“¡Bienvenidas al puertas abiertas!” una
animada agente inmobiliaria con una melena negra y tiesa dijo mientras
acompañaba a Aria y a Emily por la puerta abierta de la casa 204 en Ship Lane. Le
pasó en la mano a cada una una tarjeta de presentación. “Mi nombre es Sandra.
¡Pase a mirar!”
Emily dio vuelta la tarjeta. Permítame encontrarle la casa de sus sueños, decía el slogan de Sandra. “De hecho, me preguntaba si—” comenzó a decir, pero Sandra ya estaba atendiendo a una nueva pareja que había entrado tras ellas.
Sacudiendo su paraguas y sacándose el gorro de su abrigo para la lluvia, Emily entró al recibidor de la casa por la que había estado obsesionada los últimos siete meses. Estaba vacío, y solo quedaba poco rastro de los Bakers. El aire olía a vela de menta y a Windex. Las
murallas estaban pintadas de un azul alegre, y en el closet abierto había un envoltorio plástico azul del Centinela de Philadelphia.
Había pequeños rasguños en el piso de
madera dorada, de garras de perro, y alguien había dejado un adorno de ojo de
dios colgando en la puerta.
Emily miró la línea de metal que
separaba el recibidor con piso de cerámica del living con piso de madera,
asustada de entrar aun más en la casa. ¿Realmente estaba lista para ver este
lugar?
Aria se dio vuelta hacia Emily, como si
sintiera su recelo. “¿Estás bien?”
“Ajá,” Emily dijo aturdida. “Gracias
por juntarte conmigo.”
“No es problema.” Aria tenía una mirada
preocupada, pero cuando notó que Emily la estaba mirando, rápidamente sonrió
otra vez.
“¿Tú estás bien?” Emily
preguntó.
La mandíbula de Aria tembló. “No quiero
molestarte con eso. Ya tienes suficientes problemas.”
Emily giró sus ojos. “Vamos. ¿Qué?”
Luego de un momento de duda, Aria se
acercó, sus aros de plumas rozaban las mejillas de Emily. “Está bien. Me llegó
una nota de A hace como una hora.”
La boca de Emily se abrió de golpe.
“¿Qué decía?”
Aria juntó sus brillantes labios. “No
importa. Algo estúpido. Pero yo estaba en la casa de Noel, y A tomo una foto de
algo al final de la entrada de Noel. A estuvo tan cerca, y no pude
ver quién era.”
Un escalofrío subió por la espina
dorsal de Emily. “¿Recuerdas la nota que yo recibí en mi auto en el puente
cubierto? ¿Esa de mí con Tabitha? A también estaba muy cerca.”
Aria se salió del camino de dos
personas más que habían entrado por la puerta frontal. “¿Cómo es que seguimos perdiéndonos
a A? ¿Y cómo lo hace A para saber siempre dónde estamos?”
“Ali siempre sabía donde estábamos,”
Emily dijo calmadamente.
Los hombros de Aria se cayeron. “Em, A no es Ali. No hay modo.”
Emily cerró los ojos. Estaba tan
cansada de tener la misma discusión una y otra vez. Pero ella no podía explicar
por qué estaba convencida de que Ali no estaba muerta—tendría que confesar que había
dejado la puerta abierta en la casa incendiada en Poconos.
Aria entró al living. La alfombra azul tenía
profundas marcas de donde habían estado los muebles. “A es Gayle
definitivamente, Em. ¿Recuerdas lo extraña que actuaba ese día en la cafetería?
Es completamente capaz de perseguirnos.”
“Pero no tiene sentido.” Emily miró por
sobre su hombro para asegurarse de que una pareja de ancianos que usaban
sweaters con rombos no estaba escuchando. “Gayle no tiene conexión con Jamaica.
¿Cómo podría saber lo que hicimos?”
“¿Estás segura de que no le dijo nada a
nadie?” Aria preguntó. “¿Qué hay de ese amigo tuyo, Derrick? El trabajaba para
Gayle, ¿cierto? ¿Estás segura de que no se te salió nada sobre Tabitha?”
Emily se dio vuelta y miró a Aria.
“¡Por supuesto que no! ¿Cómo puedes siquiera pensar eso?”
Aria levantó las manos en rendición.
“Lo siento. Solo trato de cubrir todas las bases.”
La voz de Sandra se escuchó en la otra
habitación, diciéndole a un potencial comprador los metros cuadrados y las
renovaciones de la cocina. Emily trató de tragarse su molestia, sabía que Aria
no estaba tratando de acusarla de nada. Caminó hasta el living y subió las
escaleras al segundo piso. El dormitorio principal era la primera habitación a
la derecha.
La habitación estaba pintada color gris
y tenía cortinas de madera en las ventanas. Emily se podía imaginar una cama en
una pared, una cómoda en otra. Pero no se podía imaginar a los Bakers viviendo
entre esos muros. ¿Serían noctámbulos o mañaneros? ¿Comían galletas y papas
fritas en la cama, dejando migas en las sabanas? ¿Cuántas lágrimas habrían
acobijado por no poder tener un hijo?
Fue una de las primeras cosas que los
Bakers le dijeron a Emily cuando ella los conoció—habían tratado por cuatro
años sin resultados. “Ambos trabajamos con niños todo el día, y nos encantaría
tener unos nuestros,” la Sra. Baker dijo seriamente. “Siempre hemos querido ser
padres.” Los dedos del Sr. Baker apretaban la mano de su esposa fuertemente.
Ahora, Emily caminaba en el perímetro
de la habitación, tocando el interruptor de la luz, siguiendo una pequeña
trizadura en la pared, y asomando su cabeza en el closet vacío. Se podía
imaginar lo encantados que los Bakers habían estado cuando supieron que ella
los había escogido como los padres adoptivos de su bebe. Probablemente se habían
tendido en la cama esa noche, soñando con su hijo, fantaseando sobre clases de
natación, vacaciones, y el primer día de escuela. Luego se imaginó el shock de
los Bakers cuando supieron que Emily había cambiado de opinión. Le preguntó a
Rebecca, la coordinadora de adopción, que les pase el mensaje—había sido muy
gallina como para decírselo ella misma a los Bakers.
Rebecca había estado confundida.
“Entonces... ¿Te quedas con el bebé?” preguntó.
“Eh, solo me salió otra alternativa,”
Emily dijo evasivamente, no quería admitir que había encontrado otros padres
adoptivo—o que Gayle le había ofrecido un montón de dinero.
La coordinadora llamó de vuelta un poco
más tarde y le dijo a Emily que los Bakers habían sido muy corteses con su
decisión. “Quieren que tu bebe tenga el mejor hogar posible, y si tú crees que
eso es en otro lugar, lo entienden,” Rebecca dijo. De cierto modo, eso
decepcionó a Emily: Hubiera preferido que se hubieran puesto furiosos con ella.
Se lo merecía.
Emily pensó un montón en los Bakers
luego de que tomó la decisión de darle el bebé a Gayle, especialmente luego de
que Gayle comenzó a llamar a Emily todo el tiempo. Cada vez que el teléfono de
Emily sonaba, era Gayle, viendo cómo estaba. Al comienzo, Emily lo dejó pasar,
racionalizando el hablar rápido de Gayle, su risa temblorosa, sus preguntas
nerviosas. Solo estaba emocionada, ¿cierto? Trató de justificar por qué no
había conocido al marido de Gayle, el potencial padre, aun—Gayle dijo que él
estaba muy ocupado, pero estaba cien por ciento abordo. Cuando su teléfono
comenzó a sonar cada hora, Emily dejó pasar las llamadas a buzón de voz, la
ansiedad crecía más aguda y más amarga en su interior. Algo no estaba bien.
Comenzó a buscar medios para salirse de eso. Le temía al día en que tuviera que
entregar al bebé.
La gota que derramó el vaso fue dos
semanas antes de la cesárea programada de Emily. Derrick le había pedido a
Emily que lo recoja en la casa de Gayle luego del trabajo un sábado; iban a ir
al acuario de Camden. Emily no le había dicho a Gayle que iba a ir; estaba muy
cansada como para lidiar con ella. Luego de estacionar el auto en la gran
entrada, caminó hacia la puerta principal y miró por la ventana. Gayle estaba
de pie en el recibidor con su espalda hacia Emily, hablando por teléfono. “Si,
es cierto,” estaba diciendo. “Tendré un bebé. Lo sé, lo sé, apenas he ganado peso, pero supongo que soy una de esas embarazadas afortunadas.”
Emily casi se cayó del pórtico. ¿Qué
clase de loca persona pretendía que estaba embarazada cuando no lo estaba? ¿Iba a tratar de pasar a la bebé de Emily como si fuera suya? Le dejó un sabor terrible en la boca. Los Bakers le habían dicho a Emily que la bebé sabría que había sido adoptada. Incluso le contarían sobre Emily. ¿Sobre qué más sobre el bebé mentiría Gayle?
Ella huyó de vuelta a su auto, prendió rápido
el motor, y condujo lejos, muy enojada para siquiera dejarle un mensaje a
Derrick. Todo estaba tan claro en ese momento. No había modo de que Gayle
recibiera su bebé. El dinero no importaba. La vida privilegiada que el bebé
podría tener bajo el cuidado de Gayle no importaba. Así que, el día siguiente,
llamó a Gayle y le dijo que el doctor le había reprogramado la cesárea para dos
días después de lo originalmente planeado. Luego llamó a Aria, Hanna, y
Spencer, pidiéndoles su ayuda.
“¿Emily?” Aria dijo ahora. “¡Em, tienes
que venir a ver esto!”
Emily siguió la voz de Aria hacia un
pequeño dormitorio por el pasillo. “¡Mira!” Aria dijo, abriendo los brazos.
Emily dio una vuelta. Los muros estaban
pintados con líneas verdes y amarillas. En el muro lejano había un mural de un
tren de circo, un leo, tigre, elefante, y un mono mirando por los vagones.
Arriba del mural había una calcomanía que decía Violet, la o era una carita feliz, y la t tenía una flor en la parte de arriba.
“Era su habitación,” Aria susurró.
Los ojos de Emily se llenaron de
lágrimas. Recordó a los Bakers diciéndole que habían diseñado un cuarto para el
bebé en colores neutrales, dejando un espacio en el muro para un nombre de
chico o chica. Pero no le habían dicho sus opciones a Emily, diciendo que querían
ver cómo se veía el bebé antes de hacer la decisión final. El nombre Violet,
pensó, era perfecto.
“Es tan bello,” Emily susurró,
caminando hacia el pequeño asiento de la ventana y acomodándose en almohadón.
Aun había marcas de donde habían estado la cuna y el mudador. Cuando los Bakers
encontraron al bebé en la entrada, ¿La habrían traído aquí a dormir? No, Emily
concluyó. No esa primera noche. Probablemente habían sostenido a la bebé hasta
que el sol salió, sorprendidos de que fuera suya. Asustados también.
Probablemente hicieron planes para mudarse esa misma noche para evitar
preguntas y asegurarse de que no les quitaran al bebé.
De repente, Emily estaba segura de
algo: Los Bakers hicieron todo lo que pudieron por el bebé. Habían desarraigado
sus vidas solo para asegurarse de que podrían quedársela, su felicidad
significaba más que su comunidad, su casa. Eso valía más que cualquier cantidad
de dinero. Había tomado la decisión correcta al entregarle su hija—Violet—a ellos.
“Hey,” Aria dijo tiernamente, notando
la cara con marcas de lágrimas de Emily. Puso sus brazos alrededor de Emily y
la apretó fuertemente. Emily también la abrazó, y se quedaron de esa forma por
muchos minutos. Se sentía feliz y triste al mismo tiempo. Era maravilloso saber
que el bebé tenía una casa con tanto amor, pero odiaba no saber a dónde habían
ido los Bakers.
Emily se alejó de los brazos de Aria y
miró por las escaleras para encontrar a la corredora de propiedades, de repente
llena con un propósito. Sandra estaba en la cocina, reordenando papeles en una
carpeta.
“Disculpe,” dijo. Sandra se dio vuelta,
con una sonrisa plástica congelada en su cara. “La familia que vivía aquí
antes. ¿Sabe lo que les pasó?”
“Si mal no recuerdo, se fueron en
Septiembre, creo.” Sandra pasó por una carpeta de archivos con información
sobre la casa. “Sus nombres eran Charles y Lizzie Baker.”
“¿Tiene alguna dirección?” Emily
preguntó.
Sandra negó con la cabeza. “¿Eras tú
quien me envió un email sobre esto?”
“¿Email?” Emily levantó una ceja,
“No...”
Sandra sacó su BlackBerry y miró la
pantalla. “Qué divertido. Me llegó un email con la misma pregunta. Alguien que también
quería saber a dónde habían ido los Baker.”
Aria, quien acababa de llegar a la
cocina, tosió. “¿Recuerda quién envió el email?”
Sandra miró su BlackBerry. “Juraba
tenerlo aquí, pero quizás lo borré. Era el nombre de una mujer,
definitivamente. ¿Quizás comenzaba con G?”
“¿Gayle Riggs?” Aria dijo.
La cara de Sandra se iluminó. “Si,
¡Creo que ese es! ¿La conocen?”
Emily y Aria intercambiaron miradas.
Emily nunca le había dicho a Gayle a quien había escogido inicialmente para
entregarle el bebé. La agencia de adopciones nunca habría entregado esa información
tampoco. ¿Y si de algún modo se había enterado? ¿Y si A le había dicho? ¿Y
si—el corazón de Emily comenzó a latir fuertemente—Gayle estaba tratando de
encontrar al bebé?
De repente, un ping sonó desde el interior de la cartera de Aria. Lo sacó y miró su celular. “Hanna dice que ha estado tratando de contactarte, Em.”
Emily buscó en su bolsillo su celular y
miró la pantalla oscura. “La batería está muerta.”
Los ojos de Aria aun estaban en su
celular. Presionó un botón y suspiró. “Mira esto.” Se lo pasó a Emily. Dile a Em que es urgente, un mensaje de Hanna decía. Creo que Gayle está tras el bebé. Llámame tan pronto como sea posible.
“Oh Dios mío,” Emily susurró.
Otro ping sonó cuando un nuevo mensaje llegó al celular de Aria. El remitente era un enredo de letras y números. Aria llevó su mano a su boca. El corazón de Emily latía rápidamente mientras leyó las palabras.
Supongo
que Emily no es la única buscando ese paquete de alegría. ¿Quién llegará
primero?—A
Gracias por traducir el libro, en serio que me llena de alegría saber que alguien está trabajando tan fuertemente para conseguir traducirlo ¡Mil gracias! Saludos desde Colombia.
ResponderBorrarGracias por el comentario :)para mi es un gusto seguir traduciendo porque me gusta la serie tanto como quienes llegan a leerla :) Saludos a ti desde Chile
Borrarcuando subis el cap. 19?
ResponderBorrarEn este momento ya está subido, pero de todos modos, actualizo por lo general entre viernes y domingos :) saludos
BorrarGracias por el cap :)
ResponderBorrarde nada, gracias por el comentario :)
Borrargracias por la traducciones, son geniales c:
ResponderBorrarGracias por leer! saludos :)
Borrarsuper v desearia poder seguir leyendo , gracias
ResponderBorrarahora si puedes seguir :D saludos!
BorrarEn que libro se descubre quien es a?
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