de mi gemela como fuera posible, casi podía creer que me estaba hablando a mí. Que era mi cara la que él miraba de esa manera.
           Emma alejó los libros de ella y apretó sus dientes.
           Ambas sabíamos lo que necesitaba hacer: Averiguar más sobre Becky, de un modo u otro, y descubrir de qué era capaz nuestra loca madre

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