viernes, 26 de octubre de 2012

Ruthless - Introducción: Obtienes lo que te mereces


Traducción: Daniela
Corrección: Daniela

¿Alguna vez te has salido con la tuya en algo muy, muy malo? Como cuando tuviste algo con ese lindo chico con el que trabajas en la tienda de bollos... y nunca le contaste a tu novio. O cuando te robaste esa bufanda estampada de tu boutique favorita...y la alarma de seguridad no sonó. O cuando creaste un perfil anónimo en Twitter y posteaste un rumor despiadado sobre tu BFF...y no dijiste nada cuando culpó a esa perra que se sentaba frente a ella en álgebra III.
Al comienzo, el que no te atrapen se sintió estupendo. Pero al pasar el tiempo, quizás sentiste un suave, y molesto retorcijón en la parte alta de tu estómago. ¿Realmente habías hecho eso? ¿Y si alguien se llegaba a enterar? A veces, la anticipación es peor que el castigo mismo, y la culpa te puede comer viva.
Probablemente has oído mil veces la frase No pagó su delito pero no la analizaste, pero cuatro lindas chicas en Rosewood no pagaron su delito, de hecho. Y eso ni siquiera es todo lo que han hecho. Sus peligrosos secretos se las están comiendo desde adentro lentamente. Y ahora, alguien lo sabe todo.
El Karma es una perra. Especialmente en Rosewood, donde los secretos nunca se quedan enterrados por mucho tiempo.
A pesar de que eran casi las 10:30 P.M, el 31 de Julio, en Rosewood, Pennsylvania, un saludable, y pastoral suburbio a 20 millas de Philadelphia, el aire aún estaba húmedo, opresivamente caliente, y lleno de mosquitos. Los pastizales impecablemente cortados, se habían vuelto de un color café seco y apagado, las flores en los prados se habían marchitado, y muchas de las hojas de los árboles se habían secado y caído al piso. Los habitantes nadaban lánguidamente en sus piscinas empedradas, devorando helados caseros de durazno del puesto orgánico local abierto-hasta-medianoche, o se refugiaban en el interior frente al acondicionador de aire, y pretendían que era Febrero. Era uno de los pocos momentos del año en que la ciudad no parecía una imagen-perfecta para postal.
Aria Montgomery estaba sentada en su patio trasero, lentamente deslizando un cubo de hielo por detrás de su cuello y planeando irse a dormir. Su madre, Ella, estaba junto a ella, llevando una copa de vino blanco hacia sus rodillas.  - ¿No estás emocionada por volver a Islandia en pocos días más? - Ella preguntó.
Aria trató de reunir un poco de entusiasmo, pero en el fondo, sentía una fastidiosa sensación de malestar. Ella adoraba Islandia— había vivido allí desde octavo hasta onceavo grado— pero ahora iba a volver con su novio, Noel Kahn, su hermano, Mike, y su vieja amiga Hanna Marin. La última vez que Aria viajó con ellos—y sus dos amigas cercanas Spencer Hastings y Emily Fields— fue cuando fueron a Jamaica en el receso de primavera. Algo horripilante ocurrió allí. Algo que Aria nunca podría olvidar.
Al mismo tiempo, Hanna Marin estaba en su habitación empacando para el viaje a Islandia. ¿Era un país lleno de raros, pálidos vikingos, quienes todos estaban emparentados entre sí, digno de sus botas de taco alto de Elizabeth and James? En vez de eso, echó un par de zapatos de Tom sin cordones; en cuanto cayeron al fondo de la maleta, un fuerte aroma a bloqueador solar de coco emergió del forro, recreando imágenes de una soleada playa, acantilados rocosos, y un cerúleo mar Jamaiquino. Tal como Aria, Hanna también volvía a recordar el fatídico viaje del receso de primavera que había tomado con sus viejas amigas. No pienses en eso, una voz en su interior rogaba. No vuelvas a pensar en eso.
El calor en el centro de Philadelphia no era menos agotador. Los dormitorios del campus de la universidad Temple tenían un aire acondicionado de mala calidad, y los estudiantes de verano ponían ventiladores en sus habitaciones, y se sumergían en la pileta en el centro del patio interior, a pesar de que había un rumor de que los estudiantes de tercer y cuarto año orinaban en ella regularmente.
Emily Fields abrió la puerta de la habitación de su hermana, donde se estaba escondiendo por el verano. Dejó sus llaves en el tazón del equipo de natación de Stanford, y se quitó su sudada, y con olor a comida, polera, arrugados pantalones negros, y un gorro pirata que había usado en su trabajo de mesera en Poseidón, un artificioso restaurant de comida marina en la zona de Penn. Todo lo que Emily quería era descansar en la cama de su hermana y tomar unas cuantas profundas bocanadas de aire, Pero el cerrojo en la puerta se abrió casi inmediatamente después de haberla cerrado. Carolyn entró a la habitación, sus brazos cargados de libros. A pesar de que ya no tenía que ocultar su embarazo, Emily cubrió su estómago desnudo con su polera. La mirada de Carolyn automáticamente se dirigió a él de todos modos. Una mirada de disgusto se asentó en sus facciones, y Emily se dio vuelta avergonzada.
A media milla de distancia, cerca del campus de la Universidad de Pennsylvania, Spencer Hastings estaba pasmada en una pequeña habitación en el recinto policial local. Cuando pasó su mano por su cabello rubio oscuro, sintió mechones grasientos y enredados. Miró de reojo su reflejo en la ventana de la puerta, y una demacrada chica con los ojos ahuecados y sin brillo, y una boca hacia abajo, la miró de vuelta. Parecía un cadáver sucio. ¿Cuándo se había bañado por última vez?
Un policía alto, de pelo color arena entró a la habitación tras Spencer, cerró la puerta y la miró amenazadoramente. - ¿Estás en el programa de verano de Penn, o no?
Spencer asintió, tenía miedo de que si hablaba, se pondría a llorar.
El policía sacó un frasco de pastillas sin etiqueta de su bolsillo y lo agitó frente a la cara de Spencer. - Te preguntaré una vez más. ¿Es tuyo?
La botella se movía ante los ojos de Spencer, cuando el policía se acercó, ella captó un olorcillo de colonia Polo. Este la hizo pensar, de repente, en cómo el hermano de su antigua amiga Alison DiLaurentis, Jason, pasó por una fase Polo, cuando estaba en secundaria, empapándose en ella antes de ir a fiestas. - Ugh, he sido em-polada - Ali se quejaba cuando Jason pasaba, y Spencer y sus viejas amigas Aria, Hanna y Emily se reían a carcajadas.
- ¿Crees que esto es divertido?- el policía dijo. - Porque te lo aseguro, no te reirás cuando hayamos terminado contigo.
Spencer apretó sus labios, notando que había estado sonriendo. - Lo siento - susurró. ¿Cómo podía ponerse a pensar en su amiga muerta Ali—también conocida como Courtney, la hermana gemela secreta de Ali— en un momento como este? Después estaría pensando sobre la Verdadera Alison DiLaurentis, una chica con quien Spencer nunca fue amiga, una chica quien había vuelto a Rosewood de un hospital mental, y asesinado a su propia hermana gemela, a Ian Thomas, a Jenna Cavanaugh, y casi a Spencer también.
Seguramente estos diversos pensamientos eran un efecto colateral de la pastilla que se había tomado una hora atrás. Recién comenzaba a hacer efecto, y su mente corría a un millón de millas por minuto. Sus ojos revolotearon por todo el lugar, y sus manos tiritaban. ¡Tienes los tiritones de  A Fácil! su amiga Kelsey le diría, si ella y Spencer estuvieran en el dormitorio de Kelsey en Penn en vez de estar encerradas en dos salas de interrogación separadas en la deprimente estación. Y Spencer se reiría, golpearía a  Kelsey con su cuaderno, y luego volvería a meterse a lo que vale nueve meses de información de Química aplicada III en su ya atiborrada cabeza
Cuando estaba claro que Spencer no iba a hacerse cargo de las pastillas, el policía suspiró y llevó el frasco de vuelta a su bolsillo. - Solo para que lo sepas, tu amiga ha estado hablando como loca - dijo, con voz grave. - Ella dice que todo fue tu idea—que ella solo te siguió el juego-
Spencer resopló. - ¿Ella dijo qué?
Sonó la puerta. - Quédate aquí - él dijo. – Volveré.
Él salió de la sala. Spencer miró a su alrededor en la pequeña habitación. Las paredes de concreto estaban pintadas verde-vómito. Sospechosas manchas color café amarillento arruinaban la alfombra beige, y las luces en el techo emitían un agudo zumbido que hacía que sus dientes duelan. Se oían pasos fuera de la puerta, y ella estaba muy quieta sentada, escuchando. ¿Estaría el policía tomando la declaración de Kelsey en este momento? ¿Y qué estaría diciendo Kelsey sobre Spencer exactamente? No era como que hubieran ensayado lo que dirían si las atrapaban. Nunca pensaron que podrían atraparlas. Ese auto de policía había salido de la nada...
Spencer cerró sus ojos, pensando en lo que había ocurrido la última hora. Se recordaba recogiendo las pastillas en el sur de Philly. Saliendo rápidamente de ese aterrador vecindario. Oyendo las sirenas tras ellas. No quería ni pensar en lo que ocurriría las próximas horas. Las llamadas a sus padres. Las miradas de decepción y las lágrimas quietas. Seguramente la expulsarían de Rosewood Day, y Spencer tendría que terminar la secundaria en la Secundaria Pública de Rosewood, o incluso tendría que ir al centro de detención de jóvenes— o peor, trabajar como cocinera en el Wawa local, o como cartelera en la Unión Federal de Créditos de Rosewood, publicitando la nueva tasa de interés hipotecaria a los conductores de la avenida Lancaster.
Spencer tocó la tarjeta de identificación laminada del programa de verano de la Universidad de Pennsylvania en su bolsillo. Pensó en las notas de informes y exámenes que había recibido esta semana, los brillantes 98s y 100s en la esquina de todos y cada uno de ellos. Las cosas iban tan bien. Tan solo necesitaba continuar con el resto de este programa de verano, tener una A en las 4 clases aplicadas que estaba tomando, y estaría en la cima de la pirámide de Rosewood Day nuevamente. Se merecía un aplazamiento tras el horrible suplicio con la Verdadera Ali. ¿Cuánto tormento y mala suerte tenía que soportar una chica?
Recordando su iPhone en el bolsillo de sus shorts de mezclilla, presionó el botón LLAMAR y marcó el número de Aria. Sonó una vez, dos...
El iPhone de Aria sonó en la pacífica oscuridad de Rosewood. Cuando vio el nombre de Spencer en la pantalla, se encogió. - Hey - contestó cautelosamente. Aria no había oído de Spencer por un tiempo, no desde su pelea en la fiesta de Noel Kahn.
 - Aria.- La voz de Spencer estaba temblorosa, como una cuerda de violín  muy tirante. - Necesito tu ayuda. Estoy en problemas. Es serio.
Aria rápidamente atravesó la puerta de vidrio corrediza y subió a su dormitorio. - ¿Qué ocurre? ¿Estás bien?
Spencer tragó saliva. - Somos yo y Kelsey. Nos atraparon.
Aria se detuvo en las escaleras. - ¿Por las pastillas?
Spencer lloriqueó.
Aria no dijo nada. Te lo advertí, pensó. Y tú me atacaste.
Spencer suspiró, sintiendo el motivo del silencio de Aria. - Mira, lamento lo que te dije en la fiesta de Noel, ¿está bien? Yo...yo no estaba en mi sano juicio, y no quería decirte eso- Miró la ventana en la puerta nuevamente. - Pero esto es serio, Aria. Todo mi futuro podría arruinarse. Toda mi vida.
Aria apretó la piel entre sus ojos. - No hay nada que yo pueda hacer. No me meteré con la policía—especialmente después de Jamaica. Lo siento. No puedo ayudar.- Con un corazón de hierro, colgó.
 - ¡Aria!- Spencer gritó en el micrófono, pero el mensaje de LLAMADA FINALIZADA ya había aparecido.
Increíble. ¿Cómo podría Aria hacerle esto, luego de todo lo que habían pasado?
Alguien tosió afuera de la sala donde estaba Spencer. Se volvió hacia su teléfono nuevamente y rápidamente marcó el número de Emily. Presionó su oído al audífono, escuchando el brrt-brrt-brrt de la línea llamando. - Contesta, contesta,- rogó.
Las luces en la habitación de Carolyn ya estaban apagadas cuando el teléfono de Emily comenzó a sonar. Emily miró el nombre de Spencer en la pantalla y sintió una ola de pavor. Spencer probablemente querría invitarla a juntarse en Penn. Emily siempre decía que estaba muy cansada, pero en realidad era porque no le había dicho a Spencer ni a ninguna otra de sus amigas que estaba embarazada. La idea de explicárselos la aterraba.
Pero apenas la pantalla se iluminó, sintió una espeluznante premonición. ¿Y si Spencer estaba en problemas? La última vez que la había visto se veía muy asustada y desesperada. Quizás necesitaba la ayuda de Emily. Quizás se podrían ayudar la una a la otra.
Los dedos de Emily se aproximaron al teléfono, pero entonces Carolyn se dio vuelta en la cama y dijo - No vas a contestar eso, ¿o sí? Algunos de nosotros tenemos clases en la mañana.
Emily presionó IGNORAR y se desplomó sobre el colchón, aguantándose las lágrimas. Ella sabía que era una carga para Carolyn el dejarla quedarse ahí—el futón ocupaba casi todo el espacio en el piso, Emily constantemente interrumpía el horario de estudios de su hermana, y le estaba pidiendo que oculte un gran secreto a sus padres. ¿Pero tenía que ser tan malvada con ella?
Spencer colgó sin dejarle un mensaje a Emily. Solo quedaba una persona a quien llamar. Spencer presionó el nombre de Hanna en su lista de contactos.
Hanna estaba cerrando su maleta cuando el teléfono sonó. - ¿Mike?- contestó sin mirar a la pantalla. Todo el día, su novio la había estado llamando con datos al azar sobre Islandia— ¿Sabías que hay un museo del sexo allí? Definitivamente te llevaré
- Hanna,- Spencer dijo. - Te necesito.
Hanna se sentó. - ¿Estás bien?- Ella apenas había oído de Spencer en todo el verano, no desde que comenzó un intensivo programa de verano en Penn. La última vez que la había visto fue en la fiesta de Noel Kahn, cuando la amiga de Spencer, Kelsey, vino también. Que noche más rara había sido esa.
Spencer rompió en llanto. Sus palabras salían de a poco, agitadamente, y Hanna solo captó partes de oraciones: - La policía...pastillas...traté de librarme de ellos... definitivamente estoy muerta a menos que tú...
Hanna se levantó y se paseó por la habitación. - Cálmate. Déjame entender esto. Así que... ¿Estás en problemas? ¿Por las drogas?
- Sí, y necesito que hagas algo por mí.- Spencer agarró el celular con ambas manos.
- ¿Cómo puedo yo ayudarte?- Hanna susurró. Pensó en las veces que a ella la habían llevado a la estación de policías— por robar un brazalete de Tiffany, y luego por destrozar el auto de su entonces-novio Sean. Seguramente Spencer no estaba pidiéndole a Hanna que se haga la linda con el policía que la arrestó, como la madre de Hanna había hecho.
- ¿Aún tienes esas pastillas que te di en la fiesta de Noel?- Spencer dijo
- Uh, sí- Hanna soltó incómodamente
- Necesito que las cojas y lleves al campus de Penn. Vayas a los dormitorios Friedman. Ahí hay una puerta en la parte trasera que siempre está abierta—así podrás entrar. Ve al cuarto piso, habitación cuatrocientos trece. Ahí hay una combinación de teclado para entrar—Cinco-nueve-dos-cero. Cuando entres, pon las pastillas bajo la almohada. O en la gaveta. Algo como escondido pero también obvio.
- ¿Espera, de quién es esa habitación?
Spencer curvó sus tobillos. Esperaba que Hanna no preguntase eso. - Es...de Kelsey,- admitió. - Por favor no me juzgues ahora mismo, ¿está bien? Necesito que pongas esas pastillas en la habitación de Kelsey y luego llames a la policía y digas que ella es una conocida traficante en Penn. También tienes que decir que tiene un pasado dudoso—ella es problemas. Eso hará que los policías busquen en su habitación.
- ¿Kelsey es de verdad una traficante?- Hanna preguntó.
- Bueno, no. No lo creo.
 - Así que básicamente ¿me estás pidiendo que haga un montaje sobre Kelsey por algo que ambas hicieron?
Spencer cerró sus ojos. - Te garantizo que Kelsey está en la sala de interrogación justo ahora, culpándome a mí. Tengo que tratar de salvarme a mí misma.
 - ¡Pero yo voy a Islandia en dos días!- Hanna alegó. - Prefiero no pasar por agentes de aduana con una orden de arresto.
- No te pillarán,- Spencer aseguró. - Te lo prometo. Y...piensa en Jamaica. Piensa como todas estaríamos perdidas si no nos hubiéramos unido las unas a las otras.
El estómago de Hanna se revolvió. Ella había tratado tanto como podía de borrar de su mente el incidente de Jamaica, evitando a sus amigas por el resto del año escolar, así para no revivir o readaptar los horribles momentos. Lo mismo les había pasado a las cuatro luego de que su mejor amiga, Alison DiLaurentis— en realidad Courtney, la hermana gemela secreta de Ali—desapareció el último día de séptimo grado. A veces, una tragedia unía a los amigos, otras, los separaba.
Pero Spencer la necesitaba ahora, tal como Hanna había necesitado a sus amigas en Jamaica. Ellas habían salvado su vida. Se paró y se puso un par de Hawaianas. - Ok,- Suspiró. - Lo haré.
- Gracias,- Spencer dijo. Cuando colgó, alivio invadió su cuerpo como una fría, y turbia lluvia.
Las puertas se abrieron y el teléfono casi se cayó de las manos de Spencer. El mismo estropajoso policía entró a la sala. Cuando notó el teléfono de Spencer, sus mejillas se enrojecieron. - ¿Qué haces con eso?
Spencer lo dejó en la mesa. - Nadie me pidió que lo entregue.
El policía lo tomó y lo guardó en su bolsillo. Luego agarró la mano de Spencer y bruscamente la levantó. - Vamos.
- ¿A dónde me lleva?
El policía llevó del codo a Spencer hacia el pasillo. El rancio olor de comida para llevar quemó sus orificios nasales. - Vamos a tener una discusión.
- Te dije, no sé nada,- Spencer protestó. - ¿Qué dijo Kelsey?
El policía sonrió. - Vamos a ver si sus historias coinciden.
            Spencer se entumeció. Se imaginó a su nueva amiga en la sala de interrogación, preservando su propio futuro y destrozando el de Spencer. Luego pensó en Hanna subiéndose a su auto y configurando el GPS hacia el campus de Penn. La idea de culpar a Kelsey hizo que su estómago se revuelva, pero ¿Qué otra opción tenía?
El policía abrió una segunda puerta, y le indicó a Spencer que se siente en una silla de oficina. - Tienes un montón de explicaciones que dar, Señorita Hastings.
Eso es lo que tú crees, Spencer pensó, girando sus hombros. Su decisión había sido correcta. Se había cuidado a ella misma. Y con Hanna en camino, saldría impune.
Solo fue después, luego de que Hanna puso las drogas, luego de su llamada a la mesa central, y luego de que Spencer escuchó a dos policías hablando sobre ir al dormitorio Friedman a buscar en la habitación 413, cuando Spencer descubrió la verdad: Kelsey no había dicho ni una palabra para incriminarla ni a ella misma ni a Spencer por los crímenes que se les acusaban. Spencer deseaba deshacerlo todo, pero era muy tarde—admitir que había mentido podría meterla en peores problemas. Era mejor quedarse callada. No había modo de seguir el rastro de lo que habían encontrado hasta Spencer.
Poco después, los policías dejaron a Spencer irse con una advertencia. Mientras salía de la sala de retención, dos oficiales llevaban a Kelsey por el pasillo, sus manos carnosas atrapando su brazo como si ella estuviera en grandes, grandes problemas. Kelsey miró a Spencer asustada cuando pasó. ¿Qué ocurre? decía su mirada. ¿Qué tienen sobre mí? Spencer se encogió como si no tuviera idea alguna, luego, caminó hacia la noche, su futuro intacto.
Su vida continuó. Tomo sus clases aplicadas y sacó Ases en cada una. Volvió a Rosewood Day en la cima de su clase. Entró a Princeton en una admisión adelantada. Y a medida que las semanas y los meses pasaron, la tarde de pesadilla se desvanecía, y ella descansaba tranquila, sabiendo que su secreto estaba seguro. Solo Hanna sabía la verdad. Nadie más—ni sus padres, ni el comité de admisión de Princeton, ni Kelsey—descubrirían la verdad.

Hasta el siguiente invierno. Cuando alguien lo descubrió todo.



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