viernes, 25 de octubre de 2013

Ali's Pretty Little Lies - Prólogo: Sustitución

Traducido por: Luciana Lermi
Corregido por: Daniela

Había una vez dos hermanas gemelas idénticas, Alison y Courtney. Ellas eran iguales en todos los sentidos: Ambas tenían cabello largo y rubio, unos grandes, limpios y redondos ojos azules, rostros en forma de corazón y sonrisas ganadoras que derretían corazones. Cuando tenían seis montaron sus bicicletas violetas y rodaron calle abajo por la entrada de la familia en Stamford, Connecticut, cantando “Frère Jacques” en una ronda. Cuando tenían siete se subieron al tobogán para niños grandes juntas y se tomaron de las manos durante todo el recorrido. A pesar de que sus padres les dieron a cada una su propia habitación con camas de princesas con dosel, las encontraban dormidas en el mismo colchón individual con sus cuerpos entrelazados. Todos decían que ellas compartían esa indescriptible conexión de gemelas. Hicieron la promesa de que serían mejores amigas por siempre.

Pero todos los días promesas se rompen.

En segundo grado las cosas empezaron a cambiar. Al principio eran cosas pequeñas—una mala mirada, un ligero empujón, suspiros indignados. Luego Courtney se presentó en la clase de artes de Ali de los sábados insistiendo que ella era Ali. Courtney se sentó en el escritorio de Ali en la escuela el día que su hermana estaba enferma. Courtney se presentó a ella misma como Ali al hombre del correo, a los nuevos vecinos con el cachorro, y a la señora mayor en el mostrador de la farmacia. Tal vez ella fingía que era su hermana porque Ali tenía un brillo extra, algo que la hacía notar. Tal vez Courtney estaba celosa. O tal vez Courtney estaba siendo forzada. Ali me obligo a hacerlo dijo Courtney a sus padres cuando fue descubierta. Ella dijo que si no fingía ser ella algo horrible me pasaría a mí y a ustedes y a todos nosotros. Pero cuando su madre y padre preguntaron a Ali si esto era cierto sus ojos se abrieron como platos Nunca diría algo como eso respondió inocentemente. Amo a mi hermana, y los amo a ustedes.

De repente, Courtney y Alison se encontraban gritando y peleando en el patio del colegio en un recreo. Luego Courtney encerró a Alison en el baño en la hora del almuerzo y no la dejó salir. Los profesores llamaron a los padres de las niñas, con sus voces llenas de preocupación. Los vecinos acercaban a sus hijos cuando Courtney pasaba, atemorizados de que pudiera hacerles daño. El último aviso llegó ese perfecto día primaveral cuando los padres encontraron a Courtney sentada arriba de su hermana con las manos alrededor de la garganta de Ali. Llamaron a doctores, evaluaciones psiquiátricas fueron realizadas a ambas niñas. Ali mantuvo la compostura, pero Courtney entró en pánico. Ella lo inició, insistió, me amenazó, ella quiere que me vaya.

Esquizofrenia paranoica, los doctores dijeron en tono grave, ese tipo de cosas son tratables, pero solo con mucho cuidado. Sin embargo le correspondía a Ali tomar la decisión final—y entre lágrimas, ella decidió que su hermana debía irse. Y entonces una instalación fue encontrada. Courtney se fue, lejos de su familia, lejos de todo lo que conocía. Sus padres aseguraron que ella estaría de vuelta en el hogar ni bien se recuperara, pero las semanas pasaron, luego los meses. De repente Courtney estaba siendo…olvidada.

A veces, una familia es como una mazorca de maíz: en verano Puede que se vea perfecta por fuera, pero cuando le quitas la cascara, cada parte está podrida. Con los DiLaurentis, la niña que aparenta ser la víctima posiblemente sea la atormentadora. Enviar a Courtney lejos pudo haber sido el plan maestro de Ali. Y tal vez, solo tal vez, todo lo que Courtney quería era lo que ella merecía—una vida feliz.

Después de todo, esto es Rosewood—y estas son las gemelas más misteriosas de Rosewood. Y como sabes, en Rosewood, las cosas nunca son como se ven.


La primera cosa que Courtney DiLaurentis oyó cuando despertó la mañana en que su vida cambió fue el tic-tac del reloj de la pared. Le estaba diciendo, en una no tan sutil manera, que el tiempo se estaba acabando.

Ella miró alrededor del desconocido cuarto. Sus padres se habian mudado de Stamford, Connecticut, hace unos años para evitar la vergüenza de poner a una hija en un sanatorio mental. Se reubicaron en Rosewood, Pensilvania, un asquerosamente-millonario suburbio a veinte millas de Filadelfia, donde incluso los perros llevaban collares Chanel. Ya que no conocían a nadie cuando se mudaron, no tendían que contarle a nadie sobre su loca hija internada en un hospital psiquiátrico. Incluso cambiaron su apellido de Day-DiLaurentis a simplemente DiLaurentis con la esperanza de mantener alejados a los entrometidos vecinos de Connecticut.

La habitación de huéspedes en la que Courtney se encontraba olía a bolitas de naftalina y tenía una cama de una plaza con un viejo edredón a cuadros, una cómoda de mimbre tan lamentable, incluso para una habitación de un manicomio, y una pequeña estantería llena de revistas de cocina y cajas marcadas como IMPUESTOS y ESTADOS DE CUENTA. El armario estaba lleno de adornos navideños, afganos amontonados que su abuela había tejido a crochet,  y horrendos sweaters que ella no podía imaginar a nadie usando. En otras palabras, la habitación era un depósito para todo lo que su familia quería olvidar—incluso Courtney.

Empujó y deslizó las mantas y caminó hacia el pasillo. La casa, una enorme victoriana, estaba diseñada de manera que la parte de arriba daba vista a la gran sala, dándole a Courtney vista de pájaro hacia la cocina. Su hermano mayor, Jason, estaba encorvado en la mesa con un tazón de Frosted Flakes[1]Su hermana gemela, Ali, estaba revoloteando alrededor de la encimera. Su cabello esra perfectamente rubio ondeando por su espalda, y su camiseta rosa daba un limpio y saludable brillo a su piel. Ella levantó una pila de periódicos y miró debajo de estos. Luego abrió el cajón de cubiertos y lo cerró de golpe.

- Alison, ¿Cuál es el problema? - preguntó la señora DiLaurentis, quien llevaba puesto un vestido apretado color gris de Diane Von Furstenberg y tacones. Lucía como si fuera a una entrevista de trabajo en vez de a dejar a su hija a un nuevo hospital psiquiátrico.

- No puedo encontrar mi anillo - dijo abriendo el cubo de basura y mirando dentro de él. 

- ¿Cuál anillo?

- El anillo con mi inicial, dah - abrió otra alacena y la cerró con fuerza. - El que uso, como,  todos los días - ella se dio la vuelta y enfrentó a su hermano: -¿ lo tomaste?

- ¿Por qué lo tomaría? - Jason preguntó entre bocado y bocado.

-Bueno, no puedo encontrarlo- espetó Ali - Igual como que no puedo encontrar mi pieza de la bandera. dijo, dándole a Jason una mirada sarcástica.

Jason se limpió la boca con una servilleta - Incluso si supiera sobre tu estúpida pieza de la bandera, es legal para cualquiera tomarlo—incluso la gente que ayudó a esconderla. La cláusula de robo, ¿recuerdas?

-Tal vez tú lo tomaste para dárselo a alguien más- su mirada se desvió hacia el segundo piso.

Courtney hizo unos pasos alejándose de la baranda. De vuelta en la habitación, abrió la maleta floreada que había tenido desde tercer grado y examinó su contenido. Adentro había una camiseta casi del mismo tono rosado que estaba usando Ali, también encontró unos vaqueros oscuros con un tono índigo idénticos a los de Ali. Se los puso. 

La cápsula del tiempo era una vieja tradición en Rosewood Day, la escuela privada a la cual asistían Ali y Jason, y encontrar una pieza de la bandera cortada era una rareza para alguien de sexto grado. Todo el fin de semana Ali había estado alardeando sobre la pieza que había encontrado—aunque, técnicamente, Jason le había contado dónde se encontraría la pieza, lo que no fue del todo justo. Ali había estado decorando su pieza en la mesa de la cocina después de la cena hace dos noches atrás, dándole a Courtney, quien se encontraba mirando televisión en la sala, miradas de superioridad. Mira lo importante que soy, decían las miradas. Tú ni siquiera estás permitida a salir de la casa.

Pero Ali no tenía esa mirada cuando su bandera desapareció el día anterior. En la privacidad de su patético y pequeño cuarto de invitados, Courtney pasaba sus dedos por sobre la tela de seda y sobre los redondeados dibujos plateados de Ali—el logo de Chanel, un diseño de Louis Vuitton, un grupo de estrellas y cometas. Courtney dibujó una pequeña fuente de los deseos llegando al borde, soloqueriendo dejar una marca en algo tan codiciado por su hermana. Luego se lo devolveré prometió para sí misma. Pero Jason la encontró antes, él vio a Courtney observando la bandera en su habitación y entro corriendo, diciendo -¿De veras quieres que las cosas estén peores entre ustedes?- entonces se la arrebató de las manos antes de que pudiera decir una palabra.

Courtney estaba a punto de cerrar la maleta cuando su mirada se desvió al panfleto en el bolsillo de la maleta, La Reserva de Addison-Stevens, decía en frente. Había una foto de un ramo de lirios, el mismo tipo de flores que sus padres habían llevado para el funeral de su abuela.

Abrió el folleto y empezó desde la primera página: Asistimos a niños y adolescentes en el desarrollo de habilidades de afrontamiento y la construcción de la autoestima para poder regresar a sus hogares y volver a la escuela, decía.

Lágrimas empezaron a caer de sus ojos, ella había estado al cuidado de hospitales desde que tenía nueve años—tres años enteros, y a pesar de que se había acostumbrado a Radley de la misma manera que un ratón se acostumbraría a vivir en una jaula, ella había visto terribles cosas de las que no quería ser testigo nunca más. Desde que el hospital había anunciado que cerrarían sus puertas para convertir el lugar en un lujoso hotel, Courtney había asumido que su familia la traería de vuelta a Rosewood para vivir con ellos. Cuando su padre la llevó hasta allí el viernes había dicho lo mismo—esto sería una visita de prueba que tal vez podría convertirse en algo permanente.

Pero por alguna razón las cosas habían cambiado en las pasadas veinticuatro horas. La señora DiLaurentis golpeó la puerta de la habitación de Courtney la noche anterior y le avisó que empacara sus cosas de una vez, deslizando el folleto de La Reserva en sus manos, - Creemos que esto es lo mejor para ti - susurró, acariciando el cabello de su hija.

Courtney ojeó las páginas del folleto, empezando por las fotos de los pacientes, tenían que se ser modelos,lucían demasiado felices. Había escuchado terribles cosas sobre La Reserva de otros niños que habían estado allí. La gente lo llamaba “El corredor de la muerte" porque muchos niños cometían suicidios una vez dentro. Otros lo llamaban “La torre de Rapunzel” porque sus padres dejaban a sus hijos allí por años. No se permitía ni internet, ni televisión, ni llamadas telefónicas. Las enfermeras parecían extras de One Flew Over the Cuckoo’s Nest[2] y el personal médico no tenía problema en atar a los niños a sus camas para mantenerlos en calma. Los padres amaban el sitio, ya que el lugar lucia hermoso desde afuera, y era súper costoso—Tenía que ser bueno, ¿verdad?

Pero ella no iba a ir allí. Había estado formulando un plan toda la noche para averiguar cómo. Ahora que todas las piezas estaban encajando en su lugar… excepto la oportunidad que necesitaba. Ella esperaba que alguna apareciera—y rápido. Sus padres la estarían llevando en cuarenta y cinco minutos. 

Enterró el folleto debajo de su ropa empacada y dejó su maleta hasta el borde de la escalera. Luego bajó los escalones. Algo que llamó su atención hizo que desviara la vista a la ventana trasera. Cuatro niñas estaban paradas detrás de los arbustos, susurrando. Lucían de la edad de Courtney, y ella podía oír sus voces a través de las cortinas.

Una niña, rubia en una falda de hockey sobre césped y una remera blanca, ubicando las manos sobre sus caderas: - Llegué aquí primera. Esa bandera es mía.

-Yo llegué aquí antes que tú - una segunda niña chilló. Ella era un poco más rellena, tenía el pelo con frizz y de un tono marrón -Te vi salir de tu casa hace unos pocos minutos atrás.

Una tercera niña zapateó una bota morada de gamuza - Tu acabas de llegar tambien. yo llegué antes que ustedes.             

Courtney pasó su lengua por sus dientes. ¿Estaban aquí por la bandera de Ali? Y habian hecho una referencia a una chica que venía de la casa vecina—Esa tenía que ser Spencer Hastings. La señora DiLaurentis había mencionado su nombre en la cena del viernes, y el señor DiLaurentis había puesto una cara agria. Él decía que los padres de Spencer eran demasiado presumidos, construyendo esa tercera adición a su casa, convirtiendo ese tan perfecto granero en un lujoso apartamento para su hija mayor. ¿Como si una habitación no fuera lo suficiente? - arremetió. 

- ¿Las ves por ahí? - Courtney preguntó a Ali, quien ahora estaba parada junto a la encimera, ojeando una revista aireadamente, con sus auriculares en sus oídos. Jason ya no estaba allí, y por lo que se escuchaba, sus padres estaban arriba terminando de vestirse.

La cabeza de Ali se sacudió. Se quitó los auriculares, - ¿Huh? 

- Hay unas niñas afuera, una de ellas es la niña que vive en la casa de al lado.

- ¿Ella está en el patio? - Ali miró molesta y camino hacia la ventana. Pero cuando se asomó frunció el ceño –No veo a Spencer. Gracias a dios.

- ¿No eres amiga de ella?

Ali resopló – No. es una perra.

¿Y tú no? Pensó Courtney.

Ali se volvió hacia ella, como si lo hubiera dicho en voz alta. Una desagradable sonrisa se desplegó a través de sus labios: - Linda camiseta. Pero me está dando un déjà vu.

Courtney tomó una banana de la frutera. - Me gustó el color

-Sí, claro - Ali paseó por la isla de la cocina y tomó una dona de la caja ya abierta.

-Cuidado. - Courtney dijo, caminando hacia ella – Las donuts te harán gorda.

La jalea goteaba por la barbilla de Ali - También lo hará la comida del hospital mental, schizo[3] ”  

Courtney parpadeó. Ella no era schizo, y Ali lo sabía. – No.

- No - Imitó Ali, sus rasgos se volvieron horrendos.

Courtney se contuvo el estómago, Ali siempre usaba su voz nasal atontada para imitarla. – Para. – Insistió.

- Para-. Imitó Ali.

Courtney sintió que la vieja llama se encendía en su interior, la misma que la había metido en problemas anteriormente. Aunque intentó suprimirlo con máxima fuerza, algo se soltó –Adivina que, tengo tu bandera de la cápsula del tiempo.

Los ojos de Ali se abrieron –Lo sabía, ¡devuélvemela!

-Desapareció- dijo Courtney. –Se la di a Jason, y él no te la quiere devolver- Esa no era exactamente la verdad, pero esta versión sonaba mejor.

Ali miró a Jason, quien justo acababa de reaparecer por la puerta – ¿Es eso cierto? ¿Tú sabías que ella tenía mi pieza de la bandera?

Jason miró a las gemelas, su mirada se detuvo en sus atuendos casi idénticos - Bueno, si, Ali, pero

La mirada de Ali se lanzó directo al bolsillo de Jason, la tela azul brillante asomada. La tomó casi hasta la mitad y sus ojos se expandieron al ver el pozo de los deseos que ahora estaba entre la rana manga y las letras redondeadas. Genial. Se volvió a Courtney -¿ dibujaste esto?

Jason lo tomó de nuevo y lo volvió a guardar en su bolsillo “Ali, ya déjalo”.

Ali apretó sus hombros - ¡Siempre estás de su lado!

- No estoy del lado de nadie - dijo.

- ¡Si, lo estás! - Ali se dirigió fuertemente hacia Courtney - Hice bien en decirle a mamá que me amenazaste la otra noche, por eso ahora estás por irte a la Reserva, ¿sabes?”.

Los ojos de Courtney se llenaron de impotencia - ¡Yo no te hice nada!

Ali movió su barbilla hacia abajo - Tal vez lo hiciste. Tal vez no. De cualquier manera, no eres bienvenida en esta casa, perra.

- ¡Ali, basta! -  gritó Jason.

- ¡Basta! - Ali repitió en tono de burla. Cuando ella pasó por su lado hacia las escaleras, lo empujó. Jason se tambaleó hacia atrás y chocó con un estante de hierro forjado. Todo se tambaleo y un plato con el horizonte de Nueva York en el estante superior empezó a sacudirse vagamente. Jason se arrojó hacia adelante, pero ya era demasiado tarde, el plato estaba hecho añicos en el suelo de madera.

El silencio tras el golpe era ensordecedor. Jason miró a Courtney quien se encontraba inmóvil en la esquina de la habitación - ¿Por qué tuviste que empezar los problemas con ella?

- No pude evitarlo - dijo Courtney levemente.

- Sí, si podías - afirmó Jason, y luego dejando escapar un suspiro frustrado, salió por la puerta trasera.

Courtney se deshizo por dentro - ¡Jason, espera! - gritó corriendo hacia la ventana, Jason era su único aliado—ella no podía tenerlo enojado con ella. Pero cuando miró a través del cristal, Jason había desaparecido. Sin embargo las cuatro chicas seguían susurrando atrás de los arbustos.

Ella miró por encima de su hombro hacia la cocina, los pedazos del plato de la ciudad de Nueva York seguían tirados por todo el suelo. Pronto su madre aparecería, vería todo el desastre, llamaría a sus dos hijas para preguntar qué había sucedido. Una aparecería desde las escaleras. ¿Qué pasaría si la otra hija estuviera afuera hablando con las niñas de la escuela? Despues de todo, no sería Courtney la que estaba afuera— ella ni siquiera tenía permitido salir.

Esto era todo. Su oportunidad. Si ella salía al patio, sus padres pensarían que era Ali, no Courtney. Sería la primera vez que fingiría ser su hermana sin que Ali la obligara a hacerlo. Lo primero que tienes que hacer, se dijo, es canalizarla. Nadie creerá que eres ella si no lo haces. Entonces revoleó los ojos y se transformó en su hermana. Una preciosa perra. Una manipuladora abeja reina,. La chica que había arruinado su vida.

Su piel picaba. Ni siquiera era tan difícil: Courtney había sido la abeja reina de un grupo de chicas populares en Radley, había conseguido la mejor mesa de la sala de esparcimiento, controlaba qué era lo que se veía en la televisión y lo que no, hizo la mejor presentación en el concurso de talentos del internado. E incluso antes de ser trasladada a Radley, los niños la amaban—de hecho más que a su hermana. La gente se sentía más cómoda con Courtney; la elegían primero para kickball, todos querían formar grupo con ella para los proyectos de arte, ella tenía más interesados para San Valentín que cualquier otra chica en la clase. Ali, por su parte, a veces alejaba a la gente. Ella era muy manipuladora, demasiado intensa. Gritaba a la gente cuando los adultos no la miraban, ponía mala cara cuando su regalo de Santa Secreto [4]no era el mejor, e incluso una vez pateó el gatito que habia llevado una niña para una actividad de mostrar y contar. Claro, Alison era hermosa—un poco más que Courtney, de hecho—pero no era la más querida. Eso era por lo que tanto había trabajado para sacar a Courtney de su camino, ella quería ser la única estrella.

Courtney notó los tacones azules de Ali tirados junto a la puerta y se los puso. Para asegurarse de que su madre viera exactamente dónde estaba—y dónde su hermana no estaba, ella casualmente arrojó otro plato. Mientras caía con un fuerte sonido, casi imposible de ignorar, Courtney empujó la puerta y salió al jardín, miró a las chicas, quienes ahora estaba discutiendo bulliciosamente, se quedaron en silencio y miraron hacia ella. Por la intimidanda expresión de sus caras, ya sabía que habían caído. Era obvio que creyeron que ella era Ali.

- Pueden salir de ahí - dijo en la voz más confiada que le podría haber salido.

Las chicas no se movieron.

- En serio, que hay alguien ahí, - dijo - pero si vinieron por mi bandera, ya no está. Alguien ya la robó.

Spencer salió de los arbustos primera. Las otras la siguieron. Y de repente…solo pasó. Asumieron que era Ali, y le preguntaron sus preguntas. Las respuestas salían tan naturalmente de la boca de Courtney como si  fuera un rol perfecto para ella. Y cuando la Sra. DiLaurentis apareció, miró cautelosamente a las niñas en el patio—definitivamente esas no eran las amigas de Ali, pero cuando miró a su hija no sospechó nada. Solo asumió que Courtney era Ali. Y para cuando volvió a cerrar la puerta, la familia ya estaba en el coche en menos de diez minutos. Condujeron lejos. Así de simple.

Courtney estaba tan entusiasmada y nerviosa y asustada que apenas podía seguir manteniendo su acto de indiferencia con las chicas en el patio. Sentía que estaba a punto de explotar. Se sentía con ganas de darle un gran abrazo a cada árbol en el jardín.

Para cuando Courtney volvió a entrar a la casa, se sintió como si hubiera corrido la distancia hasta Radley, ida y vuelta. Su cabeza se sentía ligera. Sus extremidades se sentían pesadas. Miraba alrededor de la cocina, los pedazos del plato aún seguían en el suelo. Un florero también se había roto. La casa en silencio parecía relucir los sonidos y las voces fantasmales de lo que había ocurrido recién: violentos y desesperados gritos rondaban en el aire, una pelea por hacer entrar a alguien al auto, alguien quejándose de que se estaban llevando a la gemela equivocada.

Ella caminó entre las silenciosas habitaciones, los tacones de su hermana haciendo ruido en el piso. Su plan había funcionado. Pero de repente el pánico la atacó. Ahora tenía que seguir actuando. Esto no era algo que solo pudiera durar unos pocos días o semanas antes de que la gente se diera cuenta de que estaba encerrada la gemela errónea. Tenía que encontrar la forma de quedarse en casa por siempre. 

Ella corrió escaleras arriba hacia la habitación de su hermana, subiendo los escalones de dos en dos. Sus ojos escanearon la colcha blanca y negra de Ali, los recortes de revista y fotos de sus amigas en las paredes, el abultado armario lleno de ropa. Se dirigió a la cama y deslizó la mano debajo del colchón. El diario de Ali estaba justo en el medio, justo donde había estado ayer. Se sentó, lo abrió donde lo había dejado y continuó leyendo.


Pero cuando llegó al final, un horrible sentimiento en su estómago se intensificó. El diario estaba lleno de cosas sobre Naomi Zeigler y Riley Wolfe, y hacía referencias nubladas a secretos y chistes internos que no había modo de que Courtney pudiera conocer. No había manera de que ella pudiera seguir siendo amiga de Naomi y Riley—tenía que abandonarlas y conseguir un nuevo grupo. Solo que ¿Quién?


Las cuatro chicas del patio vinieron a su mente. Spencer, Aria, Emily y la última chica, la regordeta. Ella corrió hacia el anuario de quinto año de Ali y comenzó a pasar las páginas. Hanna—ese era su nombre, ellas no habían firmado su anuario—ninguna conocía bien a Ali. Perfecto.

Slam.

Su cabeza se levantó de golpe, y regresó el diario bajo el colchón. Sólo había pasado una hora. ¿ya habían vuelto? ¿ya se habían dado cuenta?

Miró por la ventana delantera. Había un auto negro doblando en la esquina; no pudo ver al conductor. Los pasos sonaron en la cocina continuando por la escalera. Ella se quedó inmóvil en su lugar mientras quien sea que fuera caminaba por el pasillo. Una figura apareció por la puerta, y ella estuvo a punto de gritar.

Jason la miró con los ojos achicados - ¿Ya se la llevaron?

Courtney asintió, aun sin atreverse a respirar.

La boca de Jason se frunció. - Bueno, supongo que estarás feliz ahora, ¿eh Ali?

Negó con la cabeza y continuó camino a su habitación. Cerró la puerta de un golpe haciendo retumbar las paredes. Unos segundos después los compases de una canción de Elliott Smith comenzaron a sonar. 

Courtney pasó sus manos a través de su cara. Él la había llamado Ali.

Fue hasta el espejo. La chica en el vidrio vestía una remera rosa oscuro y tacones. Tenía el pelo brillante, una cara con forma de corazón y una gran sonrisa. Después de un momento ella movió su cabeza y sacudió su pelo hacia atrás de los hombros, justo como Ali lo hacía y entonces suspiró. Lo había logrado.

La euforia la atravesó como una ola. Ella mandaría en la escuela. Se volvería fabulosa. Sería la mejor Alison DiLaurentis posible. Ella se lo merecía, claro que sí. ¿Y su hermana? Se imaginó la cara de Ali cuando sus padres la metieron dentro del auto, la vida que tendría en la Reserva. Pero lo que estaba hecho estaba hecho. Y era justo.

Se puso de pie derecha, admirando a la chica del espejo. De repente recordó algo, corrió hacia el cuarto de invitados, abrió el cajón del feo armario y sacó el anillo plateado que le había robado la noche anterior a Ali cuando se lo sacó para lavar los platos. Lo sacó y lo acercó a la lámpara, una pequeña A estaba grabada en uno de los lados. Sonriéndose a sí misma, deslizó el anillo en el dedo índice de su mano derecha, el mismo donde lo usaba su hermana.

Entonces miró al espejo otra vez. - Soy Ali -, le dijo al reflejo.

 - Y soy fabulosa.




[1] Frosted Flakes: Cereal de desayuno creado por la compañía Kellogg’s, conocido en Latinoamérica como Zucaritas.
[2] “One Flew Over the Cuckoo’s Nest”: película estadounidense de 1975 basada en la novela homónima de Ken Kesey. 
[3] Schizo: Abreviatura de esquizofrénica.
[4] Santa Secreto: un tradicional juego en la época navideña donde, después de varias pistas de algún anónimo, recibes un regalo.

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