domingo, 31 de marzo de 2013

Stunning - Capítulo 11: Trabájalo



Más tarde esa noche, Hanna pasó por la empañada puerta doble de The Pump, un gimnasio fisicoculturista en el Mall King James. El gimnasio olía a sudor, Gatorade derramada, y olor in-identificable pero completamente masculino a testosterona en crecimiento que siempre hacía atorarse a Hanna. Un chico de pelo al cero directamente del casting central de Jersey Shore estaba sentado tras el recibidor, bebiendo una malteada proteínica y leyendo una revista de fisicoculturismo. Frente a él había un mural gigante de un gorila levantando pesas, sus músculos abdominales estaban bien definidos, sus bíceps abultados. Se suponía que tenía que inspirar a la gente a trabajar más, pero ¿Quién quería verse como un gorila?
Hanna pagó por un pase diario y entró a la sala de ejercicios principal la cual consistía en hileras de pesas, líneas de maquinas de empuje de pecho, y una gran banca de espejos. Estaba el clang partidor-de-oídos de las pesas de metal golpeando barras de acero. Junto a ellas, vestido en una polera vieja de los Phillies con las mangas cortadas, mirando de forma soñadora algo al otro lado de la habitación, estaba Mike.
Hanna se dio vuelta y siguió la mirada de Mike hacia un gran salón de clases de ejercicios. Frente a la puerta había un letrero que decía BAILE DEL CAÑO, 6:30. Un montón de postes de metal habían sido puestos parejamente frente a los espejos. Unas cuantas mujeres de mediana edad vestidas en mallas ajustadas, coquetas minifaldas, e inseguros tacones altos, estaban de pie alrededor de la sala. Posicionada justo en el centro, balanceándose perfectamente en puntiagudos tacones de stripper, estaba Colleen.
La nueva novia de Mike rastrilló sus dedos por su cabello. No se veía tan castaño claro hoy, y su cuerpo se veía al mismo tiempo curvo y flexible en apretados shorts de spandex y un corpiño amarillo. Cuando Colleen notó el reflejo de Mike, se dio vuelta, lo saludo, y le sopló un beso. Mike le sopló uno de vuelta.
Hanna empuñó sus manos, pensando en ellos dos juntos en la cama.
Entró tormentosamente en el vestidor, dejó su bolso en el piso, y se metió en un peto estampado de tigre, estilo stripper, que encontró en el mall más temprano esa tarde. Luego de ponérsela—compró una talla más pequeña de lo normal para máximo escote—se chequeó en el espejo. Su pelo era abundante y alocado, gracias a toneladas de spray. Tenía el triple de maquillaje del que usaba normalmente, aunque se detuvo antes de ponerse pestañas falsas. Y entonces estaba la pièce de résistance: un par de increíblemente altas, increíblemente puntiagudas sandalias plateadas de Jimmy Choo. Solo las había usado una vez antes, para la fiesta de graduación del año pasado; Mike había pensado que eran tan sexys que incluso la hizo usarlas para la after-party con sus jeans. Hanna se paró en ellas y dio una vuelta. Se veían perfectas. Solo esperaba poder bailar en el caño con ellas.
Su celular vibró, y lo miró nerviosamente. Un nuevo mensaje de texto. Afortunadamente, solo era de Kate, preguntándole si le gustaría ayudarla a repartir flyers en una corrida de 10 kilómetros alrededor de Rosewood la mañana del sábado. Claro, Hanna respondió, tratando de ignorar sus manos temblorosas mientras escribía. Ahora que Spencer y Emily habían recibido nuevos mensajes de A, había estado esperando todo el día por el de ella.


¿Podía Gayle ser A? Hanna no había conocido a la mujer en el verano—Solo escuchó sobre ella cuando Emily la contactó poco después de su cesárea—pero los mensajes que Gayle había dejado la noche que sacaron a Emily y la bebé del hospital se habían quedado con ella. No eran los mensajes de voz desesperados, sollozantes que la mayoría de la gente dejaría si pensaran que podrían no recibir el bebé por el que habían esperado y rezado—eran duros y enfurecidos. Gayle no era el tipo de persona con la que te cruzabas, y ahora ella estaba hasta las rodillas en la campaña del señor Marin.


Esa mañana en el desayuno, Hanna se sentó junto a su papá en la mesa. “¿Cómo conoces a Gayle? ¿Son viejos amigos?”


El Sr. Marin continuó enmantequillando su tostada. “De hecho no la conocía hasta hace como una semana atrás. Ella me llamó para decir que recientemente se había mudado a Pennsylvania y que realmente le había gustado mi plataforma. La cantidad de dinero que prometió es asombrosa.”


“¿No hiciste un chequeo de antecedentes? ¿Qué pasa si ella es, no sé, una devota de Satán?” La cara de Hanna se sentía caliente. ¿O una persona loca que está acosando a tu hija?


Su padre la miró con curiosidad. “El marido de Gayle acaba de hacer una donación considerable a Princeton para construir un laboratorio de investigación del cáncer. No conozco muchos devotos de Satán que harían eso.”


Desanimada, Hanna subió las escaleras y googleó el nombre de Gayle, pero no apareció nada incriminatorio. Era una influencia en incontables organizaciones benéficas en New Jersey, y había participado en una competición de adiestramiento en el Show de Caballos Devon diez años atrás. Pensándolo bien, ¿qué podría salir? No era como si Gayle mantuviera un blog sobre cómo estaba torturando sistemáticamente a cuatro chicas de secundaria haciéndose llamar A.


La puerta de la sala de lockers se abrió y una musculosa y sudada mujer entró. Hanna puso su bolso en un locker, giró la combinación de la cerradura, y se dirigió al salón de fitness. Mason y James detuvieron sus dominadas cuando ella pasó. Codearon a Mike. Hanna pretendió no notar cuando él se dio vuelta y miró, moviendo sus caderas de un lado a otro y rezando que su trasero se viera estupendo,


“¡Bienvenida!” Una mujer en unas cortísimas mallas negras y calzas, y flequillo alto de los ochenta saludo a Hanna cuando entró por la puerta. “Eres nueva, ¿cierto? Soy Trixie.” La instructora hizo un gesto hacia un poste libre en el centro de la sala, justo al lado de Colleen. “Ese caño tiene tu nombre en él.”


Hanna caminó hacia él y le sonrió a Colleen. “¡Oh, hola!” pió con una voz simulada de sorpresa, como si su encuentro fuera completamente accidental y Hanna no hubiera planeado esto estratégicamente desde el momento en que oyó a los chicos hablando sobre esto en los vestidores del colegio.


“¿Hanna?” Colleen miró a Hanna de arriba a abajo. “¡Ohmidios! ¡Qué divertido! No sabía que bailabas en el caño.”


“No es como si fuera difícil,” Hanna suspiró, invocando a su Ali interior. Chequeó su reflejo en el espejo. Sus caderas eran más delgadas que las de Colleen, pero Colleen tenía pechos más grandes.


“Bueno, amarás esta clase,” Colleen dijo. “Por supuesto, si bailas en el caño todo el tiempo, probablemente lo encontrarás realmente fácil. Apuesto a que eres muy buena.” Se acercó. “Y estamos bien con Mike, ¿cierto?”


Hanna no estaba segura de si Colleen estaba siendo dulce de verdad o por diplomacia, así que inclinó su nariz en el aire. “Claro,” dijo frescamente. “Mike era demasiado trabajo para mí. Había mucha presión de verme como una anfitriona de Hooters. Y siempre está mirando otras chicas en las fiestas—me volvía loca.” Sonrió con lástima a Colleen. “Pero estoy segura de que no te hace eso a ti.”


Colleen abrió la boca para hablar, se veía tan preocupada que Hanna se preguntó si se había pasado un poquito de la raya. Justo entonces la canción “Hot Stuff” sonó en los parlantes. Trixie caminó al frente de la clase, puso su pierna alrededor del poste, levantó su trasero en el aire, e hizo un giro medio-obsceno, medio-del-Cirque de Soleil. “¡Muy bien, todas!” habló en un manos libres. “¡Comencemos con los agaches bajos!”


Doblé sus rodillas hacia los lados y bajó hasta el piso. La clase siguió, moviéndose al ritmo de la música. Hanna echó un vistazo a Colleen, sus agaches eran bajos, balanceados, y perfectos. Colleen la miró y le sonrió. ¡Lo estás haciendo genial! articuló. Hanna luchó con la necesidad de girar sus ojos. ¿Podría ser más nauseabundamente positiva?”


Trixie las guió en una serie de giros de cuello, levantamientos de hombros, y provocativos movimientos de caderas. Luego, probó una serie de movimientos de baile que incluían girar alrededor del caño como Gene Kelly en Singin’ in the Rain. Hanna se mantuvo bien, su corazón latía fuertemente y la más pequeña cantidad de sudor se acumulaba en su frente. Sudor sexy, por supuesto.


La siguiente vez que Hanna miró por su hombro, los chicos estaban sentados en las alfombras fuera del salón, mirando a las chicas como perros famélicos. Impulsada por su presencia, se soltó el cabello y lo dejó tras su espalda, contoneando su trasero ante ellos. James Freed se estremeció visiblemente. Mason silbó. Colleen notó a los chicos e hizo un sexy movimiento. Los chicos se codearon entre sí apreciativamente.


Colleen guiñó conspirativamente a Hanna. “No pueden tener demasiado de nosotras, ¿hah?”


Hanna quería golpearla. ¿No se daba cuenta de que estaban compitiendo?


“Solo las estudiantes avanzadas en este próximo movimiento,” Trixie anunció mientras el soundtrack pasó a una seductora canción de Adele. Caminó hacia el poste, envolvió sus brazos y piernas al rededor de él, y lo escaló como un mono. “¡Usen sus muslos para sujetarse del caño, chicas!”


Colleen procedió a contonearse en el poste. Soltó una mano, arqueó su espalda, y se colgó de cabeza por un momento. Los chicos aplaudieron.


Hanna apretó sus dientes. ¿Qué tan difícil podría ser ese paso? Tomó el poste y comenzó a escalar. Pudo mantenerse por un momento, pero luego sus muslos cedieron, y comenzó a deslizarse hasta el piso. Se hundió más y más hasta que su trasero besó el piso. Su reflejo en el espejo se veía ridículo.


“Buen intento, Hanna,” Colleen dijo. “Ese paso es muy difícil.”


Hanna se sacudió el polvo del trasero, luego miró a las otras chicas en la sala todas en amor con sus postes. De repente dejaron de verse como strippers, solo rechonchas mujeres de mediana edad haciéndose las tontas. Esta era la más idiota clase de fitness que alguna vez había tomado. Había un modo mucho más fácil de tener la atención de los chicos.


Se giró hacia la ventana y miró a los chicos. Cuando estuvo segura de que la estaban mirando a ella, casualmente se tiró su pequeña polera con estampado de leopardo, exponiendo la parte más alta de su sostén rojo con tirantes de blonda.


Por las miradas en las caras de los chicos, ella sabía que lo vieron. Sus mandíbulas caídas. James sonreía. Mason pretendía que iba a desmayarse, Mike ni siquiera sonreía, pero no podía quitar sus ojos de ellas. Era suficiente para Hanna, salió de la clase, agitando sus caderas al ritmo del strip-club.


“¿No te quedarás?” James dijo, con voz de decepción.

“Tengo que dejar algo para su imaginación, ¿no?” Hanna dijo coquetamente. Podía asegurar sin darse vuelta que Mike aun la miraba. También sabía que Colleen la estaba mirando en el espejo, probablemente un poco confundida. Pero como sea. Sabía lo que Su Ali diría si aun estuviera viva: Todo es justo en el amor y en el baile del caño.


Capítulo 10 | Capítulo 12

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