viernes, 3 de mayo de 2013

Stunning - Capítulo 19: Agente secreta Hanna



El asunto con la ropa diseño militar, Hanna se dio cuenta, era que era realmente fea. Debería haber Louis Vuitton militar, o militar que realmente complementara el tono de piel de una persona. No era como si ella se estuviera escondiendo en los bosques verdes y marrones, después de todo. Estaba merodeando en el mall King James.

Era un poquito después en la tarde del sábado, y Hanna se acababa de poner su primer—y último—traje de camuflaje para inaugurar la Operación Averiguar Si Colleen Está Escondiendo Algo. Se había comprado el atuendo en la armada/marina de Rosewood, una terrible tienda llena de máscaras de gas, porta granadas, botas de combate poco favorecedoras, y otros artículos que esperaba no volver a ver nunca más, excepto quizás en CNN. También había escogido una mira que tenía rayones (probablemente por alguna terrorífica guerra), lentes de visión nocturna, y un casco de pelotón, solo en caso de que tuviera que hacer un giro tipo comando, o saltar de un auto en movimiento. Quizás era una exageración comprar todo ese equipamiento para espiar a una chica quien probablemente estaría encantada si supiera que Hanna hubiera tomado tanto interés en ella, pero Hanna pensó que la ayudaría a ponerse de ánimo.

Ahora, estaba agachada tras una gran planta falsa en el medio de la explanada y mirando por los binoculares a Colleen y a Mike entrando a Victoria’s Secret. Hanna sintió un momento de duda. ¿Era raro que estuviera haciendo esto? Era como que se estuviera convirtiendo en A. Pero entonces, quizás Gayle tenía razón—quizás Colleen tenía un secreto que ella no sabía. Todos tenían uno.

Hanna miró su reloj. Le daría otra media hora, decidió, y luego llamaría otra vez a Emily. Por el asunto de Colleen, no era como si ella y Gayle estuvieran en el mismo equipo ni nada—A solo había tenido una buena idea por una vez. Todo lo que necesitaba hacer era descubrir algún vergonzoso secreto de Colleen para alejar a Mike de ella para siempre y devolverla a tontolandia a donde pertenecía

Había un solo problema: hasta ahora, Colleen parecía un libro abierto. Hanna había mirado el auto de Colleen en el estacionamiento, pero ella lo mantenía limpio y aburrido. Había seguido a la pareja a Otter, la mejor boutique en el mall, y miraba como la vendedora favorita de Hanna le mostraba a Colleen un nuevo modelo de jeans de James que acaba de llegar—jeans que se suponía que Hanna vería primero. Traidora.

Ahora, Colleen se acercó a la vendedora de Victoria’s Secret y le explicó que estaba buscando nueva lencería. “¿Qué talla eres?” la asistente preguntó. Hanna había aprendido a leer los labios cuando estaba en quinto grado, mayormente para descifrar las tensas peleas de sus padres a través de la puerta de vidrio de la puerta de atrás. Colleen le dio la respuesta, y la boca de Hanna se abrió de golpe. Los pechos de Colleen eran aun más grandes de lo que había pensado.

Mientras la vendedora buscó algunos estilos que le podrían gustar a Colleen, Mike se acercó a una mesa de sostenes de satín, sostuvo uno enorme y rosado en su pecho, y comenzó a hacer poses exageradas. Hanna se rio. Mike solía hacer eso todo el tiempo cuando ellos iban de compras juntos, y eso nunca fallaba para hacerla reír. Pero cuando Colleen lo vio, frunció el ceño en desapruebo. Mike hizo un puchero y dejó de vuelta el sostén en la mesa, se veía como un cachorrito regañado.

El celular de Hanna sonó fuertemente, y ella frenéticamente tocó su bolsillo para silenciarlo. La foto de Hanna aparecía en la pantalla. “¿Te pusiste en contacto con Emily?” Hanna susurró en el micrófono.

“Estoy con Emily, y añadí a Spencer también.” La voz de Aria hizo eco en el auricular. “Estamos muy asustadas. Me llegó un texto hoy. A definitivamente está tras el bebé de Emily.”

Hanna se hundió más en los arbustos. “Tenemos que probar que Gayle es A. Pero ¿Cómo lo hacemos sin ir a la policía?”

“Gayle está loca,” Aria explicó. “Tal como Kelsey. Los policías no creerían nada de lo que diga.”

“Si, pero ella tiene dinero,” Hanna le recordó. “Y ella es una adulta. Eso le añade más peso, ¿no crees?”

“Chicas, no estoy tan segura de que Gayle sea A,” la voz de Spencer sonó lejana. “Me llegó una nota anoche, y estoy en Princeton. ¿Cómo podría Gayle estar en dos lugares a la vez?”

Hanna miró un grupo de chicos de Rosewood Day pasando. “Quizás si puede. En la carrera esta mañana, Gayle se disculpó por llegar tarde, diciendo que acababa de volver de Princeton. Su marido acababa de donar un laboratorio para el cáncer.”

Spencer hizo un pequeño sonido en la parte de atrás de su garganta. “¿Creen que me siguió hasta mi fiesta? ¿No habría notado yo a alguien como ella en un grupo de chicos?”

“Probablemente se haya estado escondiendo en los arbustos afuera,” Hanna dijo.

“Eso aun no prueba que Gayle sea A,” Emily protestó. “Pero lo importante es que de cualquier modo, ella está tras el bebé. ¿Cómo vamos a averiguar a dónde fueron los Bakers? Tenemos que advertirles.”

“La corredora de propiedades no tenía la información de hacia dónde se habían mudado,” Aria añadió, sonaba abatida. “Podrían estar en cualquier parte.”

“De hecho, puede que pueda encontrarlos.” Hanna movió el teléfono a su otra oreja. “La campaña de mi papá tiene información de registro de los votadores de gente en toda Pennsylvania. Si se quedaron en el estado, probablemente pueda encontrar su nueva dirección.”

“¿En serio?” Emily sonaba esperanzada. “¿Qué tan pronto puedes hacer eso?”

“Buscaré cuando llegue a casa,” Hanna prometió. “Pero puede tomar unos días.”

“Yo aun creo que Gayle es A,” Aria dijo. “¿Pero cómo podemos probarlo?”

Hubo una pausa en la línea. “Bueno, A nos está siguiendo a todas, ¿cierto?” Spencer dijo luego de un momento. “Quizás una de nosotras podría tratar de pillarla en el acto.”

“O una de nosotras podría tratar de robarle su celular,” Hanna dijo.

“Eso sería genial, pero deberíamos conocer su agenda y aparecernos donde ella estará.” Aria sonaba desalentada.

“Yo sé donde va a estar.” Hanna pasó su lengua por sus dientes. “La fiesta de campaña de mi papá es mañana. Quizás podríamos averiguar un modo de pillar su celular mientras esté ocupada. Entonces probaremos que es A.”

“Pero podría no ser A,” Emily se quejó.

“Míralo de esta forma,” Aria dijo con gentileza. “Incluso si no es A, quizás hay algo en su celular sobre su búsqueda del bebé. Quizás A le dio algún tip o algo. Tu quieres saber qué trama, ¿cierto?”

Emily aceptó, y las chicas prometieron estar atentas de cualquiera que las siga y ponerse en contacto tan pronto como tengan otro mensaje de A. Luego de colgar, Hanna separó dos hojas de la planta y miró a Victoria’s Secret. Mike y Colleen ya no estaban allí. Mierda.

Luego los espió caminando de la mano hacia la salida. Saliendo de las plantas—y ganando extrañas miradas de los transeúntes—los siguió hacia el estacionamiento. Se detuvieron junto al auto de Colleen y hablaron. Hanna se escondió tras un VW Beetle para escuchar.

“¿Estás segura de que no puedo ir contigo?” Mike decía.

“Probablemente es mejor que vaya sola,” Colleen respondió, su mano estaba en la puerta del conductor.

Vamos.” Mike sacó el flequillo de Colleen de sus ojos. “Apuesto que será realmente hot.”

Colleen besó la punta de la nariz de Mike. “Te lo contaré todo cuando termine, ¿está bien?”

Se deslizó al asiento del conductor y prendió el motor. Mike se despidió hasta que había dado vuelta por la curva. Hanna corrió a toda velocidad a su auto, el cual estaba estacionado a solo unas cuantas plazas de distancia. Necesitaba moverse si iba a seguir a Colleen a su encuentro secreto.

Alcanzó a Colleen en una pequeña salida del mall hacia la ruta 30, luego siguió al auto por una serie de caminos traseros. Centros comerciales dieron lugar a viejas casas victorianas y a los edificios de piedra-y-ladrillos de la escuela de Hollis. Una calle estaba cerrada; había habido un topón entre un Jeep y un viejo Cadillac. Hanna apartó la mirada, los viejos recuerdos de su propio accidente de autos del verano pasado volvían a ella. No era como si se hubiera quedado para ver las luces de la ambulancia.

Colleen dobló en una calle lateral y se estacionó en paralelo de manera experta en la cuneta. Hanna giró su auto en un callejón, se estacionó retorcidamente, y se escondió en un arbusto justo a tiempo para ver a Colleen caminando por los escalones de una vieja y gran casa en la esquina. Colleen tocó el timbre y se quedó de pie, arreglando su cabello.

La puerta se abrió, y un hombre canoso con pies de cuervo abrió la puerta. “Que genial verte,” dijo, dándole un beso de aire a Colleen.

“Muchas gracias por verme de forma tan imprevista,” Colleen dijo.

“Lo que sea para ti, querida.” El tipo puso sus manos en la cara de Colleen. “Tienes una estructura ósea muy buena. Eres muy natural.”

Colleen se rio con timidez. “Estoy agradecida de que pienses eso.”

¿Natural para qué? Hanna empujó una rama fuera del camino. ¿Colleen estaba saliendo paralelamente con Mike y este anciano?

Cuando la puerta se cerró, Hanna fue hacia el pórtico y miró la placa junto al timbre. JEFFREY LABRECQUE, decía. FOTÓGRAFO.

Hanna se rio. Entonces Colleen se iba a tomar fotos profesionales. Sabía cómo iba a salir eso—si este Jeffrey era como Patrick, su cutre fotógrafo, él adularía a Colleen y la convencería de quitarse la polera. Los celos de Mike hacia Patrick—y la reacción de Hanna por eso—fue lo que los separó. Podría ser justo lo que arruinaría a Mike y a Colleen también.

Hanna miró por la ventana, viendo al fotógrafo ubicando un montón de luces alrededor de una pantalla negra. Le hizo un gesto a Colleen para que se siente en un taburete, luego se puso tras su cámara. El flash prendía una y otra vez, Colleen giraba sus rodillas de ese modo y haciendo esas caras variando de eufórica a intensa a pensativa a taciturna. Luego de unos minutos, Jeffrey Labrecque caminó hacia Colleen y le dijo algo que Hanna no pudo oír. Se alejó, y Colleen se sacó su cardigán. Hanna se inclinó. Probablemente este era el momento en que iba a posar en su sostén negro de encaje.

Pero cuando Jeffrey se alejó, Colleen aun tenía la blusa puesta. Ella sonrió para la cámara, se veía íntegra y dulce. En minutos, la sesión fotográfica había acabado, y Colleen se levantó del taburete, le pasó un cheque al fotógrafo, y despidieron con la mano.

“Increíble,” Hanna articuló. Todo fue tan malditamente puro que toda la viñeta podría haber tenido una aureola sobre ella.

Colleen se dirigió a la puerta frontal, y Hanna se alejó del pórtico antes de que Colleen la viera. Cuando dio la vuelta a la esquina, casi se golpeó en un sedan negro resoplando por la cuneta. Las ventanas tenían tinte, pero pudo ver un par de ojos mirando por la ventana ligeramente abierta del asiento de atrás. Antes de poder ver quién era, el auto se alejó. Hanna se dio vuelta y miró al auto alejándose, pero ya estaba muy lejos como para que ella viera la patente.

Beep.

El teléfono de Hanna brillaba al fondo de su cartera. Las palabras de un nuevo texto la asaltaron tan pronto como miró la pantalla.

Estás cerca, Hanna. Sigue buscando. —A


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