Traducido por: Daniela.
Corregido por: Maite, Brayan, Daniela.
Esa tarde, Hanna y Mike holgazaneaban en el sofá en la casa del
padre de Hanna, viendo un episodio de Parks and Recreation en DVR. Ella
tenía las manos en los bolsillos de la sudadera de Mike, y Mike tenía los pies
con calcetines alrededor de los pies desnudos de Hanna. El Sr. Marin estaba
sentado tras las puertas de vidrio de su oficina, hablando con alguien sobre su
campaña de senador.
El timbre sonó, y ella y Mike se miraron entre sí y fruncieron
el ceño. Hanna fue hacia la puerta y miró a través del vidrio. De pie al otro
lado estaba Chassey Bledsoe, se veía perfectamente arreglada en un vestido de
seda y botas café y sosteniendo una caja de pasteles en sus manos. Hanna arrugó
la cara al ver sus propios pantalones de yoga, manchados, de la Universidad de
Pennsylvania.
- Uh… ¿Hola? – dijo al abrir la puerta.
- ¡Hola, Hanna! – Chassey sonrió. – Estaba en el vecindario, y
solo quería decirte que es un gran honor para mí competir contigo para reina.
Hanna miró la caja que sostenía. A través de la tapa plástica,
pudo ver veinte cupcakes con cobertura ordenados. Cada uno tenía las palabras
¡VOTE CHASSEY PARA REINA!
- ¡Oh! – Chassey la notó mirando y abrió la tapa. - ¿Quieres
uno? Los he estado repartiendo a los potenciales votantes.
Hanna resopló. – Probablemente tienen gérmenes de herpes por
todos lados.
Chassey la miró confundida. – No tengo herpes.
Hanna ladeó su cabeza. - ¿Entonces por qué faltaste a la escuela
por un mes?
Chassey parpadeó. – Mi mamá estaba haciendo un trabajo en Los
Ángeles, así que fui con ella y conseguí un tutor. También fui a un montón de
increíbles spas—apuesto a que te hubieran encantado, Hanna.
Ahora Hanna de verdad no sentía lástima por Chassey. Tomó
un cupcake, dijo que era bueno haber visto a Chassey, y luego le cerró la
puerta en la cara. Se dio vuelta y le pasó el cupcake a Mike—ciertamente ella
no iba a comer eso. – Eso ha sido patético.
Mike sacó el envoltorio y dio un gran mordisco. – Ella está
trabajando realmente duro para obtener votos. Pensé que tú también estarías más
interesada en eso.
Hanna puso un mechón de cabello tras su hombro. – Supongo que he
estado ocupada.
Mike se metió otro trozo de cupcake a la boca. - ¿Con qué?
- ¿Honestamente? – Hanna se apoyó en el sofá. – Me niego a hacer
campaña contra Chassey. Si no gano gracias a mi buena apariencia y popularidad,
no me merezco ganar para nada.
Mike la miró, masticando. Ella sabía lo estúpido que sonaba eso.
Pero ¿Qué podía decir? Oye, Mike, algún loco extraño quien de hecho podría
ser tu mejor amigo, Noel, me dijo que si hacía campaña, le diría al FBI que
matamos a una chica.
Mike se sentó y levantó el control remoto. - ¿Y cómo estuvo el salón
ayer?
Hanna parpadeó, luchando para ponerse al día. - ¿Qué?
- Ya sabes, tu cita para ensayar tu peinado para el baile de
graduación.
Cierto. Hanna había olvidado esa mentira. – Uh, estuvo
bien.
Mike se acercó y olió su cabeza. – No hueles tan frutal, como
suele ser cuando vuelves a casa del salón.
- Eso es porque me lavé el cabello esta mañana. Duh. –
Hanna alejó su cabeza. Luego miró su reloj y se levantó de golpe. – Mierda.
Necesito irme. – Su turno en la clínica de quemaduras comenzaba en media hora.
- ¿A dónde ahora? – Mike se quejó.
La mente de Hanna luchó para buscar una respuesta, pero estaba
irritablemente en blanco. Tomó su cartera y salió por la puerta frontal. –
Tengo algo que hacer para mi mamá. Te veo más tarde.
Mike la siguió hasta su auto. Él sabía que ella estaba
mintiendo—ella lo sabía. Se lamió los labios, a punto de decirle la verdad—o
alguna aproximación a ella. Pero cuando giró la ignición en el Prius, un
reporte de noticias se escuchó.
La búsqueda de los ladrones de una inapreciable pintura de
práctica de La Noche Estrellada de Van Gogh ha sido reabierta, una
reportera dijo, un click-clack de un teclado se escuchaba de fondo. Al
comienzo, las autoridades pensaron que solo había un ladrón, pero ahora hay
nueva evidencia de que el criminal podría no haber actuado solo. La
historia, la reportera continuó, era particularmente pertinente en el área
porque Baron Brennan, a quien se le había robado la pintura, había sido un
prominente contribuyente al Museo de Artes de Philadelphia.
El estómago de Hanna se dio vuelta. ¿Y si la nueva evidencia
había sido una llamada telefónica de A? ¿Cuánto faltaba para que A diera los
nombres?
Miró a Mike, luego apretó la boca. Sí, le estaba mintiendo. Pero
era para el propio bien de Mike.
El recibidor de la clínica estaba tranquilo cuando Hanna entró
quince minutos después. Sean se levantó de su silla de oficina y atravesó la
sala para saludarla. Hanna no pudo evitar notar lo mayor que se veía con sus
pantalones color caqui y camisa cuadrillé. Ni siquiera su padre se vestía tan
como tonto.
- Kelly no está aquí hoy – dijo, se formaron líneas de
preocupación en su frente. – Pero dijo que hiciste un trabajo genial con las
bacinillas— ¿Crees que podrás manejar los deberes tu sola?
- Seguro – Hanna se encogió de hombros.
- Genial. – Sean parecía aliviado. – Muchas gracias.
Él puso el brazo sobre el hombro de Hanna y volvió a su oficina.
Hanna escuchó un ping tras ella y se dio vuelta, pero el recibidor aún seguía
vacío. Entró a la sala del personal femenino, abrió su casillero, y se puso la
bata rosa que había pedido. Le gustaba porque tenía un bolsillo extra grande
por delante—perfecto para un teléfono.
Luego sacó el balde de la mopa y algunas bacinillas del armario
de suministros. Antes de comenzar, se dirigió por el pasillo hacia la cama de
Graham. Debería chequearlo antes de hacer sus rondas.
La división había sido parcialmente movida hacia atrás. Los ojos
de Graham estaban palpitando, y sonidos guturales, como de animales, escapaban
por entre sus labios. Una enfermera estaba de pie junto a él, cambiando uno de
sus tubos intravenosos. Ella levantó la vista rigurosamente cuando sintió la
presencia de Hanna, pero su cara se calmó cuando vio su bata de voluntaria.
- ¿Se ha despertado? – Hanna preguntó.
- No aún – murmuró la enfermera. – Pero tengo esperanza de que
lo hará pronto.
La mano de Hanna accidentalmente rozó el pie de Graham que
estaba bajo la sábana, y la alejó rápido—estaba frio y gomoso, como el de un
cadáver. - ¿Los pacientes hablan cuando están en coma? Como, ¿decir nombres o
algo?
- No generalmente – La enfermera colgó la nueva bolsa de
intravenosa en el poste. Luego miró a Hanna. - ¿Cuál dijiste que era tu nombre?
- No importa – Hanna dijo rápidamente, escondiéndose tras la
cortina.
Miró por el pasillo, el cual estaba lleno de catres de víctimas
de quemaduras ostentando variadas vendas y cabestrillos. Apenas había espacio
para que una silla de ruedas pasara entremedio. El lugar olía a pis y a Clorox,
y cada pocos segundos, alguien gemía.
- Es duro, ¿eh? – dijo una voz femenina.
Hanna se dio vuelta. Había pacientes de quemaduras a la derecha
y a la izquierda. Luego, alguien cuya cara estaba cubierta de vendas levantó
débilmente un brazo. – Hey – dijo la paciente.
- H-hola – Dijo Hanna incómoda, sin querer acercarse mucho.
- ¿Él es un amigo tuyo?
La paciente, quien tenía agujeros cortados en la gasa para poder
ver hacia afuera, apuntó hacia Graham. Hanna tosió incómodamente. – Algo así.
- Él estaba realmente mal cuando llegó. – La chica susurró. –
Como yo estoy tan bien, por supuesto. – Movió sus manos sobre su cuerpo, estilo
asistente de mago, luego se rio.
Hanna no estaba segura de sí podía o no unirse al chiste. Miró
una bolsa de drenaje saliendo de la ingle de la chica, luego miró a otro lado.
- Está bien. Yo también odio mirarla. – La chica puso la bolsa
bajo las cubiertas. – Los doctores me dijeron basura sobre que era una bolsa
mágica de las hadas o algo. Como si tuviera siete años, joder. Créeme, las
únicas hadas que veo, son cuando me dan Percocet.
Esta vez Hanna si se rio. – Yo nunca vi hadas cuando yo
tomé Percocet. – dijo melancólicamente. – Pero suena genial.
- Quizás eso es porque tú no tienes un botón de Percocet
que te lo inyecta directo a tus venas cuando tú quieras. – La chica levantó un
pequeño botón atado a una cuerda que estaba junto a ella en la cama. – ¿No
sabías que son el accesorio número uno para esta primavera?
- ¡Lo leí en Vogue! – Hanna se rio. - ¿Ese botón es de
Chanel?
- Por supuesto – Dijo la chica con tono arrogante. – Tuve que
estar en una lista de espera para conseguirlo, pero solo quiero lo mejor para
mí.
- Obviamente – Hanna dijo, riendo.
- ¿Y viste? ¡Calcetines Miu Miu! – La chica asomó sus pies desde
debajo de la sábana. Claramente, los calcetines de cachemira tenían el logo Miu
Miu bordado en los talones.
- ¿De dónde los sacaste? – Hanna preguntó, impresionada. Se
veían cómodos y lujuriosos.
- El enfermero lindo me los dio. Ya sabes, ¿El de la cabeza
rapada?
Los ojos de Hanna se agrandaron. Estaba segura de que la chica
hablaba del chico sobre el que casi derramó la bacinilla ayer. - ¿en serio?
La chica se rio. – Ojalá. Él es hermoso, ¿o no? Los días en que
él me da el baño de esponja son los mejores.
- ¡Eres tan afortunada! – Hanna chilló. Luego se puso la
mano sobre la boca y la cerró. ¿Acababa de decir que una víctima quemada era afortunada?
Sonó un timbre en el pasillo, y luego una voz sonó en el
altoparlante llamando a uno de los doctores. - ¿Cuál es tu nombre? – preguntó
la chica. – Nunca te he visto antes—y te recordaría. Eres la voluntaria más
genial que hemos tenido.
- Gracias. – Hanna dijo suavemente. – Soy Hanna.
- Soy Kyla Kennedy. Quizás cuando me escape de aquí podamos
juntarnos de verdad.
Hanna levantó una ceja. - ¿Escaparte?
- Oh sí. – El tono de Kyla era juguetón. – Tengo toda una misión
de operaciones secretas en mente. Me escaparé cuando nadie esté mirando y
conquistaré el mundo.
Estiró su mano vendada. Hanna dudosamente se la apretó, luego
volvió a mirar la cara de Kyla. Podía ver las largas pestañas tras la gasa,
pero no podía si quiera identificar de qué color eran sus ojos. Aunque amaba
que Kyla haya dicho que ella era genial. Después de un momento, se dio cuenta
de que pensaba que Kyla también era genial.
- ¿Hanna? – Sean apareció al final del pasillo. – Hay un derrame
en el siguiente pasillo. ¿Puedes encargarte?
Hanna suspiró con pesadumbre. – Mejor me voy. – Le dijo a Kyla.
- No te preocupes. – Kyla dijo. Su mano vendada chocó la muñeca
de Hanna. – Espero que nos volvamos a ver.
- Definitivamente. – Hanna dijo.
Estaba a unos pasos de Kyla cuando ella la llamó. Hanna se dio
vuelta. Kyla estaba sentada a medias en la cama, apuntando locamente al
enfermero de la cabeza rapada y cuerpo hot. Pretendió pellizcar su trasero
cuando pasó. Hanna se rio tanto que una señora acostada en un catre al otro
lado del pasillo gimió y saltó. Hanna y Kyla intercambiaron miradas
significativas—bueno, tan significativas como Hanna podía darle a Kyla bajo
toda esa gasa. Y luego se pusieron a reír aún más.
Capítulo 13 | Capítulo 15
Gracias por traducir todos estos libros. Me han sacado del aburrimiento por meses. ¡Abrazos!
ResponderBorrarPor nada :)
BorrarSaludos y sigue disfrutando!