lunes, 14 de diciembre de 2015

Cross My Heart, Hope to Die - Capítulo 2 - La buena, la mala, y la sexy


           Más tarde ese día, Emma estacionó el Volvo vintage de Sutton afuera de Old Tucson Movie Studios. Frente a ella había una raquítica taberna del oeste estilo antiguo, incluyendo puertas de vaivén de madera y un abrumante olor a cerveza. A su lado estaba el edificio de un banco, con hoyos de balas en la pared, un amarre para caballos, e incluso una casa que debe haber sido un burdel, a juzgar por las mujeres extra-maquilladas que estaban abanicándose en la entrada. En los cincuentas y sesentas el estudio había sido un set de filmación de verdad para películas del oeste, pero ahora era un parque de diversiones, un Wild West Disneyland lleno de turistas. Ethan Landry —el novio de Emma y la única persona que sabía de su verdadera identidad —había sugerido venir aquí en vez de las canchas de tenis municipales, su sitio de encuentro usual.
           - Buenas, doña – un hombre con chaparreras con diseño de vaca y espuelas levantó su sombrero Stetson hacia ella. Emma saludó con la mano con desgano, no se sentía realmente en el espíritu del Lejano Oeste. Desearía poder sería reconfortante poder contonearse con confianza por la calle, con una pistola en la cintura, finalmente en control de su destino después de sentirse incapaz por tanto tiempo.
           El estudio despertó algo en mí también. Estaba casi segura de haber estado allí en algún viaje con la clase, y que me había reído de la falsa-falsedad de todo junto a Char y Mads. Nos alejamos del tour para meternos a la taberna a través del anexo en la parte de atrás. Incluso el recordar a medias lo mucho que me divertía con ellas me llenaba de nostalgia.
           Después de vagar por unos minutos sin ver a Ethan, Emma se sentó en una de las bancas que miraban hacia el Parque Montañés Tucson y sacó su copia de Jane Eyre, que estaban leyendo para la clase de inglés. Había abierto el libro a la mitad cuando de repente escuchó la gravilla crujir tras ella.
           Ethan estaba pasando junto a la tienda general, con los ojos entrecerrados por el sol de la tarde. Las rodillas de Emma se debilitaron un poco al apreciar sus amplios hombros, musculosas piernas, y oscuros y penetrantes ojos azules. Él llevaba pantalones de camuflaje y una sudadera negra, y su oscuro cabello tenia bello aspecto enmarañado que la hizo querer pasar sus dedos por él. Su sombra se agrandaba hacia ella con el atardecer mientras se acercaba.
           - ¡Manos arriba, compañero! – dijo ella, levantándose y apuntando sus dedos hacia él como dos pistolas.
           Con los ojos bien abiertos con terror de mentira, Ethan levantó sus manos, y luego sacó rápidamente un arma imaginaria de su abrigo imaginario. - ¡Bang! – dijo él.
           Ella se apretó el pecho y se tambaleó hacia atrás, cayendo de rodillas. Luego, a pesar de todo el drama que había ocurrido ese día, comenzó a reír. Esa era una de las cosas que más le gustaba de Ethan —podía ser ella misma con él, la ridícula Emma Paxton de Las Vegas, Nevada. La chica que escribía un periódico secreto sobre su vida, quien llevaba detalladas listas de respuestas mordaces que debió haberle dicho a las personas que habían sido descorteces con ella, la chica que no diferenciaba  a Marc Jacobs de Michael Kors antes de haberse puesto en los zapatos de Sutton. Ethan no la juzgaba por nada de eso — a él le gustaba ella como era. Nadie la había aceptado tan al pie de la letra antes. Incluso cuando ella era ella misma, todos de inmediato asumían cosas de ella sólo porque era una niña en adopción temporal.
           Ethan caminó hacia ella con las piernas arqueadas, como un cowboy, y la acercó. Sus labios se juntaron en un breve beso. Emma se sintió como si su cuerpo fuera a derretirse.
           Cuando se separaron, ella miró a su alrededor. – nunca había estado en el set de una película antes.
           Ethan dio una vuelta. – Sigo olvidando que tú no creciste aquí. Solíamos venir al estudio en paseos escolares todo el tiempo. – Ethan la tomó de la mano, y juntos caminaron por la empolvada calle. ÉL apuntó a la taberna, donde había un hombre con la cara roja y barba limpiando un bar cubierto con botellas de whiskey. – Construyeron eso para Rio Bravo. Y filmaron algunos episodios de Gunsmoke y Bonanza aquí en los sesentas.
           - En uno de los letreros de afuera dice que La Pequeña Casa en la Pradera fue filmada aquí. – dijo Emma. – Solía amar ese show.
           Ethan lucía sorprendido. – No te imaginaba como el tipo de La Pequeña Casa.
           Emma se encogió de hombros. – Veía repeticiones después de la escuela. Creo que me gustaba porque a pesar de que eran pobres, la familia era tan amorosa y feliz. Ma y Pa harían lo que sea por sus hijos.
           Ethan la miró por el costado. - ¿Y qué crees de los Mercer? ¿Son ellos una buena familia, como esa?
           Emma asintió lentamente, sabiendo que Ethan se refería a su reciente descubrimiento de que los Mercer eran su familia, de verdad. Aún era increíble que el Sr. Y la Sra. Mercer fueran sus abuelos —y Laurel su tía. Se sentía agradecida de finalmente haberlos encontrado, pero de cierto modo, hacia las cosas aún más complicadas. Los Mercer no sabían que tenían dos nietas. Tampoco sabían que la nieta que habían criado como su propia hija estaba muerta. ¿Qué harían si se enteraran? ¿Qué dirían si descubrieran que Emma había estado haciéndose pasar por Sutton, que ella había sabido que Sutton estaba muerta todo este tiempo?
           Era algo en lo que yo pensaba mucho también. Quería que mis padres acepten a Emma, de verdad. Desearía poder explicarles todo. Pero las mentiras pueden herir, especialmente una mentira así de grande.
           - Entonces. – Ethan tomó la mano de Emma, llevándola a una banca al otro lado de una iglesia. Esta parte del lugar lucía completamente abandonada. - ¿Por qué querías que nos juntemos?
           Emma tomó aire. – Vi a mi mamá hoy, - admitió, mordiéndose la esquina del labio. – Mi verdadera mamá. Becky.
           Sus cejas se levantaron. - ¿Dónde?
           - Condujo a mi lado. Traté de correr tras ella pero aceleró. Supongo que no quería hablar.
           Ethan volteó a Emma para quedar de frente. - ¿Estás bien?
           Se encogió de hombros, forzando una sonrisa. – No me está evitando a , ¿cierto? Es Sutton con quien no quiere hablar.
           Ethan se rascó el mentón. Abrió la boca como si fuera a decir algo, pero luego la cerró.
           - ¿Qué? – Emma preguntó.
           Él negó con la cabeza. – Nada.
           Emma ladeó su cabeza a un lado. – Dilo.
           Él tomó aire. – Bueno, dijiste que Becky estaba un poco…loca, ¿cierto?
           Emma asintió lentamente. Le había dicho lo errática que parecía su madre cuando Emma era pequeña. Algunos días Becky llevaba a Emma al parque, o la dejaba comer helado para el desayuno, almuerzo y cena. Otros días se quedaba en cama con las cortinas cerradas, llorando en su almohada. El verano antes de abandonar a Emma, Becky había pegado cartón de cajas de cereal sobre todas las ventanas, segura de que alguien las estaba mirando por las noches. Emma aún se encogía al ver el logo de Captain Crunch.
           Ethan rascaba los bordes de una Chuck Taylor con la otra. - ¿Tienes la carta que te dejó en el restaurant?
           Sin hablar, Emma sacó la billetera de Sutton de su bolso Madewell y desdobló la nota, volviendo a doblarse del dolor al ver la letra de Becky, la cual lucía conocida incluso después de todos estos años. No decía mucho; solo Desearía que las cosas hubiera salido diferentes esa noche en el cañón, y algún consejo vago para que Sutton no cometa los errores que ella cometió. Emma deseaba que dijera más.
           Yo también. Era la primera carta que mi madre me escribía. Deseaba que dijera cuánto me quería, cuánto se arrepentía de la decisión de dejarme.
           Emma se la sostuvo a Ethan quien la estudió intensamente. Finalmente levantó la vista y le pasó la carta de vuelta. - ¿Has notado que no está dirigida a Sutton? – La volteó. – Ni en la parte de al frente, ni en el saludo. Ni en ningún lado.
           - ¿Y?  - Emma preguntó.
           - ¿Y si la carta fue escrita para ti? ¿Y si sabe que no eres Sutton?
           El cuerpo de Emma se puso tenso. – La única persona que sabe eso es el asesino.
           La expresión de Ethan no cambió. Emma sacudió su cabeza. – Becky es inestable, pero no es una asesina. Me enviaba en búsquedas del tesoro por todo el condominio. Me ayudaba a pintar grandes y coloridos murales en las paredes de uno de  mis dormitorios. Es mi mamá.
           Pero incluso mientras las palabras salían de la boca de Emma, un tipo distinto mujer vino a su mente. Becky maniática. Becky loca. Sacó Jane Eyre y miró la portada. Era la misma edición que tuvo cuando leyó el libor por primera vez, allá en Nevada cuando tenía doce.  En la portaba estaba la cara retorcida del loco Mr. Rochester oculto en su ático: sus ojos estaban cerrados y arrugados, su cara estaba pálida, su boca abierta gritando. La imagen era un arquetipo de enfermedad mental. Emma recordó cómo solía ver esa cara y temblar de terror—pero también algo más, algo que no podía identificar. Ahora entendía lo que era: reconocimiento. La cara de Bertha Mason le recordaba a su madre.
           Cerró los ojos, espantando los recuerdos. Su madre había estado bajo mucha presión. Eso no la hacía una asesina. ¿Qué motivo podría haber tenido para matar a Sutton?
           Esperaba que Emma estuviera en lo cierto. Había soñado con conocer a mi madre adoptiva desde que era pequeña. La idea de que pudiera quererme muerta me dejaba con un profundo y vacío dolor. Hurgué de nuevo en el elusivo recuerdo— ¿Había conocido a Becky? ¿Había pasado algo entre nosotras? Pero seguía enloquecedoramente fuera de alcance.
           - Olvida que lo mencioné, - Ethan dijo rápidamente. Se llevó a Emma al pecho. Ella sólo se quedó allí, en shock. – Emma, lo siento. No quise asustarte. No sé nada sobre tu mamá. Es una idea estúpida.
           Enterró su cara en su sudadera, escuchando el latir de su corazón mientras el atardecer ponía las montañas de un brillante rosado. No había querido admitírselo a si misma antes, pero Becky lucía enloquecida cuando condujo por el café. De repente se sintió agradecida de que era Thayer el que estuvo con ella y no Ethan. Si Ethan la hubiera visto, ella no podría haber negado la posibilidad de que Becky podría ser peligrosa.
           - ¿Puedo preguntarte algo? – él dijo, su dedos jugaban suavemente con el cabello de Emma.
           - Lo que sea.
           - ¿Crees que podrás quedarte aquí? Ya sabes, después de que el caso de Sutton sea resuelto.
           Emma se detuvo. Era algo sobre lo que había fantaseado desde el primer momento en que descubrió que tenía una gemela. Nunca había encajado antes en ningún lado—incluso sus mejores y más bienintencionados  padres adoptivos nunca la hicieron sentir como parte de la familia. Ahora tenía la familia amorosa que siempre había soñado… ¿Pero cambiaría todo eso cuando se enteraran de cuántas mentiras había dicho?
           - Espero que entiendan por qué hice esto, cuando todo esté dicho y hecho, - dijo tranquilamente. – Odiaría dejarlos.
           - Estaba pensando. – Ethan sonaba casi tímido. – Ambos tenemos dieciocho. Además de terminar la secundaria, somos libres de hacer lo que queramos. Así que si por algún motivo tu situación de vivir con los Mercer no funciona, podríamos… digo, quizás podríamos arrendar.
           Ella parpadeó. Las mejillas de Ethan ardían en color escarlata incluso en la oscuridad. Por un momento no estaba segura de haberlo entendido.
           - Juntos, - añadió. – Como plan B, me refiero. No quiero apresurarte a nada. Pero no es como que mi mamá me fuera a extrañar. – Una mirada triste pasó por su cara, luego sus ojos se encontraron otra vez. – Y Emma, no podría soportar que te fueras. Perderte.
           Emma sonrió con timidez. No estaba segura de estar lista para mudarse junto a alguien, pero el hecho de que él había estado pensando en su futuro juntos trajo un tibio resplandor a su corazón. Delineó el contorno de su mejilla con un dedo, luego se levantó y puso sus labios en los de él.
           El mundo brillaba tras sus ojos cerrados. Pasó sus dedos por su grueso cabello y lo acercó más. Su respiración hacía que su piel resone de emoción. Nunca se había dado cuenta de lo mucho que deseaba ser acariciada por alguien que realmente se preocupe por ella. Nunca se había dado cuenta de lo poco que había sido acariciada. Ahora que Ethan estaba en su vida, a veces se sentía como si lo único que la mantuviera con los pies en la tierra era la promesa de otro beso.
           Conocía esa sensación. Thayer tenía ese efecto en mí.
           Se sintió movimiento desde unas hierbas tras los escalones de la iglesia. Emma miró. - ¿Qué fue eso?
           Ethan ladeó su cabeza. - ¿Qué fue qué?
           Emma miró la fachada de la iglesia y luego caminó hacia la árida calle para mirar alrededor. Nada. EL desierto se expandía hasta más allá, vacío a excepción de unos cuantos cactus esparcidos. Si alguien hubiera estado espiando, se había escapado.
           Ethan puso un brazo alrededor de sus hombros y miró al atardecer. Pero ya no le parecía tan lindo a Emma. En algún lado allí afuera, un asesino estaba observando sus movimientos. En algún lado yacía el cuerpo de su hermana, sin ser descubierto, sin ser llorado.
           Se volteó hacia Ethan. – Estoy agotada. Mejor vamos a casa y descansemos para el gran partido de flag football de mañana. – Buscó la mano de Ethan. – Aun vas a ir, ¿cierto?
           - No me lo perdería, - Ethan prometió. La arena crujió bajo sus pies mientras caminaban por la parte transitada del pueblo, donde los turistas estaban comprando pañuelos y Stetsons.
           El Volvo de Sutton estaba al otro extremo del estacionamiento, pero Emma divisó la nota puesta bajo el limpiaparabrisas inmediatamente. Su corazón se detuvo. Corrió hasta la nota y la sacó del vidrio, los músculos en la cara de Ethan lucían tensos mientras ella desdoblaba la nota.
           - Oh dios mío. – Emma sopló, mirando alrededor del vacío desierto. El mensaje estaba en la misma letra que la recibió en su primera mañana en Tucson, la misma letra que anunciaba que su hermana estaba muerta, y que tenía que seguir el juego.
           Deberías agradecérmelo. Antes de venir aquí no tenías nada. Ahora tienes todo lo que quieres. Tan sólo no te equivoques. Sutton también pensó que podía tener todo lo que quería.
           Por una vez, Emma y yo estábamos pensando exactamente lo mismo: esas pisadas junto a la iglesia habían sido reales. Mi asesino seguía observando cada movimiento de Emma.
     

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