Esa misma tarde, Spencer dejó el sórdido Motel 6 en
las afueras del campus de la Universidad de Princeton, donde se había estado
quedando desde el desastre de la fiesta de la noche anterior, y se dirigió
hacia la estación del tren. La lluvia se había abatido y el sol había salido,
haciendo que las aceras brillen y el aire oliera a flores frescas. La gente
guardaba sus paraguas y se quitaban los gorros de sus chaquetas. Un par de
jugadores de Ultimate Frisbee salieron de la residencial y continuaron sus
juegos. Cualquier otro día, Spencer hubiera tomado la oportunidad de sentarse
en una de las bancas y simplemente mirar el esplendor que era la Universidad de
Princeton. Pero hoy, solo se sentía exhausta.
Partiendo casi inmediatamente después de que la
policía se llevó a Harper de la fiesta, Spencer le envió un mensaje a Harper
con muchas y abundantes disculpas, pero Harper no había respondido. Tampoco lo
hicieron Quinn o Jessie ni nadie más cuyos números se había conseguido antes
del gran arresto de drogas. Spencer sabía que quedarse en la casa Ivy[1]—o
cualquier otro lugar en el campus—no era una opción, así que googleó moteles
locales en el área y se fue a la habitación del Motel 6 casi a media noche.
Todo lo que quería era poder dormir y olvidar todo lo que había ocurrido, pero
se mantuvo despierta casi toda la noche por la música tecno que venía de la
librería de adultos junto al motel. Su cabello estaba grasoso por el shampoo
del motel, su piel picaba por las sabanas de algodón barato, y su cabeza daba
vueltas por lo terrible que era haber arruinado sus oportunidades de entrar al
Ivy.
Estaba lista para irse a casa
Un grupo de adultos en atuendos de negocios pasaron,
se veían honorables e importantes. Hanna dijo que Gayle había estado en el
campus de Princeton. Era obvio que Gayle la había espiado la otra noche y había
llamado a los policías delatando a Harper. Spencer entendía que esta mujer
estaba enojada porque Emily no le había dado el bebé, pero ¿Qué lunática iba a
tales extremos de meterse con chicas de la mitad de su edad?
Spencer vio a una rubia sentada en una banca, y
Spencer paró de golpe. Allí, leyendo una novela de D.H. Lawrence y sosteniendo
un café de Starbucks, estaba Harper
“Oh,” Spencer dijo. “¡H-hola!”
Harper levantó la mirada y frunció el ceño. Volvió a
su libro sin decir una palabra.
“He estado tratando de contactarte,” Spencer se
apresuró hacia la banca, dejando caer su bolso a sus pies, “¿Estás bien?”
Harper cambió de página. “Si querías meterme en
problemas, no estás de suerte. Los policías no pudieron encontrar hierba
conmigo. Me dejaron ir con una advertencia.”
“¡Yo no quería meterte en problemas!” Spencer
gritó. “¿Por qué haría algo así?”
“Tú eras la única persona en la fiesta a quien no
conozco muy, muy bien, y te veías bastante incómoda conmigo fumando.” Harper
aun no dejaba de mirar el libro.
Una
bandada de palomas aterrizó cerca a ellas, peleándose por migas de pizza.
Spencer deseaba poder contarle a Harper sobre A, pero A provocaría un caos si
ella lo hiciera. “Tengo algunos cadáveres en mi closet, así que estoy algo
inquieta por si me pillan otra vez,” admitió en voz baja. “Pero nunca te
delataría”
Harper finalmente miró a Spencer. “¿Qué ocurrió?”
Spencer levantó un hombro. “Una amiga y yo tomábamos
drogas de estudio el verano pasado. Nos pillaron.”
Los ojos de Harper se expandieron. “¿Te metiste en
problemas?”
“Me dejaron ir con una advertencia.” Spencer miró su
bolso. No había motivo para hablar sobre lo de Kelsey ahora. “Me asusté mucho.
Pero prometo que yo no te delaté. Por favor dame otra oportunidad.”
Harper marcó la página con un marcador con borla y
cerró fuertemente el texto. Miró a Spencer por un momento como si estuviera
tratando de opinar sus pensamientos. “Sabes, yo sí quiero que me
agrades, Spencer,” dijo. “Si quieres compensarlo, hay un almuerzo mañana al que
puedes venir. Pero hay una misión: Tienes que traer un plato.”
Spencer parpadeó. “¿Tengo que cocinar algo? ¿Donde se
supone que encuentre una cocina?”
“Ese es asunto tuyo.” Harper metió el libro en su
cartera y se paró. “Todos tienen que traer un plato. Es una olla común,”
“Muy bien,” dijo Spencer. “Se me ocurrirá algo.”
Las orillas de la boca de Harper lentamente se
volvieron una sonrisa. “Te veo en la Casa Ivy mañana a las doce en punto.
¡Adiós!”
Se fue por la acera, sus caderas se balanceaban y su
cartera rebotando en su trasero. Spencer cambió su peso de un pie al otro
confundida. ¿Una olla común? ¿En serio? Eso sonaba como algo que Nana Hastings
hubiera hecho para la liga femenina de la que una vez fue presidenta. Incluso
el término olla común sonaba extrañamente como de los 1950’s, evocando
imágenes de brillantes ensaladas de macarrones en Tecnicolor y moldes de
gelatina.
Las palabras chocaban en su cabeza otra vez. Olla
Común. Harper le había guiñado el ojo como si tuviera doble significado.
Spencer se rio en voz alta, algo hizo click. Era una olla común—literalmente.
Harper quería que ella cocine hierba[2] en un
plato. Era la oportunidad de Spencer para probar que ella no era una policía
del narcotráfico.
Las campanas del reloj dieron la hora, y las palomas
se fueron de la vereda de una vez. Spencer se hundió en la banca, pensando
mucho. A pesar de que odiaba la idea de comprar drogas otra vez, estaba
desesperada por recuperar la simpatía de Harper—y entrar al Ivy.
Solamente, ¿cómo iba a conseguir hierba? No conocía a
nadie allí a pesar de la gente a la que había conocido en la fiesta, y ellos
probablemente no la ayudarían.
Se enderezó, golpeada por un relámpago de brillantez. Reefer.
El vivía cerca de Princeton ¿o no? rápidamente buscó en su carera el trozo de
papel que él le dio en la cena de Princeton. Agradecidamente, estaba arrugado
en un bolsillo. Qué largo y extraño viaje ha sido, decía la nota.
Dímelo a mí, Spencer pensó. Luego mantuvo la
respiración como entrando a una habitación con olor asqueroso y marcó su
número, esperando que no estuviera cometiendo un grave error.
“Sabía que ibas a llamar,” Reefer dijo abriendo la
puerta de una gran casa colonial en un vecindario a unas cuantas millas del
campus de Princeton. Estaba vestido con una polera extra grande de Bob Marley,
jeans anchos con un parche de una hoja de marihuana en la rodilla, y las mismas
zapatillas de cáñamo que había usado en la cena en Striped Bass. Su largo
cabello estaba guardado en uno de esos horribles gorros Jamaicanos de colores
brillantes que cada drogo que Spencer había conocido amaba usar, pero él al
menos se había afeitado la barba de chivo. Se veía un millón de veces mejor sin
ella—No era que ella pensara que él era lindo ni nada.
“Aprecio que te tomes el tiempo de verme,” Spencer
dijo remilgadamente, estirando su cárdigan.
“My House is your house.”
Reefer prácticamente estaba salivando cuando la
escoltó al interior.
Los tacones de Spencer sonaban en el recibidor. El
living era largo y angosto con alfombra beige y sofás y sillas de cuero.
Volúmenes de antiguos Libro de la Enciclopedia Mundial de los ochenta
estaban ordenados en las repisas, y un harpa dorada estaba en un rincón. Junto
al living estaba la cocina, la cual tenía murales de pared en espiral
psicodélico y un frasco de galletas con forma de una lechuza con mirada
maliciosa. Spencer se preguntó si Reefer pasaba el rato aquí cuando él estaba
drogado.
Sintió el aire. Extrañamente, la casa no olía a
marihuana, sino que a velas de canela y enjuague bucal de menta. ¿Y si Reefer
no fumaba en casa? O aun peor, ¿Y si era de esos chicos que solo pretendía
que estaba drogado todo el tiempo pero en realidad le tenían miedo a esas
cosas?
“Entonces, ¿Qué puedo hacer por ti?” Reefer preguntó.
Spencer puso sus manos en sus caderas, de repente
estaba insegura. Había comprado drogas el verano pasado, pero eso involucraba
contraseñas secretas y tratos en callejones traseros. Dudaba que comprar hierba
fuera igual. Decidió ser directa y precisa: “Me preguntaba si pudiera comprar
un poco de marihuana de ti.”
Los
ojos de Reefer se iluminaron. “¡Lo sabía! ¡Sabía que fumabas! ¡Por supuesto que
puedes! ¡Incluso podemos fumar juntos si quieres!”
Bueno, eso respondía su pregunta. “Gracias,” Spencer
dijo, sintiéndose aliviada. “Pero no es para mí. Es para esta Olla común
auspiciada por el Eating Club Ivy. Básicamente, quieren que todos lleven un
plato que tenga hierba cocinada en él. Así que necesito un poco... y una
receta. Es realmente importante.”
Reefer levantó una ceja. “¿Tiene algo que ver con que
pusiste a esa chica en problemas en la fiesta de anoche?”
Los hombros de Spencer se pusieron tensos. “¡Yo no la
metí en problemas! Pero si, es por eso. Harper es una gran influencia en Ivy, y
quiero asegurarme de entrar.”
Reefer tocó una cuerda del harpa. “¿Ivy da fiestas de
hierba? No sabía que eran tan geniales.”
¿Qué sabes? Spencer pensó, molesta. “Bueno,
¿tienes hierba para mí o no?”
“Por supuesto. Por aquí.”
Caminó por las escaleras hasta el segundo piso.
Pasaron un pequeño baño de temática náutica y un dormitorio de invitados que
tenía mucho equipamiento de ejercicios y finalmente entraron al dormitorio de
Reefer. Era brillante y grande, con una cama tamaño Queen, estantes blancos, y
una silla Eames blanca y un otomán. Spencer se había esperado un oloroso
estudio de drogas con posters de ilusiones ópticas en los muros, pero este se
veía como un dormitorio sacado de un hotel boutique en New York. Por supuesto,
probablemente él no lo había decorado.
“Así que estás luchando para entrar al Ivy, ¿huh?”
Reefer caminó hacia el closet al fondo de la habitación.
Spencer resopló. “Eh, Si. ¿No todos acaso?”
Reefer se encogió de hombros. “Nah. Es un poco
aburrido para mí.”
“¿Una organización que apoya una olla común de hierba
es aburrido?”
“Simplemente no me gustan las organizaciones.” Reefer
puso organizaciones entre comillas con los dedos. “No me gusta ser
puesto en una
Categoría,
¿sabes? Es muy opresivo.”
Spencer explotó de la risa. “Mira quién habla.”
Reefer la miraba en blanco, apoyándose en el bureau
“Solo digo que, ¿No estás tú mismo poniéndote
en una categoría?” Spencer movió sus manos de arriba a abajo apuntando el
cuerpo de Reefer. “¿Qué hay sobre todas la onda Rastafari que andas trayendo?”
Media sonrisa se formó en la cara de Reefer. “¿Cómo
sabes que yo no soy más que solo esto? No deberías juzgar un libro por su
portada.” Luego se dio vuelta hacia su closet. “¿Por qué te importa tanto
entrar al Ivy, de todas formas? Tú no te vez como el tipo de chica que tendría
problemas haciendo amigos.”
Spencer se resintió. “Eh, ¿porque ser parte de un
Eating Club es un gran honor?”
“¿Lo es? ¿Quién lo dice?”
Spencer arrugó su nariz. ¿En qué planeta vivía este
tipo? “Mira, ¿Puedo simplemente ver la hierba?”
“Por supuesto.” Reefer abrió las puertas de su closet
y se hizo a un lado. Adentro había un gabinete alto y de plástico transparente
con al menos treinta cajones. Cada cajón estaba etiquetado con cosas como
Aurora Boreal y Mota de Poder. Adentro, Spencer pudo ver un pequeño bulto color
verde grisáceo que se veía como una mezcla entre un montón de musgo y un dreadlock
en cada uno de los cajones.
“Wow,” Spencer susurró. Se había imaginado que Reefer
tendría sus provisiones en calcetines sucios bajo su cama, o enrollada en un
montón de periódicos socialistas. El organizador estaba completamente limpio, y
en cada cajón había la misma cantidad de hierba, como si hubiera sido
compulsivamente pesado en una pesa. Al lado izquierdo de los gabinetes había
variaciones de hierba como americano, Hermana de Buda, y Caramella. Al lado
derecho, al fondo, había una variedad llamada Yumboldt—Spencer asumió que no
había ninguna marihuana que comience con Z. Estaba en orden alfabético. Spencer
sonrió por dentro. Si ella fuera una amante de la marihuana, probablemente
organizaría sus provisiones de esta forma.
“¿Todo esto es tuyo?” preguntó.
“Ajá,” Reefer parecía orgulloso de sí mismo. “La
mayoría yo la planté usando hibridización y técnicas de recombinación genética.
Es completamente orgánico también.”
“¿Eres un traficante?” De repente se sintió nerviosa.
¿Era peligroso estar aquí?
Reefer negó con la cabeza. “Nah, es más como una
colección. No trafico—excepto a chicas hermosas como tú.”
Spencer
bajó los ojos. ¿Qué veía en ella Reefer, de todos modos? Una chica que fiera a
la Lilith Fair, con las cejas con piercings, perturbadora bohemia parecía más
de su tipo. “¿Qué tipo es buena para cocinar?” preguntó, cambiando el tema.
Reefer abrió un cajón y seleccionó un bulto verdoso.
“Esta es súper delicada y realmente fragante. Huele.”
Spencer se alejó de él. “No es como si fuera vino.”
Reefer la miró condescendientemente. “En algunas
culturas, distinguir diferentes tipos de hierba es mucho más refinado que tener
un buen paladar para los vinos.”
“Supongo que tu eres el experto.” Spencer acercó el
montón de marihuana a su nariz y respiró. “Ugh” alejó su cabeza, atacada por el
familiar olor a hierba.
“Huele a trasero.”
“Novata.” Reefer se rió. “Sigue inhalando. Hay mucho
más que solo eso. Es un secreto que está oculto.”
Spencer lo miró extrañada, pero luego se encogió de
hombros y se movió para volver a inhalar. Luego de superar el rancio, asqueroso
olor a marihuana, comenzó a notar otra esencia entremedio. Algo
casi...fragante. Miró arriba, sorprendida. “¿Cáscara de naranja?”
“Exacto.” Reefer sonrió. “Es un híbrido de dos diferentes
tipos de hierba que tienen características muy frutales. Yo mismo creé la
mezcla.” Se dio vuelta y sacó otro capullo y lo puso bajo las fosas nasales de
Spencer. “¿Qué tal este?”
Spencer cerró los ojos y respiró. “¿Chocolate?” Dijo
luego de un momento.
Reefer asintió. “Se llama trozo de chocolate. Tienes
una muy buena nariz.”
“Si solo hubiera una carrera de inhalar hierba,”
Spencer bromeó. Pero profundamente, no podía evitar sentirse complacida. Le
gustaba cuando alguien notaba que ella era buena en algo.
Se atrevió a sonreírle a Reefer, y él le sonrió de
vuelta. Por un momento, se veía lindo. Sus ojos eran de un color dorado
encantador. Si solo se deshiciera de esas estúpidas ropas, sería hermoso.
Luego Spencer bajó las orillas de sus labios,
sorprendida por sus pensamientos. El humo de la hierba probablemente le estaba
llegando. “¿Así que se puede poner esto en brownies?” preguntó.
Reefer aclaró su garganta y se alejó. “Sip. Tengo una
gran receta que te puedo prestar también.” Sacó una carpeta de un librero
organizado, extrajo un fichero, y se lo pasó a ella. Mágicos y Misteriosos
Brownies decía el encabezado.
Spencer puso la tarjeta en su bolsillo. “¿Cuanto te
debo?”
Reefer movió la mano. “Nada. Como te dije, no soy un
traficante.”
“Quiero darte algo.”
Reefer pensó un momento. “Puedes responderme algo.
¿Por qué quieres ser parte de Ivy?”
Spencer se erizó. “¿Por qué te importa?”
Reefer se encogió de hombros. “Simplemente no entiendo
los Eating Clubs. Parece que la mayoría de la gente se siente bien consigo
mismas, pero ¿Realmente necesitas de un estúpido club para saber que eres
genial?”
La cara de Spencer se calentó. “¡Por supuesto que no!
Y si le preguntas a alguien que pertenezca a ellos, estoy segura de que eso no
es por qué ellos son parte de ellos tampoco.”
Reefer resopló. “Por favor. Oí a esas chicas Ivy en la
fiesta. Ellas mencionaban gente famosa que conocían para darse importancia como
locas. Te garantizo que la única razón por la que son parte del club es para
impresionar a sus padres o ganarle a sus hermanos o porque les da un grupo de
amigos automático.
Es tan...seguro.”
La mente de Spencer daba vueltas. “Te aseguro que eso no
es en lo que están pensando. Eso no es en lo que yo pienso tampoco.”
“Está bien.” Reefer se cruzó de brazos. “Dime en lo
que estás pensando entonces.”
Spencer abrió su boca para hablar, pero no salieron
palabras. De manera irritante, no podía pensar en ni una razón que Reefer
podría entender. Aun peor, quizás estaba en lo cierto—quizás ella si quería un
grupo de amigas automático. Quizás quería impresionar a sus padres, el Sr.
Pennythistle, Amelia, Melissa, y todos en Rosewood Day que no creían en ella.
Pero Reefer había hecho sonar como si querer esas cosas fuera superficial y
poco audaz. Él la dejó como una impaciente e insegura pequeña niñita que solo
quería hacer felices a mami y a papi, sin pensar por ella misma.
“¿Cuando lo dejas?” balbuceó, dándole la cara a
Reefer. “¿Qué te hace tan alto y poderoso? ¿Qué hay de Princeton mismo? Ellos
solo admiten a unas cuantas personas mientras rechazan a muchos otros. ¡No
tienes problemas en ser parte de eso!”
“¿Quién dice que no tengo problemas con eso?” Reefer
dijo tranquilamente. “Tu realmente no deberías—”
“Juzgar a un libro por su portada, lo entendí,”
Spencer interrumpió enojada. “Quizás deberías escuchar tu propio consejo.”
Buscó en su billetera y sacó dos de veinte y se los pasó a Reefer por la
hierba. Él los miró como si estuvieran cubiertos de ántrax. Luego ella salió de
la casa, golpeando la puerta tras ella.
El aire frío fue una bienvenida para su piel caliente.
Su mandíbula dolía de apretarla tan fuertemente. ¿Por qué siquiera se
preocupaba de lo que pensaba Reefer? No era como si fueran amigos. Igual, ella
miró a la ventana de su dormitorio. Las persianas no estaban abiertas y Reefer
no estaba mirando tristemente, rogando su perdón. Idiota.
Girando sus hombros hacia atrás, pisó los escalones y
sacó su celular para llamar a la compañía de taxis para que la lleven de vuelta
al motel. Sus ojos lagrimeaban, y ella retrocedió y olfateó la carcasa de cuero
de su celular. Olía como la hierba que Reefer le había dado. Arrugó su nariz,
maldiciendo el olor. Ya no olía a dulce y agria cáscara de naranja. Quizás
nunca fue así.
Capítulo 19 | Capítulo 21
excelente trabajo!! gracias por la traduccion!!
ResponderBorrargracias a ti por comentar! saludos :)
BorrarGracias por estar traduciendo c:
ResponderBorrarGracias por estar traduciendo el libro, no lo encontraba en ningún lado.
ResponderBorrar:O tu nombre es como el de Kelsey! ajajaj :) gracias por comentar, saludos :)
BorrarGracias por traducirlo!! de verdad!!! Saludos ;)
ResponderBorrarUn gusto :) Saludos igualmente
Borrargracias por el cap :)
ResponderBorrargracias por el comentario! saludos :)
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